Andrei Fediashin
RIA NOVOSTI
El reciente arresto de once supuestos espías rusos es un caso sin precedentes en las relaciones entre Rusia y EEUU, incluida la época de la Guerra Fría. Parece una verdadera red de espionaje que podría compararse a la célebre Orquesta Roja, un grupo de espías soviéticos que trabajaron en la Europa ocupada por los nazis.
Hasta ahora, ni EEUU ni Rusia (la URSS) habían logrado llevar a cabo operaciones de semejante calado. En 1971, Gran Bretaña expulsó a 105 presuntos agentes de la KGB. Se trataba de diplomáticos y periodistas; gente que, en esencia, no tenía nada que ver con el espionaje. Según fuentes rusas, entre ellos sólo había 60 oficiales de carrera del Servicio de Inteligencia soviético.
El FBI ha rehusado formular una acusación directa de espionaje contra los detenidos. Se les imputan cargos de "connivencia para actuar como agentes de un gobierno extranjero". La legislación estadounidense en vigor sólo autoriza a los diplomáticos, funcionarios de las embajadas y de los consulados de los países extranjeros a recabar cualquier tipo de información sobre la política de Washington.
El tribunal estadounidense puede condenar a los detenidos a cinco años de prisión por la citada actividad ilegal. Es una sentencia ligera en comparación con la cadena perpetua de 25 años de cárcel, prevista en EEUU para delitos de espionaje. No obstante, a los sospechosos, que presuntamente recibieron grandes sumas desde Moscú, se les podrían aplicar penas de 20 años de prisión por "blanqueo de dinero". De forma que, en total, acabarían por cumplir los 25 años de la condena por espionaje.
Los documentos del FBI identifican a los detenidos como sleeper (durmiente) ó mole (topo), utilizando la jerga de los espías, es decir, agentes infiltrados ilegalmente en un Estado bajo una buena cobertura. Tienen el objetivo de asimilarse en la sociedad e intentar penetrar en los organismos militares y políticos, servicios de inteligencia, centros de investigación y en los centros neurálgicos del país con el fin de apoderarse de información o preparar actos de sabotaje.
Lo cierto es que todo esto parece el guión de una novela de espionaje del estilo de las de John Le Carre El espía que surgió del frío o de Frederick Forsyth El cuarto protocolo. Todo esto nos remite al pasado, a un pasado ya bastante lejano y todo parecería un montaje o el rodaje de una película si no estuviera implicada una organización tan "respetable" como el FBI.
Los supuestos espías que tienen una edad de 30 a 45 años, han estado siendo vigilados desde finales de los 1990. Los mensajes descifrados que presuntamente se enviaron a Rusia mediante métodos tan primitivos como el alfabeto Morse, revelan que Moscú pretendía obtener a través de estos agentes los datos más variados: el balance de fuerzas políticas en la antesala de las elecciones presidenciales de 2008, la postura de EEUU de cara a las negociaciones sobre el Tratado de reducción de las armas estratégicas ofensivas (START), las intenciones en Afganistán, el problema nuclear de Irán y Corea del Norte, los programas de desarrollo de nuevas armas atómicas, etc.
En realidad esta información era de libre acceso y podía ser obtenida en las monografías de los centros científicos, directamente de la prensa o de fuentes diplomáticas. Los Servicios de Inteligencia tienen centros especiales que analizan todos los datos, provenientes de las más variadas fuentes.
No obstante, es imposible obtener una imagen completa sin tomar en consideración los detalles importantes enviados por los agentes secretos. El Servicio de Inteligencia Exterior (SIE) y la Dirección General de Inteligencia (GRU, sigla rusa) de Rusia tienen sus propios agentes que analizan la información obtenida, establecen contactos con varias fuentes, comparan todo lo que han oído, visto o leído y sacan sus conclusiones. Ningún servicio de inteligencia del mundo podría funcionar sin esa red de agentes.
La CIA y el FBI estadounidenses saben perfectamente que el SEI y la GRU rusos actúan de este modo. Sería absurdo considerar esto una catástrofe y acusar indiscriminadamente a todos los diplomáticos de espionaje. En definitiva, los diplomáticos, los agentes secretos y los periodistas cumplen una misma misión: recaban y hacen llegar información a diferentes usuarios. No hay nada extraño ni raro en ello, es una práctica habitual.
El FBI sigue sin revelar si los presuntos espías han obtenido algún secreto y han vulnerado la seguridad de EEUU.
