La Asamblea Nacional aprobó hoy la “Ley que declara Sitio Histórico San José de las Mulas” en Homenaje a los 23 Héroes de la Juventud Sandinista 19 de Julio, que ofrendaron sus vidas el 27 de febrero de 1983 en defensa de la Revolución Popular Sandinista y de la Patria.
El Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional reconoce la valentía de estos Jóvenes, quienes sin temor, pero con mucho Amor a su Patria, se dispusieron a defender la Victoria del Pueblo nicaragüense ante los 2 ataques promovidos por el Gobierno de Estados Unidos.
Como parte de los Programas de Restitución de Derechos se establece el resguardo, recopilación y promoción de la Memoria Histórica para Honor y Gloria de nuestros Héroes y Mártires caídos en la defensa de la Patria.
La Sesión contó con la asistencia de madres, padres y sobrevivientes de la Gesta Heroica, quienes recibieron el saludo efusivo de los Diputados y Diputadas de la Asamblea Nacional.
El 27 de febrero de 1983, San José de las Mulas fue el escenario de una de las gestas heroicas de la defensa de la Revolución Popular Sandinista
San José de las Mulas es un sitio enclavado en las montañas del municipio de Matiguás, en el departamento de Matagalpa.
Ahí, el 27 de febrero de 1983, fuerzas contrarrevolucionarias del FDN (Fuerza Democrática Nicaragüense) atacaron a un destacamento del Batallón de Reserva 30 – 62 de la Juventud Sandinista 19 de Julio.
El analista político Manuel Salvador Espinoza Jarquín, en su libro “Un despertar de fuego y sangre”, publicado en el 2012, reconstruye con minuciosidad, hora tras hora, lo que aconteció ese día.
Para el profesor Espinoza, según sus propias palabras, la reconstrucción de esta historia dramática, que le llevó dos años de ardua investigación, fue sumamente difícil por la carga emocional de testigos, protagonistas y sobrevivientes. Las largas horas de recolección de testimonios estuvo llena de emociones, temores personales y percepciones distintas.
La triunfante Revolución Popular Sandinista del 19 de Julio de 1979, desde enero de 1980 tuvo que afrontar las agresiones militares, que no cesaron en toda la década.
Con la dirección militar de ex guardias somocistas, participación activa de políticos de derecha y con el apoyo financiero y logístico de los Estados Unidos a través de la CIA, hubo incursiones desde el territorio hondureño, hostigamiento en las fronteras, incursiones aéreas que fueron acrecentándose.
Los primeros caídos fueron alfabetizadores, maestros de escuela, miembros de los Comités de Defensa Sandinista (CDS), personas sin ninguna preparación militar, en completa indefensión.
En 1982 la CIA creó la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), integrada por diferentes grupos contrarrevolucionarios, que en ese entonces afirmaban contara con 5,000 soldados rasos, que eran llamados “comandos” para proyectar la imagen de un ejército con gran capacidad combativa.
Contaban con sus propios uniformes de color azul, una excelente logística y modernos pertrechos militares, además de la preparación en los campamentos que tenían en Honduras. En una reunión en Miami, discutieron sus planes para derrocar al gobierno sandinista, lo que esperaban lograr antes de que finalizara el año.
La primera incursión de las fuerzas contrarrevolucionaria se da en febrero de 1983, el objetivo era pasar de los combates pequeños y cortos golpes de mano, a impactos mayores y permanecer dentro del territorio nicaragüense.
Esta incursión fue denominada “Exploración 83”. Entraron 400 hombres divididos en dos fuerzas de tarea, la “San Jacinto” al mando de “Renato”, seudónimo de Francisco Ruíz Castellón, exteniente de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI) de la Guardia Nacional, con participación directa en los combates de los barrios orientales de Managua, en Estelí y en el Frente Sur.
La otra era la Fuerza de Tarea “Jorge Salazar”, comandada por “Toño”, también ex oficial de la Guardia Nacional de la dictadura somocista.
