Pablo Gonzalez

Nicaragua: Lidia Maradiaga Cáceres


Lidia Maradiaga, cruelmente asesinada el 22 de abril de 1966.

Su asesinos, Asunción Pulido, de 40 años e Ismael Urroz, de 28, hijo del alcalde, Pulido descarga dos veces sobre la cabeza de la mujer.

 Urroz se suma a la masacre y hace otras cinco heridas en la cabeza y otra en un brazo de la moribunda.


Además, la golpearon con las empuñaduras de sus armas hasta dejarla irreconocible.

Fueron contratados por Luis Raúl Cerna Baca (q.e.p.d), antiguo empresario nicaragüense.

Lidia Maradiaga Cáceres era una de varios hermanos y la única que sabía leer y escribir. 

A los 24 años de edad era ya madre de tres niños de seis, cuatro y tres años y estaba a la espera de otro. 

Su compañero de vida, Clemente González y ella misma eran trabajadores de la yesera. 

Su hermano mayor Miguel Humberto Maradiaga era también trabajador del mineral.

Pero Lidia era una mujer muy activa por naturaleza y cuando en el mineral los trabajadores toman conciencia, a través de activistas llegados a la zona, de la explotación a que son sometidos, ella se convierte en dinámica militante del movimiento que comienza a gestarse entre los obreros.

En la entrada principal de Santa Rosa del Peñón, Departamento de León, está situado el cementerio local, y en él la tumba de una muchacha que tuvo la oportunidad de ser sindicalista por muy poco tiempo: Lidia Maradiaga.
 Hoy 22 de abril (1967) es el primer aniversario de esa joven nicaragüense que vivió una vida sindical intensa; su asesinato, claro desde un principio, fue confundido más tarde por personas con equis intereses, queriendo hacerlo aparecer como un suceso común, y no hay ningún antecedente en Santa Rosa que confirme ésta sucia pretensión; al contrario, los habitantes de ese pueblo reconocen que Lidia Maradiaga siempre fue jovial y amistosa y no tenía enemistad del grado que se le quiere dar; tampoco hay un nexo particular que explique la actitud de los dos complicados directamente en su asesinato.

Tenía 24 años de edad; era casada, con tres niños, más el cuarto que venía, pues estaba embarazada al ser asesinada; perteneciente a una familia en la que casi todos sus miembros presentan las características de dirigentes, Lidia no podía ser diferente; y cuando llegó la oportunidad de organizar un sindicato con todos los que trabajaban en el yeso, fue una de las colaboradoras más activas. 

Se encargaba de avisar para las reuniones que se realizaban, en la mayoría de las veces en su casa de habitación; de naturaleza apasionada, fue una ardiente partidaria del sindicato, y eso es suficiente para ser considerada como sindicalista, porque para serlo no es necesario aparecer en un libro; hay muchos que aparecen en un libro y con su actitud más bien son enemigos del sindicalismo.

Cuando los explotadores se mueren, se les hacen honores y se les menciona hasta la saciedad; cuando los explotados son asesinados, se les denigra y se procura les envuelva el silencio.

Hay quienes han dicho que a Lidia Maradiaga se le ha querido tomar como bandera de determinado órgano sindical, y para eso han hecho calumnia, confundiendo a los directores de órganos de difusión hablada y escrita; ya es una necedad, dijo uno de estos que dio muestras de tener una sensibilidad social “ye-ye”, y para confirmar su actitud negó la rectificación sobre una noticia de un grupo de campesinos de Santa Rosa que vino expresamente para ello; sin embargo, publicó con notoriedad mentiras logradas con engaños; lo que demuestra que “poderoso caballero es don dinero”.

Dicen que quieren tomar a la Maradiaga como bandera de un Movimiento. Yo me pregunto: ¿Desde cuándo se le quiere negar a un movimiento el reconocimiento de sus mejores hombres y mujeres? La Maradiaga no tenía grandes conocimientos sobre sindicalismo, pero murió por una causa que en su sencillez encontró digna; no es necesario saber mucho, ni haber militado varios años en una Organización para morir por su causa, y es que un momento vivido con intensidad es más significativo que muchos años vividos con superficialidad; y la Maradiaga es el caso más reciente en el sindicalismo nacional.

Los ambientes son los que asesinan a los hombres es una explicación sociológica; tiene mucho de diplomática. 

Cuando en una localidad de un primitivismo exuberante se enfrentan fuerzas antagónicas: Capitalismo y obrerismo, el decir de los epígonos “denle una asustadita porque hay orden superior que nos protege” es interpretada como una orden que a nivel local se traduce a la utilización del machete o la pistola porque esta es una tierra donde la naturaleza y la ignorancia se complementan para ser agresividad misma.

Estamos en una tierra donde se mira negativamente al dirigente sindical, aún en algunos radio-periódicos y radio-difusoras que se creen progresistas y democráticas; por eso es comprensible que las órdenes superiores dadas en Santa Rosa del Peñón fuera el terminar con cualquier dirigente sindical que llegara a perturbar el orden establecido, y eso explica por qué la Maradiaga sustituyó en el sacrificio a Amadeo Vanegas, el dirigente sindical nacional que ella ayudó a salir con vida del poblado; eso explica por qué posteriormente ha habido presión para guardar en silencio la verdad sobre su muerte.

Parece que es muy significativo que Lidia Maradiaga haya sido asesinada precisamente junto al cementerio: 

Del lugar en que cayó a donde está enterrada no hay mucha distancia; así quedó como semilla, mujer sindicalista enterrada para producir un árbol que sin duda dará fruto; no quiero polemizar porque hoy cumple su primer aniversario de muerte, y mi mención es simplemente recordarla porque se lo merece, porque ella por un momento estuvo en la verdad; y la verdad la hizo libre definitivamente; por consiguiente, su muerte sindical no puede ser discutida, ya que a la hora del reconocimiento, la duda debe quedarse en la sombra.

https://www.laprensa.com.ni/2000/09/02/nacionales/746552-sangre-sindical-salpic-la-yesera

http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/general/220827/lidia-maradiaga-pionera-de-los-sindicatos-campesinos/

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