
EEUU
e Iraq están discutiendo si 10.000 soldados estadounidenses deberían
permanecer como símbolo de la continuidad del compromiso estadounidense
en Iraq y con funciones de entrenamiento.
Los funcionarios de Washington
han sugerido que podría ser incluso una cifra menor, entre 3.000 y
4.000 soldados, pero esta puede ser una táctica negociadora para
conseguir que el fraccionado gobierno iraquí adopte una decisión.
Cualquiera
que sea la cifra final, el número será una porción de los 146.000
soldados que estaban en Iraq a principios de 2009; su partida significa
que el estatus de EEUU está desvaneciéndose como potencia extranjera en
el país.
La influencia iraní crece en Bagdad debido a la escalada
de enfrentamientos entre musulmanes chiíes y sunníes por toda la
región.
El gobierno de coalición de dominio chií en Bagdad está
preocupado de que el levantamiento sunní en Siria pueda desplazar a
Bashar al-Asad y su régimen, cuyos líderes vienen en su mayoría de la
secta chií alauí.
Los chiíes iraquíes también simpatizan totalmente con
la mayoría chií en Bahrein, cuyo movimiento a favor de la democracia ha
sido despiadadamente aplastado por la monarquía sunní de los Al-Jalifa,
con el apoyo de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.
A los
kurdos y a muchos de los sunníes de Iraq, junto a casi el 40% de la
población, les gustaría que hubiera una continuada presencia militar
estadounidense para equilibrar la influencia de la mayoría chií en casa y
de Irán fuera.
Los kurdos desearían que EEUU siguiera ejerciendo
el papel que juega desactivando tensiones en las grandes zonas del
norte de Iraq donde las poblaciones kurda y árabe están entremezcladas.
Arabia Saudí y las monarquías sunníes el Golfo, paranoicas respecto a la
influencia iraní, quieren que las tropas estadounidenses se queden para
que no dejen entrar a Irán.
Nuri al-Maliki, el Primer Ministro
iraquí, debe su puesto a su capacidad de equilibrio entre Washington y
Teherán.
Pero pudo llegar a formar nuevo gobierno gracias al apoyo del
poderoso clérigo chií Muqtada al-Sadr y su partido, que propugna una
mezcla de chiísmo, nacionalismo y populismo. Los seguidores de Sadr
están llamados a celebrar una concentración en Bagdad el viernes para
exigir la retirada total de EEUU.
La influencia de Turquía crece
cada vez más en Iraq y en otros lugares de Oriente Medio debido a que es
un Estado musulmán con un gobierno fuerte, una economía próspera, un
ejército potente y una gran población.
Se puede prever que su autoridad
va a aumentar entre Estados árabes como Iraq, Siria, Egipto, Líbano,
Bahrein, Túnez y Libia, todos ellos debilitados por guerras, guerras
civiles y rebeliones.
Iraq sigue siendo débil debido a sus divisiones
étnicas y sectarias actuales.
“Ya no existe identidad nacional”, dijo
Ghasan al-Atiyah, científico político y comentarista iraquí.
“Los
iraquíes son ahora o sunníes, chiíes o kurdos”.
Atiyah declaró que Irán
tolerará que en última instancia EEUU mantenga una pequeña fuerza en
Iraq, porque la mayoría de los soldados estadounidenses se habrán ido y
los que queden serán demasiado pocos para resultar militarmente
eficaces.
“¿Pensarán los iraníes que son demasiados 10.000 hombres?”, se
preguntó Atiyah. “Lo dudo”.
Los políticos iraquíes han
manifestado en el pasado que sospechan que a Irán le gustaría que
algunos soldados estadounidenses siguieran en Iraq porque representan un
objetivo de ataque para grupos militares especiales, encuadrados en el
movimiento sadrista pero controlados por Irán.
Por su parte, EEUU
tratará de conservar su influencia en Iraq a través de las operaciones
de la CIA, de las fuerzas vinculadas con la embajada estadounidense y de
los contratistas militares.
Las divisiones iraquíes implican que
estados extranjeros tratarán de jugar un papel con peso en el país,
aunque, si bien lucharán para conseguir influencia, ninguno tiene
interés en ver que el país recae en una guerra civil.
Patrick Cocburn es autor de The Occupation: War, resistance and daily life in Iraq y Muqtada! Muqtada al-Sadr, the Shia revival and the struggle for Iraq .