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Un informe forense reveló que paul mcartney no es quien dice ser


Después de 2 años de investigación, una investigadora española ha recopilado en su perfil de facebook, grandes evidencias de que el verdadero Paul Mcartney falleció en 1966 y fue sustituido por un doble.
Bajo el pseudónimo de LAY RUTH, esta investigadora ha realizado un trabajo riguroso y exhaustivo, que nada tiene que ver con interpretaciones subjetivas, y si con hechos concretos y análisis faciales difíciles de rebatir. Su trabajo es titánico y digno de admiración.

Para los interesados en conocer más, sugerimos agregarse al perfil de facebook de LAY RUTH.
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LAY RUTH

En esta ocasión presentamos un artículo suyo, sobre los análisis forenses de dos importantes forenses italianos;

El informe de Carlesi y Gavazzeni

Os presento la traducción al español, directamente del italiano, hecha por mí, del artículo publicado el 15 dejulio de 2009 en la revista Wired. 
En él se detallan las conclusiones a las que llegaron los forenses; Gabriella Carlesi y Francesco Gavazzeni tras analizar, con métodos científicos, diferentes fotografías de Paul y Faul.

Gabriella Carlesi y Francesco Gavazzeni
 Gabriella Carlesi y Francesco Gavazzeni

Hay que decir que no existe otra versión completa traducida al español de este documento, que incluye también la traducción de todas las imágenes que se muestran como ejemplo.

Por último, quiero dar un dato importantísimo.

Exactamente el mismo día en que se publicaba este artículo, Faul acudía a la televisión para ser entrevistado por David Letterman. 
En dicha entrevista se hizo alusión al “rumor” sobre su muerte (curiosamente Faul no había querido hacer comentarios al respecto desde hacía años), pero sin nombrar el trabajo de los forenses italianos. 
En un tono entre despectivo y jocoso, Faul hacía alusión a la portada de Abbey Road y sus sandalias como única fuente del “rumor”.

Sin más, os dejo con este excelente y revelador artículo.

Pregunte quién era aquel Beatle…


Para escribir una canción como Yesterday es mejor tener un cráneo redondeado. 

Si en cambio queremos algo un poco más rockero, como por ejemplo, Get back, es preferible que el cráneo sea estrecho y largo. 
El hecho de que las dos canciones tengan el mismo autor conduce directamente al corazón de un rompecabezas que durante 40 años ha tenido un nombre, e incluso un acrónimo: P.I.D. (Paul Is Dead).

La cuestión es que, por supuesto, Paul McCartney, además deYesterday y Get back, escribió docenas de composiciones de pop-rock muy exitosas. 
Por ello, Paul está en el centro de una de las más curiosas, persistentes y complejas leyendas urbanas de todos los tiempos, la cual afirma que murió (lo cual fue guardado en secreto) en el otoño de 1966 y fue sustituido por un imitador destinado a seguir su triunfal y lucrativa carrera. Hasta hoy.

Muchas encuestas confirman que la leyenda de P.I.D. se encuentra entre las más conocidas por el público en general.
 Hoy en día, quizás, nuevas encuestas podrían dar resultados incluso más claros, gracias a los descubrimientos de dos investigadores italianos para verificar toda la historia, que no se limitaron a reproducir hacia atrás pistas de música o a interpretar las letras de las canciones, sino que recurrieron a los estrictos protocolos que rigen la práctica de la metodología de identificación forense.

Gabriella Carlesi y Francesco Gavazzeni conforman una extraña pareja: ella es anatomopatóloga, y él un técnico especialista en análisis de imágenes por ordenador. 
Ella es una experta en reconocimiento craneométrico, él pone el potencial de los actuales equipos informáticos disponibles al servicio de una disciplina que nació a mediados del siglo XIX: la craneometría. 
Según el diccionario, “es la ciencia que se ocupa de la medición del cráneo en relación con la antropología y la anatomía comparadas”.

 Para identificar a una persona con absoluta certeza hay que hacer dos exámenes: las huellas dactilares y el ADN (siempre que el muestreo se realice correctamente, algo que no siempre ocurre).

