Pablo Gonzalez

Por si quedaba alguna duda

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EL PODER DE LOS TALIBANES: //////“Megaterremoto periodístico”, “la bomba mediática del siglo XXI”, “hemorragia informativa”. Todas estas palabras podrían definir muy bien el impacto causado estos días por el portal de Internet WikiLeaks que ha difundido nada menos que 92,201 documentos militares secretos que han dejado al descubierto las miserias de esa infernal guerra-invasión en Afganistán. 

La publicación es la mayor filtración en la historia de Estados Unidos –que ya ha vivido escándalos como Watergate a inicios de los setenta– y ha puesto en ridículo a las más altas autoridades en el Pentágono y la Casa Blanca, que han repetido una y otra vez la justificación “moral” de un conflicto en el que luchan el “Occidente civilizado” contra los bárbaros extremistas islámicos de Al Qaeda y los talibanes.    

PAKISTÁN PAGA CON LA MISMA MONEDA

En Washington siempre se supo que los talibanes fueron creación de los servicios de Inteligencia pakistaníes en la década de los noventa, pero con los ataques del 11-S, esta relación, se supone, acabó.

Hoy se sabe, que la purga de oficiales pro talibanes que inició el ex presidente pakistaní Pervez Musharraf no fue suficiente o solo se trató de un gran teatro. Según informaciones contenidas en 180 archivos, el servicio secreto pakistaní, el ISI, desde el 2004 armó, entrenó y financió a la insurgencia afgana.

Los documentos sugieren que Pakistán permitió a representantes del ISI entrevistarse con los talibanes para organizar grupos de combate contra los soldados de Estados Unidos y planear el asesinato de líderes afganos, incluido el presidente Hamid Karzai.

Los informes relatan los esfuerzos del ISI para coordinar la red de terroristas suicidas que se convirtieron en un arma terrible en el 2006. Un informe del 18 de diciembre de 2006 describe el proceso de formación de un terrorista suicida, reclutado y entrenado en Pakistán. Varias informaciones citan visitas de oficiales paquistaníes a las escuelas coránicas de la ciudad de Peshawar para encontrar nuevos reclutas.

El destape de esta relación Pakistán-Talibán ha causado las iras de algunos congresistas estadounidenses que no pueden entender cómo sabiendo la Casa Blanca sobre el doble juego de Islamabad, le han entregado más de mil millones de dólares en ayuda económica.

El embajador de Pakistán en Washington, Husain Haqqani, ha negado la existencia de esa colaboración y ha subrayado que “el liderazgo de Estados Unidos sabe muy bien lo que hacemos en la guerra contra el terrorismo”.

Sus palabras no han causado tranquilidad y más bien se han alzado voces como la del senador demócrata John Kerry, quien dijo que “los documentos plantean serias interrogantes sobre la realidad de la política estadounidense hacia Pakistán y Afganistán”.

TALIBANES, ANDRAJOSOS PERO PODEROSOS

Los archivos desclasificados también han echado por tierra la imagen débil de los insurgentes talibanes que por años nos ha vendido Estados Unidos. En nueve años de guerra –más tiempo del que duró la pesadilla vietnamita– la insurgencia no se ha debilitado ni un ápice.

Los talibanes cuentan con misiles que se guían por calor –quizá los ‘Stinger’ que la CIA entregó en los años ochenta a los muyahidines que luchaban contra el Ejército soviético– que ya han derribado varios helicópteros. 

Además, los extremistas islámicos han perfeccionado la elaboración y aplicación de explosivos improvisados (IED, por sus siglas en inglés) que en lo que va del año ha matado a 206 soldados, de las 400 bajas militares registradas.

El Talibán, al igual que el Viet Cong, aplica la táctica de emboscadas sorpresas para luego esconderse, lo que mina la moral de los militares que viven, prácticamente, escondidos en sus bases en territorio afgano.

Obviamente, la Casa Blanca echó el grito al cielo y ha ordenado una investigación para castigar a los responsables de la filtración de los archivos militares porque considera que pone en riesgo la seguridad de Estados Unidos.

Sin embargo, hay quienes creen que esta puede ser una buena oportunidad para el gobierno del presidente Obama, quien desde un principio dijo que quería ganar la mente y los corazones de los afganos a través de la democracia y el desarrollo económico, y no solo con la solución militar del conflicto.

Pero, ¿puede ganarse una “guerra moral” con impunidad y muerte? Agencias/InSurGente

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