Uno de los grandes enigmas de nuestra evolución es porqué nuestros ancestros abandonaron la segura comodidad de los árboles para bajar al suelo, un entorno mucho más impredecible e incierto para un primate. Y parece que este hecho puede tener relación directa con el alcoholismo.
Existen numerosas teorías acerca de cómo y porqué algunos primates acabaron viviendo a ras de suelo en posición más o menos erguida.
Así se sugiere que con este cambio de nicho ecológico se pudo facilitar la creación, uso y transporte de utensilios, agua, alimentos o crías, el desplazamiento entre los árboles, sobre todo en sabanas cada vez más abiertas, la capacidad de otear el horizonte por encima de los pastos para poder vigilar mejor o la mayor termorregulación del cuerpo.
Pues bien, sobre este tema un grupo de investigadores estadounidenses ha encontrado una curiosa relación.
Los autores analizaron en el orden de los primates la evolución molecular de la alcohol dehidrogenasa ADH4, enzima capaz de metabolizar el etanol y por tanto de permitir el consumo de productos fermentados disminuyendo la sensación de borrachera, encontrando diversas mutaciones entre las proteínas de las diferentes especies tal y como muestra el siguiente árbol filogenético.
Después estudiaron la eficacia de las diversas variantes de la enzima, encontradas en cada especie de primates, a la hora de metabolizar geraniol, un compuesto utilizado por las plantas como inhibidor del apetito que intenta evitar que los animales se coman sus frutos, y observaron que a diferencia del resto, los homínidos excepto el orangután, tenían variantes de la enzima que metabolizaban mal este compuesto.
Sin embargo, mientras que las ADH4 de la gran mayoría de los primates eran incapaces de metabolizar el etanol, las correspondientes a gorilas, chimpancés, bonobos y humanos lo pueden hacer de manera muy eficiente.
Los autores indican que por la época en la que el resto de los homínidos divergieron del orangután, es decir hace unos 10 millones de años, la Tierra se enfrió y las fuentes de alimentos cambiaron, de tal manera que este ancestro comenzó a explorar la vida en el suelo.
Ello implicaría que estos antepasados comenzaron a comer, no sólo la fruta recogida de los árboles como cualquier otro primate, sino también los frutos caídos al suelo.
Pero estos alimentos se exponen rápidamente a las bacterias del medio ambiente que convierten los azúcares en alcoholes y por tanto estas frutas acumulan etanol.
Tal y como comenta uno de los autores del estudio, un primate normal que comiera este tipo de frutas fermentadas se expondría a un aumento de etanol en sangre y se pondría ebrio rápidamente, con el consiguiente peligro frente a depredadores o rivales. Ahora bien, un animal con la nueva mutación en la ADH4 podría comer mayor cantidad de esta fruta fermentada sin emborracharse.
Por tanto, los animales con esta mutación tendrían una clara ventaja evolutiva a nivel del suelo frente a sus congéneres que no toleraban el alcohol, pudiendo ocupar un nuevo nicho alimenticio del que somos herederos nuestros primos los gorilas, chimpancés y bonobos junto con la especie humana.
Además, el hecho de que estos homínidos mutantes metabolizaran peor el geraniol sería otro elemento evolutivo que reforzaría la búsqueda de comida a nivel de suelo, dificultando el consumo de los frutos frescos recolectados de las copas de los árboles.
Finalmente, este cambio de afinidad de las ADH4 de los homínidos también podría explicar nuestra secular atracción por las bebidas alcohólicas, ya que estaríamos predispuestos genéticamente por nuestros ya lejanos genes de homínidos a tolerar el etanol.
Así que ya saben, cuando vayan al bar a tomarse una cerveza o acompañen su comida con un buen vino, den gracias a la azarosa naturaleza por habernos hecho descendientes de esos primates mutantes que comían fruta (en no muy buen estado por cierto) que recogían del suelo de nuestro ancestral continente africano. ¡Misteriosos son los caminos de la evolución!
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