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Crítica y autocrítica como principio revolucionario


Uno de los principios organizativos orientadores de la práctica revolucionaria, fundamentalmente dentro del movimiento obrero y comunista internacional, lo constituye la dupla crítica y autocrítica, debidamente engranada con los demás preceptos como: centralismo-democrático, planificación, disciplina consciente, entre otros.
La praxis de la crítica y la autocrítica no deben verse como hechos aislados dentro del accionar revolucionario, y menos si pretendemos con ello corregir o ajustar algunos elementos del mismo.

En nuestro país( Venezuela) mucho se ha señalado sobre la necesidad de realizar la crítica y la autocrítica revolucionaria, en especial para “aplicar las tres R –revisión, rectificación y reimpulso”. 

Pero, en pocas ocasiones se indica la tarea organizativa que comprende el ejercicio de esta máxima: su carácter orgánico e individual, objetivos, materialización, los espacios propicios para ello, entre otros aspectos.

Realizamos una crítica a algo o alguien, y una autocrítica, cuando una acción se realizó sin cumplir los objetivos o tiempos definidos, sin considerar aspectos logísticos, etc.; o sencillamente cuando una actividad no se realizó. 

Por tanto, un plan de trabajo colectivo, una planificación objetiva y estratégica constituye la primera condición que se debe cumplir para que la crítica y la autocrítica cumpla su objetivo: corregir y mejorar la acción revolucionaria.

Tal como refiere el camarada Eduardo Gallegos Mancera, en el libro Las cualidades del dirigente, hay “críticos sistemáticos” que sólo se empeñan en señalar lo que consideran negativo a modo de queja, con el objetivo de liquidar políticamente a alguien o desmeritar una actividad. 

El camarada alerta sobre lo dañino de esta acción y señala que la crítica “ha de ser constructiva, para ayudar y no para destruir”.

Pero ¿cómo diferenciar esa crítica quejumbrosa de una crítica revolucionaria? Sólo si atendemos al análisis dialéctico de la realidad concreta, es decir, al llegar a la médula del asunto, al centro de las causas que generaron la deficiencia o falta de una actividad. 

Desde luego, siempre en referencia a los objetivos políticos y organizativos, y demás aspectos del plan de trabajo.

Ahora bien, no creamos que la inexistencia de un plan anule el ejercicio de la crítica. Por el contrario, ello amerita su aplicación con más fuerza, pero también exige contar con espacios que propicien la crítica revolucionaria, sin señalamientos negativos o persecuciones. 

Ello constituye un reto para la organización popular y su incidencia en el avance del proceso político revolucionario, de ese tema nos ocuparemos en el próximo número.

Esta acción es en esencia colectiva, tal como debe ser todo acto liberador.

Y toda acción colectiva debe contar con un espacio de organización que represente fielmente los intereses el programa de clase revolucionario a cumplir.

Ambas cosas –la organización y el plan estratégico– son fundamentales.

Por ello resaltamos que la inexistencia de los planes de acción, elaborados de forma colectiva, no puede anular el ejercicio crítico revolucionario, siempre y cuando exista un espacio organizado: un Partido revolucionario o frente de masas, entre otros.

Este organismo colectivo debe ser el principal promotor del ejercicio crítico y autocrítico de forma claramente organizada, incluso estableciendo mecanismos para tal fin.

En el caso del Partido Comunista de Venezuela, esta acción constituye un componente imprescindible para el fortalecimiento de la moral comunista y el reforzamiento de nuestra actividad diaria, y es un deber y un derecho estatutario realizarlo en nuestras Células y Núcleos de trabajo, Comités Locales y Regionales, Comité Central, frentes de masas, entre otros espacios.

Lo anterior está muy lejos del ejercicio individual de criticar a través de escritos por Internet, algo muy común en estos tiempos de “redes sociales”. Sin importar si fueron escritos por opinadores de oficio, cazadores de puestos burocráticos, o valiosos analistas, casi la totalidad de ellos terminan olvidados en el océano de información de una página web. El ejercicio de crítica se diluyó, y el esfuerzo creador y sincero de algún compatriota no cumplió su objetivo.

