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La energía en España: una historia de robo y saqueo


La energía es un elemento central en el desarrollo social y económico de un país. Aunque, por ejemplo como en el caso de España, el sector energético suponga aproximadamente un 2,5% del PIB, juega un doble papel que lo convierte en garante del crecimiento económico: por una parte, la energía es un insumo en la producción y, además, es un bien de primera necesidad.

  Para corroborar la relación y dependencia que existe entre el crecimiento económico y el consumo energético solo habría que observar el incremento de la energía consumida en España conjuntamente con el incremento de la Renta Per Capita por cada habitante (Consejo Económico y Social España, 2017, pág. 14).

Además, como bien se ha dicho, la energía es un bien de primera necesidad, como lo es el agua o los medicamentos, y por lo tanto debería de ser accesible para el conjunto de la población, cosa que desgraciadamente no ocurre. Todo esto nos lleva a pensar sobre la necesidad de que la gestión de la energía sea una tarea rigurosamente planificada, en la que el desarrollo anarquizante no debe estar permitido.

Cualquier avance tecnológico en este sector debería de suponer un avance en el desarrollo de la economía del país.

 Pero esto no es lo que ocurre hoy día. En el capitalismo todas las ramas de producción se encuentran al servicio de unos pocos monopolios internacionales, y por consiguiente cualquier avance tecnológico será impulsado y aplicado siempre y cuando sea beneficioso para el monopolio de turno. Esto obstaculiza el avance de la tecnología y por lo tanto frena el desarrollo de las fuerzas productivas, es un freno para el desarrollo del país. 

El sector energético no es más que una de estas ramas dominadas por monopolios extranjeros que se lucran empleando, para ello, un bien de primera necesidad y condenando a las consecuencias de la especulación a los trabajadores.

A continuación veremos qué es lo que ocurre con el sector energético en España, cómo se ha desarrollado en las últimas dos décadas y cómo funciona este negocio tan lucrativo.

EL SECTOR ENERGÉTICO EN ESPAÑA

El sector energético en España ha estado siempre rodeado de luces y sombras. Existen muchas áreas donde el conocimiento del público en general es limitado. ¿De qué tipo de fuentes energéticas se abastece la demanda eléctrica en España? ¿Hasta qué punto dependemos de dichas fuentes? ¿El país depende de otros países para cubrir su demanda energética? ¿Está el sector energético regulado por el gobierno?

La energía es uno de los problemas estructurales de la economía española. España importa el 75% de la energía que necesita (Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad, 2019). La dependencia del exterior provoca que la economía sufra los vaivenes continuos del precio. 

Y claro, cuando hablamos de “inestabilidad de los precios”, todos sabemos quienes la sufren. Esta dependencia conduce a que las familias españolas, como usuarios más vulnerables, sean los que paguen los platos rotos.

La gran farsa de la liberalización del sector eléctrico El sector eléctrico ha sido siempre fuente de mucha controversia en nuestro país. La causa de esta controversia tiene mucho que ver con la liberalización del mercado eléctrico que se llevó a cabo en el año 97.

 La liberalización se efectuó mediante una normativa impulsada por la UE, siguiendo la tendencia de la liberalización de sectores estratégicos. Felipe González fue el encargado de ejecutar estas órdenes provenientes de la UE, tras el que luego cogería el relevo José María Aznar. González, a la cabeza de aquel PSOE de la “transformación social” y “transición democrática”, fue el encargado de desmantelar nuestro país, de saquearlo y de liberalizar incluso más empresas públicas que la derecha más liberal y rancia representada por el PP de Aznar.

El supuesto objetivo de este proceso era la disminución de costes de energía eléctrica para todos los usuarios, así como asegurar el suministro y potenciar las energías renovables (con el objetivo de reducir emisiones de gases nocivos).

 Lo que realmente se pretendía era abrir el mercado a Europa para que tuviera el máximo de competidores sin que prácticamente el Estado interviniera, a pesar de que como ya se ha mencionado antes, el suministro eléctrico, el cual forma parte de este mercado, sea un servicio público, un bien de primerísima necesidad.

La liberalización consistió, entre otras cosas, en dividir 4 diferentes “negocios” dentro del sector: la generación, transporte, distribución y comercialización. Por otra parte, al haber anulado el papel del Estado en la regulación de la comercialización de la electricidad y permitir la intromisión de cualquier empresa, la regulación de la misma comercialización de la electricidad pasó a depender de empresas que solo buscan la máxima ganancia. 

