Así dice un viejo proverbio kurdo: “No tenemos más amigos que las montañas”, que es tanto como decir que los kurdos no tienen amigos; ningún amigo. No es cierto. Si en las redes sociales todos buscan amigos, en Oriente Medio no hace falta: son los amigos los que te buscan.
Los nacionalistas kurdos han encontrado a su “amigo americano”, del que esperan que les saque de un atolladero histórico, aunque quien encuentra determinados amigos, encuentra también determinados enemigos, sobre todo cuando hablamos de una guerra. Entonces, ¿quién es el enemigo común de estadounidenses y kurdos en Oriente Medio?, ¿el yihadismo?, ¿está luchando Estados Unidos contra el yihadismo en Oriente Medio?
El planteamiento de las relaciones entre imperialistas y kurdos en Oriente Medio está viciado de raíz. Quizá la mejor manera de verlo sea analizar el desarrollo de la situación en Irak, donde los kurdos fueron los grandes beneficiarios de la invasión imperialista en 2003 y la posterior explosión yihadista, tambien favorecida por el imperialismo.
Lo mismo que en Siria, a pesar de las novelas idealistas, en Irak los kurdos nunca se plantearon una batalla contra el Estado Islámico; se limitaron a defender las posiciones que Estados Unidos les entregó en bandeja tras la invasión y partición de Irak en 2003. En Rojava la Batalla de Kobane no fue un ataque a los yihadistas, sino un ataque de los yihadistas.
Cuando a partir de entonces los kurdos del PKK/PYD se lanzaron contra el Estado Islámico, las batallas se han librado fuera de Rojava, una vez que la captura de Alepo cambió el fiel de la balanza y siguiendo instrucciones de Estados Unidos.
Las relaciones entre el PKK/PYD y el gobierno regional del Kurdistán irakí son pésimas, por lo que Erdogan es gran amigo de unos kurdos y gran enemigo de los otros. Barzani mantuvo la compostura con los yihadistas mientras Turquía fue uno de sus grandes apoyos, es decir, hasta el fallido golpe de Estado del verano pasado.
Barzani empezó a movilizar a sus peshmergas con el retroceso territorial del Estado Islámico, cuyas posiciones empezó a ocupar, lo que ha generado el espinoso asuntos de los “territorios en litigio”, es decir, las zonas fronterizas que se reivindican como kurdas o como árabes.
Dichos territorios son objeto de un tratamiento especial en la Constitución irakí de 2005, que tenía prevista la celebración de un referéndum para resolver su estatuto antes de 2008. Dicho referéndum no se ha celebrado y actualmente están bajo el control del gobierno regional de Barzani, que ha llevado a cabo en ellas un proceso forzado de “kurdización” para disuadir a los refugiados árabes de que vuelvan a sus hogares.
Barzani y los peshmergas se justifican diciendo que originalmente dichos territorios eran kurdos y que Saddam Hussein llevó a cabo un proceso inverso, una “arabización forzada”.
Interesa ahora destacar dos de esos territorios, los de Kirkuk y Sinjar, que ayudan a explicar que las razones de la ocupación no son sólo de tipo nacional, sino económico.
El referéndum previsto para el 25 de setiembre comprende esos “territorios en disputa” y en el mismo no participarán los refugiados árabes que tuvieron que abandonar sus viviendas desde 2003 hasta ahora, es decir, que las cartas están marcadas, por lo que no se va a resolver ningún problema y se puede crear otro más.
Desde 2003 el busilis económico del Kurdistán irakí es el petróleo. Estados Unidos promueve la autonomía de Kurdistán para evitar que el petróleo caiga en manos de los yihadistas, al tiempo que se asegura un mecanismo de presión contra el gobierno central de Bagdad, agobiado por los gastos derivados de la guerra.
Es el “divide y vencerás” que desde siempre caracteriza al imperialismo, unido al sabio consejo de no poner todos los huevos en la misma cesta, lo que se pone de manifiesto no en la autonomía kurda sino exactamente en la autonomía financiera. ¿Quién paga los gastos del aparato del Estado en el Kurdistán irakí?
Un tercio de las reservas irakíes de petróleo están en las zonas controladas por Barzani, pero la Constitución le impide exportarlo sin autorización del gobierno central. Al mismo tiempo, éste debe entregar el 17 por ciento de los presupuestos públicos al gobierno regional. Como Bagdad no ha pagado ni un céntimo, el gobierno regional obtiene sus ingresos de la exportación ilegal de petróleo a través de... Turquía.
El gobierno central no paga sus compromisos financieros porque, agobiado por el peso de la guerra, no tiene dinero para hacerlo. A partir de ahí, los kurdos han abierto las puertas a Turquía, donde refinan el petróleo a cambio de una parte del mismo. Además, han llegado las multinacionales petroleras, que hacen oídos sordos a los litigios jurídico-constitucionales: Exxon, Total, Chevron y Gazprom.
Turquía es el nudo de este enredo. Sin Erdogan no existiría el gobierno regional de Barzani, por lo que Ankara ha puesto sus condiciones: la autonomía le va bien, pero la independencia le parece demasiado.
El otro eslabón que une a Erdogan con Barzani es su mutua enemistad con el PKK, que ha alcanzado su paroxismo en la provincia de Sinjar, fronteriza con Siria, donde tras la evacuación del Estado Islámico, los peshmergas kurdo-irakíes vigilan a los kurdos del PKK/PYD, a los que consideran como una organización “turca”, es decir, que ni siquiera los consideran como parte de una misma nación.
La relación entre unos kurdos y otros no puede ser más tensa. Recientemente un comandante de los peshmergas kurdos decía que su verdadero enemigo no es el Estado Islámico sino el PKK/PYD. A su vez, estos reprochan a los otros su amistad con Erdogan.
Los peshmergas acusan al PKK/PYD de algo insólito: de mantener un acuerdo con Irán y, por esa vía, con el gobierno central de Bagdad. Es sorprendente porque el PKK mantiene una sucursal en Irán, el PJAK, que practica la lucha armada.
Sin embargo, está fuera de duda que el PKK tiene un canal de comunicación abierto con el gobierno de Teherán, por lo que las suspicacias del gobierno regional no son infundadas. Para ser más exactos, ese canal lo mantiene uno de los más importantes dirigentes del PKK, Cemil Bayik, cuyas relaciones con la facción de Öçalan no son buenas por importantes divergencias estratégicas.
Mientras desde hace años Öçalan pretende llegar a un acuerdo de alto el fuego con Erdogan, que no ha cuajado, Bayik es partidario de continuar con la lucha armada y es quien controla la frontera de Sinjar, donde recibe apoyo y financiación por parte de los iraníes.
El rompecabezas se puede seguir complicando con cuantas piezas queramos poner encima de la mesa: la alianza de Irán con la facción de Bayik cuenta con un aliado sorprendente en la Unión Patriótica del Kurdistán irakí que dirige Jalal Talabani, el enemigo histórico de Barzani...
En fin, en Oriente Medio hay tantos amigos como enemigos, en abundancia; incluso dentro de la misma familia kurda.
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