A través del encargado de Latinoamérica en la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, el pasado martes el Gobierno de Estados Unidos afirmó que está evaluando seriamente volver a incluir a Cuba en su lista de Estados patrocinadores del terrorismo, de donde fue excluida en 2015. Como argumento a la amenaza, el citado individuo esgrimió que se debe a sus acciones en Venezuela y su apoyo a la guerrilla colombiana Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Lo dijo así: “Cuba parece estar dispuesta y obsesionada por escribirse su propio guión para que se le reintegre a esa lista”. Y añadió: “Estamos revisando (la posibilidad de incluir a Cuba en la lista) no solamente por sus acciones en Venezuela, (sino también) por su apoyo a grupos terroristas como el ELN, y por los ataques a nuestros diplomáticos y a los diplomáticos canadienses” (se refiere a los llamados “ataques sónicos” que resultaron ser grillos). Ahí es nada.
No cabe duda de que el Gobierno de los Estados Unidos sigue derrochando hipocresía y cinismo a raudales para con Cuba revolucionaria. Acusan a la Isla —siempre sin pruebas, porque no existen ni pueden existir—, pero lo cierto es que la población y el Gobierno socialista lo único que han hecho durante buena parte de los 60 años de revolución es, precisamente, sufrir en sus propias carnes los dramáticos efectos del terrorismo contrarrevolucionario que desde territorio estadounidense les ha golpeado.
Cuba nunca ha utilizado el terrorismo contra el país imperialista, tampoco contra ninguna otra nación del planeta; siempre ha practicado justo lo contrario: la desmedida solidaridad para con todos los habitantes del mundo que hayan solicitado su concurso; su dilatada y altruista experiencia internacionalista en más de cien países del Tercer Mundo, fundamentalmente en materia de educación y salud, así lo confirma.
Resulta curioso cómo el verdugo acusa a la víctima. Como he señalado, Estados Unidos siempre ha utilizado el terrorismo como instrumento permanente de su política exterior contra Cuba. Y lo ha utilizado de diferentes maneras, tales como en forma de sabotajes o destrucción de objetivos civiles dentro del territorio nacional; ataques piratas contra instalaciones costeras y contra naves mercantes y embarcaciones pesqueras; atentados contra instalaciones y personal cubano en el exterior, incluidas sedes diplomáticas, oficinas de aviación y naves aéreas…
En sólo catorce meses —entre el 30 de noviembre de 1961 y el 3 de enero de 1063—, durante la llamada “Operación Mangosta”, llegaron a perpetrar 5.780 acciones contra Cuba. Estados Unidos, con sus repetidos ataques terroristas ha causado al pueblo cubano 3.478 muertos y 2.099 lisiados, además de cuantiosos daños económicos, a lo largo de todo el proceso revolucionario. El territorio estadounidense siempre ha sido la base de operaciones más importantes de los grupos que han llevado a cabo casi todos los crímenes mencionados. Los cabecillas nunca han tenido problemas para moverse con total libertad por Miami. Incluso, en no pocas ocasiones estos daban ruedas de prensa, donde explicaban con todo tipo de detalles cómo perpetraban los ataques en Cuba o contra representaciones de ésta en el exterior. Por supuesto que, mientras tanto, las autoridades norteamericanas miraban para otro lado.
La lista de las agresiones sufridas por Cuba es interminable. De modo que, para no extenderme demasiado, expondré sólo unos pocos ejemplos.
Y empiezo recordando los más de 600 planes concebidos contra la integridad física de Fidel. Las palabras dirigidas el 11 de diciembre de 1959 por J. C. King, jefe de la división encargada de los asuntos del hemisferio occidental en la CIA, al director de la Agencia, Allen Dulles, son elocuentes: “Debe darse seria consideración a la eliminación de Fidel Castro. Ninguno de los más cercanos a él, como su hermano Raúl o su compañero Che Guevara, tiene la misma influencia carismática sobre las masas. Mucha gente informada considera que la desaparición de Fidel aceleraría grandemente la caída del actual gobierno”.
