Pablo Gonzalez

VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

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Con la complicidad de todos los medios de comunicación imperialistas, gracias a la muerte de Wojtyla, el Vaticano se dio su festín publicitario en una escala pocas veces vista.

La reacción internacional sigue teniendo en los vaticanistas a sus más fieles exponentes porque nadie como ellos someten la conciencia de las masas oprimdas por millones, nadie como ellos lavan dinero negro por todo el planeta, nadie como ellos constituye un poder monopolista y financiero asociado a un Estado religioso. 

Sotánicos y satánicos: así es el imperialismo católico...

Todas las religiones son el opio del pueblo. Están para embaucar a las masas, someterlas e impedir que se levanten contra sus opresores. 

Pero entre todas las religiones, el catolicismo destaca como un conglomerado singularmente reaccionario y pernicioso para los trabajadores.

Hay algunas claves que lo ponen de la manifiesto: ninguna religión está encabezada por un único tirano espiritual y material; ninguna religión tiene un Estado propio y es a la vez un poder espiritual, económico y político en todo el mundo; ninguna religión dispone de los medios financieros y monopolistas de los que disponen el Vaticano y los obispos católicos; ninguna religión ha tan estado apegada al poder dominante como los católicos ya desde la época del imperio romano; ninguna religión ha recurrido a feroces guerras exterminadoras para imponerse como el catolicismo desde la época de la Cruzadas.

Aunque se han adaptado muy bien al capitalismo, como ideología, el catolicismo es feudal; ellos no aceptan los más elementales principios democráticos, empezando por la separación entre la religión y el Estado. Como el Vaticano, ellos aspiran a un Estado teocrático en el que los políticos estén a su servicio.

Dad al César lo que es del César pero para que el César haga lo que le digamos: éste es su maximo lema, como lo vienen poniendo de manifiesto en España desde que bendijeron la Santa Cruzada en 1936 y santificaron a los mártires que asesinaron a los trabajadores en una feroz guerra civil donde curas católicos y criminales fascistas fueron siempre de la mano tanto durante la guerra como en décadas posteriores. 

Era Franco quien nombraba a sus obispos y a quien los curas apoyaban todos los domingos desde los púlpitos en sus sermones.

¿Cuál es la doctrina de los papas y obispos católicos?:

→ la propiedad privada ha de reputarse inviolable (Rerum Novarum, 12)

→ es imposible quitar en la sociedad civil toda desigualdad... siempre existirá aquella variedad y diferencia de clases sin las que no puede existir ni siquiera concebirse la sociedad humana (Rerum Novarum, 14 y 27)

→ es preciso emplear la fuerza y la autoridad de las leyes... Es preciso que las muchedumbres sean contenidas en su deber (Rerum Novarum, 29)

→ el cristiano ha nacido para la lucha... Todo buen cristiano debe estar pronto a arrastrar hasta la misma muerte por su patria (Sapientiae christianae, 19 y 7)

→ Jesucristo a sus apóstoles: No creáis que he venido a traer paz. No vine a traer la paz sino la espada (Evangelio de Mateo, 10:34)

→ pecar contra la religión es delinquir también contra el Estado (Sapientiae christianae, 11)

→ negar a considerar a Dios como fuente y origen de la potestad política, es arrancarle su más bello esplendor y quitarle su mayor fuerza (Diutorum, 24).

Pero a nosotros nos importan poco las reaccionarias doctrinas de la Iglesia, sus continuas declaraciones contra el divorcio, el aborto, los homosexuales, etc. 

Nosotros somos materialistas: lo que nos importa son las estructuras económicas y políticas que permiten a la Iglesia católica mantenerse como una verdadera multinacional, como uno de los centros del poder mundial. 

Para nosotros las opiniones son secundarias: no nos importan los creyentes católicos ni sus teorías oscurantistas sino la jerarquía de cardenales y obispos como latifundistas, dueños de bancos y empresas, así como la capacidad que eso les proporciona de formar parte de las oligarquías en el poder a través de sus testaferros en varios Estados, más o menos directos, tanto en Italia, como en España, como en Portugal o en toda América del centro y del sur.

No se puede entender nada sobre la Iglesia católica si no es de esa forma, lo cual a su vez supone precisar sus conexiones con las grandes potencias imperialistas (Estados Unidos y Alemania principalmente), con la OTAN (o lo que es lo mismo, con la red gladio), con la mafia, la logia P2 y con la inestable situación política interna en Italia porque -insistimos- el Vaticano es una creación de la Italia fascista y no se puede olvidar que Mussolini cayó pero Pío XII se mantuvo en su puesto, y si andamos un poco más lejos, hay que tener en cuenta que el poder de la jerarquía católica ha llegado a ser lo que es gracias -nada menos- que al Imperio Romano.

En el mundo capitalista de hoy, el poder terrenal de la Iglesia católica, sus tramas y redes de influencia, no tienen límites ni fronteras y se proyecta por todas las esferas de la realidad internacional nivelada por la comunicación mediática.

Eso hace que los cónclaves para la elección de los pontífices se conviertan en una feroz competencia política por el control del Vaticano, uno de los poderes claves del sistema de dominación mundial. 

A su vez, el Vaticano se aprovecha de ello para extender sus redes en los países donde el catolicismo es minoritario.

Antisemitismo: de los cristianos a los nazis

A los cristianos les gusta presentarse como víctimas y contar historias inverosímiles de santos, mártires y catacumbas. Es para ocultar que nunca fueron perseguidos sino que fueron ellos los perseguidores, entre otros, de los judíos.

Lo que históricamente ha provocado el odio de los cristianos hacia los judíos ha sido el fanatismo de los primeros, una vez que se hicieron con el poder en el Imperio Romano. 

Ante unas masas incultas, acusaron a los judíos del asesinato de Cristo cuando fueron los romanos quienes lo hicieron. 

Pero ellos no iban a comprometer a la gallina de los huevos de oro, el Imperio Romano, en cuya fuerza sustentaban su expansión ideológica.

El listado de prominentes santos y padres de la Iglesia antisemitas es demasiado largo de enumerar. Baste con decir que rara vez se encuentra a uno que fuera realmente simpatizante del judio. Y la ferocidad del antisemitismo de la Iglesia no cejó con el paso del tiempo.

El obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia Juan Crisóstomo (347-407) fue el primero y más fanático de los antisemitas cristianos. 

Su odio hacia los judíos no tiene paralelo. 

Está reconocido como el más grande de todos los predicadores cristianos y usó sus poderes de oratoria para echar los cimientos de gran parte del futuro antisemitismo de la Iglesia. 

Después de algunos de los sermones de Crisóstomo en 388 su rebaño de feligreses incendió varias sinagogas.

Como antisemita, Lutero (1483-1546) fue tan sólo un poco menos virulento que Crisóstomo: 

Los judíos envenenan, son asesinos rituales, usureros; son parásitos de la sociedad cristiana; son peor que demonios; es más difícil convertirlos a ellos que al propio Satanás; están destinados al infierno.

Son, en verdad, anticristo. 

Sus sinagogas debieran ser destruidas y sus libros decomisados; debieran ser obligados a trabajar con las manos; más aun, debieran ser expulsados por los príncipes de sus territorios.

En su ultimo sermón, predicado solo días antes de su muerte, arengaba a que los expulsaran de toda Alemania. 

Este último sermón fue ampliamente difundido por la propaganda nazi en Alemania en los años previos a la II Guerra Mundial y a las matanzas en los campos de concentración.

A la sombra del Imperio Romano

El cristianismo se convirtió en una religión reconocida por el Imperio Romano en el año 312 y, poco después, en el año 325 se convocó el Concilio de Nicea –el primero- donde los más de 300 obispos asistentes resolvieron romper todo lazo de relación con los judíos.

Entre otras cosas, la Pascua (Semana Santa) debía ser observada en una fecha fija, separada del calendario judio. 

En el concilio el emperador Constantino se dirigió a los obispos: 

Nosotros no deseamos tener nada en común con este pueblo tan aborrecible, dado que el Redentor ha marcado otro sendero para nosotros. 

Los edictos hechos contra los judíos en el Concilio de Nicea fueron los precursores de muchos que habrían de seguir en concilios posteriores.

