Messi, Ronaldo y Neymar producen dentro de la sociedad, como individuos sociales; solo son lo que son en sociedad, fuera de ella no son nada.
Dejados a su merced, en una isla abandonada, no sabrían incluso que pudiera existir algo llamado fútbol.
Pero en la sociedad en la que vivimos, dominada por el sistema capitalista, sistema enajenador donde los haya, este carácter social de sus personalidades se presenta como un medio para objetivar su individualidad.
Y en vez de mostrar su reconocimiento a la sociedad que los ha creado, Messi, Neymar y Ronaldo invierten la relación, exigiendo a la sociedad que agradezcan la existencia de su individualidad y de su actividad, como si lo que produjeran fuera fruto del aspecto privado de su individualidad y no de su aspecto social.
Por Francisco Umpiérrez Sanchéz
“El interés general o común no es cabalmente otra cosa que la universalidad de los intereses egoístas”. Karl Marx.
El imperio del mercado es el imperio del valor de cambio. Y el valor de cambio es la manifestación de la división del trabajo.
Y la división del trabajo concebida como interrelación e interdependencia significa que todos dependemos de todos, que todos trabajamos para todos, que todos satisfacemos las necesidades ajenas.
Pero esta división del trabajo está organizada de modo capitalista, de modo que en esto de todos trabajamos para todos hay algunos que se llevan mucho más de lo que entregan.
Los futbolistas de élite trabajan para los demás, producen un espectáculo que satisface las necesidades de entretenimiento y enajenación de la gente, pero ingresan a cambio demasiado dinero. Eso implica que muchos trabajan para ellos o entregan a cambio más de lo que reciben.
Uno de los secretos del enriquecimiento de los futbolistas de élite está en el modo de consumo, el hecho de que un solo producto, un partido de fútbol, pueda ser consumido de forma simultánea por millones de personas. Pero en el fútbol todo lo irracional e injusto se ha vuelto natural.
El traspaso de Neymar al PSG ha costado 220 millones de euros y el propio Neymar ganará anualmente 30 millones de euros.
Nadie se asombra y nadie hace nada, ni la izquierda llamada radical, que de continuo equivoca sus blancos.
Y la gente en general, dominada por la ideología capitalista, admira la extrema riqueza y el exorbitante lujo.
Sueñan con ese mundo.
Desean ese mundo.
Pero para eso está el Estado, la autoconciencia humana objetivada, para poner remedio a aquello que de modo natural produce enormes perjuicios a las mayorías sociales.
Así que como un solo partido de fútbol es consumido por millones de personas, el Estado puede hacer dos cosas: obligar a que la emisión de los partidos de fútbol sea gratis o imponer una carga impositiva del 90 por ciento a los ingresos de los clubes por los derechos televisivos.
Algunos se preguntan: ¿Quién decide el sueldo de Neymar?
Y los más listos, los que están en los pupitres de delante de la clase, dicen con aparente seso: el mercado.
Así el mercado, donde vendedores y compradores se encuentran, se transforma en una persona que toma decisiones.
Ese tipo de respuesta, la afirmación de que es el mercado quien decide los precios, pone de manifiesto que la persona que da esa respuesta está enajenada, trata como a una persona lo que es el resultado de las relaciones de millones de personas en estado de enajenación, esto es, en estado de no controlar la relación social que han creado.
Por eso es importante el Estado, para que hable, actúe y represente los intereses de los millones de consumidores del fútbol, y no que solo hablen los clubes de futbol y las cadenas de televisión.
Si el mercado es una relación entre personas, dichas personas pueden decidir tener un mercado más justo, esto es, más socialista y menos capitalista.
Si tenemos una educación y sanidad públicas, y esto genera tantos beneficios sociales que cualquier gran empresa lo considera un requisito imprescindible en sus inversiones, ¿por qué el entretenimiento futbolístico de las grandes masas tienen que estar en manos de crueles explotadores?
