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“O salimos del euro o el país podría sumirse en un escenario de caos y violencia”



Entrevista a Héctor Illueca, portavoz estatal del Frente Cívico-Somos Mayoría--

Enric Llopis | Rebelión |/

“El euro es fundamentalmente una ratonera”. “O salimos del euro o el país podría sumirse en un escenario de caos y violencia”, afirma Héctor Illueca, portavoz estatal del Frente Cívico-Somos Mayoría. Junto a la Unión Europea, el euro encarna el modelo más acabado de la ideología neoliberal, basada en excluir a la economía de la intervención política y el control social. 
Más aún, el euro ha devenido, en la práctica, en la herramienta central con la que el capitalismo alemán ha configurado su hegemonía. Con la moneda única se ha impedido la posibilidad de devaluaciones monetarias competitivas por parte de la periferia europea (sobre todo, España e Italia) y se ha consolidado la maquinaria exportadora germana. La Unificación alemana representó el experimento previo.

-¿Qué significa el euro? ¿Tiene algún significado más allá de la moneda única europea?

El euro es fundamentalmente una ratonera. Una herramienta para forjar la hegemonía del capital alemán en el escenario europeo. Partimos del contexto económico de la crisis económica de los años 70 (crisis del petróleo) y de la situación que algunos países afrontaban en este entorno del incertidumbre. 

Había un país –en concreto, Alemania- con ventaja para proteger su crecimiento económico a base de exportaciones; y que poseía un “espacio vital”, que era entonces la Comunidad Económica Europea (CEE).

 Es esto lo que permite que Alemania articule un crecimiento económico a base de exportaciones y se convierta en el polo fundamental para el desarrollo industrial de Europa. Alemania exporta a Europa no sólo coches o lavadoras, sino todo tipo de bienes de equipo (siderometalúrgica, química, construcción naval, etcétera). 

En ese contexto de crisis, Alemania es capaz de producir bienes de consumo y equipo con alto grado de eficacia, pero es incapaz de generar por sí la demanda interna para absorber esa producción. Ahora bien, contaba con una ventaja: la periferia europea, que le proporcionaba esa demanda necesaria. Éste es el contexto económico en el que nace el euro.

-¿Consideras que el euro encarna, además de la hegemonía del capitalismo alemán, un determinado modelo económico?

La Unión Europea y el euro representan la expresión más acabada de lo que llamamos “neoliberalismo”. Si recuperamos la obra de Milton Friedman (en concreto, los libros que escribe en los años 60: “Capitalismo y libertad” o “Libertad de elegir”), su razonamiento básico y tronco del neoliberalismo es que el estado es una especie de “agente externo” a la sociedad. 

Como una enfermedad que tendría que separarse del orden social. La idea central es la separación de la política y la economía, núcleo duro del pensamiento económico conservador posterior a la segunda guerra mundial. 

Excluir al estado de la economía para consagrar la ley del más fuerte; el imperio del mercado y el darwinismo social que se reproduce en el mercado. En definitiva, permitir que la explotación capitalista se reproduzca sin trabas, mediante la abstención del estado y con un objetivo muy claro: hacer viable el programa económico que interesa a los sectores más poderosos de la sociedad. Esto es la Unión Europea. 

La arquitectura institucional europea y el euro, sobre todo a partir del Tratado de Maastricht, establece un marco económico y político que reduce a la mínima expresión la gestión de la economía mediante las políticas macroeconómicas.

-¿Cómo se produce, en concreto, este vaciamiento de las herramientas macroeconómicas de los estados?

Las políticas de tipos de cambio desaparecen con la supresión de las monedas nacionales. De ese modo se deroga la principal herramienta que tenían los estados para la aplicación de políticas macroeconómicas: la devaluación de la moneda. En segundo lugar, el Banco Central Europeo (BCE) asume la política monetaria de manera independiente del poder político. Se separa, así, la política monetaria de cualquier “interferencia” democrática. 

Además, se prohíbe al BCE financiar el déficit público de los estados, de modo que se les obliga a buscar financiación en los mercados financieros internacionales, a tipos más altos. 

Esto es lo que provoca la crisis de la deuda. En tercer lugar, la política fiscal queda constreñida por los criterios de convergencia de Maastricht, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), la reforma constitucional planteada por el PP y el PSOE y, finalmente, la Ley de Estabilidad Presupuestaria.