En el concilio de Viena, en 1311, se decretó que ningún judio debiera ser admitido en un establecimiento publico de baño, en un mesón, o en una casa de hospedaje para viajeros. 

El judio debía ser evitado como alguien herido de plaga, cuyo aliento es infeccioso, como un peligroso seductor cuya habla alberga el veneno del escepticismo y la incredulidad. Eran los comienzos del apartheid.

El tercer y cuarto concilios de Orleans promulgaron leyes que prohibían a los judíos el derecho de aparecer en las calles durante los festivales cristianos dado que su presencia seria una especie de ofensa para el cristianismo.

El odio de la Iglesia se desató en el Concilio Laterano de 1215 donde estuvo representada toda la cristiandad occidental: 71 arzobispos, 412 obispos, 800 abades y toda una hueste de dignatarios y sacerdotes de la Iglesia. Sus decretos fueron encerrados en 70 cánones, cuatro de los cuales trataban de los judíos. 

El que ha tenido las más terribles consecuencias durante siglos es el que les puso la insignia de estar fuera de la ley. Desde ese tiempo en adelante, a todos los judíos en toda la cristiandad, y en todo momento, se les ordenó llevar una ropa o una insignia distintiva. 

En algunos países llevaban fija en el pecho una insignia con la forma de una rueda: roja, amarilla o de otros colores.

En otros, era un sombrero amarillo puntiagudo o un sombrero de vestir rojo en forma de cuerno. Ridiculizados, los judíos se encogían en signo de abyecta humildad y servilismo. 

Totalmente indefensos, fueron condenados por los cristianos para ser los parias de la humanidad y obligados a sufrir el desprecio, el odio, el saqueo y la proscripción, así como golpes y asesinatos de todo el que quisiera.

Después del primer concilio de Nicea, los decretos vinieron en una sucesión implacable. 

No le dejaron salida a los judíos; los matrimonios entre judio y cristiano eran penados con la muerte; fueron excluidos de todos los puestos públicos; no podían practicar determinadas profesiones y oficios, ni podían involucrarse en la agricultura, ya que se les prohibía la propiedad de la tierra. 

Algunos países permitían médicos judíos, pero era una ocupación peligrosa: si el paciente era curado, el judio había usado hechicería y si el paciente moría, el judio lo había envenenado. 

Cada Viernes Santo durante 300 años, a los cristianos se les enseñó a que golpearan a los judíos en el rostro, en retribución por la crucifixión. 

A los cristianos se les prohibió vender o arrendar propiedades a un judio o comerciar con ellos. Se les denegó techo y comida, las necesidades básicas de la vida.

Durante las dos primeras Cruzadas cristianas a la Tierra Santa, los judíos en Alemania e Italia buscaron la protección de Enrique IV y Conrado III. 

La corona los convirtió en siervos imperiales, reduciéndolos a la condición de piezas de propiedad que podían ser, y fueron, compradas, prestadas y vendidas como cualquier otra mercancía. Habiéndoseles negado todo oficio, fueron confinados a dar dinero prestado y a la usura, obligándolos a convertirse en sanguijuelas financieras.

Esto significó una causa adicional de su ruina, va que a menudo eran tratados por los gobernantes como esponjas que se exprimían cuando estaban llenas, y luego se les entregaba al odio de unas masas peviamente fanatizadas por los curas cristianos.

Las condiciones impuestas hicieron que el dinero fuera tan importante para ellos como la vida misma. 

Todo paso y todo acto de la vida diaria de un judio estaba sujeto al pago de un impuesto. 

Tenía que pagar por ir y por venir, por comprar y por vender, por disfrutar sus derechos, por orar en común, por casarse, por tener hijos, hasta por el cadáver mismo que llevaba al cementerio.

Si los judíos de algún país en particular prosperaban por su comercio, por prestar, o por usura, a menudo eran expulsados de la tierra, y sus bienes y castillos eran confiscados por la corona.

En Francia se llevó a cabo una expulsión así, pero, después de que las finanzas del tesoro sufrieron por la falta de los impuestos judíos, los judíos fueron readmitidos.

Después de unos pocos años, fueron expulsados de nuevo, y una vez mas sufrieron la perdida de todas sus posesiones. A menudo, el veneno que mató a los judíos fueron sus propios bienes.

Bautismo o muerte

Una de las pruebas más devastadoras, peor que la muerte misma para el judio, era el bautismo forzado. Esto se practicó en la mayor parte de la cristiandad y miles de judíos escogieron la muerte, antes de sucumbir a este rito. 

Los Concilios Toledanos de España decretaron que quien es llevado al cristianismo por violencia, por miedo y tortura, recibe el sello de la cristiandad, y puede ser obligado a observar la fe cristiana.

Los cristianos torturaron y mutiladron a los judíos en un esfuerzo por implantar en ellos la fe verdadera, y los resultados fueron catastróficos. 

Las madres judías tomaban a sus hijos y, cargándose con piedras, se lanzaban con ellos desde el puente al río, a la muerte segura.

En Portugal se promulgó un decreto en 1497 por el que todos los niños judíos menores de 14 años debían ser bautizados antes o en el Domingo de Pascua.

La miseria causada a los padres judíos es dura de describir. 

Algunos mataron a sus propios hijos, otros los arrojaron a ríos y a pozos para impedir lo que temían más que a la muerte misma. 

Muchos padres e hijos fueron separados a latigazos y azotes, y luego arrastrados del pelo a la fuente bautismal, los pobres niños siendo luego distribuidos entre los cristianos para ser criados como tales, como hicieron siglos después los militares golpistas argentinos, también muy cristianos ellos.

En Polonia, en 1648, en Tulzin: 1.500 judíos fueron asesinados por no recibir el bautismo; diez rabinos fueron salvados a cambio de dinero.

En Homel, durante el mismo periodo los judíos fueron conducidos desnudos a los campos y 1.500 hombres, mujeres y niños, que no se bautizaron, fueron sometidos a muertes bárbaras. Centenares y millares de judíos perecieron en muchos otros poblados. En una ocasión cien niños judíos fueron muertos y arrojados a los perros por los cristianos.

Marranos

El bautismo forzado no fue una fase de corta duración; duró muchos siglos. Prevaleció tanto en España durante el siglo XV, que millares de judíos fueron convertidos a la fuerza.

Muchos lamentaron el paso que habían dado y continuaron practicando su fe judía, fuera en secreto o abiertamente. 

A los nuevos conversos se les llamó marranos (cerdos) y, para acobardarles, la Iglesia española difundió la leyenda del doble rostro de los judíos, de su hipocresía. 

Contra los marranos nació la Inquisición que operó en España, Portugal y en todas sus colonias, aterrorizando a los marranos hasta que fueron expulsados. Se publicó un listado de 37 claves para atrapar a los marranos, incluyendo el no usar su mejor ropa el domingo. 

El total de marranos quemados vivos en el primer año de la Inquisición ascendió a 2.000 y 17.000 sentenciadas a la perdida de propiedad, pérdida de derechos civiles, o cárcel.

En 1492 fueron expulsados de España. Podían llevar consigo sus propiedades, excepto oro, plata, monedas, o artículos que fuera prohibido exportar. Se trató de un expolio de sus propiedades.
Sermones a la fuerza

Desde el siglo IX los judíos estaban obligados a asistir a los sermones cristianos y esta practica fue hecha una ley en 1278 por un decreto del papa Nicolás III, hasta que se abolió finalmente en 1848.

En las iglesias les miraban las orejas para quitarles el algodón que algunos se ponían para no escuchar.

La practica de secuestrar a los hijos de judíos no bautizados, para criarlos como cristianos empezó en los primeros siglos y continuó durante más de 1.500 años, habiendo ejemplos de ello aun en los siglos XIX y XX.

En 1096 comenzaron las Cruzadas que tuvieron consecuencias nefastas para los judíos. Hordas de caballeros, nobles, monjes fanáticos salieron para liberar la Tierra Santa de los musulmanes pero los cruzados se volvieron también contra los judíos y los masacraron, destruyendo sus comunidades junto con las comunidades musulmanas a lo largo y ancho de Europa. 

Ningún cruzado de la primera expedición llegó a Jerusalén; afortunadamente sucumbieron ante enfermedades o la espada musulmana.