En la ausencia de huellas y muestras de ADN, la metodología de identificación recurre a la antropometría y, en particular, a la craneometría, que se basa en el análisis de algunos puntos específicos. 
Éstos se encuentran en todas las caras, no cambian nunca y fueron codificados en el siglo XIX por el francés Paul Broca. 
¿Cuáles son estos puntos?

En términos científicos, definimos: la distancia entre las pupilas, la intersección entre la nariz y la ceja, el punto donde la base de la nariz se separa el labio superior, la conformación de la mandíbula y el mentón y, por último, el pabellón auricular. 
Después se calcula la forma del cráneo.
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Sin embargo, en general, la anatomía topográfica prefiere hablar, en lugar de puntos precisos, de “regiones”, porque las áreas de unos pocos centímetros de piel pueden ser características más útiles para determinar las similitudes y diferencias. 
La antropometría y craneometría, aún teniendo su origen en el siglo XIX, son la ciencia para reconocimiento personal más sofisticada del mundo, utilizada por los servicios de inteligencia hoy en día. 
Una enorme base de datos biométricos de los terroristas más buscados se cruza rápidamente y, sobre la base de puntos generados por algoritmos, revela la verdadera identidad de personas grabadas con cámara o fotografiadas en los aeropuertos.
 Así, Carlesi y Gavazzeni, uniendo sus habilidades, como sucede en las series de televisión, son capaces de ver realmente lo que otros seres humanos no podemos ni siquiera imaginar.
 Ayudaron en las investigaciones de dos famosos casos, uno de delincuencia y otro de intriga internacional: el llamado monstruo de Florencia y el intento de asesinato del Papa Juan Pablo II. 
Igualmente, trabajaron en el asesinato de Erika y Omar en Novi Ligure, y en la investigación sobre la muerte del periodista Ilaria Alpi.

Toda vez que agregan elementos decisivos para la investigación de la policía y las actuaciones de los tribunales y comisiones de interrogatorios.
 Sus estudios antropométricos sobre fotografías y películas ayudaron a descartar que el somalí Hashi Omar Hassan matase a Ilaria Alpi y su operador Miran Hrovatin en Mogadiscio en mayo de 1994. 
También han abierto una nueva pista en el caso del monstruo de Florencia cuando, junto con el profesor Giovanni Pierucci, decano de la medicina legal italiana, demostraron que el hombre rescatado del Lago Trasimeno en 1985 no era realmente el doctor Francesco Narducci, principal sospechoso de los asesinatos del “Monstruo”.
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La decisión que empuja a dos expertos de este nivel a dedicar tiempo e inteligencia en la verificación de P.I.D. (Paul is dead), se tomó un sábado de marzo de 2006, en el Instituto de Medicina Forense de Pavía.

Aquí estaba el epicentro en torno al cual se reunía el equipo: el profesor Pierucci, profesor de medicina forense con una gran pasión por la historia.

Estaban grabando entrevistas para un documental sobre la muerte de Benito Mussolini y Claretta Petacci, tema sobre el cual Pierucci y “sus muchachos” han hecho sensacionales descubrimientos analizando fotografías de la Plaza de Loreto, tomadas en Milán el 29 de abril de 1945.

Viejas y dramáticas imágenes que son capaces de revelar, sólo gracias a las últimas técnicas de análisis, nuevos detalles inéditos y una dinámica diferente sobre la clásica teoría de cómo se efectuaron los disparos.

En la práctica: no hubo una doble ejecución simultánea enfrente de la famosa puerta principal de Giulino di Mezzegra a las 16:10 horas del 28 de abril de 1945, sino que los dos asesinatos se espacian en unas horas y unos pocos cientos de metros.

Primero, Mussolini, quizás durante una riña, fue disparado desde la parte frontal y a quemarropa estando en ese momento en camiseta y sin botas; después ella, vestida con un abrigo de piel, fue cortada en los hombros con una guadaña. 
Más tarde, él ya vestido y ella sin el abrigo, son llevados a la Plaza de Loreto.

