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Nicaragua: Rubén Darío y su página blanca


Estos versos pertenecen a su excepcional libro “Prosas profanas y otros poemas”

A inicios de este año y en plena concordancia con el decreto presidencial emitido por el Presidente de la República, Comandante Daniel Ortega, que establece el 2016 para honrar a Rubén Darío, queremos proponerles acercarnos al poema escrito por el importante bardo de nuestro país y del mundo: 

“La página blanca”.

Estos versos se incluyen en el volumen “Prosas profanas y otros poemas” que Darío escribió y publicó durante su estancia en Buenos Aires en el año 1896 junto con Los raros, grupo de artículos sobre escritores de su preferencia.

“Prosas profanas”, de acuerdo con los especialistas, marcó el giro definitivo en la carrera literaria de Darío, ya que evidenció la consagración total del modernismo literario en idioma español, del que es considerado el padre.

El Príncipe de las Letras Castellanas expresó que casi la totalidad de estas prosas fueron escritas de manera rápida, “ya en la redacción de La Nación, ya en las mesas de los cafés”, lo mismo que en la casa de varios amigos con los que contaba en esta ciudad.

Lo cierto es que dentro del conjunto de versos “La página blanca” se alza como un depurado muestrario de sus mayores preocupaciones en lo que a arte poética se refiere.

En este poema aflora su desvelo por lograr la musicalidad en los versos que escribe. El mismo poeta ya se había confesado en las Palabras liminares cuando escribió: “Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la harmonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces”.

Asimismo en “La página blanca” Darío pone de manifiesto su inquietud ante la volatilidad del tiempo, por la fugacidad de nuestro momento en el mundo con alusiones a la historia y a los signos que a lo largo de la vida luchamos por desentrañar sus significados.

Pero queremos llamar la atención sobre otra cuestión en estos versos que escribió en casa de su amigo Miguel Ocampo, donde Lamberti, otro querido compañero suyo, presenció el nacimiento de las palabras que después se le dedicarían.

Y es que “La página blanca” también puede tomarse como territorio de posibilidades, donde dejamos nuestros trazos y las huellas de nuestro camino.

En este inicio de año podemos apoyarnos en Darío para comenzar a llenar nuestra propia página blanca con nuestros actos mejores. Para que pasado el tiempo, cuando llegue el venidero diciembre y pasemos balance, podamos mostrar en nuestra página más logros que fracasos, obras que indiquen nuestro crecimiento como seres humanos buenos y útiles.

De paso les regalamos los versos a los que el bardo logró insuflarle el hálito de la eternidad:

La página blanca

A A. Lamberti

Mis ojos miraban en hora de ensueños

la página blanca.

Y vino el desfile de ensueños y sombras.

¡Y fueron mujeres de rostros de estatua,

mujeres de rostros de estatua de mármol,

tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!

¡Y fueron visiones de extraños poemas,

de extraños poemas de besos y lágrimas,

de historias que dejan en crueles instantes

las testas viriles cubiertas de canas!

¡Qué cascos de nieve que pone la suerte!

¡Qué arrugas precoces cincela en la cara!

¡Y cómo se quiere que vayan ligeros

los tardos camellos de la caravana!

Los tardos camellos,

-como las figuras en un panorama-,

cual si fuesen un desierto de hielo,

atraviesan la página blanca.

Este lleva

una carga

de dolores y angustias antiguas,

angustias de pueblos, dolores de razas;

¡dolores y angustias que sufren los Cristos

que vienen al mundo de víctimas trágicas!

Otro lleva

en la espalda

el cofre de ensueños, de perlas y oro,

que conduce la Reina de Saba.

Otro lleva

una caja

en que va, dolorosa difunta,

como un muerto lirio la pobre Esperanza.

Y camina sobre un dromedario

la Pálida,

la vestida de ropas obscuras,

la Reina invencible, la bella inviolada:

la Muerte.

¡Y el hombre,

a quien duras visiones asaltan,

el que encuentra en los astros del cielo

prodigios que abruman y signos que espantan,

mira al dromedario

de la caravana

como al mensajero que la luz conduce,

en el vago desierto que forma

la página blanca!

mem/ana

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