El enorme poder económico que tienen las grandes empresas multilatinas es tal que no dudan en transformar el poder político en la región.
A partir de los primeros años del siglo XXI las empresas multinacionales de capital latinoamericano, conocidas como multilatinas o translatinas, comenzaron a tener un poder cada vez mayor en la esfera de las relaciones económicas. Su desarrollo ha sido desigual de unos países a otros, sin embargo, su participación activa como actores políticos que buscan condicionar el poder del Estado es un hecho generalizado.
En estas últimas dos décadas en la región latinoamericana, y desde los ’70 a nivel global, el neoliberalismo pasó del laissez faire, laissez passer propio de los inicios del librecambismo, al intento sistemático de cooptación del Estado por parte de las grandes multinacionales.
Además, otro fenómeno recurrente ha sido la paulatina pérdida de peso de las empresas con capitales públicos sobre las empresas de capitales privados, resultado del retorno de los intentos privatizadores en algunas de las principales economías de la región.
Las multilatinas, como el resto de empresas multinacionales, se mueven en los oscuros callejones de “los mercados”.
Estos mercados, generalmente en sus ramificaciones financieras, son adorados como cuasi divinidades a las que se les teme y se corre el riesgo de disgustar si “los ciudadanos no votan correctamente”, como se ha intentado evidenciar tras las pasadas elecciones primarias en Argentina.
El poder antidemocrático de las multilatinas ha encontrado, además, el caldo de cultivo adecuado para su expansión en una región profundamente desigual que, en los últimos años, ha visto cómo las puertas giratorias entre los CEOs de sus grandes empresas y sus gabinetes ministeriales no han parado de girar.
Junto a las puertas giratorias, los sobornos (entre los que se puede destacar por su extensión el caso Odebrecht) y la convivencia con las guaridas fiscales (recordemos el gran impacto de los “Panama Papers”), han permitido a los grandes capitales privados ocultar a nivel global 7.600 billones de dólares y eludir el pago de unos 200.000 millones de dólares en concepto de impuestos (Oxfam, 2019).
Esto, a su vez, ha permitido iniciar una carrera internacional por las rebajas fiscales que tiene dos efectos inmediatos. En primer lugar, deteriora el poder del Estado al disminuir su capacidad de influencia en la economía, así como sus recursos.
Ello provoca que cada vez sea más difícil un cambio político, aunque los ciudadanos así lo expresen en las urnas, pues cada vez será menor el poder del Estado.
Y, en segundo lugar, la competencia por las rebajas fiscales acrecienta el poder de los grandes capitales, maximizando la concentración de las utilidades y minimizando el papel redistribuidor del Estado, particularmente de la política fiscal. Oxfam advertía a comienzos de 2019 en su informe titulado “¿Bienestar público o beneficio privado?” que la carrera por las rebajas fiscales ha provocado que, en algunos países latinoamericanos, los tipos actuales sean los más bajos del último siglo, lo cual se relaciona directamente con la desaceleración de la reducción de la pobreza y el incremento de la brecha entre los más ricos y los pobres.
Durand (2017) argumenta que es posible asegurar que la cooptación del Estado por parte de los grandes capitales es más pronunciada en aquellos países que mantienen un modelo económico más liberalizado; sin embargo, también señala las posibilidades de influencia corporativa sobre el Estado para generar rentas, disminuir el pago de impuestos y desorganizar a la clase trabajadora en países más alejados de las prácticas neoliberales, señalando que esta influencia adquiría mecanismos más sutiles.
Entre los países en los que la influencia de las multilatinas era sutil en el año 2017, el autor situaba a Ecuador. Sin embargo, hemos visto que, con cierta facilidad y en contra del programa de gobierno mayoritariamente apoyado en las elecciones presidenciales de 2017, el poder de los grandes grupos económicos ha trascendido, y hoy resulta clara su influencia en la dirección de la política económica con el poder creciente de las cámaras empresariales, el acercamiento al FMI y los cambios en materia laboral y tributaria en Ecuador (Oliva, 2019).
Según los datos aportados por la reciente publicación que, con carácter anual, realiza América Economía sobre las 500 empresas más grandes de América Latina, en 2018 las ventas de estas empresas se incrementaron un 3% respecto de las ventas del año anterior.
Aunque en su publicación destacan que esto supone una desaceleración en el crecimiento, lo cierto es que éste es mayor al experimentado por las economías regionales (según los datos de la CEPAL fue del 1,2% en el año 2018).
Por países, el único país que obtuvo cifras negativas en el crecimiento de las ventas de sus empresas en forma agregada fue Brasil, cuyos ingresos cayeron un 0,9%.
Es de destacar, también, el comportamiento agregado de las empresas argentinas que, pese al mal comportamiento de la economía del país y el empobrecimiento general de su población durante el año 2018, consiguieron incrementar sus ventas en un 8,2%.
