En la agenda de la cumbre de la Unión Europea, que acaba de empezar el 20 de marzo en Bruselas, está “debido a las circunstancias” la cuestión ucraniana. Normalmente, en las cumbres “de primavera” solo se discuten problemas económicos y sociales.
El tema ucraniano fue incluido en la agenda como intercambio de opiniones durante la cena de trabajo, en la primera jornada de la reunión.
Mientras que para el segundo día, el 21 de marzo, estuvo programado con anticipación firmar el apartado político del Convenio de Asociación de la UE con Ucrania.
Pareciera que el estudio de dicha cuestión, las acciones relacionadas con ella y las declaraciones de los líderes comunitarios, así como de los funcionarios europeos, se distinguen, por así decirlo, por una prisa febril.
En principio, no habría nada especial en ese intercambio de opiniones sobre la crisis política en Ucrania. Efectivamente, los acontecimientos se desenvuelven allí de forma impetuosa e impredecible. Pero, otra cosa es la prisa con la firma de documentos oficiales.
En esos casos, la rapidez suele ser inadmisible. Pero, en esta ocasión parece ser que en Bruselas y otras capitales de la UE, dejaron a un lado ese principio diplomático.
Exactamente un día antes del inicio de la cumbre, el Bundestag alemán dio luz verde a la canciller Angela Merkel, para que firme el convenio con Ucrania. Además de ella, plasmarán sus firmas en el documento los líderes de las otras veintisiete naciones que forman la UE.
De la parte ucraniana el protagonista principal será Arseni Yatseniúk, jefe del gabinete de Kiev, cuyo mandato se apoya en la aprobación que le otorgaron, no de muy buena gana, los llamados “héroes de la Maidán”, directamente en la plaza. Su ratificación por la Rada (Parlamento ucraniano) fue meramente formal.
Pero, el problema no está siquiera en la legitimidad. Difícilmente, hay necesidad de repetir las dudas de muchos expertos de lo poco racional que es firmar el citado documento con un país que se encuentra prácticamente al borde de quiebra.
Ya ni cabe hablar de las consecuencias desastrosas, según algunos economistas, que trae la firma del convenio a la propia Ucrania. Pero, aún más notorio en ese contexto ha sido el pronunciamiento que Stefan Füle, comisario europeo de Ampliación de la comunidad, hiciera desde las páginas del diario alemán Die Welt. En su opinión, debido a los acontecimientos en Ucrania, es posible considerar su ingreso en la UE.
En ese sentido, cabría la posibilidad de discutir las ventajas y desventajas económicas de ese paso para Europa. Pero, Bruselas pone en primer plano razonamientos de otra índole.
Como se mencionó, particularmente, en la carta-invitación a la cumbre, que el presidente del Consejo de Europa, Herman van Rompuy, había enviado a los jefes de Estado y de Gobierno de las naciones miembros de la UE, en la reunión se analizará, entre otros temas, “la respuesta al referendo en Crimea, que es ilegal”.
Entonces, resulta que el acercamiento con Ucrania no es parte de la política de cooperación, sopesada, a largo plazo, sino una démarchepolítica contra las autoridades de Crimea y de Rusia. Y en absoluto se toma en cuenta la manifestación casi del 100 % de la voluntad del pueblo de la península.
¿Con qué memoria histórica se entregarán ellos a “los brazos” del organismo, cuyos miembros, que al mismo tiempo pertenecen en su mayoría a la OTAN, habían participado de una u otra manera en el operativo Fuerza Aliada (Allied Force) de setenta y ocho días, encabezado por Estados Unidos y que no contaba, por cierto, con el mandato de la ONU? Su principal objetivo consistió en bombardeos de los estratégicos blancos militares y civiles de Yugoslavia, en primer lugar, serbios, incluyendo Belgrado, la capital del país.
Según la información de las autoridades de la República Federal de Yugoslavia, el número de civiles muertos fue de más de 1700 personas, entre ellas casi 400 niños. Alrededor de 10 000 fueron gravemente heridos. Casi un millón de personas se quedó sin agua, 500 000 perdieron el trabajo, y muchos miles se quedaron sin techo.
A propósito, la operación siguió cegando vidas humanas aun después de concluida, ya que la OTAN utilizó uranio radiactivo de bajo enriquecimiento en sus municiones.
¿No será un precio demasiado alto para el billete de entrada a Europa? Es tajante la opinión al respecto de Alexánder Jramchíjin, vicedirector del Instituto ruso de Análisis Políticos y Militares:
–La política de ampliación ha sido hasta cierto punto un acto político, tanto en la Unión Europea, como en la OTAN. Si ahora, admiten a Ucrania, ya sería una acción política en gran medida. Y lo que es seguro, fatal para la UE.
Posiblemente, lo entienden en Bruselas. Pero, es más fuerte el deseo de hacerle una mala jugada a Moscú, que ha apoyado la voluntad de los habitantes de Crimea, aun si eso es en perjuicio propio.