Ese día, ninguno de los muchos fotógrafos que había allí podía imaginar cuántas cosas podrían revelar, sesenta años después, sus instantáneas.

Archivado el caso Mussolini-Petacci, llegó la propuesta para un nuevo desafío: ¿por qué no echar un vistazo a algunas fotos antiguas, esta vez de la década de los 60, y demostrar la falsedad de una leyenda urbana tan generalizada como increíble? Gabriella Carlesi y Francesco Gavazzeni aceptaron el reto con diversión y un poco de suficiencia, porque aquí no había cadáveres ni agujeros de bala que analizar.

Más bien tenían que aprovechar al máximo su habilidad para comparar imágenes, con el fin de averiguar si las dos caras pertenecían o no a la misma persona.

Una especialidad en la que los dos ya habían trabajado unos años antes, cuando hubo que investigar si en la Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, junto al turco Ali Agca, que disparó a Juan Pablo II, estaba o no (y de hecho, se descubrió que sí) el búlgaro Sergei Antonov.


La unión de la craneometría y la tecnología (que, entre otras cosas, permite llevar a proporciones homogéneas fotos del mismo sujeto tomadas en diferentes momentos) ha hecho posible observar, como nunca antes, una serie de imágenes de Paul McCartney desde la década de 1960 hasta hoy. 

Gavazzeni explica: «ahora es infinitamente más fácil ver y señalar ciertas cosas, porque la técnica de procesamiento digital permite una velocidad de comparación y una precisión de análisis muy superiores a los de hace apenas diez años”.

El primer paso es buscar y seleccionar las mejores fotos, en cuanto a calidad y encuadre, para poder ponerlas en proporción y llevar a cabo las mediciones y comparaciones. 

Al final se podrá emitir un veredicto. 

Al principio, ni Carlessi ni Gavazzeni tenían ninguna duda: “En realidad, nos hubiera llevado dos minutos llegar a la conclusión de que era la misma persona”, recuerda la anatomopatóloga sonriente.

 “Un vistazo a lo que hay en Internet parecía suficiente para resolver la cuestión: los defensores de la teoría de P.I.D., por supuesto, no trabajan con una metodología correcta que les permita demostrar lo que ellos quieren».

 ¿Qué tratan, en general, de demostrar los muchos sitios web dedicados a la leyenda de Paul Is Dead? 

Que, en noviembre de 1966, el “verdadero” McCartney murió en un accidente automovilístico y fue reemplazado por un imitador, zurdo y músico como él.

Una operación muy sofisticada (pero no hasta el punto de no dejar rastro), un engaño necesario para no obstruir un mecanismo que producía ganancias fabulosas. 

Tan fabulosas que daban una bocanada de oxígeno a la economía británica.

 Y por lo tanto, para la matriz de la conspiración, gracias también a las muchas pruebas que los Beatles fueron sembrando durante años en las canciones y portadas de sus discos, la verdad está clara.

 No en vano, al Paul McCartney de las recientes giras, de los éxitos como solista, de la campaña en pro del vegetarianismo y de los divorcios multimillonarios se le viene denominando Faul. 

No Paul sino Faul, una fusión entre fake, que es “falso”, y Paul.

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Este apodo es una de las consecuencias de una tormenta mediática que comienza el 12 de octubre de 1969 con una llamada de alguien identificado simplemente como Tom (Alfred para algunas fuentes) durante una emisión organizada por el dj Russell Gibb de la radioWKNR de Detroit.

 Tom dijo que McCartney estaba muerto, que su desaparición había sido mantenida en secreto por los otros Beatles y por su mánager pero que el grupo también había decidido colocar una serie de pistas en los discos, que nadie aún había descubierto. 

Esta llamada fue el inicio a una “búsqueda del tesoro” que, después de cuarenta años, aún no ha terminado.

“Conocíamos la historia por encima”, dicen Carlesi y Gavazzeni. 

