Por Thierry Meyssan...
Hace
8 meses que los dirigentes occidentales y ciertos medios públicos de
difusión vienen haciendo campaña a favor de una guerra contra Siria.
Las
acusaciones extremadamente graves que vienen lanzando contra Bachar
el-Assad intimidan a quienes se preguntan si sería justo o no
desencadenar une nueva intervención militar.
Pero, ¿intimidan a todos?
No. Con el respaldo de la Red Voltaire, algunos han venido a verificar
los hechos sobre el terreno y han podido comprobar la verdadera
envergadura de la propaganda de la OTAN. Thierry Meyssan hace un balance
del estado de la guerra mediática.
En
1999, durante la guerra de Kosovo, la Red Voltaire expresó su
indignación sobre el hecho que Francia participara en la guerra junto a
la OTAN sin que se realizara un voto al respecto en la Asamblea Nacional
y con la silenciosa complicidad de los presidentes de los grupos
parlamentarios.
Señalamos entonces que la negativa del presidente de la
República y del primer ministro a organizar un verdadero debate permitía
presagiar la opacidad que rodearía la conducción de la guerra.
También
tomamos entonces la iniciativa de publicar un boletín cotidiano sobre
el conflicto. La OTAN destruyó de inmediato los sitios web del gobierno
serbio impidiéndonos así tener acceso a la versión serbia sobre los
hechos.
Para remediar esa carencia nos suscribimos a las agencias de
prensa de la región (las de Croacia, Bosnia, Grecia, Chipre, Turquía,
Hungría, etc.).
Durante
todo el conflicto ofrecimos un resumen diario de la conferencia de
prensa que ofrecía la OTAN en Bruselas y también un resumen de los
testimonios de los periodistas de países vecinos; países que, habían
tenido a veces graves diferencias con Serbia, pero cuyos gobiernos
narraban los hechos de la misma manera.
A medida que iba pasando el
tiempo, la versión de la OTAN y la de los periodistas locales fueron
separándose, hasta que llegó el momento en que ya no tenían nada en
común.
Al
final eran ya dos historias radicalmente diferentes. No teníamos cómo
saber quién mentía o si una de las dos partes estaba diciendo la verdad.
Nuestros lectores tenían la impresión de estar volviéndose
esquizofrénicos, sobre todo si se tiene en cuenta que los medios de
prensa de Europa occidental sólo repetían la versión de la OTAN y que,
por lo tanto, nuestros lectores sólo tenían dos versiones paralelas
cuando nos leían a nosotros.
Proseguimos
esa línea de trabajo a lo largo de los 3 meses de duración de los
combates. Cuando por fin cesó el tronar de las armas, los colegas y
amigos que pudieron entonces viajar a los lugares de los hechos
comprobaron con estupor que no hubo «propaganda de ambas partas».
No,
la versión de la OTAN era enteramente falsa mientras que la de los
periodistas locales era enteramente real. Durante los siguientes meses
informes parlamentarios de varios países miembros de la OTAN permitieron
comprobar los hechos.
Varios libros fueron publicados sobre el método
concebido por el consejero de prensa de Tony Blair, método que permitió a
la OTAN manipular a toda la prensa occidental y que se conoce como
«story telling».
Se
puede intoxicar a todos los periodistas occidentales y esconderles los
hechos si se les cuenta un cuento de niños, a condición de no
interrumpir jamás la narración, de cargarla con referencias capaces de
despertar lejanas reminiscencias y de mantener su coherencia.
No
tuve entonces el reflejo de irme rápidamente a Serbia antes de que
estallara la guerra y ya no pude hacerlo cuando comenzó el tronar de las
armas.
Pero en este momento, amigo lector, me encuentro en Siria, donde
he tenido tiempo de investigar como es debido y desde allí escribo este
artículo.
Es por lo tanto con conocimiento de causa que afirmo aquí que
la máquina de propaganda de la OTAN se ha puesto nuevamente en marcha
en el caso de Siria, como anteriormente sucedió en Serbia.
La
OTAN está contando una historia que no tiene nada que ver con la
realidad y lo hace con ánimo de justificar una «intervención militar
humanitaria», al estilo del oxímoron blairiano.
