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El siglo XXI en Latinoamérica: entre momias y amaneceres


Se van cayendo mitos alienantes como deshojando margaritas neoliberales. ¡Qué pronto le llegó el otoño a la restauración conservadora!

Mito I

Vendieron la conseja que los empresarios son los que saben gobernar, porque conocen de economía y no necesitan robar porque tienen plata. ¡Ay mamá, tremendo pelón!

Si revisan el prontuario de Piñera descubrirán como en tiempos de la dictadura pinochetista se enriqueció robando el Banco de Talca, y Macri –con toda su familia y sus testaferros- es el campeón del affaire mundial conocido como “Panamá Papers”. 

Gobernantes descarados que exigen con furia el pago de impuestos e imponen sacrificios a la población, mientras los dineros robados al pueblo los engordan en infiernos fiscales (Si, infiernos; porque sin justicia y sin ética no hay paraíso).

Estos personajes del mundo de los negocios van a la política a saciar dos aberraciones: afán de lucro y egocentrismo megalómano. No van a servir, olvídense de una vez de esta fábula. Fiera no cuida presa, la victimiza.

La lista de empresarios políticos desastrosos la encabeza Trump, y bastaría su mal ejemplo para que no se sucediera un caso más.

En cambio la clase trabajadora ha hecho proezas cuando es gobierno.

Mito II

Que las políticas sociales incluyentes desarrolladas por gobiernos de izquierda son un despilfarro de recursos: si ocurren en Europa les dicen “estado de bienestar”, pero si es en Nuestra América le endilgan el remoquete de “populismo”.

El enfoque derechista considera que los pobres deben arreglárselas por su cuenta, que las trabajadoras y los trabajadores cumplan jornadas diarias de más horas, cobren salarios de subsistencia y se jubilen el día antes de morir de viejos.

 La salud la convierten en privilegio lucrativo, y fijan tarifas elevadas a los servicios públicos básicos. 

Luego, los dineros esquilmados a lo social, lo transfieren a los propietarios de empresas y banqueros por las diversas y complejas vías de la política económica neoliberal.

Por eso las desigualdades se ensanchan; las limitaciones de las mayorías para acceder a una vida digna contrastan grotescamente con la vitrina de vanidades obscenas de la burguesía. 

El malestar social lo manipulan con mediáticos discursos legitimadores, patrioteros y xenófobos. Pero toda farsa tiene su día para estallar.

Desde la izquierda vemos el presupuesto nacional como herramienta de justicia social y de promoción del aparato productivo en beneficio de la colectividad. 

Los apartados para salud, educación, vivienda, servicios, constituyen una inversión, tal vez la más importante dinamizadora de nuevas realidades socialmente gratificantes. 

La distribución del ingreso nacional debe tender al equilibrio entre la atención de las necesidades de las mayorías trabajadoras y sus familias, y la inyección de recursos a las actividades estratégicas de la economía.

El modelo de vida que impulsamos desde la izquierda tampoco desestima renglones marginados en la visión desarrollista del capitalismo, como la protección del ecosistema y la incorporación de las diversidades humanas en la agenda de los derechos.

Mito III

Que los gobiernos populares de izquierda emanados de elecciones legítimas son “dictaduras”, pero las dictaduras del capital y la represión impuestas por la derecha neoliberal con elecciones mediáticamente manipuladas son “democracias”.

Ya vimos como en México los poderes mediáticos se fabricaron presidentes de utilería y como en Chile se gastó en despliegue represivo lo que se le negó a educación. 

La industria ideológica neoliberal llama dictadores a Nicolás Maduro y Evo Morales, que han respetado -por principios- las libertades ciudadanas hasta en situaciones extremas, cuando la violencia opositora manejada desde Estados Unidos quiso destruir la paz de Venezuela y Bolivia. 

Pero no chistan cuando las fuerzas armadas asesinan a los pueblos de Chile y Honduras que protestan los desmanes de esos gobiernos. Es la doble moral típica de las derechas. 

Impunidad y complicidad garantizadas también por los inservibles parapetos regionales de impronta panamericanista. 

La OEA y ONGs pagadas por la USAID arman el teatro llorón si es Nicaragua la que debe controlar guarimbas golpistas, mientras callan frente a las miles de muertes de líderes populares en Colombia y jóvenes martirizados durante las recientes manifestaciones en Chile.

La verdadera dictadura es la que impone el capital contra los pueblos, obligando a vivir en la miseria a millones para enriquecimiento de unos pocos.

 La verdadera dictadura es la que pretende ejercer Estados Unidos aplicando medidas intervencionistas unilaterales contra Cuba y Venezuela, saboteando las economías y dificultando más las condiciones sociales de nuestra gente.

Con el cuento de la democracia el imperialismo infestó de dictaduras este continente y hoy los herederos de aquéllos genocidas son los mismos que llevan a cabo el plan de restauración neoliberal que se viene a pique.

Mito IV

Que la izquierda lo “ideologiza” todo, mientras lo correcto es dejar que el mercado (sin ideología) haga de las suyas con su poderosa “mano invisible”.

Nada tan ideológico como afirmar que las ideologías no sirven o que están pasadas de moda. Tras ese aparente pragmatismo subyace la más rancia ideología de los últimos tiempos: la del sistema dominante: la capitalista, hoy trajeada de neoliberalismo.

Las diferentes vocerías del capital, sean líderes empresariales, políticos o culturales, todos incurrirán en esa liviandad intelectual de invitarnos a dejar de lado lo ideológico. Pero eso es como pedirle a la humanidad que deje de respirar, alimentarse y soñar.

Las ideologías son la expresión racional de las condiciones materiales de vida, del conjunto de contradicciones que se generan en la producción, distribución y consumo de bienes y servicios en la sociedad. Es imposible la existencia humana sin ideología. 

Todo lo humano es colectivo. Todo lo humano requiere método y organización. 

El pensamiento es lo que hace específico al ser humano. En el desarrollo de las formas de vida social la historia sirve de memorial y guía de construcciones culturales, donde la idea, la palabra, el debate, el impulso creativo, desencadenan las fuerzas productivas a estadios insospechados pero generados en el seno mismo de los antagonismos.

Izquierda y derecha son dos categorías sociopolíticas muy simplistas, pero que han servido para la diferenciación entre quienes propugnan el surgimiento de relaciones más igualitarias, con justicia social y accesibilidad general a los derechos, y aquellos sectores que desean mantener el sistema explotador con preeminencia del capital y la ganancia por encima del ser humano y el medio ambiente.

En palabras del Libertador Simón Bolívar, el sistema dominante no le deja a los pueblos “otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores”, de allí surge la contradicción dialéctica entre “reformadores y conservadores”, y los sistemas políticos serán justos y liberadores si la correlación de fuerzas favorece a los primeros, o retrógrados y opresores si se imponen los momios.

Por los momentos, en Nuestra América mestiza los vientos históricos anuncian nuevos amaneceres emancipatorios.

Yldefonso Finol

https://www.alainet.org/es/articulo/202939

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