¿Qué decir de los eventos gubernamentales? Espacios donde se llama a la crítica y la autocrítica, y cuando se realizan a micrófono abierto, ocurren señalamientos o ataques lamentables desde el poder político hacia los dirigentes populares que por fin encontraron un espacio directo para indicar las fallas del proceso político. 

Entonces no hay espacio para el fortalecimiento de la moral revolucionaria, y los pocos que se abren son cercenados y opacados.

Ni las redes sociales –por más etiquetas de Twitter posicionadas–, ni aquellos eventos televisados que duran el tiempo que dispone la burocracia, son espacios orgánicos propicios para la crítica y la autocrítica real.

En estos tiempos hemos construido centenares de espacios populares que organizan a una buena parte del pueblo trabajador venezolano. Sin embargo, parece que existe un corto circuito entre éstos, y la crítica realizada de forma orgánica, no llega a buen destino. 

Sería una mezquindad no reconocer los avances en las formas de organización que se ha dado el pueblo venezolano en estos últimos años, gracias a las condiciones políticas que ha propiciado el gobierno nacional desde 1998 hasta hoy.

 Ello ha permitido el fortalecimiento del ejercicio colectivo del poder político desde las comunidades y sectores sociales, desde luego, con sus diversas problemáticas.

Cuando ese ejercicio convertido en praxis revolucionaria –acción y reflexión– encuentra alguna piedra de tranca para su desarrollo, o sus objetivos no fueron cumplidos, comienza a toparse con otro gran problema que destruye la eficiencia, e impide la crítica y el avance revolucionario: la inexistencia de espacios y canales de comunicación donde los señalamientos sean atendidos y, a su vez, nutran los planes de trabajo integrales del país.

Puede reunirse un Consejo Comunal, Consejo de Trabajadores, Sala de Batalla Social, y plantear alguna situación crítica que ocurre en su entorno; supongamos que definen unas tareas que pueden realizar ellos mismos de forma colectiva para solventar una parte de la situación, pero otras áreas deben ser atendidas por organismos oficiales. Como decimos en criollo, comienza el calvario del llamado Poder Popular.

En el mejor de los casos, pueden enviar una carta a varias instituciones públicas, donde recorrerá el largo camino de la burocracia de memos, sellos y firmas; también pueden remitirlo a alguna instancia política regional, donde muy probablemente enviarán una carta a alguna institución oficial. 

También podrán utilizar la estrategia del papelito y los sobres voladores, aquellos que aterrizan en alguna caravana oficial, y, si corren con suerte, quizá sea leído en algún acto televisado. 

Desde las regiones, los más osados llegan a Caracas a entregar la carta en lo más alto de la pirámide burocrática, desde donde, en muchas ocasiones, remitirán el caso a la coordinación regional correspondiente “para su conocimiento y fines consiguientes”.

La inexistencia de espacios orgánicos de articulación, planificación y dirección colectiva, de forma horizontal (redes de Comunas, frentes de Consejos de Trabajadores, etc.) y vertical (Consejos Regionales y Nacionales) fundamentalmente entre las instancias del Poder Popular, y con la participación de instituciones gubernamentales, seguirá impidiendo que los señalamientos y críticas construidas desde el esfuerzo colectivo de base lleguen a buen término. 

Desde luego, el aparato estatal burgués, el cual se mantiene hoy día, no es el llamado para conformar estas instancias revolucionarias.

Nos corresponde a las fuerzas populares revolucionarias, y principalmente a las y los comunistas, ir construyendo esas instancias de trabajo, en las que el ejercicio crítico y autocrítico sea un acto permanente, y pueda ser realizado a través de mecanismos que aseguren su atención efectiva, e incidan positivamente en la necesaria eficiencia y cumplimiento del programa revolucionario.

https://prensapcv.wordpress.com/2013/05/15/critica-y-autocritica-como-principio-revolucionario-i/

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