Numerosos centrales azucareros fueron bombardeados desde aviones pilotados por ciudadanos norteamericanos, y millones de arrobas de caña resultaron incendiadas como consecuencia de los ataques aéreos.
Durante la Campaña de Alfabetización llevada a cabo en 1961, mercenarios orientados y armados por la CIA asesinaron a no pocas personas; entre ellas a los maestros voluntarios Conrado Benítez García y Manuel Ascunce Domenech. El número de bandas que operaron entre 1959 y 1965 en todo el territorio nacional, al servicio del gobierno de los Estados Unidos, fue de 299, sumando entre todas la cantidad de 3.995 mercenarios. Fue en 1965 cuando finalmente quedó desarticulado el bandidismo en Cuba. Para ello se hubo de pagar el elevado precio de 549 muertos, entre las bajas de combatientes de tropas regulares y milicianos participantes en las operaciones contra las bandas, o personal directamente asesinado por éstas; así como un considerable número de heridos, muchos de los cuales —unos 200— quedaron incapacitados.
La invasión mercenaria de Playa Girón supuso una gran derrota político y militar para el Gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, 176 personas de la parte agredida perecieron durante la heroica defensa y más de 300 resultaron heridas. La invasión fue realizada, fundamentalmente, por mercenarios cubanos entrenados y armados por el gobierno yanqui; también participaron de manera directa pilotos, asesores, hombres rana y otros especialistas de nacionalidad norteamericana.
El barco francés La Coubre estalló en el puerto de La Habana el 4 de marzo de 1960, cuando se descargaban armas y municiones belgas requeridas para defenderse. Este atentado de la CIA ocasionó un número indeterminado de desaparecidos; en el lugar de la explosión se encontraron los restos mortales de 101 personas y hubo más de 200 heridos.
Sin precedentes en el mundo, los secuestros de aviones fue un método ideado y utilizado por la CIA como herramienta en acciones terroristas contra Cuba desde 1959. Y no ha sido escasa precisamente la utilización de tan siniestro método. Citaré un caso: El 27 de marzo de 1966, Ángel María Betancourt Cueto, arma de fuego en mano, intentó desviar hacia los Estados Unidos un avión II-18 de Cubana de Aviación con 97 personas a bordo —el gobierno yanqui siempre recibía como héroes a los que llegaban de tan llamativa e impresentable manera—. La ruta del vuelo era de Santiago de Cuba a La Habana, y el capitán de la nave, Fernando Álvarez Pérez, se negó a cumplir la petición del secuestrador, aterrizando el avión en el aeropuerto internacional de la capital. Con el avión en tierra, el secuestrador asesinó al piloto, Edor Reyes García, e hirió de gravedad al copiloto Evans Rosales.
El 6 de octubre de 1976, dos terroristas venezolanos contratados por otros dos de origen cubano y adiestrados por la CIA, como son Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, hicieron estallar en pleno vuelo un avión de la línea aérea Cubana de Aviación despegado en Barbados. En esta ocasión murieron los 73 pasajeros que viajaban a bordo, todos ellos civiles.
El 11 de septiembre de 1980, el diplomático cubano Félix García Rodríguez fue asesinado en Nueva York. Tiroteado por un comando de la organización terrorista Omega-7, Félix García fue el primer diplomático acreditado en Naciones Unidas asesinado en suelo norteamericano.
En 1981 se desató en Cuba una epidemia de dengue hemorrágico que en pocas semanas costó la vida a 158 ciudadanos —de ellos 101 eran niños— y afectó a 344.203 personas. No habiendo ninguna explicación epidemiológica para la interpretación de este hecho como una infección natural, tras los estudios realizados por científicos cubanos con la colaboración de especialistas extranjeros, se llegó a la conclusión de que la epidemia había sido provocada por agentes contrarrevolucionarios.
Efectivamente, meses después, durante un juicio celebrado en Nueva York contra el terrorista cubano residente en esa ciudad, Eduardo Arozena, éste confesó haber introducido el virus del dengue hemorrágico en Cuba.
