GUILLERMO TEILLIER – No hay duda de que en Chile vivimos momentos de aguda confrontación ideológica, que se expresa, en líneas generales, en el apoyo o rechazo a las reformas y al Programa de Gobierno propuestos a la ciudadanía por la Presidenta Bachelet y la Nueva Mayoría, que se encuentran en pleno proceso de aprobación en el Parlamento. También como es de conocimiento público, asistimos a una campaña de la Derecha, especialmente de la UDI, que por cualquier medio trata de desacreditar el proceso de reformas, incluyendo en ello campañas difamatorias, especulación sobre supuestos daños a la clase media y los más pobres, catastróficas predicciones sobre el futuro de la economía, recurriendo cada vez más al ataque directo y desmedido a la Presidenta de la República.
Se trata de una campaña sistemática, que no es sólo producto de la elucubración de un par de dirigentes iluminados. No, se trata de una campaña elaborada profesionalmente por especialistas, donde cada paso está muy bien medido y cada actor cumple una acción determinada con miras de amplificar la incidencia de una ultraderecha cada vez más golpeada en lo orgánico y político.
Muestra de ello es el cuadrillazo que se pretendió dar a la Presidenta en la última reunión de la ENADE, de la que ella salió muy dignamente y convencida de que hay que seguir adelante con el programa; lo son también los destemplados ataques de Evelyn Matthei, o el último material audiovisual con contenidos discursivos asociados a críticas oportunistas y supuestas intenciones de “rebelión” frente a injusticias.
¿De dónde proviene el insumo para este tipo de campañas?
Si observamos con atención lo sucedido con la Reforma Tributaria veremos que, no muy sutilmente, el embajador norteamericano públicamente hizo advertencias sobre la necesidad de “cuidar los intereses de las empresas norteamericanas que invierten en Chile”.
Diarios de ese país y de Inglaterra publicaron virulentas columnas de opinión y varios artículos críticos a una reforma que evidentemente consideran contraria a los intereses de las transnacionales, principales bastiones del modelo neoliberal.
En Estados Unidos y, especialmente, desde servicios e instituciones ligadas a las grandes empresas transnacionales ‒cuando de defender sus intereses se trata‒ en el propio territorio o en otros países, despliegan lo que se conoce como “Métodos de Guerra No Convencional” para contrarrestar la influencia o procesos que llevan adelante gobiernos, partidos políticos o movimientos sociales que afectan sus intereses globales. Y no están liberados de este proceder los gobiernos que pudieran considerase “amigos”.
Se trata de la aplicación de elementos como la “subversión ideológica” y la “hegemonía de la influencia política a mediano plazo” conocidos como el “poder inteligente”, a los que podrían sumarse acciones desestabilizadoras radicalizadas en la búsqueda de un “cambio de régimen”.
El “cambio de régimen” tiene como finalidad crear las condiciones mínimas que garanticen los objetivos de las transnacionales. En ese cometido usan su influencia en cada país, movilizando a los actores locales, empresariales y políticos subordinados.
Al mismo tiempo, presionan para que por razones económicas, geopolíticas o por el papel simbólico y contra-hegemónico que juega el gobierno objeto de su campaña, la “causa” se constituya en una prioridad política para el gobierno de los Estados Unidos, hecho que se trata siempre de invisibilizar, así como el centro coordinador de operaciones e iniciativas, que puede establecerse dentro o fuera del país.
¿Cómo ha operado en Chile esta Guerra No Convencional? A poco andar del gobierno de la Nueva Mayoría, se fueron estableciendo y connotando mediáticamente supuestos errores políticos o vulnerabilidades objetivas de los dirigentes y de sus partidos, poniendo énfasis en lo “erróneo” de las reformas que “llevarán al caos económico”. Aprovechando muy bien el ciclo de desaceleración de la economía, principalmente por factores externos.
