Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Sin mentiras, Santos, sin mentiras .



Se puede ser seguidor y adorador de Dios. Pero no debería hacerse abstracción del hondo contenido de los mitos religiosos. 
 
Por lo regular se los interpreta en su sentido más obvio, el facilista, y se evaden las consecuencias inevitables que implican sus otras significaciones.
 
Los cristianos, por citar un ejemplo, apelan al Génesis como la explicación real o figurada del comienzo de las cosas. 
 
Y hasta sin ser fanáticos, aceptan la expulsión del paraíso como la consecuencia lógica del pecado de desobediencia.

Pero, ¿qué pensaba Adán? ¿Estarían resignados él y Eva a que se los condenara de ese modo para toda la eternidad? Jack London trae a cuento un verso insuperable, que refleja de modo magistral su situación: 
 
El ser que arrojaste del Jardín del Edén, ¡Era yo, señor! Allí estaba yo, desterrado.

El grito herido de los padres de la humanidad entera. 
 
Tal vez Dios fuera omnipotente, pero su lógica reñía con la de los pobres mortales. 
 
Había otra manera de mirar las cosas, quizás más justa y válida.

En términos de hoy podría decirse que la verdad no es única. Se halla en dependencia de quién y con qué difusión la afirme. 
 
Cuando se cuenta con el monopolio del poder mediático, se refuerza el propio dicho a escala galáctica.
 
Y se minimiza y ridiculiza al opuesto. 
 
Voces cada vez más creíbles y respetables nos confirman formales razones oficiales acerca de la urgencia de hablar. 
 
Mientras eso sucede, se escucha una y otra vez que con nosotros no puede conversarse porque todo el tiempo engañamos.

Cuando se reclama sinceridad, es pésimo precedente comenzar de ese modo. 
 
Aquí podríamos argüir algunas cosas. Tras los deplorables hechos del 26 de noviembre en el Caquetá, nadie quiso revelar que Herwin Hoyos, de Caracol Radio, tras embaucar a los familiares de los prisioneros con su caravana, marchaba al área donde sabía se iba a realizar la operación, con el propósito de recibir los rescatados, montar otra cruzada de glorificación al Ejército y alardear del éxito de su campaña de Vamos por ellos.

Todo lo cual demuestra el conocimiento que el Establecimiento y el alto gobierno tenían acerca la liberación unilateral prometida, y cómo pensaron sabotearla con un espectáculo transmitido en directo por internet al mundo entero. 
 
Como era de esperarse, la ruleta rusa fracasó y la derrota quedó huérfana de nuevo. 
 
Había entonces que salir a condenar con acritud al natural chivo expiatorio, la guerrilla de las FARC, al tiempo que jurar que nunca se había preparado un rescate.

Persistir en la misma dirección nos condena a testarudos por parte de las raposas de la verdad oficial. 
 
Por encima de ellas, insistimos como 5 siglos atrás lo hacía Fray Antonio de Montesinos ante los encomenderos de La Española, Ego vox clamantis in deserto. 
 
Resulta apropiada la recordación del fraile dominico, para referirse a la inminencia de la agresión que se cierne sobre la región del Catatumbo y en general el Norte de Santander. 
 
¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas?

El saliente comandante de la XXX Brigada lo definió con claridad: 
 
El gobierno ratificó la voluntad de incrementar la presencia militar en El Catatumbo por el ingreso de nuevas empresas.

Hoy en día tenemos solicitudes de empresas para trabajar en las áreas del carbón y del petróleo, así como el incremento del cultivo de palma a 16.500 hectáreas La intención es permitir la llegada de las empresas, continuar con el crecimiento de los cultivos de palma y atacar de frente el narcotráfico.

Era su dicho meses atrás. ¿Por qué ahora, cuando miles de soldados y decenas de naves artilladas en plan de guerra se ubican en Cúcuta, Ocaña, Tibú y otras localidades, listas para el ataque, se sale a decir que toda esa furia tiene como propósito ubicar y dar de baja al jefe máximo de las FARC? 
 
Cualquier oficial medio de inteligencia.

Cualquier persona con sentido común, sabe lo que alguien puede hacer, sabiendo lo que se avecina.

El gobierno y la cúpula militar saben bien lo que se traen entre manos. Como muñecos de Collodi, le mienten al país. 
 
En acto de impudencia, el Ejército Nacional se acerca a las comunidades indígenas del Catatumbo simulando brigadas de ayuda, a sabiendas de que lo que habrá de sobrevenirse será la persecución infame y el destierro de los indígenas Barí, cuyos asentamientos se encuentran en la mira de las grandes compañías transnacionales que vienen por el carbón, el petróleo y los agrocarburantes.

Cincuenta años atrás esas mismas comunidades poblaban extensas áreas del departamento. 
 
Y peleaban con arcos y flechas por sus tierras. 
 
Hoy habitan refugiados en los riscos más escarpados, de donde serán expulsados por la inhumana explotación global capitalista. 
 
Que predará zonas de reserva y parques naturales en bien de la ganancia de los accionistas. 
 
Igual suerte correrán las comunidades campesinas de colonos y cultivadores. 
 
La sentencia de muerte contra los pequeños mineros está dictada hace meses.

Es eso lo que llegan a hacer las tropas, Santos. 
 
A garantizar aún más prosperidad a los más prósperos. 
 
Y a hundir en inefable suerte a los más pobres. 
 
Estos lo saben, lo gritan, lo lloran. 
 
Pero son voces cuyo eco se pierde en la montaña, como las de los monos aulladores. Se trata de la misma historia que ha ocurrido en este país por décadas. 
 
Por siglos. 
 
Una casta enquistada en el poder ha puesto siempre por delante sus intereses y los del amo extranjero antes que los de sus nacionales.

De estos y similares asuntos, con participación activa de los afectados, nos interesa tratar en una hipotética mesa de conversaciones. 
 
De cara al país. Poner en cuestión las privatizaciones, la desregulación, la libertad absoluta de comercio e inversión, la depredación ambiental, la democracia de mercado, la doctrina militar. Retomar la Agenda que quedó pendiendo en El Caguán.

El gobierno del que usted hizo parte, se negó a abordarla diez años atrás, condenándonos a todos a esta Troya sangrienta que sin toma de Ilión se apresta a repetirse.

Nosotros, al igual que la inmensa mayoría del pueblo colombiano, pertenecemos a la estirpe mundial de mujeres y hombres a quienes un soberbio poder celestial desterró del paraíso. Siempre nos negaremos a aceptar la imposición de verdades absolutas. 
 
Nuestro destino es recuperar lo que nos pertenece. Proclamamos nuestra verdad: este conflicto no tendrá solución mientras no sean atendidas nuestras voces. Sin mentiras, Santos, sin mentiras

Timoleón Jiménez

Comandante de Estado Mayor Central de las FARC-EP

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