Esto ha conllevado que el precio al que las familias trabajadoras pagan la electricidad dependa de 4 capitalistas que poco les importa lo que te cueste a ti pagar algo tan básico como la luz o el gas, mientras ellos sigan manteniendo sus beneficios millonarios.

Lejos de conseguir los objetivos que se pretendían con la liberalización, hemos visto como en las últimas dos décadas, el precio de la electricidad no ha hecho más que subir, hasta cotas nunca antes vistas y las emisiones de CO2 y otros gases nocivas no ha hecho más que aumentar. 

Esto desmonta por completo la teoría de que cuanto mayor sea la competencia en el mercado, menores son los precios para el consumidor. Además, esto demuestra también que seguimos viviendo en el capitalismo monopolista, la concentración cada vez en menos manos del capital hace que existan monopolios en condiciones más favorables que les permite dominar los mercados.

La liberalización no fue más que un ligero cambio de estrategia. Al igual que ha permitido la apertura del mercado sin regularización del Estado, el escenario antes de la liberalización no difería demasiado. Tanto el Estado como esas empresas autárquicas del mismo, que funcionaban con mafioseo y todo tipo de chanchullos, se encontraban en manos de unos pocos capitalistas que solo buscaban el máximo beneficio posible. Fue un ligero cambio de estrategia porque los mismos que antes defendían ese modelo oligopólico, encuentran ahora en la “libre competencia” la forma de obtener ese máximo beneficio.

¿Quiénes son los que chupan del bote?

El panorama actual es el resultado de dicho proceso. Hoy día nos encontramos con grandes conglomerados con ingentes beneficios que componen el sector: Iberdrola, Endesa o Unión Fenosa son algunos de los ejemplos. Estas empresas forman parte ya del grueso de la economía española. A los liberales les encanta hablar de que la liberalización del mercado trajo consigo el final del monopolio en el sector, que gracias a ella, cualquier empresa podría competir y los usuarios podríamos elegir qué comercializadora contratar y reducir así nuestras facturas de la luz. 

Pero nada más lejos de la realidad. Hoy en día, el sector energético español está completamente dominado por tres grandes empresas que se reparten el territorio y que hacen lo que les da la gana, subiendo y bajando precios según les convenga. La electricidad se ha convertido en una mercancía más con la que poder especular. 

Estas empresas pertenecen a conglomerados multinacionales que se encuentran nutridos por capital extranjero. Este hecho condena al sector a depender de este capital controlado por empresas e instituciones extranjeras. Como ejemplo tenemos a Endesa, que pertenece al grupo Enel, una empresa multinacional productora y distribuidora de electricidad y gas controlada por el gobierno Italiano, el cual posee la gran mayoría de su capital social. O Iberdrola, que tiene como principales accionistas al Estado del Catar, al Banco de Noruega, al banco español Kutxabank y a una empresa especuladora estadounidense llamada BlackRock.

El sector eléctrico y la política

Como ya se ha dicho, las empresas que dominan el sector se han convertido en empresas muy lucrativas, con beneficios millonarios y gran poder. Estas empresas han conseguido un lugar muy destacado dentro de la economía española, convirtiéndose en un destino ideal para las inversiones de la gran burguesía nacional.

Por supuesto, estas empresas han extendido sus tentáculos hasta el ámbito político. Felipe González, Aznar, Elena Salgado o Josu Jon Imaz son algunos de los nombres que han protagonizado las conocidas puertas giratorias. Endesa, Naturgy, Petronor, Iberdrola, Red Eléctrica Española (REE)… Se han convertido en el destino preferido de muchos políticos españoles, formando parte de los consejos de administración de dichas empresas, incluso llegando a tener grandes cargos dentro de ellas.

 La lista de enchufados sigue creciendo mientras la factura eléctrica se dispara y algunas empresas se llevan sus inversiones al extranjero. La burguesía, en este caso representada por la clase política española, así como por los grandes capitalistas nacionales e internacionales, se hacen la cama una vez más, a costa, como siempre, de la gran mayoría de la sociedad, de los trabajadores, que ven como les es cada vez más difícil pagar las facturas a final de mes. 

La utilización de las puertas giratorias para ligar el poder político con el capital industrial y bancario es una muestra más de la dominación del capital financiero, que tal y como decía Lenin es el capital dominante del periodo monopolista del capitalismo.

