Pablo Gonzalez

El ídolo de la risa


En Nicaragua existen dos compañías intocables: Flor de Caña y Compañía Cervecera de Nicaragua. 

Aparte de ser monopolios del negocio de la destilación y de la fermentación, lo intocable radica en que el nicaragüense, de tanta publicidad folklórica que emiten a diario estas empresas, cree que es parte de la cultura de este país como lo puede ser la tortilla, Rubén Darío (muerto de Cirrosis Hepática) o el nacatamal.

He ahí su intangibilidad, pues cuando son ellas mismas las que alimentan la adicción, el deseo voraz de nacionalismo, las que ambientan las fiestas, los entierros, los bautizos y los mítines políticos, se convierten en nuevos ídolos para los que no hay conquistadores hispanos que los derriben.

 Son ídolos, y por si fuera poco, son los más difíciles de someter.

Aún más que los homéricos, pues cuando la comedia griega prescindía de la máscara y satirizaba a viva voz y rostro a aquellos ídolos homéricos, en cierto modo, se nos acercaba a ellos para no mostrarles respeto ni reverencia.

 Permitía al pueblo rebajarlos a su estatus. Y en cierto modo, fue la comedia griega la que permitió aquello que Hegel llama ¨el despoblamiento del cielo¨ de aquel entonces. 

Pero eso no sucede hoy. Estos nuevos ídolos tocan la música, sexualizan la publicidad femenina y por si fuera poco, después de cuatro cachimbazos enlimonados…viene la risa.

¿De quién nos reiremos ahora? 

¿Qué máscara nos pondremos para representar, como el Güegüense, a los muertos que a diario pierden la vida en accidente de tráfico simplemente porque somos nicaragüenses y como todo Nica nos emborrachamos subidos a un trasto de metal?

 Sin embargo, como no soy nadie, no puedo exigir responsabilidad a estos ídolos privados, que por mucha Responsabilidad Social Corporativa, bonito nombre para los miles de adictos, de accidentes y marginados sociales que han dejado en las esquinas, los mercados y los hospitales, nunca se les pone freno porque quizás sus mejores clientes están sentados en los curules parlamentarios o en las delegaciones de la Policía. 

Ante esto, ¿qué se puede hacer? 

Únicamente hacernos una pregunta; figurarnos el cuello del animal, que el también nicaragüense y no menos abstemio Darío, observaba en el cisne.

¿Acaso vale la pena ser de este país en el modo que lo pintan estas empresas cuando son nuestros propios conciudadanos los que quedan tirados en las aceras, en los rincones, en los lugares que nadie ve?

 ¿Acaso vale la pena celebrar santos domingos, semanas santas y navidades de este modo? 

Ahora que acabó la revolución armada hace 30 años, que empiece la cultural. 

Porque si muchos familiares y combatientes de aquella primera no murieron entonces, puede perezcan al cruzar la calle.

Mejor dicho en estas palabras: ¨Las injurias y los golpes caían duramente sobre los muchachos, pero sus borracheras y sus peleas parecían perfectamente legítimas a los viejos; también ellos, en su juventud, se habían embriagado y pegado; también a ellos les habían golpeado sus padres.

 Era la vida. Como una agua turbia, corría igual y lenta, un año tras otro; cada día estaba hecho de las mismas costumbres, antiguas y tenaces, para pensar y obrar. 

Y nadie experimentaba el deseo de cambiar nada.¨

La madre, Máximo Gorki.


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