Las segunda y tercera cruzadas siguieron un patrón similar. Como incentivo para reclutar mercenarios, se les cancelaban las deudas contraídas con judíos. Muchos se inscribieron solo para deshacerse de hipotecas, de manera que un gran numero de judíos se arruinaron. 

El éxito de la segunda cruzada fue un poco mayor que el de la primera. Un remanente llegó hasta Damasco pero no pudo desalojar de allí a los musulmanes, y se abandonó la cruzada. 

La tercera cruzada fue dirigida por Godofredo de Bouillon, y aproximadamente una quinta parte de los cruzados llegaron a Jerusalén, hallaron a los judíos reunidos en una sinagoga y la incendiaron.

Los Protocolos de los sabios de Sión 

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Los Protocolos de los sabios de Sión es uno de los documentos más importantes en el que los nazis fundamentan sus absurdas teorías racistas. Fue escrita por los servicios secretos zaristas a finales del siglo XIX para provocar enfrentamentos entre los obreros e impedir la revolución.

Consta de 24 supuestos discursos de los Sabios o Ancianos, que detallan los planes judíos para subyugar al mundo. Traducida a varios idiomas, esta obra ha ejercido una tremenda influencia, a pesar de que en 1921 fuera demostrada su falsificación.

En Estados Unidos gozó de su mayor circulación debido a la publicación de Henry Ford, The Dearborn Independent, cuya circulación era de 700.000 ejemplares. Aún después de ser comprobados como una falsedad, Ford -uno de los puntales nazis en Estados Unidos- continuó difundiendo los Protocolos y publicó todo el material antisemita en cuatro volúmenes.

El Vaticano lo crearon los fascistas italianos

Los católicos disponen de un Estado propio gracias al fascismo, gracias a Mussolini, a la vieja Italia fascista. Con la firma en 1929 del Tratado de Letrán entre el gobierno de los camisas negras y el Vaticano, Mussolini regaló a la iglesia católica su propio Estado soberano y toda una serie de garantías y medidas de protección diplomáticas de las que ninguna otra religión disfruta. 

Se le concedió inmunidad y sus diplomáticos empezaron a gozar de privilegios internacionales. 

Por eso el Vaticano es el único Estado teocrático del mundo, una reliquia de la más siniestra reacción mundial en el mundo del siglo XXI.

Desde sus mismos orígenes el Vaticano demostró su habilidad para entablar lucrativos negocios con los gobiernos fascistas. Al concordato de 1929, firmado con Mussolini, le siguió otro con el III Reich de Hitler. 

El gestor Francesco Pacelli fue una de las figuras clave del pacto con Mussolini; su hermano el cardenal Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII fue el encargado de negociar como Secretario de Estado vaticano, la firma del tratado con la Alemania de Hitler.

La Santa Sede se benefició de la exención impositiva de sus bienes en beneficio de sus curas, misioneros, parroquias, fundaciones, ONG, empresas y todo su gigantesco imperio monopolista. 

Los beneficios que recibió el Vaticano del fascismo fueron enormes pero, entre ellos, los beneficios fiscales fueron preponderantes. 

El Vaticano es el más grande paraíso fiscal del mundo: no pagan derechos arancelarios por sus importaciones, y de ahí que uno de sus negocios más lucrativos sea el blanqueo del dinero negro proveniente del tráfico de armas y del narcotráfico, muy por delante de las islas Caimán, Suiza, Bermudas o Liechtenstein.

Actualmente el Banco del Vaticano está involucrado en un pleito juicial en Estados Unidos porque los sobrevivientes serbios y judíos de la Shoah, de los campos de concentración, han presentado un requerimiento ante la corte federal de San Francisco: es el caso Alperin contra el Banco del Vaticano.

El objetivo es obligarles a rendir cuentas de los fondos expoliados durante la Segunda Guerra Mundial en colaboración con los nazis y los fascistas. Hay varias demandas de ese tipo en varios países europeos.

Pio XI siempre se deshacía en elogios hacia Mussolini. Llegó a afirmar que era el hombre enviado por la divina Providencia. Por su parte, Mussolini se comprometió a introducir la enseñanza de la religión católica en todas las escuelas del país y dejó la institución del matrimonio bajo el patronazgo de las leyes canónicas, que no admitían el divorcio.

Gott mit uns

El cinturón de la Wehrmacht decía así: dios está con nosotros; dios estuvo siempre con los campos de concentración y las cámaras de gas, en la cavernas de la Gestapo y en el búnker hitleriano en Berlín. Hitler era católico, Goebbels también así como muchos jerarcas nazis, como Von Pappen.

Pero dios no era omnipotente; el Ejército Rojo fue más fuerte que todas la plegarias y liberó a toda Europa de la peste parda.

Los regímenes fascistas de Europa estuvieron siempre apoyados de manera entusiasta por los católicos. El régimen nazi en Alemania bajo Hitler, el fascismo Italiano bajo Mussolini, el fascismo español bajo Franco, la dictadura salazarista en Portugal, el régimen clerical-fascista de Tiso en Eslovaquia, el régimen de los ustachis en Croacia y el de Pinochet en Chile son pruebas históricas contundentes del compromiso católico con la más negra reacción mundial.

Los tres grandes defensores de la fe católica fueron Hitler, Mussolini y Franco; los tres firmaron sus respectivos concordatos con el Vaticano.

Pío XII bendijo al franquismo como obra de dios, elevó la Guerra Civil a la categoría de Cruzada y condecoró al general Franco con la Orden Suprema de Cristo, la más alta institución vaticana, condecoración que le impuso el nuncio apostólico Antonicetti, ex delegado apostólico en la zona franquista durante el alzamiento militar. 

El Vaticano y la Iglesia española participaron directamente en las atrocidades cometidas por el régimen español, del cual la Iglesia española formó parte esencial. 

La Iglesia católica siempre mantuvo excelentes relaciones con la España del criminal Franco, con la que firmó otro Concordato en 1951. Alentada por la propaganda franquista, la figura del nazi Pío XII fue la de un santurrón. Los unos se pagaban los favores de otros.

El cardenal Isidro Gomá desde el primer momento de estallar la Guerra Civil se colocó al lado de los sublevados, preocupándose de reorganizar la Iglesia en la zona franquista para la lucha contra la República y la democracia. Su apasionada defensa del franquismo en las pastorales y en la Carta colectiva del episcopado español, tuvieron gran repercusión internacional.

Cuando terminó la guerra, dando un nuevo reconocimiento al franquismo, publicó El Catolicismo y la Patria, verdadera apología del terrorismo de Estado.

Cuando estalló la Guerra Civil, el obispo de Salamanca Enrique Pla y Daniel, como todos los jefes católicos, se colocó también en el bando de los sublevados. 

En septiembre de 1936 apoyó al bando franquista con su pastoral Las dos ciudades. En colaboración con la propaganda franquista, en 1939 publicó el documento El triunfo de la ciudad de Dios y la resurrección de España. 

En 1940, sustituyendo al cardenal Gomá, fue nombrado Arzobispo de Toledo y Primado de España. 

En 1946 fue nombrado Cardenal. Gobernó la Iglesia española durante más de veinte años, dejando claro su total colaboración con todas y cada una de las brutalidades del régimen franquista contra los demócratas que luchaban contra el fascismo.

Cuando Himmler viajó a España en octubre de 1940 para crear la policía española a imitación de la Gestapo alemana que él dirigía, visitó el monasterio de Montserrat, donde fue recibido por el abad y toda la comunidad monástica en pleno. 

Durante décadas, cada domingo, en las misas los curas rogaban por su Caudillo; la defensa del franquismo estuvo en cada plegaria, en cada rezo, en cada discurso y en cada púlpito. La Iglesia española controlaba casi la mitad de la prensa de la época y jamás enunciaron una sola palabra crítica hacia los desmanes del régimen.

Al comienzo de la guerra mundial los alemanes se aprovecharon enseguida del nacionalismo croata para crear un Estado títere en Croacia, con un filonazi -Pavelic- como presidente, que incluso envió tropas al frente soviético para luchar contra el Ejército Rojo. Los problemas empezaron a surgir pronto con las milicias que quedaron en Croacia: los ustachis. 

