1 MIL PERSONAS POR AÑO MUEREN DE HAMBRE (30 por día) Informe.....
En México, las estadísticas oficiales que se refieren a problemas económicos, políticos o sociales suelen ocultarse, manipularse o “maquillarse”, de acuerdo a los intereses de las autoridades y de los grupos de poder.
En México, las estadísticas oficiales que se refieren a problemas económicos, políticos o sociales suelen ocultarse, manipularse o “maquillarse”, de acuerdo a los intereses de las autoridades y de los grupos de poder.
Aun así, altos funcionarios se ven impelidos a dar cifras que permiten darse una idea de la dimensión de la violencia en sus dos caras, la abierta y salvaje, derivada de la presencia del crimen organizado, que en seis años dejó, según el actual secretario de Gobernación, más de 70 mil ejecuciones, aunque seguramente el número fue mucho mayor; y la estructural, silenciosa pero no menos brutal, que en el 2011 cobró la vida por desnutrición, hambre, a más de un mexicano cada hora.
Que cada año mueran once mil personas, 30 por día, por desnutrición-hambre -según informó Enrique Peña Nieto- pudiendo ser evitadas es una muestra de violencia, se deriva de un sistema que fundamenta sus relaciones sociales e individuales en la explotación, marginación y discriminación de gran parte de su población.
Que cada año mueran once mil personas, 30 por día, por desnutrición-hambre -según informó Enrique Peña Nieto- pudiendo ser evitadas es una muestra de violencia, se deriva de un sistema que fundamenta sus relaciones sociales e individuales en la explotación, marginación y discriminación de gran parte de su población.
Tan brutal, inhumano y violento es que un individuo muera torturado, baleado, mutilado a que una persona, sobre todo infante, fallezca de desnutrición, hambre, inanición.
Bertolt Brecht dijo que "en los países democráticos no se percibe la naturaleza violenta de la economía, mientras que en los países autoritarios lo que no se percibe es la naturaleza económica de la violencia". Estas dos caras de la misma moneda del sistema capitalista, ahora en su fase neoliberal, están presentes en todo el orbe, con particular énfasis en países como México, abismalmente desiguales e injustos.
Hablar de desigualdad y pobreza es referirse a dos elementos presentes en las sociedades capitalistas, son parte de su esencia, si bien en algunas de ellas las diferencias sociales son paliadas con la aplicación de mecanismos de redistribución de la riqueza, política económica que por cierto tiende a desaparecer en los países europeos en crisis.
El nivel de contraste en el nivel de vida de la población adquiere niveles dramáticos en países como México, en el que el modelo de desarrollo instrumentado en los últimos 30 años generó por un lado a un pequeño grupo de grandes oligarcas y por el otro, a 60 millones de personas que sobreviven por debajo de la llamada línea de la pobreza.
Este desequilibrio socio económico se manifiesta, no podría ser de otra manera, en todas las esferas de la actividad económica, política, cultural, social, en fin, está presente en toda la realidad nacional: en las finanzas unos cuantos bancos beneficiarios del Fobaproa, la mayoría extranjeros, controlan el mercado canalizando los recursos a la especulación en desmedro de la actividad productiva; dos grupos predominan en el mundo de la televisión, otro en la telefonía, por ejemplo.
La desigualdad se pasea, por así decirlo, por toda la geografía nacional: el campo es más pobre que la ciudad, mientras en éstas hay zonas residenciales de lujo al lado de barrios marginales, verdaderas “ciudades perdidas”; junto a polos turísticos de lujo en el Caribe, miseria de quienes laboran en ellos; el norte del país mantiene más actividad económica respecto al sur de la nación.
Mientras unos pocos tienen asegurada una existencia de holgura y despilfarro para sus descendientes a lo largo de varias generaciones, millones de mexicanos se encuentran en la economía informal, en el subempleo y en el abierto desempleo.
