Karl Marx y Friedrich Engels publicaron el 21 de febrero de 1848 el Manifiesto del Partido Comunista.
Este documento pretendía, en principio, dotar de un programa que elevara a la categoría de partido a la Liga Comunista, una organización política creada en París en 1836 con el nombre de Liga de los Justos.
El Manifiesto, más allá de cumplir un objetivo inmediato, constituyó una ruptura con toda la filosofía anterior, propuso la concepción materialista de la historia, demostró el carácter revolucionario del proletariado como clase, describió de manera sintética y concreta el desarrollo de la burguesía como clase opresora y pronosticó su ineluctable caída.
En cuestión de tres días los planteamientos teóricos de Marx y Engels se vieron sometidos a la práctica. El 24 de febrero, los levantamientos populares en París, darían inicio a la Revolución de 1848. Marx analizaría estos sucesos en El 18 brumario de Luis Bonaparte, publicado en 1852.
Mientras tanto, la respuesta de la reacción europea ante los sucesos de 1848 obligó a la disolución del recién nacido partido. Empero, este difícil paso hacia atrás no detuvo a Marx y Engels en su lucha.
Respondiendo a los reproches que acusaban a los comunistas de no haber expuesto en su programa “...las relaciones económicas que forman la base material de la lucha de clases y de las luchas nacionales...”1, Marx redactó el folleto Trabajo asalariado y capital.
Documento que sería publicado por primera vez en abril de 1849 en la Nueva Gaceta Renana, justo cuando estaba por concluir, en Francia, el período de la Asamblea Nacional Constituyente y un mes antes de que se dieran las insurrecciones populares en Alemania en defensa de la Constitución imperial.
Hasta ese momento los principales aportes en el estudio de las relaciones económicas habían sido desarrollados por Adam Smith, en el Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones en 1776, David Ricardo, que publicó en 1817 Principios de Economía Política y Tributación.
A partir de aquí se establecerían dos frentes opuestos en los estudios económicos. Por un lado, la Economía Política clásica de Smith y Ricardo, que se enseña en la mayoría de facultades de economía del mundo, ya en su forma clásica, ya trasvasada en las teorías marginalistas, neo-clásicas, neoliberales o keynesianas; por otra parte, la Economía Política marxista que, si bien ha sido objeto de debates revisionistas y suele ser estudiada en la academia desde la crítica de los marginalistas y neoliberales, se muestra hoy por hoy, como la más efectiva para explicar las contradicciones del capitalismo y proponer soluciones conducentes a superar las consecuencias negativas del capital.
La primera y contundente tesis que lanza Marx en el mencionado texto es su definición del salario. Lo común es creer que el salario es una cantidad de dinero que se paga por realizar un trabajo dado, es una idea que nos viene de la Economía Política clásica.
En realidad, lo que el trabajador vende al patrón no es su trabajo sino su fuerza de trabajo. No es esto una cuestión puramente semántica. En palabras de F. Engels, en la introducción al mencionado texto:
“La fuerza de trabajo es, en nuestra actual sociedad capitalista, una mercancía; una mercancía como otra cualquiera, y sin embargo, muy peculiar.
Esta mercancía tiene, en efecto, la especial virtud de ser una fuerza creadora de valor, una fuente de valor, y, si se la sabe emplear, de mayor valor que el que en sí misma posee.”2
Así el salario es el valor de cambio expresado en dinero que se paga por una mercancía en particular que llamamos fuerza de trabajo. Sin embargo, “el salario no es la parte del obrero en la mercancía por él producida.
El salario es la parte de la mercancía ya existente, con la que el capitalista compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo productiva.”3
La fuerza de trabajo es la única mercancía que posee el obrero y que cada día de su vida debe vender ¿para qué? Para vivir.
Ahora ¿qué determina el precio de esta mercancía? El precio de una mercancía está determinado por su coste de producción.
