Pablo Gonzalez

Nicaragua: Gladys Báez


Una de las figuras legendarias del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Gladys Báez, es una excelente narradora.
Le pone sabor a las anécdotas y sabe escoger detalles precisos. Su vida es larga y rica en acontecimientos, pero ella siempre recalca que la han marcado su infancia y juventud transcurridos en Juigalpa.

Gladys nace un Martes 27 de Enero de 1942 , en Juigalpa-Chontales

En 1942, año en que nació nuestra entrevistada, Chontales era verde, tanto por sus selvas y pastos como por su tendencia conservadora, y la familia de Gladys, si bien no era lo que se dice regular, encuadraba en cierta tradición machista.

“Mi mamá se llamaba Cándida Báez y mi papá, Rómulo Álvarez. Ella era una madre tradicional, quería que yo bailara hasta que tuviera 15 años, que me casara por la Iglesia... Mucho me cuidaba y me consentía al máximo.

 Yo era su muñequita linda, y como mi pelo llegaba hasta debajo de las rodillas, ella me lavaba el cabello... Mi ropa siempre tenía que ser impecable, los zapatos bien lustrados; cuando yo iba a clases los paletones en mi uniforme no debían de desbaratarse y si se desbarataban los volvía a planchar”.

“Ella vivía planchando para mantenerme, porque no sólo me mantenía a mí sino a los sobrinos, a los hijos de los compadres. También estaba engordando cerdos para comprarme las cosas, me decía: ‘Mirá, hija, a como te miran te tratan’. Ella quería que yo fuera impecable”.

“Recuerdo que a los 13 años me mandaron a acompañar a una prima a una fiesta, allí me invitaron a bailar y bailé, porque desde antes iba a bailar a escondidas. 

Aquello para mi mamá fue una cosa horrorosa, porque ella era tradicional y estaba esperando mi fiesta de 15 años, haciendo los grandes esfuerzos económicos para recoger reales”.

“Pero teníamos una muy buena comunicación, ella era comprensiva y muy generosa. Los conceptos de solidaridad, de profundo humanismo, de servicio a la gente yo los aprendí en mi casa. 

A mí mamá le decían la ‘abuela del barrio’, porque no había quien le llegara a solicitar un servicio y ella no hiciera hasta lo imposible por ayudarle. 

Ella fue mi primer ejemplo, la lucha revolucionaria no me trajo contradicción sino más bien vino a fortalecer lo que yo desde niña vi en mi madre”.

“Era como un tío bueno”

“Mi padre era netamente campesino y de ideas liberales. Por parte suya tengo muchos hermanos pero no me crié con él, mi papá tenía su señora y vivía en Cuapa, pero llegaba a la casa de mi mamá. Para mí era como un tío bueno más que un padre y además era tacaño, pero creo que de todos sus hijos por fuera la que más le saqué fui yo, porque mi mamá no podía cargar con todo. 

Él era responsable, llegaba en su caballón, y sus alforjas toda la vida llegaban llenas. Mientras él se iba a amarrar su caballo, mi mamá le salía al paso con la jarra del café, nunca los miré pelearse, nunca miré en ellos un maltrato de palabra ni de gesto”.

“Mi mamá era una señora tan cándida que yo hasta le decía ‘cándida remachada’. Las otras mujeres de mi papá llegaban a la casa y ella hasta les daba de comer y les decía: ‘Ay, señora, ese hombre cuando le agarra la habladera se le pasan las horas, pero si usted quiere espérelo’. 

Y mi papá se iba a tomar y no regresaba, hasta que la mujer se aburría y se iba”.

Primeras inquietudes

“Mi mamá, por querer lo mejor para mí, insistió en que me vinculara a la Iglesia. A los siete años fui la rezadora del barrio y llegué a ser capitana de las Hijas de María. Entonces, desde que estaba en un grupo estudiando el catecismo para dar mi primera comunión, llegué a tener a cargo un grupo de chavalos, porque me gustaba destacarme. Me criticaron por eso, porque se pensaba que la maestra es maestra y una chavala no podía enseñar”.