En cualquier caso, sería interesante saber porqué los presuntos espías han sido desenmascarados ahora si vienen siendo investigados desde hace casi diez años y lo qué es más importante, para qué han sido desenmascarados.
También es común que los servicios de inteligencia utilicen a los durmientes y agentes identificados para alistarlos en sus filas o para surtirlos con información falsa. Esto mucho más rentable que provocar escándalos cuyas consecuencias, en mayoría de los casos, solo son dañinas para ambas partes. Los políticos utilizan estos escándalos para sus intereses, pero destruyen todo un tejido y una estructura fundamental, que ha sido construida y mantenida en secreto durante largos años por los dos servicios de inteligencia.
Este tipo de escándalos suele estallar de vez en cuando y seguirá haciéndolo. Sin embargo, las propias agencias, ya se han dado cuenta de que es conveniente no sacar su actividad a la luz más de lo necesario.
Hasta ahora, ni EEUU ni Rusia (la URSS) habían logrado llevar a cabo operaciones de semejante calado. En 1971, Gran Bretaña expulsó a 105 presuntos agentes de la KGB. Se trataba de diplomáticos y periodistas; gente que, en esencia, no tenía nada que ver con el espionaje. Según fuentes rusas, entre ellos sólo había 60 oficiales de carrera del Servicio de Inteligencia soviético.
El FBI ha rehusado formular una acusación directa de espionaje contra los detenidos. Se les imputan cargos de "connivencia para actuar como agentes de un gobierno extranjero". La legislación estadounidense en vigor sólo autoriza a los diplomáticos, funcionarios de las embajadas y de los consulados de los países extranjeros a recabar cualquier tipo de información sobre la política de Washington.
El tribunal estadounidense puede condenar a los detenidos a cinco años de prisión por la citada actividad ilegal. Es una sentencia ligera en comparación con la cadena perpetua de 25 años de cárcel, prevista en EEUU para delitos de espionaje. No obstante, a los sospechosos, que presuntamente recibieron grandes sumas desde Moscú, se les podrían aplicar penas de 20 años de prisión por "blanqueo de dinero". De forma que, en total, acabarían por cumplir los 25 años de la condena por espionaje.
Los documentos del FBI identifican a los detenidos como sleeper (durmiente) ó mole (topo), utilizando la jerga de los espías, es decir, agentes infiltrados ilegalmente en un Estado bajo una buena cobertura. Tienen el objetivo de asimilarse en la sociedad e intentar penetrar en los organismos militares y políticos, servicios de inteligencia, centros de investigación y en los centros neurálgicos del país con el fin de apoderarse de información o preparar actos de sabotaje.
Lo cierto es que todo esto parece el guión de una novela de espionaje del estilo de las de John Le Carre El espía que surgió del frío o de Frederick Forsyth El cuarto protocolo. Todo esto nos remite al pasado, a un pasado ya bastante lejano y todo parecería un montaje o el rodaje de una película si no estuviera implicada una organización tan "respetable" como el FBI.
Los supuestos espías que tienen una edad de 30 a 45 años, han estado siendo vigilados desde finales de los 1990. Los mensajes descifrados que presuntamente se enviaron a Rusia mediante métodos tan primitivos como el alfabeto Morse, revelan que Moscú pretendía obtener a través de estos agentes los datos más variados: el balance de fuerzas políticas en la antesala de las elecciones presidenciales de 2008, la postura de EEUU de cara a las negociaciones sobre el Tratado de reducción de las armas estratégicas ofensivas (START), las intenciones en Afganistán, el problema nuclear de Irán y Corea del Norte, los programas de desarrollo de nuevas armas atómicas, etc.
En realidad esta información era de libre acceso y podía ser obtenida en las monografías de los centros científicos, directamente de la prensa o de fuentes diplomáticas. Los Servicios de Inteligencia tienen centros especiales que analizan todos los datos, provenientes de las más variadas fuentes.
No obstante, es imposible obtener una imagen completa sin tomar en consideración los detalles importantes enviados por los agentes secretos. El Servicio de Inteligencia Exterior (SIE) y la Dirección General de Inteligencia (GRU, sigla rusa) de Rusia tienen sus propios agentes que analizan la información obtenida, establecen contactos con varias fuentes, comparan todo lo que han oído, visto o leído y sacan sus conclusiones. Ningún servicio de inteligencia del mundo podría funcionar sin esa red de agentes.
