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Sesenta años después crece el apoyo global a Palestina


En Damasco esta semana, a pesar de muchas dificultades, palestinos en todos los diez campos oficiales y tres no oficiales de Siria, hicieron un alto para recordar y reflexionar sobre la Resolución 181 de la ONU de 1947 y su consecuencia, la Nakba de 1948.

En realidad, cada año el 29 de noviembre, aproximadamente tres cuartos de un millón de refugiados palestinos, descendientes de las familias que fueron obligadas a irse a Siria y el Líbano durante la Nakba (catástrofe) de 1948 y la Naksa (derrota) de 1967, junto con sus compatriotas en más de 130 países donde han buscado refugio después de la limpieza étnica en su país se reúnen, de diferentes maneras, en esta conmemoración anual.

Entre el 29 de noviembre de 1947 y el 1 de enero de 1949, terroristas sionistas despoblaron y destruyeron 531 aldeas y ciudades palestinas, matando a más de 13.000 palestinos y expulsando a más de 750.000, aproximadamente la mitad de la población. 
 
La Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, adoptada el 29 de noviembre de 1947, pretendía dividir Palestina entre los habitantes indígenas y colonos europeos que llegaron con el objetivo de ocupar y explotar Palestina y crear un solar patrio exclusivamente judío. 
 
Según el plan de la ONU, los judíos europeos recibieron más de cincuenta y seis por ciento de Palestina histórica, mientras se ofrecía a los palestinos nativos, que poseían noventa y tres por ciento del territorio, menos de cuarenta y cuatro por ciento de su propio país.
 
 El voto de partición se basó en una recomendación del Comité Especial de la ONU (UNSCOP) de dividir el país en tres partes: un Estado palestino con una población de 735.000, de los cuales 725.000 eran palestinos y 10.000 judíos; un nuevo Estado judío formado por 499.000 judíos y 407.000 palestinos, creando un nuevo Estado con una mayoría judía de un poco menos de sesenta por ciento.

Los dirigentes sionistas nunca ocultaron sus intenciones, especialmente cuando realizaban reuniones políticas. 
 
Al dirigirse al Comité Central de la Histadrut (Federación General de Trabajadores de la Tierra de Israel) días después de la votación en la ONU sobre la partición de Palestina, David Ben-Gurion expresó ansiedad y dijo a la dirigencia del partido:

“…la población total del Estado judío al ser establecido será de cerca de un millón, incluyendo casi un 40 por ciento de no judíos. 
 
Una composición semejante (de la población) no provee una base estable para un Estado judío. 
 
Este hecho [demográfico] debe ser visto en toda su claridad e intensidad. 
 
Con una composición semejante (de la población), no puede siquiera haber una seguridad absoluta de que el control permanecerá en manos de la mayoría judía… 
 
No puede haber un Estado judío estable y fuerte mientras tenga una mayoría de solo 60 por ciento.”

Ben Gurion dijo a dirigentes sionistas en diciembre de 1947, “no me importa si la mitad de los judíos en Europa tienen que morir si la otra mitad viene a Palestina”, y Chaim Weizmann dijo posteriormente: “Respecto a la cuestión árabe – los británicos nos dijeron que hay varios cientos de miles de negros allí pero es un asunto sin importancia”. 
 
Para asegurar una mayoría absoluta judía, el “Comité de Transferencia [Expulsión]” de los sionistas realizó una campaña de terror para limpiar su parte de la población no judía.
 
 El “Comité de Guerra [Expulsión] bajo la dirección de Ben Gurion, asignó lenguaje de limpieza étnica a sus operaciones militares, de nombres hebreos como Matateh (escoba), Tihur (limpieza), Biur (una expresión de la Pascua Judía que quiere decir “limpiar la levadura”) y Niku (limpiar).
 
Después de la declaración unilateral de independencia de Israel de 1948, aceleró la estrategia de la apropiación de tierras para asegurar una mayoría judía absoluta.
 
 Los sionistas acosaron, despoblaron, y ocuparon, otro treinta por ciento de la tierra que había sido asignada para el futuro Estado palestino según el plan de la ONU.

Hoy en día, 66 años después de la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, virtualmente todo partido político y toda autoridad religiosa en el Líbano rinden un insincero homenaje verbal a la “sagrada causa de Palestina”, como un tema de la corriente sanguínea de todo árabe y todo musulmán. 
 