“Cuando tenía alguna inquietud, me dirigía a un núcleo que se llamaba el Clan Intelectual de Chontales, un grupo de personas altruistas con ideas avanzadísimas, como, por ejemplo, Gregorio Aguilar Barea, que había sido profesor de Carlos Fonseca. 

Era maestro de maestros, sabía de todo, tenía una biblioteca enorme. Resultado: creció en mí una rebeldía, comencé a darme cuenta de las injusticias y me iba al clan para averiguar las causas. Estudié poco, llegué hasta tercer grado de primaria porque el médico dijo que por motivo de enfermedad no siguiera estudiando. Luego de un tiempo me fui recuperando y me fui haciendo autodidacta a través del clan”.

Ese interés por la política, todavía incipiente, se combinaba en Gladys con un carácter muy fiestero. Recuerda que en sus años mozos celebraba su cumpleaños hasta tres veces, con tal de tener la oportunidad de bailar y divertirse.

La represión del 56

Muy jovencita, cuando, según sus palabras, todavía era una “cabeza hueca”, se emparejó con un hombre “metido en el movimiento obrero” y poco tiempo después empezó a conocer la parte más cruda y cruel del régimen. “Después del ajusticiamiento de Anastasio Somoza García en el 56 echaron presos a todos los conservadores y activistas políticos de otros partidos, aunque no tenían nada que ver. 

Llenaron las cárceles. En mi familia por parte de madre la inmensa mayoría eran conservadores y como mi mamá le servía a todo mundo pero no salía de su casa, me mandaban a mí a dejar comida y ropa a los presos. Los guardias hacían sus barbaridades frente a todos, como romper la ropa o echarle mierda a la comida de los prisioneros. Yo llegaba espantada a la casa, le contaba todo eso a mi mamá y ella me decía que me callara”.

“A aquellas mujeres que llegaban a la cárcel se les ocurrió formar una comisión e ir a hablar con la esposa del comandante para solicitar un mejor trato a los presos. La señora nos recibió y cuando empezaron a explicarle lo que estaba sucediendo ella no quería creerlo... De pronto se me ocurrió preguntarle a la doña: ‘¿Qué haría usted si fuera al revés, si fuera su marido el preso?’ Doña Salvadora Peralta, mamá de Manolo Morales, me pellizcó y le dijo a la señora que no me hiciera caso, que yo era una niña imprudente. Me callé, pero seguí pensando que nos estábamos poniendo demasiado sumisas, casi hincadas en el piso”.

“La gota que colmó el vaso fue cuando asesinaron a Cornelio Silva, Edwin Castro y Ausberto Narváez. Como Cornelio Silva era de La Libertad, trajeron su cuerpo a Chontales y lo pasaron por los cuarteles. Lo tiraban al suelo para que la gente lo viera y pasaban los guardias y lo escupían y lo pateaban. Entonces, toda la chavalada fuimos a ver eso y me quedé espantada. 

Regresé a la casa y le conté a mi mamá lo que había pasado, ella me dijo que ni se me ocurriera comentarlo con nadie. Respondí que lo había visto todo mundo, que era una barbaridad; entonces, ella me explicó cómo habían asesinado a los hermanos Báez Bone y me dijo: ‘Te cuento todo esto no para que lo digás, sino para que lo sepás. Y tu tío Felipe es el papá de los hermanos Báez Bone’ Resultado: que ya a mí me fueron interesando cosas políticas”.

El reto de la independencia económica

Además, iba ampliando sus horizontes por otras vías. De una amiga “rebelde, independiente, mal vista por la sociedad y por su familia” aprendió el hábito de la lectura de libros clásicos, pues antes Gladys no pasaba de las novelas de Corín Tellado.

También quería aprender algún oficio para ganarse la vida ella sola y no tener que depender de nadie. “A mí me gusta el bordado, pero no teníamos una máquina de coser que pudiera bordar, solo que había una de mi tatarabuela y lo único que se podía aprender en ella era coser. 