Fanáticos y violentos, los ustachis católicos de Pavelic comenzaron a hostigar a serbios y judíos. Los sacerdotes católicos cambiaron la sotana por el uniforme de los temibles escuadrones de la muerte y dirigieron los asaltos más bárbaros y brutales contra los antifascistas y, de paso, también contra otras confesiones, especialmente ortodoxos y judíos. Practicaron torturas que nunca antes se habían visto en el siglo XX. La comunidad judía protestó ante el Vaticano, que ya había recibido informes de las masacres cometidas por sus fieles.

A raíz de la ocupación alemana de Bohemia y Moravia -la actual Chequia-, Eslovaquia se independizó, convirtiéndose en un satélite de la Alemania nazi. Gobernaba el país -de mayoría católica- un partido nazi cuya cabeza era el primer ministro, Bela Tuka, pero el presidente de la República era un sacerdote católico, Josef Tiso, un reaccionario antisemita. En 1942 empezaron las deportaciones de los 80.000 judíos que había en Eslovaquia. 

En el verano de 1944 hubo una sublevación popular y, para sofocarla, entraron tropas alemanas especiales en el país. 

El Vaticano envió al sacerdote Tiso un telegrama en nombre de Pío XII en la que pedía que ajustara sus sentimientos y sus decisiones a las exigencias de su dignidad y de su condición sacerdotal. En su contestación Tiso minimizó la gravedad de lo que sucedía, dando a entender que las deportaciones tenían como destino las fábricas alemanas, e incluso se deslizaba alguna expresión antisemita. En 1947 el cura Tiso fue capturado por el Ejército Rojo y fusilado.

La oscura historia del padre Coughlin 

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Cuando en 1933 alcanzaron el poder, los nazis crearon redes de infiltración por todos los países del mundo. En Estados Unidos crearon varias organizaciones y apoyaron las que ya existían.

Pero los servicios secretos alemanes detectaron que no existía un dirigente con carisma para sus necesidades. 

En 1937 uno de los candidatos a dirigir a los nazis en Estados Unidos fue el sacerdote católico Charles E. Coughlin, dirigente de la organización fascista, denominada Frente Cristiano que hacía propaganda a favor del III Reich en Royal Oak, Michigan.

La carrera fascista del padre Coughlin comenzó en la década de los años 20 con un programa por la emisora local de radio de Detroit. Durante la Depresión (1929) se convirtió en el portavoz del incipiente movimiento fascista de Estados Unidos y dirigente de la Unión Democrática por la Justicia Social. 

Admirador confeso de la Alemania hitleriana, su política antiobrera, antisemita y de caza de brujas fue apoyada por los altos círculos capitalistas y católicos.

En 1938 el Frente Cristiano tenía ya 200.000 afiliados. 

Su revista, La Justicia Social, tenía en 1939 una circulación de 1.000.000 de lectores y, además, el sacerdote tenía programas de radio semanales con más de 47 estaciones y 4.000.000 de oyentes. 

La prensa imperialista daba amplia cobertura a la bazofia ideológica racista: por ejemplo, el 28 de noviembre de 1938 el New York Times publicó en primera plana un artículo de corte antisemita escrito por Coughlin.

El Frente cristiano, el Bund americano alemán, el Christian Mobilizers, los Camisas de plata, y otros se manifiestaban por las calles de Nueva York, Boston, Filadelfia, Cleveland, Akron y otras ciudades, agrediendo a mujeres y hombres.

El 13 de enero de 1940, el FBI detuvo a 17 miembros del Frente que planeaban asesinar a un docena de diputados, así como a judíos, y asaltar 16 oficinas de Correos, almacenes y armerías de Nueva York.

Sus municiones habían sido robadas a la Guardia Nacional. Reconocieron que Coughlin era su máximo dirigente. Como el juicio fue amañado, todos fueron absueltos.

Pero la organización de Coughlin nunca logró convertirse en el movimiento de masas que los hitlerianos pretendían para Estados Unidos.

Uno de los contactos de Coughlin era Anastase Andreivitch Vonsiatsky, antiguo funcionario zarista que tras la Revolución de Octubre en 1917 pasó a vivir en Thompsen, Connecticut. Algún día hablaremos más despacio de esto, pero por el momento diremos que en 1933 Vonsiatsky fundó el Partido Nacionalista Revolucionario Ruso cuyo emblema era la esvástica nazi. 

El cura y Vonsiastsky conspiraron con el III Reich para provocar un golpe de Estado fascista en Estados Unidos...

Pío XII, el papa nazi 

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Aunque su biografía oficial dice que nació en 1927, Ratzinger, como suelen hacer los cardenales católicos, falsificó su fecha de nacimiento para encubrir su afiliación a las Juventudes hitlerianas en 1931.

Si fuera cierto que nació en 1927, eso significa que cuando fue detenido por las tropas aliadas en mayo de 1945, tenía 17 años y llevaba ya 6 años combatiendo en el Ejército hitleriano, o sea que fue reclutado con 11 años, lo cual es absurdo.

Tampoco es cierto que le afiliaron a la fuerza Juventudes hitlerianas sino que ingresó voluntariamente porque en 1931 los nazis aún no estaban en el poder. 

La afiliación forzosa llegó después.

Otra mentira del Vaticano: que desertó de la Wehrmacht... Nada de esto puede extrañar porque los antecedentes nazis de los papas son evidentes. 

El caso de Pio XII sólo fue el más escandaloso porque le tocó reinar en plena II Guerra Mundial.

Desde 1917, Eugenio Pacelli, luego conocido por el seudónimo de Pio XII, fue nuncio papal o embajador del Vaticano en Alemania. 

Su obsesión era el comunismo y por eso, más que cualquier otro, ayudó a Hitler a llegar al poder en 1933. 

Los católicos disponían en la Alemania de entonces de uno de los partidos burgueses más fuertes, el Zentrum, que contribuyó a abrir el camino hacia el gobierno a los nazis.

Según sus propias palabras, era abiertamente antisemita. Había llegado al Vaticano en 1901, a la edad de 24 años, reclutado para especializarse en cuestiones internacionales. 

Tras la I Guerra Mundial, a la edad de 41 años, ya arzobispo, Pacelli partió hacia Munich como nuncio papal.

Recorrió Alemania, destruída por la guerra. 

Presenció la revolución proletaria en Munich en 1918. En una carta a Gasparri, Pacelli describió así los acontecimientos: 

Un ejército de trabajadores corría de un lado a otro, dándo órdenes, y en el medio, una pandilla de mujeres jóvenes, de dudosa apariencia, judías como todos los demás, daba vueltas por las salas con sonrisas provocativas, degradantes y sugestivas.

La jefa de esa pandilla de mujeres era la amante de Levien [dirigente obrero de Munich], una jóven mujer rusa, judía y divorciada [...] 

Este Levien es un hombre jóven, de unos 30 ó 35 años, también ruso y judío. Pálido, sucio, con ojos vacíos, voz ronca, vulgar, repulsivo, con una cara a la vez inteligente y taimada.

Hitler, que había logrado su primer gran triunfo en las elecciones de 1930, necesiaba un acuerdo con el Vaticano. 

Tras su ascenso al poder en enero de 1933, dio prioridad a su negociación con Pacelli y pocos meses después se firmó el concordato que dio al Führer gran prestigio internacional en el preciso momento en que se convertía en la cabeza del Estado.

A cambio, Pacelli colaboró en la retirada de los católicos de la actividad política y social para dejar la manos libres a los nazis.

El 14 de julio de 1933, Hitler dijo a su gobierno que el concordato había creado una atmósfera de confianza especialmente significativa en la lucha urgente contra el judaísmo internacional. Aseguraba que la Iglesia Católica le había dado su bendición pública, dentro del país y fuera de él. Goebbels y su equipo de propaganda lanzaron el mensaje a los cuatro vientos: la Santa Sede aprobaba la política nacional-socialista. 

El Concordato entre Hitler y el Vaticano creó un clima ideal para el exterminio de todos los antifascistas.

Pacelli y el Vaticano nada dijeron de la quema del Reichstag, que imputaron falsamente a Dimitrov y a la III Internacional, y silenciaron la persecución de todos los antifascistas. 

A medida que las persecuciones crecían en Alemania, Pacelli no se quejó y las respaldó al afirmar que la criminal política del III Reich era un asunto interno de Alemania.

