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La oposición en Costa Rica

Se habla fácil de la oposición al PLN, pero ¿realmente existe tal cosa? 
 
Creo que mejor fuera hablar de oposiciones. 
 
Y ello por diversas razones. 
 
Una de estas tiene que ver con el espectro ideológico, el cual oscila desde la derecha neoliberal recalcitrante de que son portadores sectores desprendidos del original partido mal-llamado-libertario a grupos situados más a la izquierda del Frente Amplio. 
 
La paleta se enriquece con una variada gama de posibilidades y matices. Por ejemplo, derechas económicas que son avanzadas en temas culturales o morales y viceversa: izquierdistas que propugnan un machismo de ultratumba. 
 
Lo cual también ilustra de qué forma el tradicional deslinde entre izquierdas y derechas se ido haciendo obsoleto y cómo los proyectos políticos e ideológicos son hoy más matizados y complejos.
 
 Dicho lo anterior, advierto, sin embargo, que en bien de la simplicidad expositiva, utilizaré en este artículo esos conceptos imprecisos de izquierda y derecha.

Pero también cabe el plural “oposiciones” en vista del picadillo, es decir, esa explosión de partiditos y precandidaturas surgidas como por generación espontánea. 
 
No podemos quejarnos: nos sobran redentores que, igualito que la selección de fútbol, quieren “darlo todo” por Costa Rica.

Todos y todas son “oposición” al PLN. Ésa es la marca genética que les hermana y pareciera ser ése el factor aglutinante desde el cual se intenta hoy día gestar una posible coalición. 
 
Liberación aparece entonces como el Goliat a vencer o, quizá mejor, como el Gulliver que un motón de liliputienses intentan tumbar, aunque para lograrlo primero necesitarán dejar de darse cachiporrazos entre ellos.

No siempre las cosas fueron así. En las elecciones de 2002 el PLUSC aún conservaba sus plumajes imperiales, pero ya para entonces el PAC aportó algo así, como una bocanada de aire fresco, suficiente para forzar a una segunda ronda electoral y ensuciarle el plumaje al pavo real. 
 
Había otros pequeños partidos pero ni de lejos se vivía un zafarrancho de liliputienses como el actual, puesto que incluso el PAC hasta mostraba visos de ser una opción de buen ver. 
 
Para las elecciones de 2006 el PLUSC ya había pasado a mejor vida. 
 
Y aunque parecía que aquello le garantizaba al PLN un triunfo demoledor, lo cierto es que las circunstancias políticas de aquel momento lo pusieron en aprietos: tras el estrepitoso derrumbe de la Unidad, se presentaba una coyuntura de polarización nacional generada alrededor del debate sobre el TLC con Estados Unidos y agudizada por la figura misma de Arias, un sujeto frente al cual nadie es capaz de mantenerse ecuánime. 
 
De ahí abrevaron Solís y su PAC para “casi ganar”.

Pasadas las elecciones de febrero 2006, continuaría todavía, por muchos meses más, el debate sobre el TLC. En el proceso, tendió a agudizarse la polarización, pero al mismo tiempo se iba consolidando un enorme y pluralista bloque ciudadano que propugnaba por el “no”.
 
 El gane del “si” provocó desazón y desconcierte en ese movimiento ciudadano, pero liderazgos lo suficientemente vigorosos y lúcidos, quizá habrían podido propiciar que ese movimiento del “no” confluyera en una fuerza política con proyecciones más amplias. Lamentablemente tan solo se disponía de liderazgos débiles y de miras estrechas, los cuales simplemente optaron por alimentar la disgregación. 
 
El proceso eleccionario que culminaba en febrero 2010 fue en ese sentido aleccionador, y ello quedó sintetizado para la historia en la frase muchas veces repetidas por el candidato del PAC diciendo que no necesitaba dialogar ni generar acuerdos con nadie, y que los demás tan solo debían ponerse a la cola de su partido. 
 
Pero no hay que exagerar acerca de los méritos del susodicho, puesto que ya por entonces la “oposición” daba muestras de haber entrado en fase de explosión demográfica, con múltiples retoños proliferando aquí y allá.

Veamos el encadenamiento de acontecimientos: del “casi gane” del PAC en 2006 a la emergencia de una amplio movimiento social opuesto al TLC; a la desazón motivada por la derrota en el referendo; al predominio de liderazgos débiles incapaces de articular y dialogar; a la proliferación de partiditos y candidatitos. 
 
La curva inicia su ascenso desde antes de las elecciones de 2006 y continúa hasta alcanzar un punto culminante con el referendo sobre el TLC en octubre 2007. Enseguida la pendiente de la curva cambia y ésta empieza a descender. 
 
Y no ha dejado de hacerlo hasta el momento actual.

El panorama, al iniciar 2013, es realmente desolador. 
 
Y, sin embargo, hoy parece atisbarse una posible “salida”: los partiditos y sus lidercitos andan incansables: encuentros y diálogos vienen y van y todos y todas parecen confluir en que quieren y necesitan una coalición. 
 
Y entonces comienza a clarificarse el rostro posible que esa posible coalición tendría. 
 
Nada más examinemos: ahí estarán los mal-llamados-libertarios y diversas expresiones de lo que acostumbramos decir es el partido Unidad, junto al PAC y, al parecer, ciertos viejísimos-recién-llegados, como el señor Corrales y su nuevo-viejísimo-partido ¿Qué podría salir de todo esto?

La situación es sumamente compleja y fluida, por lo que resulta arriesgado afirmar nada. 
 
Y, sin embargo, creo percibir una cierta oscilación hacia lo que podría ser una coalición de centro-derecha (y perdonen por la imprecisión del concepto). 
 
Recordemos que hace muy poco se hablaba de una “coalición de centro” de la que se excluía a los mal-llamados-libertarios lo cual, de paso, limpiaba el panorama de posibles contaminaciones izquierdosas. 
 
Ahora esos mal-llamados-susodichos han pasado a ser parte de la “alineación oposicionista”, mientras esta se aleja de las izquierdas 
 
¿No es acaso plausible concluir que estamos en presencia de un deslizamiento hacia la derecha? 
 
Pero ello también deja abierta la posibilidad de alguna coalición donde confluyan la centro-izquierda y la izquierda moderada, la cual, sin embargo, no tendría grandes posibilidades electorales.

¿Podría la coalición de centro-derecha ganar? No es fácil pero tampoco imposible. 
 
Y, sin embargo, lo realmente esencial es: en caso de ganar, ¿podrá esa coalición hacer un gobierno viable? 
 
Quizá sí, si ese gobierno se alinea alrededor de un programita de centro derecha sin mayores pretensiones de nada, como no fuese “adecentar” (o aparentar que lo hace) la administración pública. 
 
Sería un gobierno que daría continuidad al proyecto neoliberal con apenas algún cambio cosmético destinado limarle un poquito las uñas.

No es esta una oferta que proponga ningún cambio importante. 
 
Su inspiración es meramente electoral motivada por un objetivo estrecho de signo negativo: sacar al PLN del gobierno.
 

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