¿QUÉ ES LA FAMOSA “TRANSICIÓN ECOLÓGICA”?

Llevamos años escuchando en boca de políticos y todo tipo de personajes públicos esta expresión. Pero, ¿a qué le llaman “transición ecológica”?

Es obvio que la evolución del sector energético ha sido considerable en los últimos 40 años. La entrada de las energías procedentes de fuentes renovables ha hecho cambiar el modelo energético de muchos países. 

Así como en los 80 la mayoría de la energía consumida provenía de fuentes fósiles como el petróleo o el carbón, hoy en día podemos ver como la eólica, la energía hidráulica o incluso la solar están ganando cada vez más importancia. Pero esta transición al uso de energía “más verde”, no es algo que se haya dado de forma espontánea y fortuita. Existen grandes corporaciones que están invirtiendo enormes sumas de dinero para que esta transición se efectúe, en que se dicten políticas desde las instituciones que lo favorezcan. Estas corporaciones funcionan como lobbys, grupos de presión, que pretenden influir en las políticas energéticas y directrices establecidas en las altas esferas institucionales para que sean favorables a sus intereses. 

Aprovechan el problema general que existe con la destrucción y saqueo desmedido de nuestro medio natural causada ya sea dicho, por grandes empresas que producen sin ningún control y muchas veces al margen de la ley (Informes de emisiones de gases nocivos falsificados, descontrol intencionado de desechos…) y apelan a la extendida conciencia ecológica para conseguir ventajas y privilegios en el mercado y así obtener el máximo beneficio posible.

Los lobbys energéticos y en especial, los de las renovables, financian además organizaciones, ONGs y cualquier tipo movimiento activista pacífico y pusilánime, con el fin de que estos trabajen para generar opinión que sea favorable a sus intereses. La niña sueca, Greta Thunberg, es su último éxito. Estas corporaciones capitalistas hacen uso de la imagen de esta niña para vendernos un discurso, para vendernos ideas, las ideas que favorezcan su posición en el sector. 

No podemos olvidar que son corporaciones que facturan miles de millones al año y que tras millonarias campañas de marketing que orquestan circos como la de Thunberg, sus intereses son puramente económicos. Quieren sustituir las energías fósiles por las renovables y, por supuesto, cobrarnos por ellas, consiguiendo así, que en vez de lucrarse otros, se lucren ellos a costa de un bien de primera necesidad, que debería de ser gratuito y accesible para todos. 

Además, cabe destacar que muchas de las empresas que invierten hoy en renovables eran las mismas que invertían en petróleo y fuentes fósiles. Estas empresas no buscan una manera más eficiente de producir energía, sino que buscan precisamente una nueva manera de explotar el medio ambiente, y así no arruinarse. No invierten en las tecnologías que permiten producir de la forma más eficiente, sino en las que les va a proporcionar mayores ganancias. 

Así mismo, los discursos que se promueven y que están calando hondo en la sociedad parten de la premisa de que la solución al problema medioambiental es individual. Es decir, nos exigen que reciclemos, que utilicemos el transporte público, que compremos coches eléctricos y que cambiemos nuestros hábitos en general porque así solucionaremos el problema. Los mayores contaminadores del planeta son las empresas. En su afán de obtener el máximo beneficio, producen sin medida de forma anárquica y buscando el máximo beneficio para ellos mismos y no para la sociedad, creando toneladas de desechos.

La anarquía de la producción capitalista, la visión individualista y egoísta de los grandes empresarios y la falta de control del Estado son las verdaderas causas del problema ecológico, que no nos engañen.

El problema medioambiental es inherente al capitalismo, este no es sostenible. Los movimientos de supuestos activistas tratan de desligar el problema medioambiental con su raíz, que no es otra que el sistema capitalista. Por ello, es imprescindible entender que las luchas relacionadas con cuestiones ecológicas tienen que ir necesariamente subordinadas a la lucha por la transformación de la sociedad, del socialismo y por tanto de la lucha de clases.

El ecologismo y la izquierda

La izquierda en Europa, en su intento desesperado de conseguir votos y así de no desaparecer de la faz de la Tierra, se ha convertido en la abanderada de todos estos movimientos como el ecologismo o el feminismo, convirtiéndolos en el buque insignia de su programa político.

