Se llama Abdelhakim Belhaj. Puede que algunos hayan oído hablar de él en Medio Oriente, pero pocos en Occidente y en el resto del mundo habrán tenido la ocasión.
Es hora de ponerse al día.
Porque la
historia de cómo un hombre muy valioso para al-Qaida se ha convertido en
el máximo comandante militar libio en Trípoli, todavía desgarrada por
la guerra, seguramente hará añicos –una vez más– esa selva de espejos
que es la “guerra contra el terror”, y al mismo tiempo comprometerá
profundamente la propaganda, cuidadosamente construida, de la
intervención “humanitaria” de la OTAN en Libia.
La fortaleza de
Muamar Gadafi de Bab-al-Aziziyah fue esencialmente invadida y
conquistada la semana pasada por los hombres de Belhaj –quienes estaban a
la vanguardia de una milicia de bereberes de las montañas al sudoeste
de Trípoli-.
La milicia es la llamada Brigada Trípoli, entrenada en
secreto durante dos meses por Fuerzas Especiales de EE.UU. Resultó ser
la milicia más efectiva de los rebeldes en seis meses de guerra
tribal/civil.
El martes pasado Belhaj ya mostraba un regocijo maligno
por la victoria en la batalla, diciendo que las fuerzas de Gadafi
escaparon “como ratas” (nótese que es la misma metáfora utilizada por el
propio Gadafi para describir a los rebeldes).
Abdelhakim Belhaj,
alias Abu Abdallah al-Sadek, es un yihadista libio.
Nacido en mayo de
1966, afinó sus habilidades en la yihad antisoviética en Afganistán.
Es
el fundador del Grupo de Combate Islámico Libio (LIFG por sus siglas en
inglés) y su emir de facto –con Khaled Chrif y Sami Saadi como sus
reemplazos-.
Después de que los talibanes llegaron al poder en Kabul en
1996, el LIFG mantuvo dos campos de entrenamiento en Afganistán; uno de
ellos a 30 kilómetros de Kabul –dirigido por Abu Yahya– limitado
estrictamente a yihadistas vinculados a al-Qaida.
Después del
11-S, Belhaj fue a Pakistán y también a Irak, donde se hizo amigo ni más
ni menos que del ultra peligroso Abu Musab al-Zarqaui, todo esto antes
de que al-Qaida en Irak declarara su fidelidad a Osama bin Laden y a
Ayman al-Zawahiri y potenciara sus horripilantes tácticas.
En
Iraq, sucedió que los libios eran el mayor contingente suní yihadista
extranjero, solo después de los saudíes.
Además, los yihadistas libios
siempre han sido superestrellas en los máximos niveles de al-Qaida
“histórico”, desde Abu Faraj al-Libi (comandante militar hasta su
arresto en 2005, y que ahora sufre lentamente como uno de los 16
detenidos de alto valor en el centro de detención estadounidense en
Guantánamo) a Abu al-Laith al-Libi (otro comandante militar, muerto en
Pakistán a principios de 2008).
El momento de un ‘entrega extraordinaria’
El
LIFG había estado en los monitores de la CIA desde el 11-S.
En 2003,
Belhaj fue finalmente arrestado en Malasia, y luego transferido, al
estilo de una ‘entrega extraordinaria’ a una prisión secreta en Bangkok,
y torturado a su debido tiempo.
En 2004, los estadounidenses
decidieron enviarlo como obsequio a la inteligencia libia –hasta que fue
liberado por el régimen de Gadafi en marzo de 2010, junto con otros 211
“terroristas”, en un acto de relaciones públicas publicitado con gran
fanfarria.
El orquestador no fue otro que Saif Islam al-Gadafi ,
la ‘cara modernizadora/ London School of Economics’ del régimen.
Los
dirigentes del LIFG -Belhaj y sus asistentes Chrif y Saadi– hicieron
antes de ser finalmente liberados una confesión de 417 páginas llamada
“estudios correctivos” en la que declararon por terminada (e ilegal) la
yihad contra Gadafi.
Un relato fascinante de todo el proceso se
puede ver en un informe titulado “Combatiendo el terrorismo en Libia
mediante el diálogo y la reintegración” [1]
Nótese que los autores,
“expertos” en terrorismo basados en Singapur que fueron agasajados por
el régimen, expresan su “profundo aprecio a Saif al-Islam Gadafi y a la
Fundación Gadafi de Caridad y Desarrollo Internacional por posibilitar
esta visita”.
Crucialmente, todavía en 2007, el entonces número
dos de al-Qaida, Zawahiri, anunció oficialmente la fusión entre el LIFG y
al-Qaida del Magreb Islámico (AQIM).
Por lo tanto, a todos los efectos,
LIFG/AQIM han sido desde entonces, uno y lo mismo, y Belhaj fue/es su
emir.