La relación de los católicos -una minoría en Alemania- con los nazis no es que fuera buena: era íntima; cada 20 de abril, cumpleaños de Hitler, el cardenal Bertram en Berlín enviaba sus más calurosas felicitaciones al Führer en nombre de los obispos y las diósesis de Alemania con las fervientes plegarias que los católicos de Alemania envían al cielo desde sus altares.

En enero de 1937, tres cardenales y dos obispos alemanes viajaron al Vaticano para protestar contra la persecución nazi de la Iglesia Católica, a la que se le había suprimido la actividad pública. 

Ellos ignoraban los acuerdos entre bastidores para sacar a los católicos de la vida política y dejar la manos libres a los nazis. 

Pío XI lanzó entonces una encíclica, escrita bajo la inspiración de Pacelli, ya secretario de Estado del Vaticano, donde no había ninguna condena explícita de la represión, las persecuciones y el racismo.

Tras la anexión de Austria en 1938, Hitler -austríaco de nacimiento- llegó a Viena, se entrevistó con el cardenal Innitzer quien pidió que se acogiera la anexión con buena voluntad, e incluyó, como se lo había pedido el Führer, que las organizaciones juveniles católicas se prepararan para incorporarse a las del III Reich.

Pocos días después Innitzer encabezaba una declaración del episcopado austríaco en la que se daba la bienvenida y se ensalzaba al nacional-socialismo alemán.

En el verano de 1938, mientras agonizaba, Pio XI se preocupó de justificar el antisemitismo en Europa y encargó la redacción de otra encíclica dedicada al tema. 

El texto, que nunca vió la luz del día, se descubrió hace poco. Lo escribieron tres jesuitas, pero presumiblemente Pacelli estuvo a cargo del proyecto. 

Se iba a llamar Humani Generis Unitas (La unión de las razas humanas) y estaba llena de aquel racismo simplón que Pacelli había demostrado siempre en Alemania. 

Los judios, dice el texto, eran responsables de su destino; dios los había elegido, pero ellos se negaron y mataron a Cristo y cegados por su sueño de triunfo mundial y éxito materialista se merecían la ruina material y espiritual que se habían echado sobre sí mismos.

El documento añadía que no se podía defender a los judíos como exígen los principios de humanidad cristianos porque podría conllevar el riesgo inaceptable de caer en la trampa de la política secular.

La encíclica llegó a Roma a finales de 1938 pero no se sabe por qué, no fue elevada a Pío XI. Pacelli, convertido en el papa Pío XII el 12 de marzo de 1939, ocultó el documento en los archivos secretos y les dijo a los cardenales alemanes que iba a mantener relaciones diplomáticas cordiales con Hitler.

Estaba convencido de que los judíos se habían procurado su suerte: intervenir a su favor sólo podía llevar a la Iglesia católica hacia coaliciones con fuerzas hostiles al Vaticano.

Lo mejor era seguir aliados al Eje fascista.

Naturalmente, al papa Pío XII y a toda la Iglesia católica, la suerte de los comunistas y antifascistas les importaba un bledo, por más que les arrancasen el pellejo a tiras en los campos de concentración.

Tras los antifascistas, en diciembre de 1941 las deportaciones de judíos a campos de exterminio comenzaron y Pacelli conocía bien los planes nazis para exterminar a los judíos de toda Europa.

A lo largo de 1942, recibió información fiable sobre los detalles de la solución final provista por los británicos, franceses y norteamericanos en el Vaticano. 

El 17 de marzo de 1942, representantes de las organizaciones judías reunidos en Suiza le enviaron un memorándum a través del nuncio papal en Berna, donde detallaban las violentas medidas antisemitas en Alemania y en los territorios ocupados. 

El informe fue excluído de los documentos de la época de la guerra que el Vaticano publicó entre 1965 y 1981.

En septiembre de 1942, el presidente norteamericano Franklin Roosevelt envió a su representante personal, Mylon Taylor, a que le pediera a Pacelli una declaración contra el exterminio de los judíos. 

El papa se negó a hablar porque debía estar por encima las partes beligerantes.

El 24 de diciembre de 1942, finalmente, habló de aquellos cientos de miles que, sin culpa propia, a veces sólo por su nacionalidad o raza, reciben la marca de la muerte o la extinción gradual. 

Esa fue su denuncia pública más fuerte de un exterminio brutal.

Durante toda la guerra guardó silencio y quien calla otorga. Pero cuando en 1943 empezaron a caer las primeras bombas en la mismísima Roma, Pio XII rompió su silencio y pensando en la seguridad y preservación del Vaticano, se apresuró a declarar a Roma ciudad santa.

Para entonces ya habían muerto millones de personas, pero al papa no le importaba más que su Vaticano. 

Sus apariciones públicas se hicieron cada vez más frecuentes e implorando al cielo, llamaba a la paz; así como suena.

Los paracaidistas de la Wehrmacht y la Gestapo cuidaron de que el Vaticano siguiera siendo un oasis en medio de la destrucción y la muerte. 

Ellos hicieron de guardaespldas de Pio XII. Delante de sus narices más de mil judíos romanos fueron deportados por los alemanes sin que se supiera más nada de ellos. 

En una Italia sumida en el caos, con tres gobiernos paralelos, Roma había sido abandonada por los miembros del gobierno e incluso por el Rey. 

Mussolini gobernaba desde el norte en Saló, Badoglio y el Rey estaban en el sur en Bari con los aliados y el resto de Italia estaba conociendo el rigor de los nazis que trataban a los italianos como traidores. 

Roma que hasta 1943, había vivido la guerra en una isla, ahora padecía en carne propia el ruido de los aviones y el espantoso efecto de las bombas. Barrios enteros se transformaban en segundos en un cúmulo de desperdicios.

Pio XII desde sus ventanas del Vaticano asistía junto a la curia y las monjas de servicio a algo que hasta entonces había sido impensable. 

Los aliados no respetaban a Roma, la ciudad milenaria y cuna de la cristiandad. Si no se paraban, el Vaticano también iba a ser víctima de las bombas aliadas o del saqueo nazi.

Pero hay algo peor. Tras la liberación de Roma, Pio XII pronunció su superioridad moral retrospectiva por haber hablado y actuado a favor de los judíos. 

Ante un grupo de palestinos, dijo el 3 de agosto de 1946: Desaprobamos todo uso de fuerza [...] como en el pasado condenamos en varias ocasiones las persecuciones que el fanatismo antisemita infligió al pueblo hebreo. 

Su autoexculpación grandilocuente un año después del fin de la guerra demostró que no sólo fue el papa ideal para la solución final nazi, sino que también un hipócrita.

Durante la guerra fría, hasta que murió en 1958, el mandato de Pio XII se caracterizó por el respaldo fanático que dio a la Guerra Fría contra la URSS.

Lucky Luciano y el general Patton: al asalto de Sicila

Tras la derrota del África Korps en Túnez el 10 de julio de 1943, los aliados se dispusieron a invadir Sicilia a las órdenes del general Patton. 

Pero los planes iban más allá: ¿quién se haría cargo del gobierno en Italia tras la liberación? 

La burguesía italiana estaba comprometida con los fascistas, la única fuerza política eran los comunistas y éstos tenían las armas en la mano. 

Los yanquis planean reconstruir el Estado italiano en la posguerra sobre tres ejes: el Vaticano, la mafia y ellos mismos, los imperialistas estadounidenses a través de la OTAN y su sucursal gladio.

Por eso al general Patton le acompaña el hampón Lucky Luciano, liberado de la cárcel expresamente para esta operación rocambolesca. 

La mafia colaboraría con la invasión a cambio de la liberación de Lucky Luciano, el padrino de todos los padrinos.

Nacido en Sicilia en 1897, radicado en Estados Unidos desde 1906 y muerto de infarto en 1962, Salvatore Lucania, alias Lucky Luciano, había sido condenado en 1936 a una pena de 30 a 50 años de prisión por trata de blancas.

¿Cuál es el trueque? A cambio de su colaboración, la mafia impediría las huelgas en el puerto de Nueva York, apoyarían a Patton en el desembarco en Sicilia y obtendrían inmunidad para sus actividades. 

¿Quiénes negocian? Uno, Maier Suchowljansky, alias Meyer Lansky, nacido en 1902 en Grodno, la Polonia zarista y cerebro financiero de Luciano. Dos, el senador Estes Kefauver que, tras la guerra, fue presidente de la comisión antimafia del Senado de Estados Unidos. 