«Pero por supuesto no fue nuestro punto de partida. Para nosotros lo primordial era obtener gran cantidad de buenas fotos, con una compatibilidad aceptable anatómica y antopométricamente”. 

La investigación se llevó a cabo con fotos tomadas antes de 1966 y, por supuesto, con fotos que databan del año 1967 en adelante; estas últimas mostraban tanto a los Beatles cuando estaban todavía juntos como a McCartney en solitario.

 “No fue tan fácil como parecía,” recuerda Gavazzeni.

 «En las fotos de los primeros años noté una incertidumbre generalizada sobre la datación, algo que no se produce en el período siguiente. 

De hecho, algunas instantáneas tienen diferentes fechas dependiendo de la agencia; además, las mejores fotos son propiedad de fotógrafos que no se mostraban conformes a proporcionárnoslas con demasiada facilidad”.

Para hacer una comparación entre dos períodos diferentes es necesario establecer y fijar algunos puntos de referencia o marcadores, comparando las mejores imágenes disponibles del mismo sujeto y que hubieran sido realizadas en un corto espacio de tiempo. 

Como base para determinar las proporciones y poder realizar el trabajo fue sacrificado un aspecto importante a nivel identificativo: la distancia interpupilar. 

De hecho, después de haber elegido este criterio como punto de alineación de las imágenes, no fueron capaces de utilizarlo para comparar las diferentes fotos. 

En otras palabras, porque al tener que poner a escala todo lo demás, algo tenía que cambiar.

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Dos imágenes “pre-66”, comparadas tras ser ajustadas en una sola escala de referencia para obtener proporciones homogéneas, mostraron una coincidencia perfecta de los principales puntos clave. 

En particular la curva mandibular, la línea que el ordenador utiliza para definir el perímetro de la parte inferior de la cara, de oreja a oreja pasando por su mentón, era prácticamente idéntica. 

El margen de error era de menos de un uno por ciento. 

“La coincidencia perfecta entre dos imágenes es casi imposible”, dice Gavazzeni, “de forma que, por convención, se considera aceptable no más de un 2,5 por ciento de diferencia. 

Más allá de este límite, la discrepancia nos hace inclinarnos hacia la identidad diferente entre las dos partes interesadas. Sin embargo, en este caso, la diferencia es de menos del uno por ciento y no se plantea el problema: las dos fotos muestran la misma persona». 

En este punto fue a buscar más fotos, con características similares, pero tras el “accidente”.



La primera foto útil tomada después de la fecha del “accidente” es, como decirlo… una imagen emblemática. 

Está dentro de la tapa de un disco que no sólo es importante para la historia del rock, sino también fundamental en el desarrollo de la historia de P.I.D.: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, lanzado en junio de 1967. 

Durante más de ocho meses los Beatles no habían aparecido en público y ahora lo hacían con un cambio de estilo y apariencia que, en retrospectiva, no hace más que aumentar las dudas. 

De hecho, incluso sin la craneometría, anteriormente los defensores de P.I.D. habían hallado algunas anomalías que podían alimentar la sospecha de que quizás algo había ocurrido realmente. 

Además, incluso sin conocer la investigación de Gavazzeni, Glauco Cartocci, autor del único libro escrito en italiano sobre este tema (El caso del doble Beatle, ediciones Robin, 2007) señaló que “por un lado, no hay duda de que la mayoría de los hechos o indicios son fácilmente refutables o simplemente resultan ridículos; pero por otro lado, sin embargo, se puede afirmar que un buen 30 por ciento de ellos sigue siendo inquietante y no es explicable a la luz de la lógica”.

Sólo en el álbum Sgt. Pepper se han contado más de 40 pistas diferentes, incluyendo las fotos que han centrado la atención de Carlesi y Gavazzeni. La leyenda de P.I.D. no habría tenido el impacto que ha tenido, sin otra abreviatura a primera vista menos oscura: O.P.D. Es lo que se lee en una curiosa insignia que Mc Cartney tiene en su brazo izquierdo justo en esa foto. 