Entonces no tuve de otra, una tía me ayudó a aprender la costura porque era la mejor costurera, impecable, de un vestido hecho por ella no podía salirse ni un hilito, y si la prenda le quedaba mal, ella prefería comprar la tela y volverla a hacer. 

Pero era egoísta, no me enseñaba a cortar, por lo tanto no me podía independizar. Yo amanecía en mi máquina y ella ya comenzaba no a pagarme, sino a ‘ayudarme’... Me sentí feliz, la primera ‘ayuda’ se la di a mi mamá porque yo le miraba el sacrificio, ella llegaba hasta la una, dos, tres de la mañana planchando porque se había hecho cargo de sus hermanos y de sus sobrinos... Y cuando le quise entregar el dinero me dijo: ‘La mejor ayuda que podés hacer es que te comprés lo que vos querrás’. Ella me enseñó la independencia económica que da la independencia social...”.

“Después me fui rebelando contra mi tía también, decía: ‘Esta señora me está explotando; ¿por qué ella cree que me conformo con estos centavos que me da, si yo lo que necesito es aprender a cortar?’ Ella lo hacía en la noche para que yo no la viera y cuando yo me quedaba ella dejaba de cortar. Después apareció no recuerdo quién poniendo una escuela de corte y confección y de cocina, fui y dije que me enseñaran a cortar, aprendí en un tiempo récord y ya cosía en mi casa. Era chavala, tenía menos de 17 años”.

Aprendiendo

“Cuando todos mis familiares salieron de la cárcel, yo no dejé de ir allá hasta que salió el último. Mi mamá me decía: ‘Pero si ya no tenés nada que hacer’; ‘Cómo no, ¿y si yo hubiera estado solita allí? A mí me da miedo todo lo que vi, no puedo dejar de ir hasta que salga el último’”.

“Como en 1958 se nos ocurrió formar un sindicato de oficios varios porque uno era barbero, otro carpintero y así sucesivamente... Yo salía todos los días a las 4:00 de la tarde bien arreglada, mi mamá preguntaba a dónde iba y le decía que a comprar cosas de trabajo, y en realidad iba a las reuniones y a encontrarme con mis amigas e ir trabajándolas para que también fueran independientes, pero costaba terriblemente romper esos esquemas, porque si una actuaba con autonomía decían que era loca, vaga, puta, de cualquier cosa la tachaban por eso”.

“Un día les dije a los muchachos que yo no podía estar trabajando con ellos a escondidas y que mejor nos reuniéramos en mi casa. Le dije a mi madre: ‘Vea mamá, usted quiere lo mejor para mí, quiere darse cuenta qué anda haciendo su hija. 

Entonces, en vez de que yo salga a la calle, ¿no le gustaría que mejor mis amistades vinieran a la casa? Así usted escucha, mira, y si algo no le gusta me lo dice’. La pobre señora hasta lloró porque era duro para ella, pero no le quedó más remedio y dijo que sí. Pero los muchachos lo que querían eran tener la casa para reunirse y dejar las cosas, sin que yo participara en igualdad de condiciones. 

Hacíamos círculos de estudios, vendíamos el periódico, y yo era la única mujer, pasaba sentada en la última silla pero después de que ellos se iban me ponía a leer todo lo que dejaban, y si no entendía algo me iba al clan y le pedía a Gregorio Aguilar Barea –que le decíamos Goyito– que me explicara esta mierda. Él, además de explicar, me mandaba a leer, así fui adquiriendo criterios y métodos de análisis”.

Relegada por ser mujer

“Miguel de Castilla, que es pariente mío y padrino de mi hija mayor, fue a estudiar a la Universidad de León en los tiempos del rector Mariano Fiallos Gil y la autonomía universitaria, allí entró en contacto con la idea de una universidad vinculada al pueblo. Cuando regresó a Juigalpa de vacaciones, me llevó el libro La madre de Máximo Gorki, me pidió que lo leyera y dijo que dentro de 15 días íbamos a analizarlo. La verdad es que no lo leí y cuando él me preguntó de qué trataba le recité la vida de mi mamá. 