En 2007, LIFG llamó a una yihad contra Gadafi, pero también contra EE.UU. y una serie de “infieles” occidentales.
Lleguemos
rápidamente a febrero pasado cuando, como hombre libre, Belhaj decidió
volver al modo yihadista y alinear sus fuerzas con el levantamiento
amañado en Cirenaica.
Toda agencia de inteligencia en EE.UU. y el
mundo árabe conocen su origen.
Ya ha asegurado en Libia que él y su
milicia solo aceptarán la Sharía.
No hay nada “pro
democracia” en el asunto, bajo ningún concepto.
Y, sin embargo, no se
podía excluir de la guerra de la OTAN a un hombre tan valisoso solo
porque no le gustan mucho los “infieles”.
El asesinato a finales
de julio del comandante militar rebelde Abdel Fattah Younis –por los
propios rebeldes– parece apuntar a Belhaj o por lo menos a gente muy
próxima a su persona.
Es esencial saber que Younis –antes de
desertar del régimen– había estado a cargo de las fuerzas especiales de
Libia que combatieron ferozmente al LIFG en Cirenaica de 1990 a 1995.
El
Consejo Nacional de Transición (CNT) según uno de sus miembros, Ali
Tarhouni, ha estado propagando que Younis fue eliminado por una
sospechosa brigada conocida como Obaida ibn Jarrah (uno de los
compañeros del Profeta Muhammad). Sin embargo ahora la brigada parece
haberse disuelto sin dejar rastro.
Cállate o te corto la cabeza
No
es precisamente por accidente, pero todos los máximos comandantes
militares rebeldes son del LIFG, de Belhaj en Trípoli a un cierto Ismael
as-Salabi en Bengasi y un cierto Abdelhakim al-Assadi en Derna, para no
mencionar a un activo clave, Ali Salabi, ubicado en el centro del CNT.
Fue Salabi quien negoció con Saif al-Islam Gadafi el “fin” de la yihad
del LIFG, asegurando así el brillante futuro de esos “combatientes por
la libertad” vueltos a nacer.
No hace falta una bola de cristal
para imaginar las consecuencias de que LIFG/AQIM –después de conquistar
el poder militar y de estar entre los “vencedores” de la guerra– no
estén ni remotamente interesados en renunciar al control solo para
complacer los caprichos de la OTAN.
Mientras tanto, en medio de
la niebla de la guerra, no está claro si Gadafi planifica atrapar a la
brigada Trípoli en la guerra urbana u obligar a la masa de las milicias
rebeldes a que penetren en las inmensas áreas tribales de la tribu
Warfallah.
La esposa de Gadafi pertenece a la Warfallah, la mayor
tribu de Libia, con hasta 1 millón de personas y 54 sub-tribus.
En
Bruselas se dice confidencialmente que la OTAN espera que Gadafi
combatirá durante meses si no años; de ahí la recompensa por su cabeza
al estilo de George W. Bush y el desesperado retorno al Plan A de la
OTAN, que siempre fue su eliminación.
Libia puede estar
enfrentando el espectro de una Hidra guerrillera de dos cabezas; las
fuerzas de Gadafi contra un débil gobierno central del CNT y de soldados
de la OTAN en el terreno; y la nebulosa LIFG/AQIM en una yihad contra
la OTAN (si los excluyen del poder).
Gadafi podrá ser una
reliquia dictatorial del pasado, pero no se monopoliza el poder durante
cuatro décadas para nada, y sin que tus servicios de inteligencia sepan
una cosa o dos.
Desde el principio, Gadafi dijo que se trataba de
una operación con respaldo extranjero y de al-Qaida; tenía razón
(aunque se le olvidó decir que se trataba sobre todo de la guerra del
neo-napoleónico presidente francés Nicolas Sarkozy, pero ésa es otra
historia).
También dijo que era el preludio de una una ocupación
extranjera cuyo objetivo era privatizar y apoderarse de los recursos
naturales de Libia. Puede ser que –otra vez– tenga razón.
Los
“expertos” de Singapur que elogiaron la decisión del régimen de Gadafi
de liberar a los yihadistas del LIFG la calificaron de “una estrategia
necesaria para mitigar la amenaza planteada a Libia”.
Ahora, LIFG/AQIM están finalmente abocados a poner en práctica sus opciones como una “fuerza política indígena”.
Diez
años después del 11-S, cuesta no imaginar una cierta calavera
descompuesta al fondo del Mar Arábigo que ríe burlonamente hasta el fin
de los tiempos.
Nota
1. En inglés. Haga clic aquí.
Pepe Escobar es autor de “ Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War ” (Nimble Books, 2007) y “ Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge ”. Su último libro es “ Obama does Globalistan ” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com .
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