 La conclusión es que de las cuatro variables que a un estado le permiten gestionar la economía mediante variables macroeconómicas, tres le han sido sustraídas al estado. 

Entonces sólo le queda la variable salarial. La arquitectura institucional europea está construida para que el salario sea el principal factor de competitividad. Y ello está en la base de la estrategia “devaluacionista” que hoy impera en Europa.

-¿Cuál es el objetivo esencial del capitalismo alemán en torno a la moneda única?

Incrementar y perpetuar su excedente comercial con la periferia europea. Además, reforzar la posición alemana en el esquema europeo como exportador neto de productos y bienes de equipo, e importador neto de demanda general. Pero lo importante es que se trata de una estrategia nacional. Que tenía sus problemas: las devaluaciones competitivas de las monedas de los países del Sur (sobre todo, España e Italia) para mejorar la competitividad y la balanza comercial en relación con Alemania. El euro resuelve este problema a Alemania. Nadie duda por qué entró Alemania en el sistema euro. 

El problema es por qué entramos nosotros.

-¿Por qué razón consideras que ingresaron los países de la periferia europea en la moneda única?

No existe una respuesta fácil. Pero pienso que se dieron tres motivos. En primer lugar, porque el euro es también una herramienta muy importante para romper la capacidad de negociación de los sindicatos. Y aleja cualquier decisión de política económica de un posible control democrático. 

Además, nuestros pueblos arrastraban un gigantesco complejo de inferioridad respecto a otros pueblos de Europa. Dicho de otro modo, el mito de Europa ha gobernado el sentido común de nuestros pueblos. 

Un mito colectivo y vía de escape de un país incapaz de aceptarse a sí mismo y su pasado. España representaría, por tanto, el autoritarismo, el atraso, el clericalismo…Europa, por el contrario, representaría el progreso, la modernidad y el laicismo. Hemos vivido, así pues, un sueño colectivo; con el euro iban a acabarse las contradicciones sociales. 

La última razón es la tremenda corrupción del poder político, que ha llegado a ser estructural y afecta al PP, al PSOE y a sus “muletas políticas”, CIU y PNV. Desde el jefe del Estado hasta el último concejal de Urbanismo que aceptaba sobornos por licencias de obra.

-¿Es posible una reforma desde dentro de la actual Unión Europea? ¿Observas la posibilidad de cambios graduales que puedan alterar la esencia de la UE?

En teoría todo es posible. De hecho, hay sectores muy importantes de la izquierda y el sindicalismo que lo plantean y hacen una aproximación crítica al proceso de construcción europea; critican además las posiciones del Banco Central Europeo (BCE) o la fragmentación fiscal.

 Se formulan planteamientos teóricamente posibles como la abolición del pacto de estabilidad, una autoridad fiscal a nivel europeo y, en el centro del “buenismo”, se pide la implantación de un salario mínimo europeo. Me entra la risa.

 Ésta es una quimera que tiene paralizada desde hace décadas a la izquierda y el movimiento sindical. No hay en Europa hoy, ni habrá en un futuro inmediato, posibilidades de que esto ocurra. Políticamente es imposible porque la creación de una autoridad fiscal en Europa exigiría una reestructuración de la soberanía en la UE. 

Y ocurre que la soberanía en la UE se ha construido sobre la base de una rigurosa construcción de intereses nacionales y jerarquías entre estados, de manera que cualquier reforma posible ha de respetar esta jerarquía, en la cumbre de la cual están Alemania y los países del Norte.

 El euro ha sido, de hecho, la herramienta para la hegemonía del capital alemán y para la instauración de su soberanía en la Unión Europea. A mi juicio, cualquier agenda política que quiera romper con el neoliberalismo reinante, incluso en sentido reformista, ha de plantearse inevitablemente romper con la UE y sus instituciones.

-¿En qué términos se expresa la dialéctica centro-periferia en el marco de la zona euro?

Creo que con Alemania habría que aplicar el “principio de precaución”. No olvidemos que los nazis eran alemanes. La gran paradoja de la Unión Europea es que nació con la finalidad de evitar devaluaciones competitivas de la moneda y de neutralizar la lucha de todos contra todos que en el pasado, incluso, llevó al continente a la guerra. 