Sólo me dijo: ‘Mirá, vos sos inteligente’, eso me golpeoó porque sentí como que me había dicho que me estaba engañando a mí misma... Decidí que le iba a demostrar que no era bruta, pedí a alguien del clan que me enseñara a fichar un libro, porque lo iba a leer a conciencia. La madre de Gorki cambió mi vida, miré el papel de la madre de Pável y me dije: ‘Allí está la mujer actuando, y estos tales por cuales me tienen a mí metida en un rincón’”.

“En ese tiempo había que elegir la junta directiva de la organización que estábamos creando, y como había una alianza con el clan vino un abogado de parte de ellos y preguntó a los varones: ‘Esta muchacha todo el tiempo está con ustedes, ¿por qué ella no puede ser miembro de la junta directiva?’. Le respondieron: ‘Primero porque no sabe nada y segundo porque es mujer’, así de sencillo, y se supone que eran los más avanzados.

 Pero el abogado les argumentó: ‘Aquí este documento dice que ella ha dado dinero para comprar una corona del papá de un compañero, ¿cómo es eso que no es parte de la organización? Además, ella participa en todas las reuniones por lo menos de oyente; quiero que Gladys explique a todos para qué sirve un sindicato’”.

Primer cargo

“Entonces pasé al frente y dije que pusimos este nombre a nuestra organización pero no era el correcto porque no teníamos patrones y los sindicatos son para reivindicar las prestaciones sociales de los trabajadores ante la patronal. 

Quedaron boquiabiertos al ver que yo sí sabía de sindicalismo. Tuvieron que aceptar mi candidatura porque el abogado los fue poniendo contra la pared con argumentos sólidos y fui electa Secretaria de Actas y Acuerdos. Después pasé a ser Secretaria de Conflictos. Me fui vinculando con el Partido Socialista y también trabajaba con mujeres”.

“Ya como sindicato nos habíamos ido a meter al campo, allí sí había un sistema feudal, era una explotación terrible y además los campesinos creían que su patrón era la maravilla porque era el compadre de sus hijos y porque les regalaba las cosas usadas. 

Nos metimos a trabajar y llegamos casi a El Rama y allí hicimos una huelga con los trabajadores que andaban haciendo la carretera. También organizamos, en el 60 ó 61, un desfile del primero de mayo, el único que se hizo antes del triunfo de la revolución, y llenamos el famoso teatro municipal. A mí me tocó hablar sobre el primero de mayo”.

“Cuando hacíamos asambleas la coartada era un bautizo colectivo, yo era madrina de cantidad de gente, al saber de cuántos chavalos. Nos reuníamos en el patio, y si llegaba alguien desconocido, entraba a la fiesta, y cuando se iba hablábamos de la lucha...”.

Encuentro con Óscar Turcios

“En ese entonces yo tenía un concepto del Frente Sandinista por la mierda, creía que eran chavalos locos, burgueses e irresponsables. Aunque les hice la bandera rojinegra e iba a pegar papeletas, no tenía fe en el derrocamiento de la dictadura por la vía armada”.

“En 1963, estaban organizando el Congreso Mundial de Mujeres en Moscú, y en el partido había propuestas excelentes exponentes de la mujer nicaragüense para viajar allá, como, por ejemplo, la profesora Eva Conrado. Pero a Domingo Sánchez se le ocurrió proponerme a mí. Pasé de Juigalpa a Moscú casi sin conocer Managua. 

Tenía una hija de tres meses y la dejé con mi mamá para irme. Como yo era maestra de la escuela nocturna le dijimos a todo mundo que iba para Costa Rica a un curso de capacitación, la pobrecita de mi mamá lo creyó. Los compañeros que no eran tan tontos pensaron que yo iba para Cuba, me decían: ‘Me traés un pelo de la barba de Fidel’. Pero no fui por Cuba sino por México”.