De la misma manera y con la misma intensidad se ha llevado adelante una campaña mediática –sin precedentes desde el fin de la dictadura– para poner de relieve las diferencias entre los partidos y líderes de la Nueva Mayoría, con el propósito de debilitar el proceso e incluso conseguir efectivas fracturas.
Asociado a lo anterior, hemos visto una intensa maniobra de desinformación y de deformación de los hechos con lo que se pretende radicalizar y polarizar a la sociedad tratando de impedir o neutralizar los vínculos de ésta con el gobierno, con el proceso de reforma y con los partidos que las llevan adelante.
Podemos asegurar que en Chile asistimos a un extraordinario y bien organizado despliegue mediático nacional de los grandes medios de comunicación, que son coordinados desde un centro orientador, pero que al mismo tiempo compiten en iniciativas –porque todo es negocio– en el contexto de un relato casi idéntico, mintiendo descaradamente y exagerando contradicciones sociales y supuestas falencias del gobierno, en un esfuerzo por desprestigiar a las autoridades, dirigentes políticos y sociales, imponiendo una matriz de “creciente impopularidad” de estos.
El férreo control de línea editorial que ejercen los grandes capitales de la Derecha controladores del 95% de los principales holdings mediáticos –concentración de la propiedad de medios de comunicación más alta de América Latina– hace casi incontrarrestable estas campañas y deja particularmente a Chile en una posición donde la libertad de expresión y el derecho a la información de la ciudadanía, están distorsionados por el mercado.
Tal como ocurre con los derechos a la salud y la educación, el derecho a la comunicación universal (como garante de la consecución de otros derechos), no puede ser garantizado por el mercado, sino por la existencia de una diversidad de medios que hoy no existe. El férreo duopolio de medios impresos, un oligopolio de estaciones televisivas con capitales extranjeros y un 45% del mercado radial concentrado en manos de un conglomerado trasnacional español, constituyen el panorama perfecto para utilizar la comunicación como aparato armado de la Derecha.
Tan claro es el terreno fértil que representa Chile para las trasnacionales de la comunicación, que estas definieron Santiago como el mejor lugar para realizar recientemente la 70ª Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), donde los dueños de los medios de comunicación de toda la región vinieron a refrendar la “amplia libertad de expresión” que posee nuestro país.
Pero los medios de comunicación como armas de lucha ideológica no son suficientes para la Derecha y su plan desestabilizador. No les basta, por ello empiezan a implementar el reclutamiento y preparación de “líderes naturales” –fieles muestras de la penetración ideológica del modelo– que contribuyan a organizar una especie de fuerza de choque social, para desatar protestas “populares”.
Lo anterior también se trata de llevar adelante por mano ajena, por lo que también la Derecha insiste en inflar mediáticamente acciones de oposición que podrían ubicarse en la “Izquierda”, para precisamente tratar de desprestigiar a la Izquierda que está en el gobierno y específicamente al Partido Comunista, que apoya las reformas como un aspecto decisivo de su presencia activa en el gobierno y en el movimiento social.
Los enemigos de los que implementan esta Guerra No Convencional son el trabajo de construcción política que nuestro Partido pueda desarrollar en el movimiento social y en ese cuadro, el desarrollo de trabajos comunicacionales alternativos, en redes y nuevas tecnologías y en medios de comunicación locales y de base, que permitan explicar cada una de las reformas del Programa de Gobierno, en el marco de la gran lucha por garantizar el derecho a la comunicación universal y la urgente pluralidad de medios de comunicación para Chile.
Es también el principal enemigo de esta Guerra No Convencional, la unidad de la Nueva Mayoría, la voluntad política de la Presidenta y el Gobierno de llevar adelante y cumplir con el programa, la capacidad para dar solución a los problemas que aquejan a la sociedad en una marco de grandes desigualdades sociales, la práctica de diálogo del conglomerado gobernante con la sociedad a fin de explicar el contenido y objetivos reales de las reformas.
(*) Presidente del Partido Comunista de Chile; diputado por el Distrito N° 28