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La segunda etapa del conflicto nicaragüense


Luego de 90 días de agudas tensiones, finalmente Nicaragua recuperó hace poco un hálito de paz. El ataque sedicioso organizado por la oligarquía local, y orquestado por el Imperio, conoció el polvo de la derrota luego de dos acontecimientos: la recuperación de las localidades “capturadas” por las bandas delictivas; y la celebración del 39 aniversario de la Revolución Sandinista, en la Plaza de la Fe, el 19 de julio en la ciudad de Managua, y en otras ciudades del país.

En verdad, la “contra” y sus auspiciadores, nunca tuvieron “las de ganar” en los sucesos ocurridos en la patria de Rubén Darío.

 Pero amagaron con cierto éxito en un inicio, montados en el caballo de la confusión. Ni el FSLN ni el gobierno –ni el pueblo de Nicaragua- pensaron nunca que un operativo de esa envergadura pudiera procesarse en un país que sólo a comienzos del año, fuera considerado por diversos organismos internacionales como “el más seguro de América Central”.

A partir del 18 de abril, como un verdadero vendaval se desató una ofensiva que puso en peligro la estabilidad nacional y en riesgo las conquistas alcanzadas por el Sandinismo en los últimos once años de gestión gubernativa. 

Y es que las fuerzas “alzadas” no sólo contaron con inmensos recursos económicos, sino también con armas. Y con el apoyo de una prensa envilecida que alentó sus acciones. A trasluz, asomó una Jerarquía Eclesiástica, en extremo conservadora, que no tuvo escrúpulos en usar toda la parafernalia religiosa en el intento de golpear al régimen.

Fue esa Jerarquía la que tomo un puesto de mando, proclamando la intención de “mediar” en un conflicto que tensaron las bandas facciosas. 

Al hacerlo, exigió como “condición” el acuartelamiento del ejército Popular, y la reclusión de la Policía Sandinista en sus estaciones, con lo que las ciudades, quedaron en manos de las turbas soliviantadas y agresivas.

Hoy se habla de 350 muertos en Nicaragua. Pero lo que no se dice, es que las mayoría de ellos fueron abatidos por los vándalos en el intento de apoderarse del control de ciudades y poblados; que otros, fueron jóvenes militantes de la Juventud y el Frente Sandinista; que los hubo también policías –hombres y mujeres- secuestrados, torturados y asesinados vilmente; y que hasta se registró el caso de “el falso muerto”, personas que por 500 o algo mas, pesos aceptaron “pasar por muertos” y hasta fueron “velados” en sentidas ceremonias; y otros, proclamados difuntos, cuando caminaban por las calles de Madrid. República Dominicana y hasta los Estados Unidos. Todo eso –felizmente- está rigurosamente documentado.

El enfrentamiento final ocurrido en Masaya -una pequeña localidad situada a 20 kilómetros de Managua, y más precisamente en el distrito de Morimbó- marcó el fin -y la derrota- de los insurgentes. 

En esa circunstancia, asomaron todas las expresiones de la violencia terrorista puesta en marcha: el papel de los “tranques”, el uso de tácticas militares por parte de los alzados, y hasta la vesánica conducta del cura de la Iglesia de la Magdalena que recomendó “esconder en el inodoro” el cadáver de un guardia asesinado. 

Nada de eso dio resultado a quienes actuaron, finalmente, como carne de cañón para servir intereses ciertamente ajenos.

Ese hecho luctuoso tuvo lugar el día anterior al 19 de julio, pero sirvió para amalgamar mejor al Sandinismo y colocarlo en una más alta disposición de combate. La intervención del Jefe del Gobierno, el Comandante Daniel Ortega, que desenmascaró a algunos elementos de la Alta Jerarquía Eclesiástica, fue atentamente escuchada por el embajador del Estado Vaticano, y Nuncio Apostólico, desde la Tribuna de los Invitados de Honor. 

Quizá el corolario de ello haya sido la decisión Papal de llamar a Monseñor Báez, Primado de la Iglesia Nicaragüense, para que se constituya en Roma y asuma allí otra función por los próximos dos años.

Por todo eso, bien puede decirse que el 19 de julio acabó la primera etapa del conflicto vivido en la Patria de Sandino. Y concluyó con la derrota política y militar de los golpistas.

Las declaraciones formuladas ayer por la Casa Blanca, y la campaña de mentiras sostenida por la CNN y repetida por todos los medios al servicio de la reacción; marcan el inicio de una segunda etapa.

Ella tendrá su epicentro sobre todo en el escenario exterior: Las amenazas de la administración yanqui; la Nic-Act, Alnagro y la OEA, el Grupo de Lima, las presiones y sanciones económicas y otras; buscarán crear una profunda crisis económica y social en Nicaragua.

En consonancia con ella, ya en el país, los empresarios organizarán el desabastecimiento de productos, buscaran generar el caos en la economía para provocar la inflación; pero también despedirán a miles de trabajadores arguyendo “dificultades derivadas de la inestabilidad”. En suma, alentarán el desgobierno con la idea sentar las bases para un colapso de la economía, que puedan usar más tarde. No obstante sus “bajas”, la Jerarquía Eclesiástica se sumará mucho sin mucho escrúpulo a la misma tarea.

El Sandinismo no tendrá más alternativa que radicalizar la Revolución tensando al máximo sus propias fuerzas. Para ese efecto, nada será útil que la férrea unidad del FSLN y su ligazón estrecha con el pueblo. Será ésa su única garantía de victoria.

En ese contexto está planteado el gran tema de la solidaridad. Diversos países de América Latina, y de otros continentes; podrán ayudar a la Nicaragua Sandinista a enfrentar lo que se viene.

 Pero no será sólo la ayuda material la que aliente al pueblo a resistir el acoso del Imperio y de sus áulicos. También será indispensable el respaldo político de las fuerzas más amplias, en todos los países.

Como en los años 30 del siglo pasado, cuando Augusto C. Sandino luchaba en Las Segovias contra la infantería de Marina de los Estados Unidos; en esta coyuntura será indispensable el respaldo activo, constante y sostenido de nuestros pueblos.

La tarea, está planteada.

Rebelión

Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera. 

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