Y ahí termina el
paralelismo: Slobodan Milosevic que nos presentaron como un autor de
crímenes contra la humanidad para justificar el desmembramiento de su
país; Bachar el-Assad es un combatiente de la resistencia
antiimperialista y antisionista que apoyó al Hezbollah cuando el Líbano
fue agredido y que además respalda al Hamas y a la Yihad islámica en su
lucha por la liberación de la patria palestina.
Cuatro mentiras de la OTAN
1.Según
la OTAN y sus aliados del Golfo, masivas manifestaciones vienen
desarrollándose en Siria desde hace 8 meses en demanda de más libertades
y del retiro del presidente Bachar el-Assad.
Falso.
Sólo en algunas ciudades, y al llamado de predicadores sauditas y
egipcios a través de Al-Jazzera, se produjeron algunas manifestaciones
contra el presidente Bachar el-Assad y lo cierto es que esas
manifestaciones reunieron, cuando más, un total de 100 000 personas.
En
dichas manifestaciones no se pedía más libertad sino la instauración de
un régimen islámico.
Si se exigía la dimisión del presidente al-Assad no
era por causa de su política sino porque los manifestantes apoyaban una
corriente sectaria del sunnismo, la corriente takfiri, y afirman que
Bachar el-Assad es un hereje –porque es alauita– sin derecho por lo
tanto a ejercer el poder en un país musulmán que, según la corriente
takfiri, sólo puede ser gobernado legítimamente por un sunnita
perteneciente a la misma escuela teológica que la corriente takfiri.
2.Según
la OTAN y sus aliados del Golfo, el «régimen» respondió a las
manifestaciones dispersando a las multitudes con el uso de municiones de
guerra, lo cual habría provocado al menos 3 500 muertos en lo que va de
año.
Falso.
En primer lugar, es imposible reprimir manifestaciones que nunca han
tenido lugar.
Además, desde el principio mismo de los incidentes, las
autoridades comprendieron que el objetivo era provocar enfrentamientos
de índole confesional en un país donde el laicismo ha sido la columna
vertebral del Estado desde el siglo VIII.
Así que el presidente Bachar
el-Assad prohibió a las fuerzas de seguridad, a la policía y el
ejército, el uso de armas de fuego en cualquier circunstancia en la que
existiese la más mínima posibilidad de herir a civiles.
Su objetivo es
impedir que la existencia de heridos o muertos de tal o más cual
confesión pueda servir de pretexto para justificar una guerra
confesional.
Las fuerzas de seguridad están aplicando esas instrucciones
presidenciales al pie de la letra, incluso, como veremos más adelante,
al precio de poner en peligro las vidas de sus propios miembros.
En
cuanto a la cantidad de muertos, en realidad son la mitad de la suma
mencionada. Y la mayoría no son civiles sino soldados y policías, lo
cual pude comprobar personalmente en el transcurso de mis visitas a
hospitales y morgues civiles y militares.
3.Cuando
logramos romper el muro del silencio y que numerosos medios de prensa
reconocieran la presencia en Siria de escuadrones de la muerte
provenientes del exterior que asesinan civiles en las ciudades y tienden
emboscadas al ejército, la OTAN y sus aliados del Golfo empezaron a
hablar de un ejército de desertores.
Según la OTAN y sus cómplices del
Golfo, hubo militares (no policías) que recibieron órdenes de disparar
contra la gente por lo que decidieron rebelarse y conformar un ejército
sirio libre, que ya contaría con 1 500 hombres.
Falso.
Sólo se han producido unas pocas decenas de deserciones y los
desertores han huido a Turquía, donde están bajo las órdenes de un
oficial miembro del clan de Rifaat el-Assad y Abdel Hakim Khaddam,
públicamente vinculado a la CIA.
Lo que sí existe es un creciente número
de jóvenes que se niegan a hacer el servicio militar, a menudo debido a
presiones de sus familiares más que por decisión propia, ya que los
militares que caen en una emboscada no tienen derecho a defenderse
haciendo uso de sus armas si se hallan civiles en el lugar.
