Pablo Gonzalez

5 años con Obama: la desorganización de la comunidad


Hace cinco años, en otoño de 2008, el ayer candidato del Partido Demócrata en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama, entró en el despacho del aún presidente George Bush hijo, ya no como candidato, sino como el futuro dueño de esas instalaciones. El ex "community organizer", es decir organizador de la comunidad, del Estado de Illinois se convertía en la persona más poderosa sobre el planeta Tierra.

Acababan de anunciarse los resultados de las elecciones, el primer presidente norteamericano de color había ganado con 4 % de ventaja. Para EEUU es mucho, aunque el contrincante de Obama no era de los más fuertes: el senador John McCain, de edad avanzada, ya desde entonces a menudo decía disparates, aunque toda la fantasiosidad de su mundo interior, donde los rusos todavía obedecían a las instrucciones contenidas en los artículos del diario Pravda, se revelaría ante el mundo un poco más tarde.

Obama inició su primer período presidencial con un gran voto de confianza, por parte de ambos partidos. En plena crisis de 2008, veinticuatro días después (de asumir el cargo) Obama consiguió que el Congreso aprobara ochocientos mil millones de dólares para subsidios anticrisis. Entonces, los congresistas aplicaron el sentido común juzgando que negárselo al joven presidente les hubiera salido más caro, y no opusieron resistencia. 
 
El nuevo jefe de estado entonces personificaba los anhelados cambios; Obama le echaba la culpa de todas las desgracias de los EEUU a Bush, de quien sólo un flojo no se burlaba en aquella época. En esas condiciones los legisladores preferían ayudarle a Obama, para no pasar por "bushistas".

No obstante, el Congreso pronto se volvió más valiente y empezó a oponerse a Obama. La popularidad del cuadragésimo cuarto presidente (estadounidense) disminuyó. ¿Por qué? Porque muy pronto fue evidente que los problemas de EEUU no se relacionaban solamente con la odiosa figura de Bush. Están como encajados en el sistema, que demanda ora pequeñas guerras victoriosas para el complejo militar industrial, ora dinero de los pacientes para el sistema de salud orientado sólo a obtener ganancias.
 
 Como resultado, la reforma de seguros médicos iniciada por Obama con mejores intenciones, provocó que parte de la clase media perdiera sus viejos seguros, sin recibir los nuevos. Donna Smith, jefa del Fondo Salud para todos, del Estado de Colorado, opina que la falla del presidente consiste en que decidiera mejorar el sistema sin modificar su orientación general a la monetización de las enfermedades:

–Cualquier aspecto de nuestra salud pública que tomemos, todos están orientados sólo a obtener beneficios: las aseguradoras, las empresas farmacéuticas, los proveedores del equipo médico. Todos ellos están preocupados por recibir el dinero del paciente, y no por restablecer su salud.

Para ser justos con Obama, hay que decir que hace poco él se disculpó ante varios millones de estadounidenses que habían perdido sus seguros como resultado de la reforma que él impusiera. Mucho menos se disculpa Obama ante las víctimas de sus fallas diplomáticas en el extranjero. Entretanto, hace cinco años Obama daba grandes esperanzas a su auditorio en el mundo islámico y en Rusia. A Moscú le prometió "reiniciar" las relaciones, a los defensores de derechos humanos, cerrar la prisión en Guantánamo. 
 
Concluyó el retiro de tropas de Iraq y se dirigió a los musulmanes con su famoso discurso en El Cairo, donde Obama prometía suspender la llamada guerra de Bush contra el terror, en la que veían la principal causa de las invasiones norteamericanas en otros países.
 
 Sin embargo, los conflictos en Libia y Siria pronto mostraron que el complejo militar industrial norteamericano ya no podía vivir sin guerras. Peor aún, tampoco pueden hacerlo los medios masivos de comunicación de los EEUU, que necesitan permanentemente demonizar algo: ya sea a los dirigentes libios, ya sea sirios, iraquíes, y hasta rusos. Y lo más peligroso es que los medios de comunicación al demonizar a los líderes que no les gustan, suelen idealizar a sus enemigos. 
 
Son las reglas de Hollywood: si existe un chico malo, debe haber también el bueno, que lucha contra él. Lamentablemente, en Libia y en Siria, en algún momento se encontraron entre "los chicos buenos" los militantes islamistas. Obama se convirtió en rehén de ese primitivo cuadro hollywoodense del mundo, obligado a responder a las demandas de los sectores chasqueados de la sociedad norteamericana, reclamos que consistían en armar inmediatamente a los rebeldes, y si eso no ayudaba, empezar con los bombardeos, primero en Libia, y después en Siria. Aunque, en el caso sirio, acabó por prevalecer el criterio de los pacifistas: en los últimos quince años Norteamérica peleó tanto que simplemente está cansada de las guerras. Además, como indicó el congresista Ted Cruz, la costumbre de armar a los islamistas ya sea en Afganistán, o en Siria, se vuelve peligrosa para los propios EEUU:

–De los nueve grandes grupos insurgentes en Siria, siete son controlados por los islamistas, vinculados con Al Qaeda. Mientras tanto, existe un principio muy simple: no entregue armas a quienes le odian.

Así que el Medio Oriente se convirtió en otro cementerio para el prestigio de Barack Obama. Las guerras civiles en Libia y Siria, asesinatos despiadados desde aviones drones en Yemen, historias feas relacionadas con estancia de prisioneros árabes en Guantánamo, de donde a menudo salen terroristas más crueles con la experiencia de tortura otorgada por norteamericanos, que ellos odian, todo ello en absoluto corresponde a las promesas contenidas en el discurso de El Cairo.

Tras vencer en las urnas a los herederos de Bush, Obama no logró ganarles en el sistema general estadounidense. En menor medida consiguió Obama vencer en sí mismo "al bushismo", con su división del mundo en "chicos buenos" y "malos", a los que es mejor matar desde una distancia segura. Como resultado, Obama está llegando al final de su segundo período presidencial con una excepcional oposición al interior del país. Se unieron contra él tanto la izquierda decepcionada que ve en él una reedición, un poco retocada, de George Bush, como la derecha, ansiosa de venganza, que anhela desquitarse por fin con ese defensor de matrimonios homosexuales, de nombre como que islámico Barack Hussein.

Dmitri Bábich

La Voz de Rusia

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