“Por tanto, el coste de producción de la fuerza de trabajo se cifra siempre en los gastos de existencia y reproducción del obrero. El precio de este coste de existencia y reproducción es el que forma el salario. El salario así determinado es lo que se llama el salario mínimo.”
Es el salario de la “simple humanidad” del que hablan Smith y los marginalistas. Es decir, una cantidad de dinero determinada por la oferta y demanda que marca la diferencia entre sobrevivir llevando una vida mediocre por falta de recursos o perecer por carecer de medios de vida suficientes.
Estos medios de vida suelen consumirse inmediatamente. En términos de las amas de casa “es que la plata ya no alcanza para nada”.
“Pero, al consumir los medios de vida de que dispongo, los pierdo irreparablemente, a no ser que emplee el tiempo durante el cual me mantienen estos medios de vida en producir otros, en crear con mi trabajo, mientras los consumo, en vez de los valores destruidos al consumirlos, otros nuevos.
Pero esta noble fuerza reproductiva del trabajo es precisamente la que el obrero cede al capital, a cambio de los medios de vida que éste le entrega. Al cederla, se queda, pues, sin ella.”
Con la crisis de los años 30 surge en los Estado Unidos de América un género editorial que se extendería por todo el orbe. Hoy lo llamamos “Autoayuda y Superación”. No es gratuito que los éxitos comerciales de este sector de la industria editorial aumenten en tiempos de crisis económica.
Libros de esta clase son los que alimentan la fantasía pequeñoburguesa de que la autoexplotación del obrero en su tiempo libre garantiza el ascenso social de este individuo si se mantiene una cierta disciplina basada en los principios morales de la ética protestante. Insistiendo en esta apología al esfuerzo individual y negando toda lucha de clases, ponen de ejemplo individuos de origen obrero que lograron ascender en la escala social gracias a su autoexplotación en el tiempo libre.
Ochenta y siete años antes de que Dale Carnegie publicara How to Win Friends and Influence People, la obra que inauguraría el género mencionado arriba, ya Marx había desenmascarado las futuras mentiras de la pequeña burguesía gringa: la fuerza de trabajo del obrero siempre se la queda el capital.
Como suena de macabro y cruel, así es. Ciertamente las vías usadas por esos magnates de origen humilde para hacer gigantescas fortunas han ido más allá de la autoexplotación.
Mientras exista el capital el obrero vivirá sometido a una trágica contradicción: para que su situación de explotado sea tolerable es imprescindible “...que crezca con la mayor rapidez posible el capital productivo.”5 Es decir, para paliar su situación, necesita que aumente la dominación de la burguesía sobre los de su clase.
Así, no es de extrañar que bajo determinadas circunstancias los trabajadores prefieran apoyar a partidos burgueses que a sus propios partidos en las luchas políticas.
En esos casos, la contradicción hace parecer que los intereses de obreros y los del capital coinciden, pero no es así.
“Un aumento sensible del salario presupone un crecimiento veloz del capital productivo. A su vez, este veloz crecimiento del capital productivo provoca un desarrollo no menos veloz de riquezas, de lujo, de necesidades y goces sociales.
Por tanto, aunque los goces del obrero hayan aumentado, la satisfacción social que producen es ahora menor, comparada con los goces mayores del capitalista, inasequibles para el obrero, y con el nivel de desarrollo de la sociedad en general.
Nuestras necesidades y nuestros goces tienen su fuente en la sociedad y los medimos, consiguientemente, por ella, y no por los objetos con que los satisfacemos. Y como tienen carácter social, son siempre relativos.”6
Esto explica, por ejemplo, los altos salarios de los países industrializados y, a su vez, por qué a pesar de que los obreros de estos países viven en condiciones más ventajosas que sus hermanos y hermanas de los países atrasados, sigue existiendo la sociedad de clases.
Asimismo, descubrimos que el salario nominal (la suma de dinero por la que el obrero se vende al capitalista, la expresión monetaria del precio del trabajo) no coincide con el salario real (la cantidad de mercancías que el obrero puede comprar con su salario).