Así que los
militares tienen que estar dispuestos a sacrificar sus propias vidas si
no tienen cómo escapar a sus agresores.
4.Según
la OTAN y sus aliados del Golfo, el ciclo revolución/represión ha
cedido su lugar a un principio de «guerra civil». Atrapados en esa
circunstancia, 1,5 millones de sirios estarían siendo víctimas del
hambre.
Sería por lo tanto conveniente organizar «corredores
humanitarios» para permitir el envío de alimentos y la huida de los
civiles que deseen abandonar las zonas de combate.
Falso.
En relación con el número y la crueldad de los ataques perpetrados por
los escuadrones provenientes del exterior, los desplazamientos de
población son poco numerosos.
Siria es un país autosuficiente en el
plano agrícola y la producción no ha disminuido significativamente.
Sí
existen, en cambio, frecuentes interrupciones de la circulación a través
de las carreteras en las que se producen la mayoría de las emboscadas.
Además, al producirse algún ataque dentro de una ciudad, los
comerciantes cierran de inmediato sus establecimientos.
Esto ha venido
ocasionando graves problemas de distribución, incluso en lo tocante a la
alimentación. Pero ni siquiera son esas las verdaderas causas del
problema. Son las sanciones económicas las que están provocando un
desastre.
Siria, país que a lo largo del decenio había registrado una
tasa anual de crecimiento del 5%, ya no puede vender sus hidrocarburos a
Europa occidental y su industria turística está siendo gravemente
afectada.
Mucha gente ha perdido así sus empleos y sus ingresos y se ve
por lo tanto obligada a economizar en todos los aspectos.
El gobierno
está haciéndose cargo de esas personas y está distribuyendo
gratuitamente combustible (para la calefacción) y alimentos.
Lo cierto
es que, ante tal situación, hay que decir que sin la ayuda del gobierno
de el-Assad, 1,5 millones de sirios serían hoy víctimas de la
desnutrición por causa de las sanciones de los países occidentales.
En
definitiva, aunque nos encontramos aún en una etapa de guerra no
convencional, con envío de mercenarios y de fuerzas especiales para
desestabilizar el país, la narración que ofrecen la OTAN y sus aliados
del Golfo ya se aleja considerablemente de la realidad.
Y el abismo
entre esa imagen y la realidad de los hechos ira acentuándose cada vez
más.
En lo que a usted concierne, amigo lector, al no hallarse usted en
el lugar de los hechos, no tiene razón alguna para confiar en mí más que
en la OTAN.
Pero sí existen, sin embargo, algunos indicios que pueden
indicarle cómo orientarse.
Cuatro evidencias que la OTAN se empeña en ocultar
1.
Sería lógico creer que las acusaciones sobre la supuesta represión y la
cantidad de víctimas han sido objeto de la más cuidadosa comprobación.
Pero no es así. Todos los datos al respecto provienen de una sola
fuente: el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede… en Londres,
cuyos responsables se escudan tras el más estricto anonimato.
¿Qué
valor pueden tener esas graves acusaciones si no se confrontan con los
informes de otras fuentes?
¿Por qué instituciones como la Oficina del
Alto Comisario de la ONU para los Derechos Humanos se hacen eco de tales
acusaciones sin tomarse el trabajo de comprobar su veracidad?
2.
Rusia y China recurrieron al veto contra un proyecto de resolución del
Consejo de Seguridad de la ONU que abría el camino a una intervención
militar internacional.
Los responsables políticos de la OTAN nos
explican, apenados, que los rusos están protegiendo su base naval
militar del puerto sirio de Tartus y que los chinos son capaces de
cualquier cosa con tal de obtener unos cuantos barriles de petróleo.
¿Debemos aceptar el concepto maniqueo de que Washington, Londres y París
hacen gala de buenos sentimientos mientras que Moscú y Pekín son
esencialmente egoístas e insensibles al martirio de un pueblo?
¿Es
posible no darnos cuenta de que Rusia y China tienen muchos menos
interés en defender Siria que los países occidentales en destruirla?
3.