La CIA y el FBI estadounidenses saben perfectamente que el SEI y la GRU rusos actúan de este modo. Sería absurdo considerar esto una catástrofe y acusar indiscriminadamente a todos los diplomáticos de espionaje. En definitiva, los diplomáticos, los agentes secretos y los periodistas cumplen una misma misión: recaban y hacen llegar información a diferentes usuarios. No hay nada extraño ni raro en ello, es una práctica habitual.
El FBI sigue sin revelar si los presuntos espías han obtenido algún secreto y han vulnerado la seguridad de EEUU.
En cualquier caso, sería interesante saber porqué los presuntos espías han sido desenmascarados ahora si vienen siendo investigados desde hace casi diez años y lo qué es más importante, para qué han sido desenmascarados.
También es común que los servicios de inteligencia utilicen a los durmientes y agentes identificados para alistarlos en sus filas o para surtirlos con información falsa. Esto mucho más rentable que provocar escándalos cuyas consecuencias, en mayoría de los casos, solo son dañinas para ambas partes. Los políticos utilizan estos escándalos para sus intereses, pero destruyen todo un tejido y una estructura fundamental, que ha sido construida y mantenida en secreto durante largos años por los dos servicios de inteligencia.
Este tipo de escándalos suele estallar de vez en cuando y seguirá haciéndolo. Sin embargo, las propias agencias, ya se han dado cuenta de que es conveniente no sacar su actividad a la luz más de lo necesario.
Hay muchos sectores donde pueden y suelen cooperar con sus homólogos extranjeros, como por ejemplo el narcotráfico, el terrorismo, la piratería informática, el crimen organizado, el lavado de dinero, etc., todo eso, a pesar de que su misión principal sea enfrentarse entre sí.
Las relaciones entre Rusia y EEUU siempre han sido de rivalidad y es necesario verificar toda la información utilizando las mejores fuentes disponibles, es decir, los espías.
Los propios servicios de inteligencia suelen considerar tales incidentes como problemas rutinarios. Es lo mejor para todos, ya que nadie tiene ningún interés en provocar una guerra política.
Quizás la culpa haya sido del FBI que haya pretendido hacer méritos, ya que una de sus misiones es el contraespionaje. Y lo ha conseguido en parte porque esta operación ha sido un gran éxito. Sin embargo, cuando estos incidentes coinciden con el relanzamiento de las relaciones entre EEUU y Rusia, sería lógico suponer que detrás de todo esto hay más cosas.
Moscú y Washington acaban de iniciar su relanzamiento en el ámbito de control y la no proliferación nuclear, el terrorismo, la modernización económica. El nuevo Tratado START debe ratificarse en breve. EEUU desea abolir la enmienda Jackson-Vanik que restringe el comercio entre EEUU y Rusia desde los tiempos de la Guerra Fría. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, acaba de concluir con éxito una visita a EEUU.
De repente, esta tendencia positiva se ve empañada con un escándalo de espionaje.
Sea como sea, Rusia debería sentirse orgullosa por la cantidad de espías qua ha conseguido infiltrar en EEUU.
Las relaciones entre Rusia y EEUU siempre han sido de rivalidad y es necesario verificar toda la información utilizando las mejores fuentes disponibles, es decir, los espías.
Los propios servicios de inteligencia suelen considerar tales incidentes como problemas rutinarios. Es lo mejor para todos, ya que nadie tiene ningún interés en provocar una guerra política.
Quizás la culpa haya sido del FBI que haya pretendido hacer méritos, ya que una de sus misiones es el contraespionaje. Y lo ha conseguido en parte porque esta operación ha sido un gran éxito. Sin embargo, cuando estos incidentes coinciden con el relanzamiento de las relaciones entre EEUU y Rusia, sería lógico suponer que detrás de todo esto hay más cosas.
Moscú y Washington acaban de iniciar su relanzamiento en el ámbito de control y la no proliferación nuclear, el terrorismo, la modernización económica. El nuevo Tratado START debe ratificarse en breve. EEUU desea abolir la enmienda Jackson-Vanik que restringe el comercio entre EEUU y Rusia desde los tiempos de la Guerra Fría. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, acaba de concluir con éxito una visita a EEUU.
De repente, esta tendencia positiva se ve empañada con un escándalo de espionaje.
Sea como sea, Rusia debería sentirse orgullosa por la cantidad de espías qua ha conseguido infiltrar en EEUU.