Para casi todos, McCartney el primero, es simplemente una elección al azar, una pegatina de Canadá. O.P.D. de hecho sería “Departamento de policía de Ontario”. Pero, según la versión de la conspiración, en realidad indica la fórmula O.P.D. utilizado por la policía para declarar la muerte de una persona: Officially Pronounced Dead, oficialmente declarado muerto”.

“Inicialmente escogimos la foto de McCartney en Sgt. Pepper no porque pensáramos que el significado de O.P.D. fuera verdadero, sino, simplemente, porque parecía una foto útil para el trabajo. Ciertamente no nos imaginábamos que nos ayudaría a descubrir tantas cosas”, dice Gavazzeni.

Esta imagen de McCartney, seguramente realizada en la primera mitad de 1967, fue luego unida a otra foto, de unos años más tarde, tomada entre 1971 y 1972. 

El objetivo era repetir la comparación ya realizada con fotografías de la década de 1960 y, a continuación, proceder al examen comparativo de los datos obtenidos de los dos grupos de fotos. 

También en este caso, entre las dos nuevas imágenes, había una buena compatibilidad.

 Ahora quedaba comparar los datos de las imágenes de antes de la fecha del supuesto acccidente con las de fechas posteriores. 

“La sorpresa fue tremenda», dice Gavazzeni, “la curva mandibular entre los dos grupos de fotos mostraron una discrepancia de más del 6 por ciento, muy por encima del umbral de error”. 

Pero había más. 

También había cambiado el desarrollo del perfil mandibular: antes de 1966 cada lado de la mandíbula se componía de dos suaves curvas; desde 1967 parece que hay una sola curva. 

Hay una curva morfológica diferente.



Pero las sorpresas no terminan ahí, porque el implacable Gavazzeni, como un boxeador que siente que está cerca de dejar KO a su oponente, se centra con gran interés en esta imagen, en la que McCartney, ignorante de todo, esboza una sonrisa un poco perpleja: “A simple vista, se observa lo que será una constante en las fotos a partir de ese momento, un par de retoques fotográficos bastante obvios para una mirada experta. 

Hay una zona gris que cubre el ángulo externo del ojo izquierdo, apreciable sólo durante un tiempo, y que posteriormente ya no es visible. 

Y al investigar con más detenimiento en ese punto, donde durante años hubo una mancha oscura, ahora hay una mezlca entre una cicatriz y una señal de estiramiento de la piel, como si hubiera habido un retoque estético. 

La explicación más inmediata es que, probablemente ya en la década de los 60, se habría hecho una operación en los ojos quedando todavía algo imperfectos, lo que durante mucho tiempo se solucionó colocando delante esa mancha”. 

También hay un detalle que afecta a la forma del cráneo: “de hecho, se nota que la forma de la cabeza se ha hecho un poco más redondeada,” dice Gavazzeni: «se ha reducido la longitud real, mediante un truco que se hizo durante la fase de impresión”.

 Cambiar la forma del cráneo de un individuo adulto es algo imposible. 

Sin embargo, a juzgar por las fotos, es justo lo que parece.

Gabriella Carlesi agrega un elemento más: “frente a la imagen anterior, la de Sgt. Pepper muestra claramente que las comisuras labiales, es decir, la línea formada por la fusión de los dos labios, está repentinamente estirada. 

Cosa que, por supuesto, no es posible y que los bigotes son incapaces de ocultar”. 

En otras palabras, los labios pueden ser hinchados y aumentados en volumen (es una práctica muy común en nuestros días), pero la anchura de las comisuras labiales no puede variar tanto. 

Puede sufrir muy ligeras variaciones, sin embargo, éste no es el caso de la imagen examinada: aquí la diferencia entre el antes y el después es demasiado fuerte como para haber sido causada por cualquier cirugía. 

Además, bajo el bigote del McCartney de Sgt Pepper, tal vez se intentó ocultar otro elemento: lo que los especialistas llaman el punto naso-espinal o sotonasal. 

