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El holocausto de los gitanos que hoy cayó en el silencio y el olvido



Permanentemente se recuerda a las víctimas del holocausto judío.

Y es justo que así sea, pese a los negadores y a otros que quieren olvidar. La memoria constante es un homenaje a los caídos, primero encerrados en guetos y desde 1941 aniquilados en campos de exterminio. 


En los hechos terminaron con la vida judía, su idioma (el idish), su música, sus expresiones artísticas y sus costumbres en toda Europa. 

Pero es un descuido o una negación olvidar, al mismo tiempo, la masacre germana de un millón de gitanos (llamados romaníes), centenares de miles de homosexuales, ciudadanos polacos, guerrilleros apresados, testigos de Jehová, y gran parte de los 3 millones de soldados rusos apresados en la rápida invasión alemana que se pudo contener a las puertas de Moscú y luego en la batalla de Stalingrado. Gitanos.

 En 1997, el presidente federal de Alemania, Roman Herzog, reconoció: “El genocidio de los gitanos fue llevado a cabo con la misma motivación de manía racial, la misma premeditación y el mismo deseo de exterminio sistemático y absoluto que el que orientó el genocidio de los judíos. 

Familias completas, desde los más pequeños hasta los muy ancianos, fueron asesinadas sistemáticamente dentro de la esfera de influencia de los nazis”. Por supuesto que muchos alemanes de posguerra se resistieron a asumir la responsabilidad. 

De hecho, el director de los Archivos y Centro de Documentación de los romaníes de la Universidad de Texas, en Estados Unidos, Ian Hancock, escribió en la Revista del Holocausto que un ministro alemán expresó que los gitanos fueron perseguidos por “sus antecedentes criminales y antisociales”.

 En 1971, la Convención de Bonn usó el mismo argumento para no pagar indemnizaciones a los gitanos, dado que su victimización durante el período nazi solo se debió “a razones de seguridad”. En 1987 el Museo del Holocausto de los Estados Unidos en Washington y luego la Universidad de Tel Aviv en diciembre de 2002 citaron a los gitanos en conferencias tituladas “Otras víctimas”. 

Si bien la retórica “minimizante” se origina en algunos autores judíos, es importante aclarar que la mayoría de los argumentos en apoyo de los gitanos también surgió de especialistas hebreos. Casi la totalidad de las investigaciones sobre el holocausto gitano es obra de judíos. 

Razones. Las razones del “antigitanismo” son complejas. Pero se pueden sintetizar en distintos argumentos. Los primeros gitanos que llegaron a Europa lo hicieron al mismo tiempo que la conquista turco-otomana, por lo que fueron percibidos como una amenaza.

 Los romaníes son una población que no es blanca, ni cristiana, pero sí extranjera. Los gitanos nunca han reclamado un territorio geográfico, ni han tenido economía y moneda propias. Tampoco han organizado una milicia o un ejército gitano o un gobierno propio.

 Nunca han reclamado un territorio. Cuando los nazis llegaron al poder en 1933, las leyes alemanas contra los gitanos ya estaban vigentes desde hacía centenares de años. 

Guardaban mucha semejanza con las disposiciones contra los judíos que se difundieron a mediados de la década del 30. Por otra parte, el mismo sistema alemán consideraba que no era ilegal matar a un gitano.

 Había, en algunas ciudades, “cacerías de romaníes” en las que las víctimas eran atrapadas y asesinadas como si se tratara de animales salvajes. En 1880, el canciller Von Bismarck reforzó algunas leyes discriminatorias y se siguió hablando de la “escoria gitana”. En esos años varios especialistas europeos se refirieron a ellos como “el excremento de la humanidad”. 

En la década del 20 del siglo pasado, en Alemania, la opresión contra los romaníes se intensificó pese a las normas de la República de Weimar, dirigida por los socialdemócratas, que consideraban que todos los ciudadanos eran iguales ante la ley.

 Durante todos esos años se les prohibió el ingreso a los parques y baños públicos y hasta se escucharon propuestas para que los romaníes desempleados fueran enviados a campos de trabajo o de concentración, “por razonas de seguridad pública”. 