Resulta ciertamente extraña la composición de la coalición de estos
países supuestamente bien intencionados. ¿Podemos acaso pasar por alto
el hecho que los dos principales contribuyentes de la Liga Árabe y
promotores de la «democratización» en Siria son precisamente Arabia
Saudita y Qatar, dos dictaduras al servicio de Estados Unidos y de Gran
Bretaña?
¿Podemos acaso dejar de preguntarnos si los mismos países
occidentales que acaban de destruir sucesivamente Afganistán, Irak y
Libia –donde ya demostraron lo poco que les importa la vida humana– son
realmente honestos cuando enarbolan el estandarte humanitario?
4.
Y ante todo, para no dejarnos manipular en cuanto a los acontecimientos
en Siria, es esencial ponerlos en su contexto. Para la OTAN y sus
aliados del Golfo –cuyos ejércitos ya invadieron Yemen y Bahrein
ahogando allí en sangre las manifestaciones– la «revolución siria» es la
prolongación de la «primavera árabe», según la cual los pueblos de la
región aspiran a la democracia de mercado y al confort del American Way
of Life.
Por
el contrario, para rusos y chinos, al igual que para venezolanos y
sudafricanos, lo que sucede en Siria es la continuación del «rediseño
del Medio Oriente ampliado» anunciado por Washington y que ya ha dejado
1,2 millones de muertos, un proceso al que toda persona preocupada por
la vida humana debe sentirse deseosa de poner fin.
Estos últimos
recuerdan que, el 15 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush
programó 7 guerras.
Los preparativos para el ataque contra Siria
comenzaron oficialmente el 12 de diciembre de 2003 con el voto de la
Syrian Accountability Act, en medio de la euforia por la caída de
Bagdad.
Desde ese día, el presidente de Estados Unidos –cargo que hoy
ejerce Barack Obama– cuenta con la autorización del Congreso para atacar
Siria y ni siquiera está obligado a presentarse ante los parlamentarios
estadounidenses antes de dar la orden de abrir fuego.
Así que la
cuestión no es saber si la OTAN ha encontrado una justificación divina
para desencadenar la guerra sino más bien si Siria podrá encontrar un
medio de salir de esta situación, como ya logró hacerlo ante todas las
acusaciones difamatorias, y para no caer en todas las trampas
anteriores, como el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik
Hariri o el ataque israelí contra una imaginaria central nuclear
militar.
Los «grandes medios de prensa comercial» occidentales ante los hechos y como testigos
Ya
al terminar este artículo quisiera señalar, amigo lector, que la Red
Voltaire facilitó una gira de prensa organizada por iniciativa del
Centro Católico de Información de los Cristianos de Oriente, en el marco
de la apertura a los medios de prensa occidentales, apertura que el
propio presidente el-Assad anunció a la Liga Árabe.
Nosotros
mismos ayudamos a los periodistas de los grandes medios a viajar a las
zonas de combate. Nuestros colegas se sintieron al principio incómodos
en nuestra compañía, al mismo tiempo porque tenían de nosotros una
imagen negativa preconcebida y porque creían trataríamos de lavarles el
cerebro.
Pero pudieron comprobar posteriormente que somos personas
normales y que nuestro compromiso no nos ha hecho renunciar a nuestro
espíritu crítico.
En
definitiva, a pesar de que están íntimamente convencidos de la bondad
de la OTAN y de que no comparten nuestro propio compromiso
antiimperialista, pudieron ver y oír la realidad de los hechos.
Con
honestidad, mencionaron en sus trabajos las acciones de las bandas
armadas que siembran el terror en el país.
También
es cierto que se abstuvieron de contradecir abiertamente la versión
atlantista y que trataron de conciliar con esa versión lo que ellos
mismos habían podido ver y oír, lo cual los obligó a veces a hacer toda
una serie de piruetas alrededor del concepto de «guerra civil» entre el
ejército sirio y mercenarios extranjeros.
En todo caso, los reportajes
de la Radio Televisión Belge (RTBF) o los del diario La Libre Belgique,
por citar tan sólo dos casos, demuestran que desde hace 8 meses la OTAN
ha venido escondiendo las acciones de los escuadrones de la muerte
extranjeros cuyos crímenes atribuye a las autoridades sirias.
Red Voltaire.