“En Managua me hicieron todas las recomendaciones habidas y por haber y me dijeron: ‘Si Óscar Turcios llega a verte lo saludás por supuesto, pero no le pongás ninguna atención’. Cuando llegué a Moscú me encontré con un grupo de muchachos y ninguno era Óscar, pero por la noche él vino a buscarme al hotel, bajé a recibirlo y como era mujer transparente lo primero que le pregunté fue: ‘¿Por qué me dijeron esos viejos que no hablara con vos?’. 

Él comenzó a hacerme preguntas sobre el Frente Sandinista y se armó de paciencia para irme explicando su punto de vista, al inicio yo decía: ‘Por aquí me entra, por aquí me sale’, pero le escuchaba... Lo que él me había dicho no me terminó de convencer pero me sembró la inquietud”.

En la Unión Soviética

“Aquel congreso me abrió la mente como si hubiera leído 300 libros. Además vi que las problemáticas de las mujeres son iguales aquí y en la Cochinchina y que la emancipación de la mujer no se regala sino que se lucha por ella. Luego todas las que hablábamos español fuimos a Leningrado, a mí me pusieron a una traductora genial, manejaba siete idiomas.

 Ella no lograba creer lo que yo le contaba: que vine a Moscú de Juigalpa luego de estar ocho días en Managua metida en una casa, sin conocer la capital, que había despachado a mi hija recién nacida para viajar, no creía mi grado de escolaridad... Ya después del triunfo de la revolución, cuando yo era responsable del comité regional me mandaron a una escuela de cuadros a Estelí a sacar mi primaria acelerada”.

“Conocí a la delegación de Cuba, era numerosa, 25 mujeres; había una vestida de verde olivo que a mí me llamó la atención desde el primer momento pero nunca supe quién era porque no pregunté, ni siquiera por cortesía, en ese tiempo andaba con la loquera que la toma del poder era por la vía pacífica. 

Entonces, cuando anunciaron que esa cubana nos iba a presentar a todas las latinoamericanas me cayó como un balde de agua fría, pensaba que ella me iba a intoxicar con eso de guerra de guerrillas, pero ¡qué va! Ella presentó a todos los países, habló de la historia de cada uno y resultó que sabía mucho sobre Nicaragua y la lucha de Augusto César Sandino. En ese momento quise que me tragara la tierra porque lo que ella decía se parecía mucho a lo que me había estado diciendo Óscar Turcios, por primera vez pensé que me enseñaron una visión deformada de la historia”.

Lo personal y lo político

De regreso en Nicaragua, la joven se reincorporó a las luchas sociales. En 1965 los socialistas llevaron a un numeroso grupo de campesinos del norte a Managua a una manifestación; luego de una intensa jornada de protestas todos aquellos que eran considerados cabecillas –Gladys incluida– cayeron presos. Se declararon en huelga de hambre y poco tiempo después fueron puestos en libertad. Pero hubo consecuencias impredecibles. “Después de esa carceleada, pasó algo que me facilitó más la transición al Frente Sandinista. 

Resulta que salí de la cárcel y llegué a la casa del partido. Me encontré con Elí Altamirano y me sale diciendo: ‘Mire, compañera, nosotros sabíamos que usted iba a responder, nosotros sabíamos que usted tiene una convicción, nosotros sabíamos todo lo que usted es capaz de hacer; teníamos plena seguridad en su respuesta. Pero ¿sabe?, la conversación que usted tuvo en la Casa del Obrero con Armando Ñurinda dio lugar a comentarios desfavorables a su persona’. La noche anterior a nuestro arresto, habíamos estado hablando con ese compañero en la Casa del Obrero, y como yo era una mujer casada... en fin: cuestión de prejuicios”.

Al comprender que los camaradas tenían, en asuntos de pareja, la mentalidad totalmente burguesa y posesiva, Gladys quedó muy dolida y desilusionada. 