Es el punto entre las dos fosas nasales donde la nariz comienza a separarse de la cara. 

“Se trata de un rasgo muy característico que no se puede modificar con la medicina quirúrgica. 

Puede cambiarse la forma de la nariz pero no el punto naso-espinal”, dice Gabriella Carlesi. 

“Y entre el McCartney del primer grupo de fotos y el segundo este punto varía claramente”.


Sorprendidos al saber que nada de esto podía ser cosa del azar, Carlessi y Gavazzeni empezaban a admitir que los resultados les estaban dejando perplejos.

 Dice Gabriella: “Nos gustó la idea de aplicar a este caso una metodología rigurosa tradicionalmente aceptada y requerida para trabajos de cierta importancia. 

Pero no imaginábamos que, en algún momento, nuestra investigación tomaría la dirección que estaba tomando”. 

El mismo asombro que captura a quienes analizan en su dinámica (ya sea en el ámbito de la comunicación, lo esotérico o la música) la historia de la supuesta muerte y reemplazo de Paul McCartney tomó posesión de los dos investigadores, de forma que se aventuraron en el estudio de las imágenes que consideraron más adecuadas para la verificación craneométrica. 

“Necesitábamos una respuesta y nos tomó más tiempo,” recuerda Gavazzeni. «Parecía imposible, pero la certeza se hizo más fuerte, día tras día, foto tras foto». 

El desafío era tan intrigante, que siguieron adelante, ya que todavía quedaban otros aspectos importantes por examinar. Comenzando por la disciplina en la que Gabriella Carlesi sobresale y goza de renombre internacional: la identificación odontológica.

Cuanto más veía a Paul McCartney cantar y mostrarse sonriente, más elementos recogía Carlesi para alimentar sus dudas: “para mí la prueba de todas las pruebas está representada por la forma del paladar, incluso más que los dientes”.



Así como otras cosas son imposibles, modificar el paladar no lo es, pero a costa de largas y dolorosas operaciones, con resultados casi siempre imperfectos. 

Especialmente si se hizo en la década de 1960.

 Tras el examen cuidadoso de algunas fotos de McCartney antes y después del otoño de 1966 en las que sale con la boca abierta, se observa lo siguiente: “en primer lugar, está el canino superior derecho”, observa Gabriella Carlesi. 

«En las fotos de antes de 1966 se nota cómo sobresale de la línea de la arcada dental. 

Es el caso clásico de un diente que por falta de espacio termina desalineándose, empujado por la presión de los otros dientes. 

Es curioso que el mismo canino, en fotos desde 1967 en adelante, siga sobresaliendo pero sin razón aparente: las imágenes nos muestran que tendría espacio suficiente para alinearse con los dientes vecinos. 

Es como si quisieras recrear un detalle en una boca en la cual esta anomalía nunca se habría podido manifestar”. 

El verdadero quid del razonamiento de la identificación dental sugerido por Gabriella Carlesi concierne a todo el paladar de McCartney que, antes de 1966, se muestra lo suficientemente estrecho como para justificar varios desajustes en los dientes, aunque de forma menos obvia que en el caso del canino superior derecho. 

Después del lanzamiento del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el paladar de McCartney se amplía considerablemente, hasta tal punto que los dientes delanteros no giran sobre su eje como antes. 

Con la única excepción de ese canino. 

“Un cambio en la forma del paladar”, concluye Carlesi, «en la década de 1960 no era imposible, pero habría sido muy traumático, fruto de una tremenda cirugía oral y maxilofacial. 

En la práctica, McCartney habría tenido que someterse a una operación que implicase la apertura de la sutura palatina, la rotura del hueso y luego un prolongado tratamiento con ortodoncia y prótesis. 

En otras palabras: obtener un cambio tan ligero en la década de 1960 a McCartney le habría supuesto no sólo una intervención particularmente dolorosa y sangrienta, sino también el uso de un aparato fijo de ortodoncia, que por aquel entonces eran multibanda, por más de un año. 