Tres, el gobernador Dewey que había sido fiscal en el juicio contra Luciano. Cuatro, el OSS de Donovan, el contraespionaje.

Esto no es un hecho aislado en la política imperialista. La organización del narcotráfico tiene una relación directa con el final de la II Guerra Mundial, la guerra fría y los intentos de contener el avance comunista.

En los años cincuenta, la CIA estableció un acuerdo parecido con la mafia corsa que, tras la salida de Francia de Vietnam, había perdido el control de la producción de opio, que había caído en manos de la CIA. 

¿El trueque? La CIA entregaba el comercio de heroína a los corsos y éstos liquidaban a los sindicatos obreros y al Partido Comunista en Marsella. La inmunidad les permitió montar varias refinerías de heroina en la zona de Marsella: había nacido la French Connection.

Volvamos a Siclia y al año 1943. El contacto entre el Ejército de Estados Unidos y la mafia fue el coronel Charles Poletti, de ascendencia italiana y amistades mafiosas en Estados Unidos. El 15 por ciento de las tropas de asalto eran de origen siciliano. 

Sir William Stepherson, italiano de origen y teniente coronel de la Sección de Operaciones Especiales del Ejército británico, se hizo cargo de organizar y adiestrar a los sicilianos en técnicas de guerrilla y sabotaje. Muchos de aquellos reclutados también formaban parte de la mafia.

Los norteamericanos liberaron a los presos antifascistas de la cárcel de Ucciardone (Palermo) y del penal de la isla de Pantellería y, junto a ellos, salieron también los mafiosos.

Nombraron como alcalde de Villalba al padrino Calogero Vizzini y de Misilmeri al padrino Genco Russo, de Bologueta a Serafino de Peri, el terror de Nápoles durante varios años. La Iglesia bendijo tales nombramientos.

Los norteamericanos llegaron a plantearse la independencia de Sicilia para entregársela al anticomunismo feroz de la mafiosos. 

El contrabandista Salvatore Giuliano, tras mantener a raya a dos divisiones alemanas con una dotación de 200 guerrileros, fue nombrado coronel por el Servicio Militar de Información. También él soñaba con la separación de Sicilia del resto de Italia, y su banda integró el Movimiento Independentista Siciliano. 

Feroz anticomunista, mandó una carta al presidente Truman deseando convertir a Sicilia en un Estado más de los Estados Unidos para preservarla de la terrible Rusia.

El 1 de mayo de 1947, su banda, apostada en las montañas cercanas al valle de Portella della Ginestra, donde se concentró un gran número de campesinos para festejar el Día de la Clase Obrera, abrió fuego y asesinó a una docena de trabajadores antifascistas.

El presidente de la comisión italiana antimafia responde a un periodista que le requiere la causa por la cual durante 23 años no se detuvo a Toto Riina: La primera, indirecta, es el cambio de la situación internacional. El fin de los bloques ha quitado todo alivio político a las actividades de la Mafia, que siempre ha sido una importante fuerza anticomunista.

Gelli, la logia P2, la red gladio y el Vaticano 



Ya hemos dicho aquí la manera en que Estados Unidos recuperó a los viejos nazis para la política de la posguerra no sólo contra la URSS sino también para los países occidentales, entre ellos Italia. 

Ya dijimos cómo a través del príncipe Valerio Borghese, director de la Decima Mas, reciclaron a los viejos pistoleros fascistas. Pero no dijimos que entre ellos estaba Licio Gelli...

La carrera política de Licio Gelli comenzó en España como voluntario de las Camisas Negras enviadas por Benito Mussolini a la guerra civil en apoyo del alzamiento del criminal Franco.

Agente de la Italia fascista durante los años de la II Guerra Mundial y Oberleutnant de las SS, tras la Guerra Civil española fue enviado como enlace a Alemania, donde actuó como interlocutor con los oficiales del III Reich y el X2 de la OSS estadounidense (antecedente de la CIA).

Su experiencia en inteligencia llevó a que su jefe Borghese le traspasara a la CIA tras la guerra, interesada en contener el desarrollo de los comunistas en toda Europa.

Su caso no es el único. Umberto Ortolani es otro ejemplo de la misma especie. 

Durante la II Guerra Mundial, Ortolani fue uno de los jefes del servicio de inteligencia militar fascista especializado en contraespionaje. 

Era un abogado católico, miembro de la logia P2 y con mucha influencia en el Vaticano.

Gelli creó la logia masónica Propaganda Due para dirigir la guerra política contra el comunismo en Italia. 

El viejo pistolero fascista se convirtió en el personaje central del dispositivo secreto del Pentágono.

A través suyo se tejieron los hilos de Gladio que le permitieron convertirse en uno de los provocadores anticomunistas más señalados de la Guerra Fría época en la que, a la sombra, permaneció vinculado al Vaticano y a distintos sectores del poder en Italia. 

Asistió a las ceremonias de investidura de los presidentes estadounidenses Bush (padre), Carter y Reagan.

En 1993, cinco ex presidentes de gobierno, un montón de ministros y más de 3.000 políticos y empresarios fueron acusados, procesados o condenados por corrupción y asociación con la mafia.

Entre ellos había también numerosos militares, funcionarios del gobierno y obispos. 

Uno de los implicados, Francesco Madonia, jefe de la Democracia Cristiana, cayó abatido a tiros tras la confirmación de la sentencia. 

Toda la cúpula de las fuerzas armadas y de los servicios secretos italianos estuvo asociada a la logia P2. 

Según el periodista alemán Jürgen Roth, desde 1983 Bettino Craxi, ex presidente italiano socialista, también fue corrompido con millones de dólares de la P2. 

De acuerdo con los planes de la P2, en sus cuatro años en el cargo aseguró mediante decretos del Gobierno, entre otras cosas, el imperio mediático del miembro de la P2, Silvio Berlusconi.

Gelli fue acusado de ejercer un papel fundamental en gladio, así como de espionaje, sabotaje y chantaje, para lo cual recibió enormes sumas de dinero de la CIA que iban a parar a su bolsillo y al de su logia P2 a través del agente estadounidense Richard Brenneke. 

Ese dinero era utilizado para financiar operaciones especiales de la CIA así como el terrorismo fascista en los años setenta, cuyo origen eran el tráfico de drogas y de armas controlado por la agencia norteamericana.

Ante la magnitud del escándalo, el parlamento italiano designó una comisión que trabajó durante dos años, con la ayuda de 40 comisarios especializados en el crimen organizado, para desenredar los hilos. 

El 20 de mayo de 1984 se publicó el texto del informe de la Comisión, llamado Informe Anselmi, en la revista L'Espresso. 

Es la síntesis de unas 500.000 páginas de documentos, testimonios y declaraciones acumuladas por los investigadores, que ocupan un salón entero del Parlamento italiano custodiado día y noche por guardias armados. 

El Informe revela también los crímenes cometidos y las conspiraciones de golpe de Estado fascista en Italia (Operación Rosa de los Vientos).

Al destaparse gladio en 1990, el escándalo llevó a la prohibición de las sociedades secretas, entre ellas la masonería, en Italia. 

La logia fue aparentemente disuelta y sus miembros acusados ante los tribunales por su implicación en varias tentativas de golpe de Estado fascista. 

En todas ellas estaba directamente implicado el Vaticano. Pero nadie se atrevió ni siquiera a sugerir la disolución de la Iglesia católica. 

Sin embargo, los vínculos entre la logia P2 y el Vaticano son de dominio público.

En septiembre de 1978, Mino Pecorelli, antiguo miembro de la logia P2, había escrito un artículo titulado 

El Gran Alojamiento del Vaticano, dando los nombres de 121 masones dentro del Vaticano. La lista estaba integrada por cardenales, obispos, y prelados de alto rango.

Los nombres de Jean Villot, su Ministro de Asuntos Exteriores, el cardenal Paul Marcinkus, jefe del Banco del Vaticano, y Pasquale Macchi, su secretario personal estaban en la lista.

Pecorelli fue asesinado a tiros el 20 de marzo de 1979...

La mafia y el Vaticano

La alianza Vaticano-EEUU-masonería-Cosa Nostra se gestó, pues, al comienzo de la Guerra Fría. 