Pero ha provocado un escenario de “ley de la selva” en que la estrategia económica dominante consiste en arruinar a tu vecino. La relación entre centro y periferia es la consecuencia, entre otras cosas, de una estrategia de “represión salarial” impulsada por Alemania a partir de los años 90, tras la Unificación, y sobre todo a partir de 2000, con la Agenda 2010, que igualmente iba encaminada a reducir salarios.

 Se mantuvieron en Alemania los salarios por debajo del crecimiento de la productividad con el fin de potenciar la estrategia exportadora y crecer a base de superávit comerciales con el exterior. Pero la otra cara de este superávit es el déficit comercial de los países de la periferia europea, que van asumiendo posiciones dependientes que nos llevan progresivamente al subdesarrollo.

-Te refieres a una hegemonía alemana en Europa. ¿Cómo se desarrolla el proceso hasta llegar a consolidarse?

No hemos de perder de vista que el control del continente europeo, a base de un sistema económico integrado y de moneda única como herramienta de dominio, está muy presente ya en la geopolítica nazi y en la idea (muy cercana) del “Lebensraum” de Hitler. La primera vez que Alemania pone en práctica este concepto es con la Reunificación, que se produce de una manera muy parecida a cómo después se forja la unificación monetaria europea. 

De hecho, la unificación alemana fue el experimento previo. Alemania Occidental, para absorber a la ALEMANIA DEMOCRÁTICA, implanta una unificación monetaria basada en la paridad entre el Deutsche Mark y el marco del este, que implicó a corto plazo (y por los diferenciales de competitividad tan grande que se daban) el desmantelamiento violento y radical de todo el tejido industrial de la Alemania del Este; de modo que de manera extraordinariamente rápida, las empresas del Este cerraron las puertas, despidieron a la gente y experimentaron un proceso de desindustrialización sin precedentes en la historia reciente de Europa. 

Tres millones de personas (sobre una población total de 17 millones de habitantes) tuvieron que emigrar al Oeste para buscar trabajo. Éste fue el experimento, que a la patronal y al capital financiero alemán les salió muy bien. Se “tragaron” la industria del Este, y absorbieron gran cantidad de mano de obra barata (de Alemania del Este, pero también de Hungría, Polonia o Checoslovaquia), como herramienta para presionar a los trabajadores alemanes a costa de sus condiciones de trabajo. Esto se tradujo en la Agenda 2010.

-¿Cómo se aplica el modelo alemán a la Unión Europea y qué repercusiones tiene ello en los países del Sur?

La paradoja de la Unión Europea es que nació para evitar devaluaciones competitivas y estrategias no cooperativas en las relaciones internacionales. Y ha terminado en lo contrario. Ha convertido a Europa en la “ley de la selva”. Alemania sigue una estrategia neomercantilista para crecer a base de exportaciones a costa de arruinar a sus vecinos. Hace con la periferia europea lo mismo que en su día hizo con la Europa del Este. Ha implantado un marco monetario único, donde los diferenciales de competitividad hacen que Alemania refuerce su patrón de crecimiento a base de exportaciones. 

Esto ha convertido a las economías periféricas en dependientes. Hay, además, un sector importante de la izquierda y del movimiento sindical que no ha entendido lo siguiente: la estrategia neomercantilista alemana es una estrategia “nacional”, y en la pomada están la derecha, la socialdemocracia y el movimiento sindical. Quien se sale de este consenso está condenado a la marginalidad. Insisto, es una estrategia “nacional”. 

Las reformas y recortes salariales más duros van a aplicarlos Schröder y los verdes. En contra de lo que muchas veces se dice, el problema no es Merkel sino Alemania, y la voluntad de imponer al resto del continente una estrategia económica neomercantilista. Esto tiene como consecuencia que, mientras en Alemania se acaba de bajar la edad de jubilación, en España se incrementa.

 O que mientras en Alemania existe un compromiso por aumentar el salario mínimo, en España se produce una destrucción de los mecanismos clásicos de negociación colectiva para hundir los salarios. Esto evidencia la incapacidad de las elites políticas y económicas del Sur de Europa de seguir un camino independiente para sus pueblos. Lo que Manolo Monereo, en expresión muy acertada, denomina “Vichy global”. Estas élites del Sur prefieren que otros les hagan el trabajo sucio antes que enfrentarse directamente con las clases populares.

-Descrito el panorama, ¿Qué alternativas cabe plantear?

O salimos del euro o el país podría sumirse en un escenario de caos y violencia. La única salida progresista que le queda a nuestro pueblo es salir del euro, como primer paso de una estrategia constituyente orientada a un reequilibrio radical del poder entre las clases. 