Algo que no hubiera sido posible ocultar y que tendría repercusiones obvias en la interpretación vocal de un cantante profesional. 

«Pero», dice Gabriella Carlesi, “¿qué razones podría tener Paul McCartney para someterse a semejante calvario?”

Es inútil hacer la pregunta directamente al interesado: Paul McCartney, igual que los otros Beatles, siempre ha preferido esquivar las preguntas directas o incluso usar la ironía para ridiculizar todos los hechos. 

Entre Paul McCartney y la leyenda de su muerte siempre ha habido una especie de juego del escondite. 

De hecho, afirman Carlesi y Gavazzeni, si realmente quisiera poner fin a toda esta historia, McCartney podría haberlo hecho hace mucho tiempo.

Cuando estaba con vida, su padre podría haberse hecho una prueba de ADN que relegase la historia de P.I.D. de una vez por todas al mundo de las leyendas. 

O Paul podría también haber recurrido a su hermano menor, Mike. 

Y en cambio no hizo nada.

De hecho, la única vez que se vio obligado a hacerse un examen de este tipo provocó más preguntas y nuevas sospechas.

 Fue por una mujer alemana de 45 años, Bettina Krischbin, que se autodenomina hija de McCartney, fruto de un romance entre el joven músico antes de ser famoso y Erika Wohlers, una rubia muchacha de Hamburgo, donde los Beatles llevaron a cabo parte de su aprendizaje como músicos.

 En 1961, cuando nació Bettina, McCartney se negó a reconocer a su hija oficialmente pero, curiosamente, contribuyó a su mantenimiento durante años con un pago mensual de 200 marcos. 

Erika se conformó, Bettina no. Y, una vez adulta, decidió recurrir a los tribunales para obtener el reconocimiento oficial de su padre. 

Las pruebas de paternidad no dieron los resultados deseados.

 Pero Bettina tiene la sospecha de que hubo un engaño: en su opinión, a la prueba se presentó un doble de su padre, como muestran las fotografías tomadas ese día; además, la firma, según el análisis de un experto grafólogo, no sólo no la hizo un hombre zurdo, sino que era también algo diferente de otros autógrafos de McCartney. 

Las incertidumbres continúan acumulándose, especialmente en virtud de la última carta, el último as en la investigación de Gabriella Carlesi y Francesco Gavazzeni: un detalle de unos pocos milímetros cuadrados que en un tribunal podría ser decisivo.

Técnicamente se llama “tragus”. 

Todos tenemos dos, uno por cada oreja, pero las características son diferentes y únicas en cada ser humano.

 “En Alemania, en un procedimiento de reconocimiento craneométrico, la identificación de la aurícula derecha es equivalente a tomar las huellas digitales” recuerda Carlesi. 

Pero, ¿qué es el tragus? 

Es una pequeña protuberancia de cartílago que sobresale entre la entrada del conducto auditivo externo y la cara y que, al igual que el resto del oído, es inmutable quirúrgicamente. 

Entonces, ¿cómo podemos explicar las diferencias entre la oreja derecha de Paul McCartney en una instantánea antes de 1966 y otra realizada probablemente en la década de 1990? 

No es sólo el trago lo que tiene una conformación diferente sino también otras partes como los relieves del hélix y el antihélix situados justo por encima del canal de entrada. 

Cosas que a un simple mortal pueden parecerle irrelevantes o poco claras pero que, por el contrario, cada día, permiten a los expertos localizar e identificar personas, cuerpos, fotografías, etc.




Sin embargo, incluso frente a estas consideraciones, el escepticismo se resiste a morir.

 “Todavía no sé qué pensar, dímelo tú”, admite Gavazzeni, que se declara fan de McCartney, quien quiera que sea. 

Mientras, Carlesi se limita a observar: “las dudas son muy fuertes y las discordancias muy numerosas, pero no sé si puedo expresarme aún con absoluta certeza. 

Sobre todo porque estamos hablando acerca de un personaje tan conocido y más importante aún: vivo. 