Pero hay más sabios. Son aquellos que dicen que el PSG rentabilizará la compra de los servicios de Neymar. Argumentan que ha sido “el genio” de Florentino Pérez quien ha visto en la publicidad y en la venta de camisetas la fuente de la enorme riqueza de los grandes clubes de Europa.
Y así con esos ingentes ingresos por publicidad, ventas de camisetas y derechos televisivos, las principales figuras del fútbol mundial se han transformado en dioses, en seres intocables, que rezuman riqueza y poder por todos los poros.
Pero habría que acabar con ellos, bajarlos del pedestal, convertirlos en personas corrientes; y eso solo se lograría superando al enajenación mercantil capitalista, esto es, hablando del mercado no como una cosa dotada de voluntad sino como un encuentro entre seres humanos unidos por la división del trabajo y donde nadie se debería llevar demasiado, donde el esfuerzo y trabajo de uno como es el caso de Ronaldo y Messi, no pueda equivaler al esfuerzo y trabajo de un millón de personas que vivan del salario base.
Los precios de las camisetas, al ser precios de monopolio, deberían ser precios intervenidos por el Estado, y los contratos de publicidad, que permiten a los Messi y Ronaldo ingresar injustamente grandes sumas de dinero, también tendrían que ser intervenidos por el Estado.
El 90 por ciento de esos ingresos deberían ser de propiedad pública.
Y si esto se lograra a nivel europeo, e incluso a nivel mundial, los futbolistas no se convertirían en dioses engreídos y extremadamente egoístas. Aquí hablamos del egoísmo capitalista y no del egoísmo a secas.
El egoísmo a secas significa que una persona piensa más en sí mismo que en los demás, mientras que el egoísmo capitalista significa que una persona se apropia para sí lo que es fruto de los demás. Lo que sucede es que este fenómeno, que una persona use en beneficio propio los frutos y conquistas sociales, es normal y legal en el sistema capitalista.
Y la mentalidad capitalista es de sobra la mentalidad dominante en el mundo.
Pero alejémonos de los periodistas y empresarios que viven la enajenación positiva y que no son más que unos apologistas de un sistema generador de injusticias, desigualdades y cruel explotación de masas, vayamos al encuentro de aire limpio y ganemos en visión profunda y transcendental.
Recurramos a Marx, como hacemos siempre que necesitamos descubrir la esencia del capitalismo y de la economía mercantil, vayamos a sus Grundrisse.
Y allí, en la sección titulada ¿Cómo se manifiesta la ley de la apropiación en la circulación simple?, escuchemos sus sabias y poderosas palabras.
Se pregunta Marx: “¿Cómo comprueba el individuo que su trabajo privado es un trabajo general y su producto un producto social general?”
Y responde: “Por el contenido particular de su trabajo, del valor de uso particular de éste, que es objeto de la necesidad de otro individuo, el cual ofrece a cambio de él, como equivalente, su propio producto.
Es decir, por el hecho de que su trabajo representa una particularidad dentro de la totalidad del trabajo social, una rama particular que lo complementa”.
Aquí se manifiesta el carácter profundamente dialéctico del pensamiento de Marx. ¿Cómo compruebo que mi trabajo privado es un trabajo general?
Por la particularidad, esto es, por la particularidad confirmo lo contrario de la particularidad: la generalidad.
Y esto es así porque aquí lo general significa totalidad. Y el fútbol es solo una rama particular del trabajo, no la totalidad. Los futbolistas solo nos satisfacen una necesidad, no la totalidad de las necesidades.
Pero hay más, no nos satisfacen una necesidad básica ni una necesidad fundamental, sin embargo, esta rama del trabajo, la actividad futbolística, se ha enseñoreado sobre la población y hemos dejado que así suceda. Ronaldo, Messi y Neymar necesitan del trabajo de los demás, necesitan de la totalidad del trabajo social, sin los cuales no podrían realizar su vida.
Pero sucede que el trabajo social al tener forma capitalista ha permitido que estos individuos se enseñoreen sobre la sociedad y la explote.
Así se expresa Marx en torno a esta dialéctica del trabajo social: “Solo produzco para mí al producir para la sociedad, cada uno de cuyos miembros trabaja, a su vez, para mí en otro círculo”.