Pero “El salario se halla determinado, además y sobre todo, por su relación con la ganancia, con el beneficio obtenido por el capitalista: es un salario relativo, proporcional.”7
Así “El precio de venta de la mercancía producida por el obrero se divide para el capitalista en tres partes: la primera, para reponer el precio desembolsado en comprar materias primas, así como para reponer el desgaste de las herramientas, máquinas y otros instrumentos de trabajo adelantados por él; la segunda, para reponer los salarios por él adelantados, y la tercera, el remanente que queda después de saldar las dos partes anteriores, la ganancia del capitalista.
Mientras que la primera parte se limita a reponer valores que ya existían, es evidente que tanto la suma destinada a reembolsar los salarios abonados como el remanente que forma la ganancia del capitalista salen en su totalidad del nuevo valor creado por el trabajo del obrero y añadido a las materias primas.
En este sentido, podemos considerar tanto el salario como la ganancia, para compararlos entre sí, como partes del producto del obrero.”8
Pregunta Marx entonces: “¿Cuál es la ley general que rige el alza y la baja del salario y la ganancia, en sus relaciones mutuas?
Se hallan en razón inversa. La parte de que se apropia el capital, la ganancia, aumenta en la misma proporción en que disminuye la parte que le toca al trabajo, el salario, y viceversa.
La ganancia aumenta en la medida en que disminuye el salario y disminuye en la medida en que éste aumenta.” Así, bajo gobiernos burgueses, cuando en períodos de crisis económica la burguesía precisa incrementar sus ganancias se implementan reformas laborales determinadas a bajar el salario real.
Valiéndose de la ciencia, Marx explica en términos accesibles los diferentes factores que determinan el salario, cómo este determina las condiciones de vida del obrero y cómo este encuentra que su bienestar depende del crecimiento del capital.
A este eventual y relativo bienestar el obrero tendrá que responder con más horas de un trabajo que cada vez será menos suyo porque, necesariamente habrá un aumento en la división del mismo.
Después de Marx, el estudio de las relaciones económicas es mucho más que números y gráficos en un pizarrón o una computadora. Se suele acusar al marxismo de reducir todo al tema económico. Obras como Trabajo asalariado y capital desmienten esta acusación.
Precisamente uno de los aportes de Marx es mostrar que la economía y las sociedades no se desarrollan de manera independiente. Por encima de los guarismos crece y se desarrolla de manera compleja el género humano.
Actualmente y desde hace tres siglos bajo el imperio de un capital que no admite reformas sino que crece a condición de succionarle horas de vida a millones de trabajadores en el mundo.
La clase obrera se ve sujeta a un nudo gordiano que sólo puede ser roto por la unión de todos los trabajadores en contra del capital y por la construcción del socialismo.
“¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!”
NOTAS
1. Karl Marx. Trabajo asalariado y capital. En Salario, precio y ganancia/Trabajo asalariado y capital. Fund. Federico Engels. Madrid, 2003. p. 76.
2. F. Engels en Karl Marx. Salario, precio y ganancia/Trabajo asalariado y capital. Fund. Federico Engels. Madrid, 2003. p. 74.
3. Ibid. p. 79.
4. Ibid. p. 90.
5. Íbid. p. 91.
6. Íbid. pp. 92-93.
7. Íbid. p. 94.
8. Íbid. pp. 94-95.
Jonathan Fortich
“¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!”
NOTAS
1. Karl Marx. Trabajo asalariado y capital. En Salario, precio y ganancia/Trabajo asalariado y capital. Fund. Federico Engels. Madrid, 2003. p. 76.
2. F. Engels en Karl Marx. Salario, precio y ganancia/Trabajo asalariado y capital. Fund. Federico Engels. Madrid, 2003. p. 74.
3. Ibid. p. 79.
4. Ibid. p. 90.
5. Íbid. p. 91.
6. Íbid. pp. 92-93.
7. Íbid. p. 94.
8. Íbid. pp. 94-95.
Jonathan Fortich