Todos aseveran que en el Líbano “nuestros hermanos deben vivir en dignidad hasta que puedan volver a Palestina” y que “para nosotros libaneses, como sus anfitriones, negarles menos derechos humanos que incluso sus opresores sionistas les permiten, viola nuestro deber religioso por lo cual ciertamente Alá (los cristianos normalmente colocan “Jesús” o “Dios Todopoderoso”) nos condenará justamente al Infierno el día el juicio final”. 
 
Estos políticos constituyen parte del problema al llegar a negarse a otorgar los derechos civiles fundamentales de trabajar o ser propietario de una casa a los refugiados palestinos atrapados en el Líbano. Sus palabras son falsas.

Algunos pretendidos partidarios de la justicia para Palestina siguen en realidad la línea sionista al proclamar que “los palestinos nunca han sido más débiles políticamente y que regionalmente, no tienen aliados, e internamente no tienen ni dirigencia ni resistencia popular”. 
 
Otros argumentan que “no existe ninguna base política para otra solución del conflicto que dos Estados sin pleno derecho al retorno porque ninguna otra solución cuenta con apoyo significativo en el mundo”. 
 
Algunos afirman que “no se puede dudar de que la existencia política de Israel es segura por el futuro previsible. Prospera económicamente y no enfrenta amenazas militares significativas.”

A juicio del autor ninguna de estas afirmaciones es exacta.
 
 Al contrario, recientes logros de la Resistencia son buenos augurios para el apoyo internacional a una solución de un Estado basa en una persona un voto, ningún ‘pueblo elegido’ o un estatus religioso especial para algunos pero no para los habitantes indígenas.

Por ejemplo, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha aprobado por abrumadora mayoría cinco proyectos de resoluciones sobre la Cuestión Palestina.
 
 Este año la cantidad de países que votaron a favor de proyectos de resoluciones sobre la Cuestión Palestina ha aumentado en comparación con el año pasado. Los proyectos de resoluciones son:

Sobre una solución pacífica a la Cuestión Palestina: Una mayoría de 165 países ha votado a favor del proyecto de resolución mientras seis países votaron en contra: Israel, EE.UU., las Islas Marshall, Canadá, Palau y Micronesia. Seis Estados se abstuvieron: Camerún, Australia, Papúa Nueva Guinea, Paraguay y Sudán del Sur.

Jerusalén: Una mayoría de 162 países votaron a favor del proyecto de resolución mientras seis votaron en contra: Israel, EE.UU., las Islas Marshall, Micronesia, Canadá y Palau.
 
 El Programa de Información Especial sobre la Cuestión de Palestina del Departamento de Información Pública del Secretariado: Una mayoría de 163 votaron a favor del proyecto de resolución mientras siete países se opusieron: Israel, EE.UU., Australia, Canadá, las Islas Marshall, Micronesia y Palau.

Comité sobre el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino: Una mayoría de 110 países votó a favor del borrador de resolución mientras siete países se opusieron: Israel, EE.UU., Australia, Canadá, las Islas Marshall, Micronesia y Palau. 56 países se abstuvieron.
 
 División de Derechos Palestinos del Secretariado: Una mayoría de 108 países votó a favor del proyecto de resolución mientras siete países se opusieron: Israel, EE.UU., Australia, Canadá, las Islas Marshall, Micronesia y Palau.

El apoyo internacional para terminar la Ocupación de Palestina y asegurar el Pleno Retorno está creciendo. También debe expandirse la Resistencia Palestina utilizando los cientos de formas de Resistencia a la ocupación sionista hasta que Palestina sea libre.

Esta región y la comunidad global entran profundamente a la era y la cultura de la Resistencia. Los que se retuercen las manos lamentando la imposibilidad de lograr justicia para Palestina y aconsejan que se ajusten las velas, facilitan la ocupación sionista y el retraso de la justicia.

Franklin Lamb es profesor visitante de Derecho Internacional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Damasco para el año académico 2013-2014. Lamb es voluntario del Programa de Becas Sabra-Chatila (sssp.lb.com). Contacto: fplamb@gmail.com

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/12/03/the-dreadful-legacy-of-un-resolution-181/

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