Marx, más adelante, dice algo decisivo: “Los individuos producen dentro de la sociedad y para ella, como individuos sociales, pero al mismo tiempo esto se revela simplemente como un medio para objetivar su individualidad.
Y como no se hallan circunscrito dentro de una comunidad natural ni, por otra parte, encuadran la comunidad como algo conscientemente común, necesariamente tiene que existir frente a los sujetos independientes como algo también independiente, externo y fortuito, como algo que existe frente a ellos en forma de cosas”.
Esta cosa es el valor de cambio o dinero. Y ahora aclaro: Messi, Ronaldo y Neymar producen dentro de la sociedad, como individuos sociales; solo son lo que son en sociedad, fuera de ella no son nada.
Dejados a su merced, en una isla abandonada, no sabrían incluso que pudiera existir algo llamado fútbol.
Pero en la sociedad en la que vivimos, dominada por el sistema capitalista, sistema enajenador donde los haya, este carácter social de sus personalidades se presenta como un medio para objetivar su individualidad.
Y en vez de mostrar su reconocimiento a la sociedad que los ha creado, Messi, Neymar y Ronaldo invierten la relación, exigiendo a la sociedad que agradezcan la existencia de su individualidad y de su actividad, como si lo que produjeran fuera fruto del aspecto privado de su individualidad y no de su aspecto social.
El problema es que Messi, Neymar y Ronaldo no tienen conciencia de comunidad, no saben que lo que son lo son por la comunidad, y en vez de mostrar su agradecimiento a la comunidad la toman como medio para objetivar su individualidad. Puro endiosamiento.
Todos somos distintos porque todos realizamos trabajos distintos para satisfacer la necesidad social. Pero todos medimos nuestro esfuerzo con algo externo y común: el dinero. Todos los esfuerzos y los trabajos se hacen iguales en tanto se expresan en dinero.
El dinero es la expresión de nuestro ser social, nuestro ser social objetivado, el valor de cambio desarrollado, la manifestación como cosa tangible de la enorme y rica división del trabajo.
Pero por la forma capitalista de la producción sucede que hay personas como Messi y Ronaldo que su trabajo de un año se cambia por el trabajo de un millón de trabajadores que viven del salario mínimo.
La totalidad, la rica división del trabajo social, aquello mediante lo cual podemos vivir de una manera plena y variada, se convierte gracias a su forma capitalista en un cruel sistema de explotación, donde unos pocos se apropian de ingentes cantidades de riqueza mientras los muchos apenas satisfacen sus necesidades básicas.
Pensemos en Nasser Al-Khelaïfi, presidente del PSG y de BeIN Sports, uno de las 100 personas más ricas del mundo, con un patrimonio valorado en 16.000 millones de euros, con el brazo por encima de Neymar, comentándole: Nos has costado muchísimo dinero, pero serás la estrella del PSG y tal vez, que digo tal vez, seguro que serás el mejor jugador del mundo en dos o tres años, tus camisetas valdrán oro, tus contratos publicitarios también valdrán oro, así que tú mismo te harás de oro.
Piensa que el mercado mundial está a nuestros pies, la actividad futbolística no cesa de crecer, y la alianza entre los clubes de futbol, las cadenas televisivas y las grandes compañías por medio de la publicidad cada día es más fuerte.
El Estado no podrá nada contra nosotros. Sabes que los políticos, con sueldos de mierda, viven bajo la tentación y las picaduras de la corrupción, y no son bien vistos por los ciudadanos. Así que no podemos temerles.
Debemos olvidarnos de ellos e ir a lo nuestro.
Piensa en la siguiente imagen: contempla un pueblo pobre y arrasado por la guerra; así y todo verás a los niños jugando al fútbol; y qué no daría un niño como ese por tener una camiseta de Neymar.
¡¿Qué me dices?! Hay que pensar en grande. Hay que ver negocio en todo. Así que alégrate.
De todas las enajenaciones de masas la futbolística es la más poderosa.
¡El mundo es nuestro!
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