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“V. I. Lenin y los problemas actuales de la lógica dialéctica”

La necesidad de un estudio completo y profundo de la dialéctica materialista en sus funciones de lógica y teoría del conocimiento y como paradigma científico actual ha adquirido en nuestros días una especial importancia.
De manera evidente, el carácter expresamente dialéctico de los problemas que aparecen en todas las esferas de la realidad social y del conocimiento científico obliga cada vez más a tomar conciencia de que solo la dialéctica marxista-leninista es capaz de constituir el método para dicho conocimiento científico y para la actividad práctica, así como para ayudar al científico a la comprensión teórica de los datos fáctico-experimentales en la resolución de problemas que aparecen en el proceso de investigación científica.


El estudio de la dialéctica como lógica del conocimiento científico es especialmente apremiante en la etapa actual de la batalla ideológica. 

Es bien sabido lo mucho que especula la filosofía burguesa, en concreto el neopositivismo, con la necesidad de la ciencia actual de una lógica del pensamiento rigurosamente meditada. 

Se puede decir, sin miedo a caer en la exageración, que precisamente el choque del materialismo y el idealismo en el enfoque de la naturaleza del pensamiento y, consecuentemente, del carácter de la ciencia del pensamiento (es decir, de la lógica), en los últimos diez años ha constituido uno de los principales campos de batalla de los sistemas filosóficos, una base de operaciones que ante todo se esfuerza el idealismo en arrebatar a la ideología marxista-leninista. 

La lógica dialéctica estudia ideas y principios para la construcción de una cosmovisión científica; no es solo una ciencia más situada junto a otras, sino el ‘espíritu vivo’ de todo conocimiento científico. Se entiende así el esfuerzo de la filosofía burguesa por establecer el monopolio relativo al estudio de la ‘lógica de la ciencia contemporánea’.

La actualidad de un estudio que desarrolle la lógica desde la posición del materialismo dialéctico, en base a la teoría leninista del reflejo, se deriva de que sólo por esta vía se pueden encontrar refutaciones convincentes a las modernas falsificaciones idealistas de los problemas teórico-epistemológicos y trazar perspectivas reales para un desarrollo fructífero de la ciencia.

La idea de que solo la dialéctica, y más concretamente la dialéctica materialista, puede jugar el rol de lógica del conocimiento científico actual, es el leitmotiv en las obras de Lenin. 

En la incomprensión de esta ‘esencia’ de la dialéctica, Lenin ve el principal defecto de la interpretación de la misma hecha por Plejánov, demostrando que la ignorancia del aspecto lógico de la dialéctica conduce precisamente a la reducción a la misma a una ‘suma de ejemplos’ que corrobora verdades exactas, pero de sobra conocidas. 

De esta forma, la propia dialéctica pierde su cohesión interna y su cientificidad; y si en las expresiones populares este defecto puede ser incluso tolerable hasta cierto punto, se torna totalmente inadmisible en lo relativo a la exposición científica de la dialéctica.

‘Las leyes de la lógica son esencialmente el reflejo de lo objetivo en la conciencia subjetiva humana’, anota Lenin.

 En esta breve fórmula aforística se introduce orgánicamente (que no se liga mecánicamente) un entendimiento preciso del carácter objetivo de las leyes y categorías de la dialéctica y la exposición de su rol activo en el proceso de desarrollo de conocimientos, su función lógica dentro de la estructura de una cosmovisión científica creadora. 

Lo objetivo sin lo subjetivo no se puede entender ni, por tanto, expresar correctamente; en esto insiste Lenin constantemente. 

No se puede demostrar la objetividad de las leyes y categorías de la dialéctica abstrayéndose de la investigación del proceso de conocimiento, de la investigación de la historia del conocimiento y la técnica, del proceso de reflejo del mundo objetivo en la conciencia del hombre. 

El examen por separado de estos aspectos anula al uno y al otro al mismo tiempo. 

En la realidad, la objetividad de las leyes y categorías dialécticas no le es dada al ser humano de forma inmediata, como un mapa preparado y presentado a la intuición (al estilo de un conjunto de ‘ejemplos’), sino que se revela solo en el tránsito de una largo y trabajoso desarrollo de las ciencias naturales y la técnica, así como de las ciencias y las prácticas sociales. 

Dicha objetividad penetra en la conciencia humana solo como resultado, como suma, como deducción de la historia del conocimiento del mundo.

Esto es lo principal: si la lógica es una ciencia, y no solo una descripción empírica de ciertos ‘procedimientos’, ‘métodos’ y ‘reglas’ utilizados en la ciencia actual, entonces debe justificar el significado objetivo de sus posiciones y recomendaciones. 

En otras palabras: está obligada a demostrar que las leyes del pensamiento formuladas por ella no son simples deseos y consejos que puedan o no seguirse, sino formas y leyes dentro de cuyos límites se desarrolla el pensamiento de cualquier teórico, si es que este pensamiento es científico. 

De otro modo, desaparece cualquier diferencia entre dicho pensamiento científico y los caprichos de la imaginación, es decir, cualquier posibilidad de construir la lógica como una disciplina científica cuyas aspiraciones tengan carácter objetivo, carácter de verdades científicas que no dependan de la arbitrariedad de tal o cual investigador.

La historia de la filosofía ha mostrado con claridad que cualquier intento de probar el carácter universal y necesario (y, por tanto, obligatorio) de las normas lógicas del pensamiento por otro camino distinto a la teoría marxista-leninista del reflejo está condenado a un estrepitoso fracaso, ya que la objetividad de las formas y leyes lógicas no puede basarse en referencias a la ‘naturaleza del pensamiento en sí’, a la ‘unidad trascendental de la apercepción’ o a la ‘naturaleza divina de la idea absoluta’, regida desde el interior por el pensamiento.


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