La mafia siciliana fue una especie de gobierno secreto estadounidense, impulsado por la necesidad de enfrentar al enemigo común, de impedir por todos los medios la extensión del comunismo en Europa. 

A cambio, la mafia italo-norteamericana utilizaba el Instituto para las Obras de Religión (también llamado Banco Vaticano) para blanquear dinero sucio procedente del tráfico de drogas y de armas, así como de otras actividades criminales.

Las investigaciones del proceso mafia-P2, emprendido en Italia a principios de los años ochenta, demostraron que el Vaticano sirvió durante más de una década como paraíso fiscal. 

La logia P2 utilizaba los servicios del Banco Vaticano para enviar el dinero a cuentas en Sudamérica (sobre todo a Argentina) y Centroamérica. 

Una gran parte de las operaciones del Contra-Gate (dirigida por el entonces vicepresidente de Reagan, George Bush, padre del actual presidente) se realizó mediante las redes financieras de la mafia italo-norteamericana respaldadas por el Vaticano.

El Banco Vaticano estaba muy estrechamente vinculado al Banco Ambrosiano, propiedad de Roberto Calvi. A comienzos de los setenta, Calvi había comenzado una exitosa ascensión en el mundo de las finanzas italianas de la mano de su padrino, Michele Sindona, miembro relevante de la logia P2 y banquero de la Cosa Nostra desde 1957. 

El Papa Pablo VI nombró a Sindona Consejero Financiero del Vaticano y la investigación del juez Ferdinando Imposimato demostró más tarde que fue escogido con conocimiento de causa por la Santa Sede.

El Banco Ambrosiano fue un trampolín al servicio de la CIA y la mafia para distribuir cantidades astronómicas de divisas a los escuadrones de la muerte controlados por la CIA, con la complicidad de las ventajas fiscales y la opacidad del Vaticano.

Sindona introdujo a Calvi en los círculos del poder vaticano, en asociación con monseñor Marcinkus, uno de los más firmes aliados de la mafia italo-norteamericana en el Vaticano. La conexión Banco Ambrosiano-Banco Vaticano fue también la vía a través de la cual Licio Gelli ingresó en el núcleo de personas influyentes dentro de la Santa Sede.

En relación con esto Pablo VI confesó a un cardenal: El humo de Satanás entró en la Iglesia.

Cuando en los años ochenta estalló el escándalo del Banco Ambrosiano, la Santa Sede se excusó diciendo haber sido víctima de Sindona. Pero no fue así: para financiar su expansión imperialista, Pablo VI aceptó hacer una alianza con la mafia que le proporcionaba dinero fresco en cantidad abundante. Después que las cuentas y deudas del Banco Ambrosiano fueran canceladas, la Santa Sede se esforzó en hacer creer a la opinión pública que la situación había sido saneada. La investigación llevada por el Inside Fraud Bulletin demuestra que tampoco es así.

Además del Vaticano y la mafia, en la quiebra fraudulenta del Banco Ambrosiano estaba con ellos la logia P2 de Licio Gelli. Así se financiaron muchas de las matanzas cometidas por los fascistas en Italia, en España y en América del sur y central en los años setenta y principios de los ochenta.

Esas fabulosas sumas de dinero fueron canalizadas a través de paraísos fiscales como Panamá o Nassau, que después servirían para financiar todo tipo de operaciones secretas (asesinatos de militantes y dirigentes progresistas, golpes de Estado, desestabilización de gobiernos, etc.).

El ex dictador panameño Noriega, un agente de la CIA que integraba la logia mafiosa, intentó sin suerte que el Vaticano intercediera para su liberación tras ser derrocado de la presidencia de Panamá.

Desde el final de la guerra mundial, el Banco del Vaticano encubre numerosas operaciones internacionales de blanqueo de dinero de gran envergadura. Si entonces fueron fondos expoliados por los nazis, luego fueron las guerras encubiertas de la CIA y el dinero sucio del crimen organizado.

El Banco del Vaticano es una de las diez principales plazas financieras más frecuentemente utilizadas para el blanqueo de dinero. Es el principal destino de más de 55 mil millones de dólares de dinero sucio italiano, colocándose de este modo en la octava posición de los destinos más utilizadas a través del mundo para el blanqueo del dinero sucio, muy por delante de los paraísos fiscales como Bahamas, Suiza o Liechtenstein.

Una investigación reciente del diario inglés London Telegraph menciona al Vaticano como uno de los principales Estados cut out como los otros ya existentes en paraísos fiscales como Nauru, Macao y la isla Mauricio. Un Estado cut out es un Estado cuya legislación sobre el secreto bancario impide toda posibilidad de rastrear o encontrar una pista sobre los orígenes de los fondos financieros que son depositados o se colocan allí.

A diferencia de otros paraísos fiscales, el blanqueo de dinero en el Vaticano no se lleva a cabo por los bancos privados extranjeros que operan allí, sino por el Banco oficial, el Istituto per le opere di religione, que está reconocido por el Bank for Internationl Settlements y que, desde enero 2002, tiene autorización para emitir euros vaticanos, a pesar que el Vaticano no es miembro de la Unión Europea.

En el caso Alperin contra el Banco del Vaticano que se sigue en San Fracisco, el abogado del Banco, Franzo Grande Stevens declaró bajo juramento ante el tribunal que el Banco del Vaticano está bajo el control del papa y que los registros del Banco no son conservados más allá de un período de diez años.

Las pruebas se acumulan y tienden a demostrar que las actividades del banco se asemejan más a actos de piratería que a de obras de caridad.

Marcinkus: el banquero de dios
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En 1972 se produce un hecho decisivo: el cardenal Marcinkus vende la Banca Católica del Véneto al Banco Ambrosiano de Roberto Calvi sin consultar al obispado de la región, con tan mala suerte para todos que el obispo era el cardenal Albino Luciani, que llegaría a papa seis años después con el seudónimo de Juan Pablo I.

Cuando Luciani se entera, pide entrevistarse inmediatamente con Marcinkus y se produce un enfrentamiento brutal entre ambos, lo cual significa un enfrentamiento con la CIA, la mafia, la logia P2, gladio, la OTAN, en fin con todo el poder tan sólidamente establecido desde 1945.

Por su parte Luciani se da cuenta de que las cosas están mucho peor de lo que cabía imaginar, de que la corrupción ha gangrenado todo el dispositivo vaticano, enredándole en los más mezquinos asuntos que, por lo demás, están a punto de reventar.

Además, el secretario de Estado del Vaticano, Giovanni Benelli, el hombre de confianza de Pablo VI, le informa a Luciani de la existencia de un acuerdo secreto entre Roberto Calvi, Michele Sindona y Marcinkus para aprovechar el amplio margen de maniobra que tenía el Vaticano para realizar evasiones de impuestos y movimientos de divisas.

Pero ¿quién es exactamente Marcinkus?

Nacido el 15 de enero de 1922 cerca de Chicago, Paul Marcinkus se ordenó sacerdote en 1947 y fue adscrito al Ministerio de Asuntos Exteriores del Vaticano.

En 1964 fue guardaespaldas del Papa Pablo VI, su consejero de seguridad y, sobre todo, confidente del secretario del Papa, Pasquale Macchi, miembro de la logia P2. Pablo VI le nombró obispo y luego secretario del Banco Vaticano.

Su mentor era John Patrick Cody, obispo de Chicago desde 1965. Cody había pasado un tiempo en Roma, trabajando en el Colegio Norteamericano y posteriormente en la Secretaría de Estado, convirtiéndose en un hombre muy próximo a Pío XII y al futuro Pablo VI.

De regreso a Estados Unidos a principios de los años setenta, Cody canalizaba la mayor parte de las inversiones del Vaticano en la bolsa estadounidense a tavés del Banco Illinois Continental, en Chicago. Cody y Marcinkus eran amigos y trabajaron estrechamente en estas transacciones bancarias. 

Cody desviaba los dólares de Chicago a Polonia vía Vaticano, lo que siempre fue muy apreciado por el papa polaco, que se convirtió en su más fiel valedor. 

En todas sus diócesis el obispo Cody desviaba los fondos a la cuenta de una amante, de manera que por donde pasó (las diócesis de Nueva Orleans y Kansas) dejó un reguero de estafas.

