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Ciencia: Cecilia Payne (1900–1979)


La astrónoma que descubrió la composición del Sol también tuvo una carrera marcada por la discriminación de género, sobre todo en su Inglaterra natal. Allí estudió ciencias en la Universidad de Cambridge y pudo asistir a conferencias de grandes científicos pero no pudo licenciarse, porque Cambridge no daba títulos universitarios a mujeres (y no lo hizo hasta 1948). 

Cecilia Payne quería ser científica y para ello tuvo que emigrar en 1923 a Estados Unidos, donde empezaba a haber becas para atraer a las mujeres hacia la investigación en astronomía.

Payne consiguió una beca para hacer el doctorado en el Observatorio de Harvard, aunque el título se lo dio una universidad asociada, porque Harvard era aún exclusivamente masculina. 

De su tesis doctoral, presentada en 1925, se dijo entonces que “sin duda es la tesis más brillante que se ha escrito en astronomía”

Y eso que Henry Norris Russell, un colega que se la revisó, la convenció para que retirara de ella una conclusión importante: la novata Cecilia Payne proponía en su primer trabajo astronómico que el Sol estaba compuesto en un 99% por hidrógeno.

Era una idea revolucionaria, pues entonces el consenso científico asumía que nuestra estrella era de mayormente de hierro (un 65%), con una composición similar a la de la Tierra. 

Russell, como el resto de astrónomos, no se tomó muy en serio el atrevimiento de Payne hasta que años más tarde llegó a la misma conclusión por otro camino. 

Entonces él se atribuyó el mérito, aunque citó brevemente a Payne en su publicación científica, y durante muchos años se le reconoció como autor del descubrimiento.

Mientras tanto, Cecilia Payne siguió observando las estrellas, avanzando en el estudio de su evolución y de la estructura de nuestra galaxia, la Vía Láctea. 

Y también empezó a destacar en Harvard como una profesora sobresaliente y apasionada. Pero extraoficialmente, porque en teoría solo era una asistente técnica y sus cursos no estaban en el catálogo oficial. 

Tuvieron que pasar 15 años hasta que se le reconoció como astrónoma y 31 años hasta que en 1956 fue la primera mujer aceptada como profesora titular en la principal facultad de la Universidad de Harvard, donde también fue la primera mujer que dirigió un departamento.

Su trayectoria académica abrió camino e inspiró a grandes científicas que vinieron después.

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