En general, participaron unos 18 ex oficiales y soldados de la extinta Guardia Nacional, todos con experiencia de combate en los frentes de guerra de la revolución sandinista.
Ambas Fuerzas de Tarea fueron equipadas con fúsiles AK de fabricación soviética y china, fúsiles FAL de origen belga, ametralladoras calibre 30, suficientes granadas de fragmentación y excelentes equipos de comunicación. Los jefes portaban pistolas y fusiles FAL.
Los otros protagonistas de la historia narrada por Manuel Espinoza son los jóvenes integrantes del Batallón de Milicias 30 – 62 que llegó a la zona de Río Blanco a mediados de noviembre de 1982.
Este batallón se formó en Managua con jóvenes de los barrios orientales, en su mayoría estudiantes del nivel medio. Su entrenamiento militar solamente duró 20 días y su armamento consistía en viejos fúsiles BZ de fabricación checa, que databan de la segunda guerra mundial.
Un destacamento de 53 jóvenes del 30 – 62 se movilizó a la comunidad de San José de las Mulas, con la misión de hacer conciencia en la población sobre los principios de la Revolución Sandinista.
Eran muy jóvenes, con un promedio de edad que rondaba los 20 años, estudiantes de secundaria, cuya misión estaba próxima a terminar, lo que esperaban con ansias para retornar a sus barrios y sus centros de estudio.
En el corto tiempo de estar en la comunidad, como dos meses, se dedicaron a realizar actividades culturales, enseñaron a jóvenes locales a tocar guitarra y flauta. Eran jóvenes entusiastas, viviendo el inicio del sueño de la revolución.
Sin embargo, con algunos pobladores que simpatizaban con la contrarrevolución no habían logrado hacer amistad y fueron los colaboradores de la contra que informaron que en el cuartel instalado en la escuela de la comunidad estaba un fuerte grupo de sandinista, “piricuacos”, como les llamaban despectivamente.
La jefatura de la contra necesitaba dar un golpe espectacular, el primero de envergadura para que tuviera impacto internacional, la coyuntura era propicia: el Papa Juan Pablo II visitaría Nicaragua el 4 de Marzo, lo que apresuró los preparativos para asestar el golpe, solo faltaba precisar el objetivo.
Primero pensaron en Pancasán, pero un informante les convenció que era mejor atacar el cuartel, como llamaban a la escuela donde estaban los muchachos de la Juventud Sandinista, de San José de Las Mulas.
El argumento era que en el primer lugar había pocos soldados sandinistas, mientras que en el segundo había un buen grupo.
Los informes confusos de la contra mencionaban con obsesión de los asesores cubanos y una fuerza de hasta doscientos hombres fuertemente armados.
Mantuvieron esta versión hasta que se conoció en base a testimonios de los sobrevivientes y otros informes, que solo eran 53 jóvenes adolescentes, escasamente armados, sin entrenamiento ni experiencia combativa y con deficiente dirección operativa.
La Fuerza de Tarea “San Jacinto”, junto a dos grupos de la Fuerza de Tarea “Jorge Salazar” avanzó hasta una zona localizada a media hora del sitio histórico de Pancasán y a unas cuatro horas de la comarca de San José de las Mulas.
El 25 de febrero, la Fuerza San Jacinto recibió una comunicación radial en la que les ordenan atacar dentro de dos días el cuartel de San José de las Mulas.
El comandante “Renato” asumió el mando del ataque y de inmediato, junto con sus lugartenientes, empezó a organizar el movimiento de sus tropas. El 26 reciben mayor información de sus colaboradores y agrupados se acercan tanto a la escuela que pueden observar a los milicianos sandinistas.
El mismo 26 de febrero, que era día domingo, los miembros de la Compañía de la Juventud Sandinista, celebraron un acto en honor al Comandante Camilo Ortega Saavedra en el que participaron varias personas, niñas y niños que vivían en las inmediaciones del cuartel.