Así, la crisis estructural que padece México desde hace mucho tiempo y que se ha agudizado durante los últimos años de aplicación del modelo neoliberal, presenta diversas manifestaciones, siendo una de las más significativas la migración de miles de mexicanos hacia el vecino país del norte -este fenómeno disminuyó en los últimos años por la crisis económica de EU- y las urbes mexicanas, así como la incorporación de parte de este “ejército de reserva” a las filas del narcotráfico, impelido por la pobreza y la desesperanza.
Bertolt Brecht dijo que "en los países democráticos no se percibe la naturaleza violenta de la economía, mientras que en los países autoritarios lo que no se percibe es la naturaleza económica de la violencia". Estas dos caras de la misma moneda del sistema capitalista, ahora en su fase neoliberal, están presentes en todo el orbe, con particular énfasis en países como México, abismalmente desiguales e injustos.
Hablar de desigualdad y pobreza es referirse a dos elementos presentes en las sociedades capitalistas, son parte de su esencia, si bien en algunas de ellas las diferencias sociales son paliadas con la aplicación de mecanismos de redistribución de la riqueza, política económica que por cierto tiende a desaparecer en los países europeos en crisis.
El nivel de contraste en el nivel de vida de la población adquiere niveles dramáticos en países como México, en el que el modelo de desarrollo instrumentado en los últimos 30 años generó por un lado a un pequeño grupo de grandes oligarcas y por el otro, a 60 millones de personas que sobreviven por debajo de la llamada línea de la pobreza.
Este desequilibrio socio económico se manifiesta, no podría ser de otra manera, en todas las esferas de la actividad económica, política, cultural, social, en fin, está presente en toda la realidad nacional: en las finanzas unos cuantos bancos beneficiarios del Fobaproa, la mayoría extranjeros, controlan el mercado canalizando los recursos a la especulación en desmedro de la actividad productiva; dos grupos predominan en el mundo de la televisión, otro en la telefonía, por ejemplo.
La desigualdad se pasea, por así decirlo, por toda la geografía nacional: el campo es más pobre que la ciudad, mientras en éstas hay zonas residenciales de lujo al lado de barrios marginales, verdaderas “ciudades perdidas”; junto a polos turísticos de lujo en el Caribe, miseria de quienes laboran en ellos; el norte del país mantiene más actividad económica respecto al sur de la nación.
Mientras unos pocos tienen asegurada una existencia de holgura y despilfarro para sus descendientes a lo largo de varias generaciones, millones de mexicanos se encuentran en la economía informal, en el subempleo y en el abierto desempleo.
Así, la crisis estructural que padece México desde hace mucho tiempo y que se ha agudizado durante los últimos años de aplicación del modelo neoliberal, presenta diversas manifestaciones, siendo una de las más significativas la migración de miles de mexicanos hacia el vecino país del norte -este fenómeno disminuyó en los últimos años por la crisis económica de EU- y las urbes mexicanas, así como la incorporación de parte de este “ejército de reserva” a las filas del narcotráfico, impelido por la pobreza y la desesperanza.
Para muchos, la disyuntiva parece ser “mueres de bala o de hambre”.
La violencia tiene múltiples manifestaciones, la cultural una de ellas, y su origen se encuentra en la esencia de un sistema socioeconómico que tiene como eje rector la acumulación de riqueza a toda costa, en beneficio de unos cuantos y en detrimento de millones de seres humanos condenados a la pobreza, la miseria, la exclusión social y la frustración.
La violencia tiene múltiples manifestaciones, la cultural una de ellas, y su origen se encuentra en la esencia de un sistema socioeconómico que tiene como eje rector la acumulación de riqueza a toda costa, en beneficio de unos cuantos y en detrimento de millones de seres humanos condenados a la pobreza, la miseria, la exclusión social y la frustración.
La miseria es una bomba de relojería para México y la humanidad, es hora de desactivarla.