En 1970 invirtió ilegalmente dos millones de dólares en acciones de Penn Central y sólo unos días más tarde la empresa quebró. 

En 1973 fue investigado por el FBI por su participación directa en el lavado de dinero de la mafia por el Banco Vaticano.

En enero de 1981 un Jurado Federal citó a Cody para comprobar sus archivos financieros pero el obispo rechazó la petición. 

En septiembre, el Chicago Sun Times publico una colección de graves crímenes cometidos por el obispo. En abril de 1982 murió y, con él, la investigación sobre sus crimenes.

Sindona le presentó a Calvi a Marcinkus en 1971, entablando relaciones muy estrechas entre los tres.

Una de las ramificaciones de Banco Ambrosiano en Nassau tiene a Marcinkus en su Consejo de Administración. 

A comienzos de 1980 el Vaticano tuvo que prohibir expresamente que Marcinkus y los cardenales Giuseppe Caprio y Segio Guerri declaren a favor de Sindona, que estaba siendo juzgado en Estados Unidos por de estafa, conspiración y malversación de fondos relacionados con la quiebra del Franklin National Bank.

Marcinkus decidió comprar acciones a grandes multinacionales como Coca Cola, IMB o ITT y revenderlas en bolsa con beneficios pero, según cuenta Richard Hammer en su obra The Vatican Connection, para hacer más fructíferas esas inversiones, recurrieron a falsificaciones de la mafia norteamericana. Sin embargo, los duplicados fueron tan malos que no lograron convencer a ningún comprador.

Marcinkus nunca fue a la cárcel gracias a la protección diplomática del Vaticano.

El secretario de Estado, Henry Kissinger, estaba a punto de solicitar la extradición de Marcinkus cuando estalló el escándalo Watergate. Ni siquiera fue removido de sus cargos. 

Es más, Wojtyla le ascendió: era un hombre muy agradecido y sabia devolver los favores.

Juan Pablo I: envenenado en 1978

Desde el primer tropiezo de Luciani con Marcinkus en 1972 hasta la elección de Luciani como papa en 1978, transcurren sólo seis años.

El 27 de agosto de 1978, gracias al trabajo entre bastidores realizado por Bennelli, más del 80 por ciento de los votos de los cardenales se inclinan a favor de Luciani, lo que provoca la indignación de los cardenales más reaccionarios, vinculados al imperialismo estadounidense, la mafia y el lavado de dinero, que se habían quedado en minoría en la defensa de su hombre fuerte, el polaco Karol Wojtyla. 

El secretario de Estado del Vaticano Jean Villot, un operador de Washington y de la mafia financiera en la Santa Sede declaraba públicamente antes del ascenso de Luciani: He encontrado al futuro papa: será el cardenal Wojtyla.

Se quivocó. Nada más acceder a la cúside de la Iglesia, el nuevo papa Juan Pablo I decide destituir a Marcinkus: otro golpe a la mafia y a los imperialistas de la Casa Blanca. Todo esto sonaba a depuración, a saneamiento de la cloacas y, ante ello, en Washington se echan a temblar.

Luciani chocaba con los intereses enquistados en la cúpula del Vaticano, de los cuales se valía Washington para consolidar su alianza con la Iglesia Católica. Existía el riesgo de que las sólidas conexiones financieras y políticas de la mafia italo-norteamericana en el Vaticano quedaran cortadas de raíz .

Bajo la batuta del arzobispo genovés Giussepe Siri, la Casa Blanca había recorrido los pasillos intrigando para imponer a su candidato, el polaco Karol Wojtyla, y siguieron conspirando tras la fumata blanca para derribar a Luciani, que se disponía a revisar la estructura de la Curia, corroída por los servicios de inteligencia estadounidenses asentados en Roma. Según relata Camilo Bassoto, periodista veneciano y amigo personal de Juan Pablo I, Luciani pensaba tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la masonería y la mafia.

Luciani sólo duró 33 días en su pontificado, los suficientes para dar lugar a una conspiración contra su vida. Se convirtió inmediatamente en el hombre que debía morir. 

El 28 de septiembre de 1978 Juan Pablo I firmó el relevo de Marcinkus como jefe del Banco Vaticano por el cardenal Abbo. A las 6'45 de la mañana del día siguiente apareció muerto en su cama. 

En ese momento Marcinkus se encontraba en el patio cercano al Banco del Vaticano pero su residencia no estaba dentro de Vaticano sino a 20 minutos de allí. Su presencia en el Vaticano a aquella hora nunca ha sido explicada porque no era precisamente muy madrugador.

Todo parece indicar que utilizaron una dosis extremadamente fuerte de un vasodilatador, Effortil o Cortiplex. Le encontraron muerto con papeles sobre las destituciones que iba a efectuar e informes sobre actividades de la Banca Vaticana dispersos encima de la colcha y por el suelo.

Su muerte no fue pues instantánea, ni estando dormido. Cuando llamaron al siniestro cardenal Villot, se apoderó inmediatamente de todos los papeles antes de interesarse por el difunto papa. 

Luciani tenía siempre junto a su cama un frasco de Efortil, medicamento que le regulaba la baja tensión arterial: Villot lo hizo retirar inmediatamente.

23 días antes de su fallecimiento Luciani había tomado té en el Vaticano con el metropolitano Nikodim, patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa de Leningrado. 

Por cortesía, esperó a que el patriarca ruso empezase a beber antes que él y, cuando iba a llevar sus labios a la taza, vio cómo el patriarca se desplomó muerto. Nadie analizó el té. 

¿Intentaron asesinar a Juan Pablo I y el sirviente confundió las tazas? La Iglesia católica contabiliza 40 asesinatos pontificios, muchos de ellos por envenenamiento...

Tras la muerte de Luciani en su condición de secretario de Estado, Villot tomó las riendas del Vaticano y su conducta sospechosa atrajo enseguida la atención de la prensa, que reclamó una autopsia. Villot se negó también. Murió sólo seis meses después del papa...

Era el comienzo de un sangriento rosario de cadáveres:

→ el 29 de enero de 1979 fue asesinado el magistrado de Milán Alessandrini, que investigaba el caso de Banco Ambrosiano

→ en marzo de 1979 fue asesinado un periodista que estaba investigando los negocios de Sindona y la conexión vaticana con el narcotráfico y la mafia

→ el 11 de julio de 1979 fue asesinado Giorgo Ambrosoli poco después de que declarara sobre los vínculos que mantenía Sindona con el Banco Ambrosiano de Milán dirigido por Roberto Calvi, así como con Marcinkus y la logia P2. 

Ambrosoli era un abogado que había investigado a Sindona durante 5 años acumulando numerosas pruebas en su contra

→ pocos días después fue asesinado el teniente coronel Antonio Varisco, jefe de Seguridad de Roma que había interrogado a Ambrosioli

→ en octubre de ese año explota una bomba en el apartamento de Enrico Cuccia, director de Mediobanca que había declarado oír a Sindona amenazar de muerte a Giorgio Ambrosioli

→ en mayo de 1980 Sindona intenta suicidarse en la cárcel y en junio es condenado a 25 años de prisión

→ Roberto Calvi intenta suicidarse en la cárcel, a donde va a parar acusado de estafa; la Banca Vaticana asume la deuda de más de 1.000 millones de dólares que habían contraído varios Bancos controlados por Calvi

→ en abril de 1982 intentan asesinar a Roberto Rosone, director general del Banco Ambrosiano que estaba intentando limpiarlo

→ el 18 de junio de 1982 Roberto Calvi se ahorca en el puente Blackfriars de Londes y días más tarde se descubre un agujero de 1.300 millones de dólares en el Banco Ambrosiano de Milán

→ en octubre de 1982 Giuseppe Dellacha, ejecutivo del Banco Ambrosiano se cae por una ventana del Banco

→ a finales de 1983 Michele Sindona es encontrado muerto, envenenado, en la cárcel de máxima seguridad italiana de Voghera, a donde había sido extraditado desde Nueva York

El magnicidio de Luciani fue preparado por la CIA para poner en su lugar al papa polaco con el que pensaban atacar a los países del este de Europa. Fue el inicio del desmantelamiento del telón de acero. 

El papa fue envenenado el 28 de septiembre de 1978. 

Fue otra amenaza

http://argentina.indymedia.org/news/2005/05/289593.php

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