El último atentado que causó una víctima mortal —Fabio di Celmo, un turista italiano en el hotel Copacabana de La Habana, el 12 de julio 1997— fue perpetrado por un mercenario salvadoreño, posteriormente detenido y juzgado, que había sido reclutado y pagado —como él mismo confesó públicamente— por Luis Posada Carriles, respondiendo de esta cruenta manera al encargo de la mafiosa y terrorista Fundación Nacional Cubano Americana —FNCA— radicada en Miami. Esta fundación, por cierto, llegó a financiar campañas políticas presidenciales y de un grupo de conocidos legisladores. También contribuyó a financiar la campaña electoral del PP, en el Estado español, que llevó a José María Aznar a la presidencia del gobierno en 1996.
Cabe añadir que, un año después del criminal suceso, Posada Carriles confirmó ante el New York Times la confesión del mercenario respecto a su participación en los hechos. Todos esos años, sin embargo, Posada Carriles viajó libremente dentro y fuera del territorio norteamericano.
Posada Carriles fue detenido en Panamá por su participación, en noviembre de 2000, en el intento de asesinar a Fidel en el mismo país centroamericano. Condenado a ocho años de prisión, fue indultado en agosto de 2004 por el gobierno panameño. Desde entonces y hasta su fallecimiento, el 3 de mayo de 2018, residió en Estados Unidos, y su gobierno denegó la petición de extradición realizada por Venezuela. Y es que, en 1985, Posadas Carriles se fugó de una cárcel venezolana cuando esperaba sentencia por su participación en la voladura del ya mencionado avión cubano, en Barbados.
Nada nuevo ¿Cuando los diferentes –e idénticos sin embargo- gobiernos de los Estados Unidos han movido un solo dedo para tratar de erradicar a esas bandas de criminales? ¡Nunca! Lejos de combatirlos, siempre les han alentado y apoyado económicamente, dejándoles operar desde su propio territorio con total impunidad.
El 12 de septiembre de 1998 fueron detenidos en Estados Unidos cinco cubanos. Ante la descarada pasividad y complicidad para con la mafia terrorista anticubana por parte de las autoridades norteamericanas, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y René González, se habían infiltrado entre la citada mafia de Miami para tratar de evitar los atentados que tanto han golpeado al pueblo de Cuba.
Tras su detención, estos compañeros fueron acusados de espionaje —sin la aportación de ninguna prueba que certifique la acusación— y se les condenó a injustas y alucinantes penas de prisión —varias cadenas perpetuas incluidas.
Lo cierto es que con su arriesgado trabajo, los Cinco habían logrado abortar cerca de 170 atentados, ya que las autoridades cubanas fueron alertadas a tiempo. El Gobierno cubano alertó, a su vez, a su homólogo estadounidense, de modo que, en junio de 1998, una delegación del FBI viajó a Cuba, donde recibió completa documentación sobre las actividades terroristas de los extremistas de Miami —éstos tenían, entre otros, planes para atentar contra aviones de pasajeros con turistas que viajan desde y hacia Cuba—. Sin embargo, el FBI, en lugar de castigar a los criminales, dedicó todos sus esfuerzos a localizar a los informantes y detenerlos. Como se sabe, la puesta en libertad de los Cinco se materializó el 17 de diciembre de 2014 como parte de un acuerdo humanitario alcanzado entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba.
Estados Unidos no tiene autoridad moral alguna, pues, para acusar a nadie de practicar el terrorismo, menos todavía a quien nunca lo ha practicado y además ha sido su víctima directa durante tantos años. Pero el imperio, mientras siga siendo imperio, siempre recurrirá a las mentiras con el propósito perverso de desacreditar a los contrarios. Lo lamentable del caso es que, aunque cada vez menos, todavía queda mucha gente que se las cree.
Paco Azanza Telletxiki
https://insurgente.org/ee-uu-el-terrorismo-y-cuba-sigue-el-verdugo-acusando-y-acosando-a-la-victima/