Desde 1927 todos los gitanos, incluso los niños, debían llevar tarjetas de identificación. En noviembre de 1935 quedaron involucrados en las restricciones de las Leyes de Nuremberg. Deportación. 

El 16 de diciembre de 1941, Heinrich Himmler, la autoridad máxima de los SS, emitió la orden de capturar a los gitanos a lo largo de Europa occidental y oriental y deportarlos a Auschwitz para su exterminio. 

La consigna fue: “Todos los gitanos deben ser tratados como hereditariamente enfermos. Por lo tanto corresponde la ‘eliminación sin vacilaciones’”. Frente al Tribunal de Nuremberg, el ex general de las SS Otto Ohlendorf confesó que en las campañas de asesinatos no hacían diferencias entre judíos y gitanos. 

Fueron víctimas de una sociedad invadida por el prejuicio y el odio. La expresión que engloba todos estos hechos es “genocidio”, cuyo creador fue el abogado polaco Raphael Lemkin, no utilizada en los juicios hasta varios años después. “Genocidio” surgió de la palabra griega genos (raza o pueblo) y del sufijo latino cide, cadere (matar). 

El genocidio es un delito sin fronteras y comprende “cualquiera de los actos perpetrados, en tiempo de paz o de guerra, con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. 

Las fechas que van de 1939 a 1945 son habitualmente conocidas como las del Holocausto. Ocurre, sin embargo que “holocausto” es un acto exclusivamente religioso. Se trata de una expresión griega que significa “todo quemado” y que alude a un tipo de “sacrificio”, como el que los judíos de la Antigüedad ofrecían a Dios.

 Por eso mismo, por su matiz religioso, la Shoá es más apropiada que la calificación de Holocausto. Aparece en el Antiguo Testamento y se traduce como “calamidad”, “destrucción” o “ruina”. Las otras víctimas, los gitanos, no han podido o no han querido recordar. Han perdido la memoria colectiva. 

Han preferido el silencio y el olvido. Lugares de encierro y muerte Alemania llegó a habilitar 25 mil sitios de encierro y muerte. Estaban los denominados prisiones, los campos de trabajo, los de “tránsito”, los de exterminio, los que cumplían todas las funciones al mismo tiempo, los de concentración de enemigos políticos del Tercer Reich y uno especialmente habilitado para gitanos.

 Su nombre: Berlín-Marzahn. Todos estaban ubicados en la misma Alemania, en Polonia y en el resto de las naciones ocupadas por las tropas nazis. Auschwitz-Birkenau fue sitio de exterminio, todo un símbolo, el más perfeccionado tecnológicamente. Intervinieron en su puesta en marcha arquitectos, constructores, ingenieros, empresarios y altos oficiales de las SS, la unidad paramilitar del Partido Nacionalsocialista, creada antes de la guerra como guardia personal de Adolf Hitler. Tenía 250 mil integrantes. 

A comienzos de la guerra, Auschwitz-Birkenau pasó al control de la Gestapo. Los campos de exterminio más importantes fueron el de Chelmno (en Polonia) Janowska (Ucrania), Le Vernet (Francia), Maly Trostenet (Bielorrusia), Maidanek (Polonia), Belzec (Polonia), Jasenovac (Croacia), Langestein (Alemania), Buchenwaldt (Alemania, muy cerca de la ciudad de Weimar), Sobibor (Polonia), Sajmiste (Serbia), y Treblinka (Polonia).

 Entre los llamados campos de concentración hay que destacar los de Serbia, Noruega, Italia, Rumania, Bélgica dentro de los Países Bajos, Croacia, Lituania, Letonia, Estonia, Bielorrusia, Moldavia y en la actual República Checa. 

(Fuente www.perfil.com). 


https://www.perfil.com/noticias/elobservador/el-holocausto-de-los-gitanos-que-hoy-cayo-en-el-silencio-y-el-olvido.phtml?fbclid=IwAR3yMTtRV3vg7Cxmy21dUl0m6-ShGbx1BAZgt8EMIKXoVAXljSwfFbPO9fU

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