Era la última actividad cultural, una especie de despedida, porque estaban cerca de regresar a sus hogares. Cantaron canciones revolucionarias, tocaron guitarra y flauta.
Oswaldo Manzanares, el político de la compañía y organizador de la actividad, habló a todos los presentes sobre los fines y sueños de la revolución, de lo importante que había sido la Cruzada Nacional de Alfabetización para forjar la unidad entre el campesinado y la juventud de las ciudades, de lo mucho que aprendieron durante el tiempo de convivencia con la comunidad, y terminó llamando a la defensa de la Revolución para hacer posible un futuro mejor.
Terminó el acto cultural, y muchos se quedaron platicando con los muchachos. Se formaron grupos pequeños que conversaban sobre el camino. Pero era una noche extraña, desde hace dos días, los perros aullaban, había un silencio raro, no se miraba gente, un presentimiento de algo malo.
Algunos contaron de sueños, los mismos sueños que tuvieron algunas madres en sus casas. Era la muerte que acechaba desde los cerros, desde el monte, donde ojos feroces los observaban, con las manos crispadas sobre las armas de guerra, esperando la orden de ataque.
Eran aproximadamente las 3 de la madrugada cuando empezó el combate. Ráfagas desde la oscuridad, desde la loma, desde unos 15 o 20 metros, hacia el cuartel donde dormían los jóvenes reservistas del Batallón de Reservas 30-62.
Las balas pasaban por arriba del techo y pegaban en los árboles. La primera reacción fue de miedo, cuentan los sobrevivientes, luego cantaron canciones revolucionarias y gritaron consignas.
Siguió el combate y los ataques se repetían, cada vez con mayor agresividad y más cerca del cuartel. Hasta eso de las 3 de la tarde, después de casi diez horas de combate, en el que tuvo algunas bajas, la contra se tomó el cuartel.
De 53 muchachos, cayeron 23, el resto logró retirarse.
La horda feroz, en medio de los cuerpos inertes de los jóvenes caídos, arrió la bandera de la Juventud Sandinista e izó la bandera nacional de Nicaragua, se tomaron fotografías y celebraron. Nunca la bandera azul y blanco de la Patria estuvo en manos tan oprobiosas, porque la bandera de la Patria es sagrada y nos cubre con un manto de nicaraguanidad.
Cuándo terminó el combate llegaron campesinos del lugar y cuentan que en el lugar había un pesado silencio, olor a pólvora y muerte, y se conmovieron por la juventud de los caídos y por su heroicidad.
El 4 de marzo, en la Plaza 19 de Julio, las sufrientes madres de los Héroes de San José de las Mulas, pidieron al Papa Juan Pablo II, una oración por sus muertos y por la paz, petición que no fue concedida.
Los restos mortales de los héroes de San José de las Mulas descansan en un panteón del Cementerio Oriental en Managua, dónde también han sido sepultadas algunas de sus madres.
Hoy como cada año, habrán flores en el panteón de Ricardo Avilés, Alfonso Orozco, Dolores Madrigal, Guillermo Madrigal, Roberto Talavera Carballo, Giovanni Moreno, Jimmy Vásquez, Sergio Granera, Enrique Calderón, Esteban Guido, Julio Saballos, Carlos Lacayo, Saúl Oswaldo Manzanares, Esteban Mendoza, César Balladares, Miguel Castillo, Francisco Loásiga, Mariano Espinoza, Julio Jiménez, MacNery Pérez, Henry Baéz, Arnoldo Toruño y Noel Solís Ponce.
Los Héroes de San José de Las Mulas cayeron en una batalla épica, desigual pero lograron una gloriosa victoria política, que inspiró a miles de combatientes sandinistas, que enfrentaron la agresión de la contrarrevolución. Sus nombres y su gesta de resistencia y calidad moral en el combate se recuerdan con cariño y devoción.
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