Pablo Gonzalez

La ciudad y el campo; Stalin, 1929


Queríamos hacer un inciso en la intro, algo que expresábamos en documentos al respeto de Augusto Sandino. Como ya dijimos no se trató de un teórico, sino de un obrero «autodidacta» cuya comprensión teórica bebió inicialmente del liberalismo, luego del anarquismo, y finalmente del marxismo-leninismo por intermediación de Farabundo Martí, este último aspecto decididamente ocultado pero que se deja apreciar al leer sus documentos, por ejemplo:

Stalin expresa:

—«La Revolución de Octubre suprimió la propiedad privada sobre la tierra, acabó con el régimen de compraventa de la tierra, implantó la nacionalización del suelo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; En torno a las cuestiones de la política agraria de la URSS, 1929) 

Sandino expresa:

—«(…) No tendré nunca propiedades. (…) Algunos dicen que eso es ser necio. (…) Yo soy partidario más bien que la tierra sea del Estado. (…)» (Augusto C. Sandino en conversación con Ramón de Belausteguigoitia, 1933) 

El documento:

Hay un prejuicio, cultivado por los economistas burgueses, el de las llamadas «tijeras», al que se debe declarar una guerra implacable, como a todas las demás teorías burguesas extendidas, por desgracia, en la prensa soviética.

 Me refiero a la teoría de que la Revolución de Octubre ha dado a los campesinos menos que la revolución de febrero, de que, hablando en propiedad, la Revolución de Octubre no ha dado nada a los campesinos.

Este prejuicio lo mantuvo algún tiempo en circulación en nuestra prensa un economista «soviético». Cierto que ese economista «soviético» se desdijo más tarde de su teoría. –Una voz: «¿Quién era?»– Era Groman. Pero la oposición trotskista-zinovievista la recogió y la utilizó contra el Partido.

Y no hay razón alguna para afirmar que en la actualidad no siga circulando entre los medios «soviéticos».

Es un problema muy importante, camaradas. Es algo que afecta a las relaciones entre la ciudad y el campo, a la supresión de la oposición entre la ciudad y el campo; afecta al candente problema de las «tijeras».

 Por eso creo que merece la pena que nos ocupemos de esta peregrina teoría.

¿Es cierto que la Revolución de Octubre no ha dado nada a los campesinos?

Acudamos a los hechos.

Tengo aquí el conocido resumen del conocido especialista en estadística camarada Nemchínov, publicado en mi artículo «En el frente de los cereales» [5]. 

De este resumen se desprende que, antes de la revolución, los terratenientes «producían» un mínimo de 600 millones de puds de cereales.

 Es decir, que los terratenientes disponían entonces de unos 600 millones de puds de cereales.

Según ese resumen, los kulaks «producían» en aquella época 1.900 millones de puds. Era una fuerza muy considerable la que los kulaks poseían entonces.

Los campesinos pobres y medios producían, a su vez, según el mismo resumen, 2.500 millones de puds.

Tal era la situación en la vieja aldea, en la aldea de antes de la Revolución de Octubre.

¿Qué cambios se han operado en el campo después de Octubre? Tomaré las cifras del citado resumen estadístico. Fijémonos, por ejemplo, en 1927. 

¿Cuánto produjeron ese año los terratenientes? Es lógico que no produjeron ni podían producir nada, ya que los terratenientes fueron suprimidos por la Revolución de Octubre. Y es bien comprensible que esto debía ser un gran alivio para los campesinos, que de tal modo se libraron del yugo de los terratenientes. 

Esto ha sido, indudablemente, un gran beneficio para los campesinos, beneficio que deben a la Revolución de Octubre.

¿Cuánto produjeron los kulaks en 1927? 600 millones de puds, en vez de 1.900 millones. Es decir, que el período posterior a la Revolución de Octubre redujo la fuerza de los kulaks a menos de un tercio.

 Es bien comprensible que esto debía ser por fuerza un alivio en la situación de los campesinos pobres y medios.

¿Y cuánto produjeron en 1927 los campesinos pobres y medios? 4.000 millones de puds, en vez de 2.500 millones. 

Es decir, que, después de la Revolución de Octubre, los campesinos pobres y medios han llegado a producir 1.500 millones de puds de cereales más que antes de la revolución.

Tales son los hechos, demostrativos de que los campesinos pobres y medios han obtenido de la Revolución de Octubre ventajas colosales.

He ahí lo que la Revolución de Octubre ha dado a los campesinos pobres y medios.

¿Cómo, después de esto, se puede afirmar que la Revolución de Octubre no ha dado nada a los campesinos?

