La normalización de los lazos entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) quizás haya sido el mejor momento del mandato de Donald Trump, presidente de EE.UU.
La hazaña fue tan atrevida que Trump no pudo ocultar su alegría por el acercamiento, y consideró el acuerdo de traición de los EAU a la cuestión palestina como una “gran apertura” y un “acuerdo de paz histórico”.
Durante el anuncio, el presidente estadounidense dijo varias mentiras, como que la iniciativa allanaría el camino para que los musulmanes visitaran los monumentos religiosos en los territorios ocupados palestinos.
Estas declaraciones, no obstante, tienen varias lecturas, especialmente “por el amor que siente a Israel”. Las autoridades israelíes casi nunca han permitido que los musulmanes palestinos visiten los lugares sagrados de Al-Quds (Jerusalén).
Quizás los funcionarios israelíes, de aquí en adelante, otorguen visados sin precedentes a todo musulmán que quiera visitar estos lugares sagrados para presentarse ante la comunidad internacional como un régimen que respeta las diversas religiones.
La mayor mentira de Trump se produjo cuando alegó que, bajo este acuerdo, el régimen sionista suspendería sus planes para anexionarse más partes de Cisjordania.
No obstante, al dirigirse a los periodistas la tarde del jueves en la ciudad de Tel Aviv, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, arguyó que había acordado “retrasar” la usurpación como parte del acuerdo con los Emiratos Árabes Unidos, pero que los planes seguían “sobre la mesa”.
EE.UU. eligió este momento para tapar su crisis interna, así como para aupar la campaña electoral de Trump ante su rival demócrata Joe Biden, y conseguir el respaldo del lobby sionista en las presidenciales.
El anuncio llega en un momento en el que Netanyahu enfrenta un proceso judicial por corrupción y protestas casi diarias.
Las realidades del anuncio de Trump
Al oficializar la normalización de los lazos entre los Emiratos Árabes Unidos y el régimen de Israel, el inquilino de la Casa Blanca ha sacado a la superficie tres realidades:
Primera: El Gobierno de los EAU no tiene independencia y se vio obligado a aceptar los lineamientos de Washington.
Segundo: El fracaso de las políticas de la Administración de Trump y sus aliados en Asia Occidental para presionar a Irán y resolver la causa palestina en el marco del “acuerdo del siglo”.
Así, los EAU, como aliado de Trump, deben ser responsables por el fracaso de las políticas de EE.UU. en la región.
Tercero: El uso temporal de Trump y Netanyahu de la carta de Abu Dabi únicamente para sus propios fines electorales.
El momento inapropiado de la normalización de los lazos con Israel, a pesar de la represión israelí contra los palestinos de la ocupada Cisjordania, significa que el Gobierno de Abu Dabi se vendió por un irrisorio precio.
El acuerdo no beneficia a los Emiratos Árabes Unidos
Si echamos un vistazo a la historia del proceso de diálogo de los países árabes con Israel se pueden ver tres intentos de paz: Camp David, Wadi Araba y los diálogos de paz entre los palestinos con el régimen de Tel Aviv.
Camp David:
El 17 de septiembre de 1978, Egipto y el régimen de Israel firmaron varios acuerdos que fueron designados como los Acuerdos de Camp David.
El presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menachem Begin firmaron dichos pactos, con la mediación del presidente de EE.UU., Jimmy Carter, mediante esta iniciativa, Egipto e Israel zanjaron los conflictos territoriales entre ambos países.
Wadi Araba:
En 26 de octubre de 1994, Jordania e Israel llegaron a un acuerdo, conocido como Wadi Araba. El primer ministro israelí de entonces, Isaac Rabin, y el primer ministro jordano, Abdelsalam al-Majali, lo suscribieron.
Este tratado comprende seis puntos principales que se refieren a la demarcación de la frontera, asuntos referentes a los recursos hídricos, la seguridad, la libertad de movimiento, los lugares de significado histórico y religioso y los refugiados y personas desplazadas, que nunca fueron respetados por Israel.
Con la firma de Wadi Araba y Camp David, Egipto y Jordania no consiguieron nada. Por el Camp David, El Cairo perdió parte de su soberanía al Sinaí.
A su vez, Jordania, tras la firma del acuerdo de paz con Israel, vio como ese régimen aumentó sus construcciones ilegales en Cisjordania, y cómo EE.UU. designó la ciudad de Al-Quds como capital de Israel.
Por eso, las autoridades emiratíes deben entender que no van a lograr nada con su acercamiento a Israel. Y la limpieza de este país de la identidad árabe e islámica es definitivamente parte de los objetivos ocultos de Israel y los países occidentales.
Cambiar la identidad de un país, donde el 80 % de la población no es árabe, e incluso no musulmana, es mucho más fácil que limpiar los territorios palestinos ocupados de identidades árabes e islámicas.
Objetivos de los Emiratos Árabes Unidos para la normalización
El objetivo de los Emiratos Árabes Unidos, y Muhamad bin Ziad, el príncipe heredero de Abu Dabi, de tal acuerdo con Israel, es presentarse como un actor importante en la región para restringir los países influyentes como Egipto y Arabia Saudí.
Abu Dabi se considera como el agente del caos en Asia Occidental y África, regiones convertidas en un polvorín.
El príncipe Muhammad bin Zayed (MBZ) está utilizando sus importantes recursos diplomáticos, financieros y militares para desestabilizar la región, al servicio de sus ambiciones estratégicas y al amparo de Israel y Estados Unidos.
EE.UU. y el régimen de Tel Aviv ven a MBZ como el anillo al dedo para ejecutar sus intereses en los distintos escenarios regionales tanto en África como en Asia Occidental.
Uno de los frentes en los que se desarrolla los intereses de Israel y EE.UU. es Libia. Turquía acusó a los EAU de sembrar el caos con sus intervenciones en Libia y Yemen.
En Libia, los emiratíes cuentan con el apoyo de Egipto, y respaldan al Ejército Nacional Libio (ENL), liderado por el general Jalifa Haftar, viejo colaborador de la CIA.
Además, el príncipe heredero emiratí involucra a Arabia Saudí en la guerra de Yemen con el fin de debilitar el rol de Riad en el mundo.
En mayo de 2019, un senador estadounidense acusó a los EAU de sembrar la discordia entre distintas regiones de Somalia y el Gobierno central, después de que Somalia no se uniera en 2017 al boicot árabe contra Catar.
En la tensión entre Egipto y Etiopia respecto la Gran Presa del Renacimiento, situada en el curso del Nilo Azul, los Emiratos Árabes Unidos depositaron mil millones de dólares en el Banco Central de Etiopía para aliviar la escasez de divisas de ese país.
La escasez de divisas de Etiopía se debe en parte a su gran gasto en proyectos de infraestructura, en especial, la Gran Presa de Reconocimiento, cuya construcción causará escasez de agua en Egipto y Sudán.
Todas esas medidas de los Emiratos Árabes Unidos se deben a sus intentos por reducir la influencia de los países árabes en la región y presentarse como un país muy activo en la esfera mundial.
Hay que señalar que las actividades de los emiratíes por todas partes cuentan con apoyo tácito de Estados Unidos e Israel.
Y el tiempo nos dirá si los Emiratos Árabes Unidos (EAU) conseguirán algo de su acuerdo humillante con el régimen de Tel Aviv o se hundirán en sus propios problemas como Jordania y Egipto.
Por Mohsen Khalif Zade