Frente a un cadáver sería más claro: las conclusiones a las que he llegado se podrían confirmar realizando pruebas más exhaustivas y concluyentes. 

Sin embargo, cabe decir que, si hubo sustitución, la verdadera obra maestra fue encontrar un doble con unas características antropométricas tan similares al “original”, admite.

 “Hay que decir que los análisis antropométricos tienen que ir acompañados, necesariamente, de exámenes de otro tipo para formular una certeza pericial al cien por cien.”

Al no pronunciarse y no llevar, al menos abiertamente, la investigación hasta sus consecuencias finales, Carlesi y Gavazzeni encarnan la esencia misma de la contradicción de la leyenda de Paul is Dead. 

Dos posibles razonamientos chocan sin la posibilidad de compartir la misma verdad. 

¿Cómo no preguntarse cómo puede un hombre, en cuestión de meses, alterarse la forma del cráneo, el paladar, la boca, la nariz, la mandíbula y las orejas sin dejar de cantar y componer música?

 Por un lado existe la dificultad para aceptar que haya habido un intercambio de una persona casi perfecto; por otro lado, la craneometría apoya muchas de las pistas que se pueden encontrar en las canciones, portadas y videos de los Beatles.

Como vemos, las preguntas que pueden haber encontrado una respuesta son sustituidas por otras, no menos desafiantes. 

Empezando por aquella que nadie, ni siquiera el sujeto en cuestión, parece ser capaz de responder: 

¿Quién es el hombre al que llaman Paul McCartney? 

Hasta aquí, el artículo tal cual fue publicado…

CONCLUSIONES:

Según la ciencia forense, y en base a estrictos métodos de medición, el Paul McCartney de antes de 1966 y el posterior no son la misma persona.

Los dos forenses no creían en la muerte de Paul, por lo tanto no estuvieron influidos en ningún momento por el rumor. Todo lo contario, lo que pretendían en un principio era demostrar su falsedad.

Según el experto en gestión de imágenes por ordenador, Francesco Gavazzeni, hubo incluso manipulación en las fotos de Faul para tratar de disminuir la longitud de su cráneo, así como para disimular los efectos que la cirujía había ocasionado en uno de sus ojos.

Igualmente, se detecta que Faul se operó el canino superior derecho para asemejarlo al de Paul, ya que era un rasgo muy llamativo y distintivo de éste. 

Carlesi, experta en la identificación odontológica, demuestra que este efecto no es natural, basándose en el tamaño y forma de su mandíbula. Igualmente detectaron que los dientes, por su color, no eran naturales, sino fundas de cerámica.

Asímismo, la presencia del bigote tenía como objeto disimular la fuerte discordancia de la comisura labial y la línea naso-espinal, imposibles de retocar mediante cirujía plástica.

También quisiera comentar que, para unos cirujanos y ortopedas capaces de realizar intrincadas operaciones y crear máscaras de látex lo suficientemente detalladas como para perpetrar tal engaño, no sería en absoluto difícil “crear” una cicatriz en el labio de Faul.

Hasta aquí, junto con las numerosas pruebas fotográficas que hemos mostrado en nuestras páginas, sabemos que Faul modificó sus dientes, aumentó sus labios y se puso una cicatriz, cambió la forma de sus ojos y cejas, levantó su nariz, se dejó durante un tiempo un bigote para disimular la distancia entre la nariz y la boca y las comisuras labiales, se colocó máscaras de látex para crear unas mejillas y contorno de rostro que no eran los suyos y utilizó orejas falsas de plástico. Casi nada…

Engañaron a muchos, pero no a dos expertos forenses que, asombrados, conseguían en 2009 la evidencia más irrefutable que tenemos de que Paul McCartney fue sustituído. 

Mientras tanto, Faul asistía a una entrevista en la que recordaba con sarcasmo cómo le miraban en el pasado algunos de sus fans, diciendo: 

IT’S HIM? IT’S HIM? OR…A VERY GOOD DOUBLE?




Saber mas:

Paul McCartney murió en un accidente de coche el 9 de noviembre de 1966


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