Pero esto no es todo, camaradas. La Revolución de Octubre suprimió la propiedad privada sobre la tierra, acabó con el régimen de compraventa de la tierra, implantó la nacionalización del suelo. 

¿Qué significa eso? Significa que ahora, para producir cereales, el campesino no necesita ya comprar la tierra. Antes, se pasaba años y años ahorrando lo necesario para adquirir tierra, se hundía en un mar de deudas, se dejaba explotar, todo para adquirir tierra.

 Y el dinero invertido en comprar la tierra recargaba, naturalmente, el coste de la producción de los cereales. Hoy, el campesino no necesita hacer eso. 

Hoy puede producir cereales sin necesidad de comprar la tierra. Por consiguiente, los cientos de millones de rublos que los campesinos gastaban antes en la compra de tierra se quedan ahora en sus bolsillos. 

¿Representa esto o no un alivio para el campesino? 

Claro está que sí.

Prosigamos. Hasta hace poco, el campesino se veía obligado a arañar la tierra con sus viejos aperos y sus solas manos. 

Todo el mundo sabe que el trabajo individual, con los viejos instrumentos de producción ya hoy inadecuados, no da el rendimiento indispensable para una vida llevadera, para elevar de un modo sistemático el nivel material del campesino, para desarrollar su cultura y llevarlo al ancho camino de la edificación socialista. 

Hoy, después del desarrollo intensivo del movimiento koljósiano, el campesino puede asociar su trabajo al trabajo de sus vecinos, agruparse con ellos en el koljós, roturar las tierras vírgenes y aprovechar las tierras baldías, obtener máquinas y tractores, duplicando y hasta triplicando con ello la productividad de su trabajo. 

¿Y qué significa esto? Significa que hoy los campesinos, gracias a su reunión en koljoses, pueden producir mucho más que antes con el mismo esfuerzo. Significa, por tanto, que la producción de cereales resulta ahora mucho más barata que hasta últimamente. Significa, finalmente, que, con el carácter estable de los precios, el campesino puede sacar de los cereales mucho más de lo que sacaba antes.

¿Cómo, después de todo esto, se puede afirmar que la Revolución de Octubre no ha dado ventaja alguna a los campesinos? ¿No es evidente, acaso, que quienes propalan esas patrañas calumnian a las claras al partido y al Poder Soviético?

Pero ¿qué se desprende de todo ello?

Se desprende que la cuestión de las «tijeras», la cuestión de acabar con este fenómeno, debe plantearse hoy de un modo nuevo. Se desprende que, si el movimiento koljósiano sigue avanzando con el ritmo actual, las «tijeras» serán suprimidas en un futuro próximo. Se desprende que el problema de las relaciones entre la ciudad y el campo se plantea sobre una base nueva, que la oposición entre la ciudad y el campo irá borrándose con ritmo acelerado.

Esta circunstancia, camaradas, es de una importancia formidable para toda nuestra obra de edificación. Esto hace cambiar la psicología del campesino y le orienta hacia la ciudad. Esto crea un terreno favorable para acabar con la oposición entre la ciudad y el campo. Esto da base para que la consigna del Partido, «de cara al campo», se complemente con la consigna de los campesinos koljósianos, «de cara a la ciudad».

Y ello no tiene nada de particular, pues el campesino recibe ahora de la ciudad máquinas, tractores, agrónomos, organizadores y, finalmente, ayuda directa para combatir y vencer a los kulaks. El campesino de tipo antiguo, con su desconfianza zoológica hacia la ciudad, en la que veía un expoliador va pasando a segundo plano. Lo sustituye un campesino nuevo, el campesino koljósiano, que mira a la ciudad con la esperanza de obtener de ella una ayuda real para la producción. 

El campesino de tipo antiguo, temeroso de caer en campesino pobre y que sólo furtivamente escalaba el puesto de kulak –¡podían despojarle del derecho electoral!–, se ve sustituido por un nuevo tipo de campesino, ante el cual se abre una nueva perspectiva: la de entrar en el koljós y salir de la miseria y la ignorancia para marchar por el ancho camino del progreso económico y cultural.

Tal es el giro que toman las cosas, camaradas.

Por eso resulta tanto más lamentable, camaradas, que nuestros teóricos agrarios no hayan tomado todas las medidas necesarias para demoler y extirpar las teorías burguesas de toda laya, que tratan de desacreditar las conquistas de la Revolución de Octubre y el creciente movimiento koljósiano.

Notas

[5] Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; En el frente cerealista, 1928



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