Su esposo también le dijo sin rodeos que quería a un ama de casa tradicional y no una dirigente. “Todo eso era demasiado para él. Se recluyó en el alcohol; me imagino que ha de haber sentido un complejo de inferioridad. Por otro lado, él no quiso superarse... Entonces, me separé de mi marido y entré al Frente Sandinista”.

El presente

Después vino la gesta de Pancasán –Báez sobrevivió sólo porque tuvo que bajar de la montaña por razones de salud– nuevo arresto, brutales torturas que la dejaron incapacitada por varios meses, trabajo organizativo con las madres de los presos políticos, participación en la insurrección de León y muchas otras tareas. Tiene cuatro hijos –dos de su primera relación y dos de la segunda, con bastante distancia entre ambas– 10 nietos y dos bisnietos. Actualmente es diputada de la Asamblea Nacional por el FSLN y se considera defensora de los derechos de las mujeres. Aunque no le gusta ahondar sobre el tema, considera que la eliminación del aborto terapéutico de la legislación nacional creó “una complicación” en las relaciones entre el movimiento de mujeres y el Frente e insiste en la necesidad de seguir luchando por la equidad de género.

Si a su mamá alguien le dijera que su hija Gladys iba a ser diputada del parlamento, ¿qué cree que contestaría?

Hubiera dicho dos cosas. Primeramente “imposible”, porque proveníamos de una familia eminentemente pobre, en mi infancia no tuve un grado de escolaridad como para poder ostentar este cargo. Por otro lado hubiera dicho: “Mi hija es visionaria, es audaz; no estoy segura de que pueda llegar a ser diputada, pero quizás”.

La heroica gesta de Pancasán

(…)
La guerrillera y ahora diputada Gladys Báez recuerda que su primera participación dentro de los movimientos sociales empezaron en 1963, cuando viajaba a las montañas a sensibilizar a la mujer campesina sobre sus derechos.

“Nos contábamos con los dedos de las manos las mujeres en movimientos sociales, pero cuando se decidió que fuera una mujer a la montaña, me tocó a mí”, refiere Báez.

“Entré como cualquier guerrillero, ahí no había diferencias, mientras los hombres hablaban con los campesinos, yo estaba con las mujeres”, sostiene Báez, que mantiene muy frescos sus recuerdos de cómo Oscar Turcios la contactó para que participará como colaboradora del FSLN por su trayectoria como dirigente femenina del Partido Socialista.

Báez se salva de morir en la emboscada, debido a que días antes fue prácticamente obligada a bajar de la montaña por una serie de enfermedades.

“La decisión de bajarme se tomó durante dos días y estaba molesta porque pensaba que los jefes guerrilleros desconfiaban de mis capacidades”, dijo Báez, quien señala que al final es convencida por el doctor Oscar Danilo Rosales.

A 41 años de la gesta de Pancasán, esta mujer recuerda como se enteró de las muertes de sus compañeros y como le dicen que “Pablo Ubeda” resistió hasta el último momento, a pesar de tener las vísceras de fuera.

“Para mí fue difícil, no podía dar crédito a la noticia de la muerte de los compañeros”, recordó.

Los restos de Silvio Mayorga descansan en la Plaza Central de Nagarote y los de Pablo Ubeda quedaron en la montaña. El doctor Oscar Danilo Rosales fue enterrado en León.

Sobreviven a esta gesta el comandante Daniel Ortega, debido a su trabajo para organizar la resistencia urbana, el compañero Leopoldo Rivas, un destacado médico del hospital Militar Alejandro Dávila Bolaños, Gladys Báez y el comandante Tomás Borge.

Otros compañeros guerrilleros lograron sobrevivir, pero al cabo de los años fueron cayendo en combate, tales como Germán Pomares, Edmundo Pérez (Chino Pérez), y el Padre de la Revolución Popular Sandinista, Carlos Fonseca Amador, entre otros.

