En lo que solo puede describirse como la protesta nacionalista “Estados Unidos primero”, el presidente estadounidense Donald Trump emitió ayer una virtual declaración de guerra económica a los jefes de gobierno y ministros de comercio en la conferencia de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Da Nang, Vietnam.
Abandonando el tono relativamente moderado que adoptó en China durante los dos días previos, Trump desató una diatriba contra lo que llamó “violaciones, trampas o agresión económica” en la región, comentarios claramente dirigidos contra Beijing.
El discurso fue considerado como una importante elaboración de la política de Estados Unidos hacia lo que Washington llama el Indo-Pacífico. Alzando la voz tan alto que los altavoces en el pasillo comenzaron a crujir, Trump culpó a China y otros países por seguir políticas que privaron de empleos a los Estados Unidos. “No podemos seguir tolerando estos abusos comerciales crónicos y no los toleraremos”, dijo.
“A pesar de años de promesas incumplidas, nos dijeron que algún día pronto todos se comportarían de manera justa y responsable. La gente en Estados Unidos y en toda la región del Indo-Pacífico está esperando ese día.
Pero nunca lo han hecho, y por eso estoy aquí hoy, para hablar francamente sobre nuestros desafíos ... A partir de ahora competiremos de manera justa y equitativa. No vamos a dejar que se sigan aprovechando de los Estados Unidos. Siempre voy a poner a Estados Unidos primero”.
Hubo dos componentes esenciales de la diatriba de Trump: un ataque al sistema multilateral de comercio que opera bajo la Organización Mundial del Comercio (OMC o WTO) y un llamado implícito a un grupo regional, centrado en los Estados Unidos, dirigido contra China.
Sin nombrar específicamente a China, Trump dijo que los países habían sido “aceptados por la Organización Mundial del Comercio, aunque no respetaban sus principios establecidos. Simplemente, la Organización Mundial del Comercio no nos ha tratado justamente”.
Estados Unidos, dijo Trump, se había adherido a los principios de la OMC, promoviendo la empresa privada, la innovación y la industria. Pero “otros países usaron la planificación industrial dirigida por el gobierno y las empresas estatales” para dedicarse a “productos subsidiados por productos abandonados, manipulación de divisas y prácticas industriales predatorias”.
Estos países habían ignorado las reglas para obtener ventaja sobre aquellos que las siguieron, causando “enormes distorsiones” en el comercio y amenazando los cimientos del comercio internacional. “Los empleos, las fábricas y las industrias fueron despojados de los Estados Unidos y de muchos países, además”, dijo Trump.
La convocatoria de un nuevo bloque, centrado en los EEUU y dirigido hacia China, está contenida en el uso del término Indo-Pacífico por parte de la Casa Blanca para describir lo que anteriormente se denominaba la región Asia-Pacífico.
Según notó el Financial Times, algunas personas del público que escucharon el discurso en Da Nang de Trump se inclinaron a restar importancia a su uso de la frase como un desliz de la lengua.
Pero fue un “esfuerzo calculado para desvelar su estrategia naciente para Asia, lo que implica una mayor cooperación entre los EEUU, Japón, Australia e India con el objetivo de contrarrestar la influencia cada vez mayor que China ejerce en Asia”.
El presidente de los Estados Unidos descartó el marco multilateral puesto en práctica por los propios Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, y que ha regido el comercio internacional durante las últimas siete décadas. Dijo que Estados Unidos haría acuerdos bilaterales con “cualquier nación del Indo-Pacífico que quiera ser nuestro socio y que respete los principios del comercio justo y recíproco”.
Trump declaró: “Lo que ya no haremos es entrar en grandes acuerdos que nos atan las manos, renunciar a nuestra soberanía y hacer que la aplicación significativa sea prácticamente imposible”.
Al exponer lo que llamó “el sueño indo-pacífico”, Trump dijo que aquellos que cumplan con las normas serán “nuestros socios económicos más cercanos”. Los que no lo hiciesen, fanfarroneó, “pueden estar seguros de que Estados Unidos ya no hará la vista gorda a violaciones, trampas o agresiones económicas. Esos días han terminado”.
Trump no dejó dudas sobre hacia dónde se dirigía la nueva estrategia al enumerar una serie de prácticas en las que EEUU acusa a Beijing de participar.
“No toleraremos más el robo atrevido de la propiedad intelectual. Nos enfrentaremos a las prácticas destructivas de obligar a las empresas a entregar su tecnología al Estado y forzarlas a formar empresas conjuntas a cambio de acceso al mercado. “Abordaremos el subsidio masivo de las industrias a través de colosales empresas estatales que dejan fuera del negocio a los competidores privados”.
Trump detalló una agenda para intentar atravesar la perspectiva de inversión china en países de la región a través del proyecto One Belt, One Road (Un Cinturón, Un Camino) de Beijing. Declaró que los EEUU reenfocarían sus esfuerzos de desarrollo pidiendo al Banco Mundial y al Banco Asiático de Desarrollo que dirijan sus operaciones “hacia inversiones de infraestructura de alta calidad que promuevan el crecimiento económico”.
Estados Unidos reformaría “nuestras instituciones financieras de desarrollo para que incentiven mejor la inversión del sector privado en sus economías y brinden alternativas fuertes a las empresas dirigidas por el Estado que tienen muchas ataduras”.
Este vago compromiso de “hacer más” solo refleja la realidad de que Estados Unidos tiene poco que ofrecer en el camino de iniciativas económicas concretas frente a los principales proyectos de inversiones chinas.
El discurso de Trump fue seguido minutos después por un discurso del presidente chino, Xi Jinping. Sin mencionar las declaraciones de Trump, Xi enfatizó la cooperación internacional, la apertura económica y la necesidad de mantener el multilateralismo.
Xi declaró que en las últimas décadas la globalización económica había contribuido significativamente al crecimiento global y se había convertido en “una tendencia histórica irreversible”. Dijo: “Debemos continuar fomentando una economía abierta que beneficie a todos. La apertura trae progreso, mientras que el auto-aislamiento lo deja atrás”.
El discurso de Xi contenía frases y temas que antes constituían el centro de un discurso de un presidente estadounidense. Esto subraya la enorme transformación en la estructura de la economía mundial.
China, al igual que los Estados Unidos, opera sobre la base de sus intereses económicos nacionales. La diferencia es que mientras que los EEUU ven que el actual orden global conduce a su mayor declive económico, los líderes chinos, que representan los intereses de los oligarcas y multimillonarios que constituyen la clase dominante del país, ven solo oportunidades.
Beijing está tratando de usar su creciente fuerza económica dentro de este marco para avanzar en el objetivo estratégico de convertirse en una “gran potencia” y acercarse “al centro del escenario”, en palabras de Xi en el congreso del Partido Comunista Chino del mes pasado.
No hay una resolución pacífica para este conflicto. Su lógica objetiva se mueve en una sola dirección: hacia la guerra entre los Estados Unidos y China, mientras la clase capitalista estadounidense busca contrarrestar su declive económico palpable a través de la fuerza militar.
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