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Los libios aún esperan que les pidan perdón

Un informe del parlamento británico hecho público recientemente reconoce que la agresión a Libia fue un verdadero desastre basado en una sucesión de errores y mentiras y condena duramente al gobierno de Cameron (y al de Sarkozy) por haber llevado el caos a la región y haber apoyado la expansión del terrorismo en un país otrora estable y seguro.

La prensa europea se ha hecho eco de la noticia, aunque no con la debida atención como para informar debidamente a la opinión pública ni contrarrestar un ápice la amplia campaña de desinformación que precedió a la intervención y que fraguó una opinión deformada del coronel Gadafi y su gobierno. 

Una información tan relevante como esta, que adopta la forma de pequeña noticia oculta entre centenares de informaciones del día, es normal que haya pasado prácticamente desapercibida.

 En cierto modo es una manera muy democrática de ejercer la censura, ampliamente usada en nuestras sociedades avanzadas. 

Por si fuera poco, además de problemas de cobertura, también se ocultaron partes relevantes del informe, sobre todo las que decían que Gadafi no bombardeó a los manifestantes movilizados en lo que nadie dudó en señalar como una primavera árabe en demanda de democracia. 

Quizá los dueños de los grandes medios de nuestro país, ampliamente penetrados por el dinero del Golfo —los promotores de las guerras contra los gobiernos laicos de la región— han impuesto su agenda informativa, ocultando las partes más significativas del informe.

Las claves que no querían que conocieras son las siguientes:

El levantamiento libio fue violento, no pacífico (igual que los de Siria, Ucrania…)

El levantamiento libio fue provocado por extremistas islámicos, aunque su papel fue ignorado deliberadamente por occidente. Nada de demócratas pidiendo más libertad ante un tirano, otro mito inventado por los patrocinadores de la guerra.

Gadafi no masacró a civiles. La historia fue amañada por los rebeldes y los gobiernos occidentales, aunque lo achacan a «errores de inteligencia».

Los bombardeos de la OTAN aumentaron el poder de los terroristas, proporcionado al ISIS una nueva base en el norte de África.

Francia, que inició la intervención militar, lo hizo motivada por intereses económicos y políticos, no humanitarios.

La revuelta jamás habría tenido éxito si no fuera por la intervención y ayuda militar extranjera.

Los medios de comunicación extranjeros, en particular Al Jazeera de Qatar y Al Arabiya de Arabia Saudita, mintieron sobre Gadafi y el gobierno libio para propiciar la intervención occidental.

El bombardeo de la OTAN hundió a Libia en un desastre humanitario, matando a miles de personas y desplazando a cientos de miles más, transformando a Libia del país africano con el más alto nivel de vida a un Estado fracasado por la guerra.

Obviamente ya conocíamos todas estas circunstancias y lo así lo hemos denunciado en múltiples ocasiones. Uno de los líderes de la supuesta revolución afirmó en una televisión de Medio Oriente que sabia positivamente que Gadafi no había bombardeado a su pueblo, pero que no dijo nada porque que otros lo creyeran convenía a su lucha.

Podría decirse que este informe es un intento de exculpación del establishment británico por su lamentable papel en la guerra de Libia. 

Obviamente no es suficiente, sus líderes deberían ser juzgados por crímenes contra la Humanidad y encerrados de por vida bajo siete llaves, además de obligar a pagar subsidiariamente al estado británico indemnizaciones millonarias a las víctimas y sufragar la reconstrucción del país.

Pero hablando en clave de perdones y arrepentimientos, muchos sí que echamos en falta iniciativas similares por parte de otro colectivo, el de los supporters de la guerra provenientes de la izquierda intelectual de nuestro país. 

En efecto, como ya he defendido en otros escritos, el deseo inconsciente (o no) de creer en revoluciones populares contra tiranos, llevó a un grupo de influyentes escritores, articulistas y opinadores progresistas a alinearse con la propaganda informativa de la OTAN y prestarse a servir como sus altavoces mediáticos. 

Ni que decir tiene que su posición hizo mucho daño al movimiento por la paz y a todos aquellos que se opusieron a la nueva guerra imperialista.

Nadie en sus cabales entendería que si los propios promotores de la guerra reconocen ya su error, no lo hagan sus hooligans. 

Para ellos sería la única manera de recobrar cierta credibilidad ante las izquierdas y de espantar las críticas de quienes los comparan con voceros de la CIA o con el trío de las Azores patrio (Alba Rico, Carlos Varea, Mikel Ayestarán, por nombrar una triada de los más señalados), pero me temo que tendremos que esperar sentados…

http://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=13630

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