Algo tendrá que ver que buena parte de la política económica del Ejecutivo argentino esté en manos de exaltos cargos de algunas de las principales empresas del país.
En cuanto a la distribución geográfica de las 500 empresas más grandes de la región, Brasil sigue siendo el principal país de origen de las empresas multilatinas, con un total de 177 empresas entre las 500 mayores de la región.
Le siguen México, con 137 empresas, y Chile, con 73; ambos países han ido incrementando su presencia en el ranking en los últimos años.
A mayor distancia aparecen Argentina (38), Perú (32) y Colombia (31), mientras que el resto de países no supera la presencia de tres empresas en dicho ranking.
En cuanto a la distribución sectorial es el petróleo-gas el sector cuya participación en las ventas es más elevada, alcanzando la cifra del 19% sobre el total. En segundo lugar se encuentra el comercio, cuya participación en las ventas totales es del 14%.
En cuanto a la variación anual de ventas destacan, por el lado negativo, los números alcanzados por las empresas de telecomunicaciones (cayeron un 6,9%).
Si reducimos el análisis y nos fijamos en los datos que nos aportan las 10 principales empresas de América Latina en función de su nivel de ventas (Tabla 1), podemos observar que son Brasil y México los que concentran, también aquí, una mayor presencia, con 4 y 5 empresas respectivamente; Chile logra posicionar sólo a una de sus empresas.
Es de destacar que, de las 10 empresas más grandes, 6 ocupan sus actividades en el sector primario, siendo reflejo de la configuración de la matriz productiva de la región.
En cuanto a la propiedad, si bien las dos mayores empresas de la región, Petrobras en Brasil y Pemex en México, son de capital estatal, ambas han sufrido en los últimos años tensiones privatizadoras que las han llevado a reducir su patrimonio y a comenzar a dar cabida a los capitales privados.
Si bien en México estas tensiones privatizadoras parecen haberse reducido con la llegada al Ejecutivo de Andrés Manuel López Obrador, en el caso de la estatal brasileña se espera que el proceso se profundice con la apuesta neoliberal del ala económica del Gobierno de Jair Bolsonaro.
El resto de empresas, con la excepción de la propiedad público-privada de Petrobras Distribuidora, son de capital privado. En este sentido, es de destacar que el origen de los capitales de estas empresas se encuentra en la región, con la única excepción de la filial de Wal-Mart que opera en México y Centroamérica.
Si comparamos el nivel agregado de facturación de estos 10 grandes grupos económicos (442.071,2 millones de dólares) con el PIB nominal de las economías más grandes de la región, tenemos que sólo Brasil y México son sustancialmente mayores (siendo también estos países donde mayoritariamente se encuentran estas empresas), siendo su PIB nominal 4 veces mayor en el caso de Brasil y algo menos de 3 veces mayor en el caso de México.
La tercera economía de la región en 2018 era Argentina, con un PIB nominal de 475.429 millones de dólares; en este caso, aún siendo mayor, la facturación de estos 10 grupos económicos alcanzaba el 93% del PIB argentino.
En el resto de países de la región su PIB nominal era inferior al nivel de ventas de estas 10 empresas.
En Colombia, cuarta economía de la región, la facturación de estas empresas es 1,3 veces mayor que su PIB. En Chile, 1,5 veces; en Perú 1,9 veces y en Ecuador 4,1 veces.
Esto por nombrar a las siete mayores economías de la región según los datos del Fondo Monetario Internacional.
Observamos, por tanto, el enorme poder económico que tienen estas grandes empresas y que no dudan en transformar en poder político.
Las grandes empresas latinoamericanas continúan con su expansión internacional y buena parte de las mismas son ya grandes actores regionales.
Aún perduran algunas grandes empresas de capital público, sin embargo su poder ha ido disminuyendo en los últimos años y se han visto envueltas en las tensiones privatizadoras.
Frente al avance del poder de las grandes empresas, no basta con mantener el poder actual del Estado, sino que es necesario su reforzamiento a partir de un rol mucho más activo en la economía, una política fiscal redistributiva o la eliminación de las puertas giratorias.
Éstas son sólo algunas de las medidas que se deben tomar para que la democracia no quede secuestrada por el capital transnacional.
Referencias
Durand, F. (2017). Las multilatinas y la captura corporativa del Estado. Nueva Sociedad. Democracia y política en América Latina.
Intermon Oxfam (2019). ¿Bienestar público o beneficio privado?. https://www.oxfamintermon.org/sites/default/files/documentos/files/Informe-informe-bienestar-publico-o-beneficio-privado.pdf
América Economía (2019). Las mayores 500 empresas de América Latina.https://www.americaeconomia.com/negocios-industrias/estas-son-las-500-empresas-mas-grandes-de-latinoamerica-2019
Oliva, N. (2019). Ecuador ¿el regreso de una economía tutelada?. https://www.celag.org/ecuador-regreso-una-economia-tutelada/