“Libia ofrece grandes oportunidades económicas a los inmigrantes de África occidental, pero el abuso de los derechos humanos que sufren especialmente los africanos negros, es real.
No se lo recomendaría ni a mi peor enemigo”, sentenció Nazir Mohammed, de 31 años, en esta pequeña ciudad, 290 kilómetros al norte de la capital de Ghana.
Mohammed es uno de los 19.000 ghaneses repatriados de Libia hace siete años.
Habiendo terminado la escuela secundaria, a los 23 años, Mohammed se fue de su casa tras la muerte de su padre en busca de mejores oportunidades para mantener a su madre y a sus cuatro hermanos menores.
“Había escuchado que con unos 500 cedis (100 dólares) podría llegar a Libia”, recordó.
“Eso implicaba mucho trabajo y conseguí un empleo en la construcción para juntar dinero”, añadió.
“Mi mamá y mi familia se enteraron cuando llamé para contar que ya estaba a mitad de camino.
Ella lloró y luego rezó, no podía hacer otra cosa”, recordó.
Muchos ciudadanos de Ghana, Senegal, Nigeria, Níger y Costa de Marfil están entre el casi un millón de personas atrapadas en Libia.
Pero la región de Mohammed, Brong Ahafo, en medio de Ghana, concentra el mayor número de emigrantes de este país que se fueron a Libia, con la esperanza de seguir a Europa.
Trasfondo
La historia de la emigración de Ghana a Libia se remonta a la década de los años 80, cuando Accra firmó un acuerdo bilateral con Trípoli para enviar unos 200 maestros de inglés, según los investigadores Leander Kandilige y Geraldine Adiku, del Centro para el Estudio de las Migraciones, de la Universidad de Ghana.
Al principio, las autoridades libias ofrecieron empleo solo a los inmigrantes calificados. Pero la oferta laboral hizo que llegaran trabajadores menos capacitados, quienes emigraban de forma informal cruzando el desierto del Sahara, lo que hizo que se tomaran medidas drásticas para frenar la inmigración.
En 2006, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) creó un programa de retorno voluntario para repatriar a las personas sin documentos legales que estaban en Libia hacia sus países de orígen.
El 8 de octubre de 2000, llegó a Ghana el primer grupo de 238 ghaneses que huían de la violencia en Libia con relatos atroces de violaciones de derechos humanos, según estadísticas del Ministerio de Relaciones Exteriores e Integración Regional.
El flujo continuó desde entonces, y el año pasado fueron 565 los que llegaron con historias similares.
La mayor evacuación de personas se produjo en 2011 en medio de los disturbios políticos en Libia, cuando la OIM evacuó y repatrió a 19.000 ghaneses por la violencia que sufrían, y en especial los africanos de tez bien negra, pues se consideraba que el líder Muamar Gadafi caído en desgracia, los protegía para emplearlos como mercenarios.
Mohammed contó que es común que las compañías paguen dos meses de salarios después de que la persona trabajó seis. Por lo que muchos repatriados perdieron dinero.
“Tuve suerte porque un soldado al que le daba clases de inglés me ayudó a mí y a un amigo”, relató. Él lo llevó de Bengazi a Egipto, de donde salían los aviones que evacuaban a la gente.
“Pero cuando llegué a Ghana solo tenía 500 cedis, dejé 7.000 en la empresa; fue doloroso”, recordó con amargura.
La falta de oportunidades laborales para los jóvenes en Kwame Danso, en Ghana, empujó a muchos a realizar la peligrosa travesía a Libia. Crédito: Kwaku Botwe/IPS.
La travesía
Mohammed relató que matones los esperaban en la frontera al llegar a Libia por el desierto y los llevaban a campamentos de esclavos, donde solo les daban agua y alimentos para mantenerlos vivos y los sometían a tratos inhumanos para extorsionarlos y pedir rescate.
Sin dinero, Mohammed tuvo que llamar a su familia. “Mi mamá lloraba porque pensó que me iban a matar. Pero le aseguré que todo estaría bien si mandaba el dinero”, recordó.
Finalmente, su padrastro envió 300 cedis y lo liberaron, pero a alguna gente le pedían más, hasta miles.
Al salir del campamento, la siguiente dificultad fue llegar a Trípoli, fundamental para quienes quieren seguir a Europa, por su proximidad con Italia.
Para Mohammed fue una pesadilla, porque la gente iba “como sardina en lata en la caja de una camioneta”, cubierta por una lona, que atraviesa el irregular terreno del caluroso desierto por muchos kilómetros.
“Al llegar a Trípoli, no me podía parar, no sentía las piernas y creí que me había insolado”, relató.
Pero como no consiguió trabajo allí se fue a Bengazi, donde realizó varios trabajos para juntar el dinero y llegar a Europa en las hacinadas balsas que cruzan peligrosamente el mar Mediterráneo. Pero sus planes se frustraron cuando estalló el conflicto en Libia.
La OIM asiste a los ghaneses repatriados desde 2002 y, en especial en Brong Ahafo, realiza campañas de sensibilización de riesgo que implican las migraciones irregulares, indicó Anita Jawadurovna Wadud, gerente de proyecto de la Unidad de Retorno, Protección y Asistencia Directa a Migrantes Vulnerables, de la agencia.
El maestro ghanés Mac Simpson, especialista en migraciones y trata de personas en Trípoli, señaló que de los 2.000 ghaneses que murieron en el mar en los últimos cuatro años tratando de llegar a Europa, 1.600 son de la región de Brong Ahafo.
Los vídeos difundidos por las redes sociales para desalentar la migración irregular tienen un impacto reducido, observó Simpson, quien también se lanzó en la peligrosa travesía hace dos décadas y escribió tres libros sobre la situación en Libia.
Los jóvenes seguirán arriesgándose mientras no encuentren trabajos decentes en Ghana, y Libia parece ofrecer cierta esperanza.
Simpson se encuentra en Ghana trabajando con el Ministerio de Educación para adaptar su libro “The Cemetery without graves” (El cementerio sin tumbas) entre escolares, porque cuanto antes reciban el mensaje sobre los riesgos de la migración irregular, más probabilidades hay de generar un impacto.
Parece ser que tener una actividad es lo que mantuvo a Mohammed en Ghana.
“Tenía buenas notas en secundaria y me anoté para ser maestro”, relató. “Ahora trabajo en una escuela. El salario no es demasiado bueno, pero sobrevivimos”, acotó. Desde que regresamos, algunos de nosotros, no hemos recibido apoyo del gobierno ni de nadie.
Mohammed espera dedicarse a la política, donde creé poder incidir y quizá atender el viejo problema de la emigración de Ghana a Libia.
Pero mientras, los jóvenes vulnerables seguirán emprendiendo la peligrosa travesía en busca de una vida mejor.
Traducido por Verónica Firme
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