Una estrategia constituyente orientada a desplazar el poder económico y social desde el capital hasta el Trabajo, integrada (esta estrategia) en una serie de elementos interconectados. De entrada, salir del euro para recuperar la competitividad y mejorar la balanza comercial del país. 

Y que las empresas empiecen a contratar gente. Pero sabiendo que muy probablemente ello comporte un escenario económico muy complejo, en el que podríamos destacar dos implicaciones muy importantes que un gobierno de base popular tendría necesariamente que afrontar. 

En primer lugar, que al devaluar la moneda, la deuda exterior se multiplicará y será imposible que el país pueda satisfacerla. Por eso es tan imposible que la salida del euro vaya acompañada de una segunda medida: decretar la suspensión de pagos del país, y poner en marcha una auditoría pública y democrática de la deuda en la que, además de técnicos y especialistas, participen también representantes de la sociedad civil y los sindicatos para garantizar la transparencia del proceso.

 Y todo esto al tiempo que se asegura una quita sustancial de la deuda. Además, teniendo en cuenta que España es un país muy dependiente desde un punto de vista energético, la ruptura del euro y la devaluación de la moneda puede desencadenar un proceso inflacionario en el país. Pues bien, se ha de asumir ese proceso, ya que si se ha de “ajustar” la economía, es preferible que haya inflación a que se produzcan recortes salariales, ya que estos afectan de manera general e indiscriminada al poder adquisitivo de las personas. 

Sin embargo, la inflación afecta de manera selectiva en la medida en que lo hace preferentemente sobre los productos importados. Eso deja un margen al consumidor a la hora de elegir el producto.

-¿Ha de asumirse, entonces, si se rompe con el euro, un aumento en el precio de los bienes básicos?

La inflación ha de asumirse porque, como contrapartida, habrá más empleo. Otra contrapartida a la inflación es que se recuperarán las herramientas de políticas “macro” y la posibilidad de indexar salarios y pensiones al IPC. Pero tampoco se habría de sobrevalorar el riesgo de inflación porque hay una inflación oculta en la economía (el “redondeo”), que podría revertirse con la vuelta a la peseta. 

En todo caso, es cierto que pese a todo lo dicho, en un país tan dependiente desde el punto de vista energético, y que importa buena parte de los productos que consume, se dará un incremento de los precios. Ahora bien, en los meses posteriores a la salida del euro, el gobierno tendría que adoptar medidas excepcionales, sobre todo tres. 

Primero, dar gran importancia a los acuerdos bilaterales con países productores, como Rusia y Venezuela. Además, las clases populares estarán bajo presión y es posible que haya que subvencionar el transporte y la calefacción a las familias con menos recursos. 

Podría ser necesario también un racionamiento de productos (alimentos, gasolina, medicina…). Hemos de ser conscientes de que en ese momento la banca estará bajo presión, y de que se producirán quiebras. Así pues, será necesario decretar la nacionalización de la banca y la creación de una banca pública con un objetivo fundamental.

 Poner al estado al frente de la economía para revertir la financiarización de nuestro sistema económico y transitar desde un modelo basado en la especulación y el ladrillo a un modelo basado en la economía real, productiva e industrial. La nacionalización de los sectores económicos estratégicos, una reforma fiscal (que amplíe la base tributaria del país) progresiva y profunda; y la reorientación de la política exterior. Además, mejorar las prestaciones sociales sobre todo en sanidad y educación.

-Por último, el “Frente Cívico-Somos Mayoría” organiza unas jornadas estatales sobre el euro los días 9, 10 y 11 de mayo. ¿Con qué objetivos?

Creemos que hay un espacio político vinculado a la recuperación de la soberanía, y lo que queremos es abrir un debate y denunciar las limitaciones que el proyecto europeo implica para un proceso de transformación social. Asociar nuestro proyecto a la salida del euro, como primer paso de una estrategia constituyente que nos permita superar la tremenda crisis que atravesamos. 

Las jornadas, que se celebrarán en Valencia, llevan por título “Por la recuperación de la soberanía: salir del euro”, y contarán con la presencia de Julio Anguita (vía “streaming”), Pedro Montes, Joan Tafalla, Manolo Monereo Alberto Montero, Ramón Franquesa y Adoración Guamán, entre otros, además de representantes de los movimientos sociales. 


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