En España en concreto, Unidas Podemos es el claro ejemplo de lo dicho. A un partido que bebe de la socialdemocracia y que aun estando en el Gobierno no hace más que inclinar la cabeza y hacer concesiones, no le queda otra que subirse al carro de la moda del momento y ver si rasca algo.

No hay más que ver el programa de Iglesias y compañía para comprobar lo afirmado. Curiosamente la palabra “transición ecológica” aparece varias veces durante el programa. Lo utilizan paradójicamente ligado a la industrialización. Podemos plantea el problema de la desaparición del tejido industrial y por lo tanto, el debilitamiento del músculo económico del país, como un problema ecológico.

 Hablan de “Horizonte Verde” y de “Nuevo Modelo Industrial”. Inciden en la necesidad que tiene el país de una industria “más verde” y “sostenible”. La cuestión central es que en un país donde el segundo sector solamente aporta alrededor de 20% al PIB. ¿Qué quieren decir cuando hablan de aplicar un “Nuevo Modelo Industrial”? ¿Acaso no se dan cuenta del absurdo de esta propuesta?

El problema de la economía española reside precisamente en que no hay industria. No se puede hablar de un modelo industrial “más verde” sin que exista ni siquiera un tejido industrial potente. Claro que es necesaria la modernización de los procesos de producción de muchos sectores de la industria que han quedado estancados en cuanto a optimización, seguridad y otros aspectos.

 Pero es evidente también que estas medidas de conversión ecológica de la industria no rozan ni la superficie del problema y que al proponerlos como solución de algo, solo desvirtúa y aparta el foco de lo que España necesita como medida urgente para recuperar la soberanía nacional. Para recuperar lo que se nos fue arrebatado por Europa y por sus lacayos como Felipe González.

A la vez que Podemos habla de “transición ecológica”, estamos siendo testigos de cómo el Gobierno está favoreciendo la compra de energía proveniente del carbón a Marruecos, mientras da carpetazo y cierra numerosas plantas térmicas que se encontraban en plenas capacidades para producir. Este es un claro ejemplo de cómo se utiliza la excusa de la ecología para dar un paso más en la desindustrialización.

CONCLUSIONES

España a día de hoy se enfrenta a numerosos retos en cuanto al modelo energético se refiere. El choque de intereses que se está dando entre corporaciones capitalistas con inversiones en las energías provenientes de fuentes fósiles y las corporaciones que han invertido en renovables está teniendo repercusión también en nuestro país.

España es un país con un altísimo potencial energético. Sin embargo, dada la dependencia que sigue teniendo el sector hacia ciertas fuentes, la mayoría de productos energéticos siguen importándose, perpetuándose así la dependencia respecto a otros países. 

Esto tiene como consecuencia que a día de hoy España sea el quinto país de Europa donde más cara se paga la electricidad (Sevillano, 2019), siendo a la vez uno de los países donde menos ingresos entran en cada casa. Con esto se ve como las consecuencias de la especulación con un bien de primera necesidad siempre lo pagan los mismos, la clase obrera, que se ve atada de pies y manos ante esta tropelía, porque no le queda otro remedio que pagar.

Necesitamos un modelo energético planificado, que no sea el dictado en los despachos de gobiernos italianos o Qataríes, ni en bancos extranjeros. Necesitamos que se adecúe a la necesidad urgente que tiene el país de reindustrialización, que se utilicen las fuentes energéticas que sean precisas para garantizar un abastecimiento estable. El suministro eléctrico es un servicio vital y, como tal, es inadmisible que en un país con un potencial como el nuestro existan estos niveles de pobreza energética. La energía, como materia prima de cualquier tipo de proceso de producción, tiene que ser una de las piezas angulares entorno a la que se tiene que planificar la industria y la producción en general. Esto convierte al sector energético en un sector estratégico para cualquier país que aspire a garantizar una solidez económica y por tanto un desarrollo social mayor.

Sara Aguirre

BIBLIOGRAFÍA

Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad. (2019). Observatorio de Energía y Sostenibilidad en España. Comillas: Universidad Pontificia Comillas.

Consejo Económico y Social España. (2017). El Sector Eléctrico en España. Departamento de Publicaciones.

Sevillano, E. (25 de Enero de 2019). La electricidad en los hogares españoles es la quinta más cara de Europa. El País.

https://universidadobrerablog.wordpress.com/2020/11/04/la-energia-en-espana-una-historia-de-robo-y-saqueo/

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