Asamblea condecora con Medalla de la Mujer a diputada Gladys Báez

Martes, 11 de Marzo 2014 | Pedro Ortega Ramírez

La diputada sandinista Gladys Báez fue condecorada por la Asamblea Nacional con la Medalla de la Mujer “Herrera Arellano Toledo” durante una sesión solemne dedicada al Día Internacional de la Mujer, acto al que asistieron representantes de todos los Poderes del Estado y mujeres miembros de las estructuras de mando de la Policía Nacional y Ejército de Nicaragua.

Durante la sesión solemne tomaron la palabra representantes de las diferentes bancadas, la diputada Báez y la legisladora FSLN, Martha Marina González, actual presidenta de la Comisión de la Mujer, Juventud, Niñez y Familia. La medalla le fue impuesta por el presidente del parlamento René Nùñez y por la Primera Secretaria Alba Palacios.

El parlamento honró la trayectoria política y social de la compañera Báez por su “ejemplo de permanente lucha por la democracia y la libertad en Nicaragua, teniendo el reconocimiento del pueblo nicaragüense”.

De acuerdo al dictamen que aprueba la Medalla de la Mujer, el historial de la legisladora sandinista resume las calidades de las tres mujeres que dieron su nombre a esta condecoración como es el heroísmo de Rafaela Herrera en su lucha contra la invasión, la abnegación y sencillez de Elena Arellano en su lucha por la educación de los trabajadores del campo y el vigor y ejemplo de la profesora Josefa Toledo de Aguerri.

Gobierno Sandinista promueve a la mujer

“Recibo la Medalla Herrera Arellano Toledo con inmenso honor y profunda emoción, la recibo en nombre de las mil veces heroicas mujeres nicaragüenses y del mundo, que en diferentes tiempos hemos luchado incansablemente por nuestra emancipación, por nuestro empoderamiento, por el respeto de nuestros derechos humanos y por el reconocimiento y protagonismo de la mujer en los diversos espacios de la sociedad”, señaló Báez.

La legisladora sandinista destacó el rol y heroísmo de muchas mujeres que físicamente no están con nosotros, pero pasaron a la inmortalidad por sus acciones y ejemplos, entre ellas de doña Josefa Toledo de Aguerri, la doctora Concepción Palacios, la compañera Nora Astorga, la chinita Arlen Siu y muchas otras mujeres que seguirán siendo ejemplos de las futuras generaciones.

Báez destacó que con el Gobierno Sandinista es cada vez más evidente el trabajo para una profunda transformación económica, social, política, cultural e intelectual, como el reconocimiento de la mujer en la igualdad y equidad de género.

“Las mujeres somos el eje fundamental de la unidad de la familia, somos procreadoras de vida, fervientes y fieles luchadoras por la paz, tenemos la responsabilidad de contribuir por los cambios para continuar haciendo Patria”, destacó Báez.

Un ejemplo a imitar

“Nos regocijamos todos y todas porque cuando propusimos la condecoración a la compañera Gladys Báez nadie dudo en decir yo la respaldo en esta Asamblea y habló de las dos bancadas en este parlamento”, subrayó González al informar que tanto los legisladores sandinistas y los liberales brindaron su respaldo a la propuesta.

Indicó que Báez llena todos los méritos y requisitos para recibir esta medalla “y si me preguntan, es una de las pocas mujeres que se integró inicialmente al FSLN, una mujer que no ha perdido esa humildad, una mujer que ha luchado por las reivindicaciones de las mujeres y creo que la humildad de Gladys Báez es digna de imitar”.

Copyright © 2013 El 19 Digital. Martes 11 de marzo de 2014
http://www.el19digital.com/index.php/noticias/ver/17005/asamblea-condecora-con-medalla-de-la-mujer-a-diputada-gladys-baez

Recopilado por:
Dr. Humberto José González Suárez
San Francisco, California, EE.UU.
2001-2014
hubert05@yahoo.com

Semanario 7 DIAS, Edición 541 del 17 al 23 de Junio del 2008

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