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Historia de las internacionales obreras (III). La Tercera Internacional

escrito por Rubén Fernández  

Una poderosa herramienta para la revolución mundial destruida por Stalin

El 9 de marzo de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, el vicepresidente de Estados Unidos, Henry Wallace, lanza un ultimátum a Stalin: "La guerra sería inevitable si Rusia adoptara de nuevo la idea trotskista de fomentar la revolución mundial". La respuesta de Stalin a la exigencia de su aliado imperialista es contundente. El 15 de mayo de 1943, el secretariado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista aprueba una resolución en la que se propone "disolver la Internacional Comunista como centro dirigente del movimiento obrero internacional".

De esta forma vergonzosa, sin ni siquiera la celebración de un congreso, sin debate y de una forma casi clandestina, quedó liquidada la organización que una vez significó el terror de la clase dominante y el principal instrumento para el triunfo de la revolución socialista mundial.
Para entender esta circunstancia hay que remontarse a la creación, auge y declive de la Internacional Comunista (IC) en cuya construcción tanto énfasis puso Lenin, consciente de que el futuro de la revolución rusa estaba atado al triunfo de la revolución mundial.

Creación y desarrollo de la Internacional y los cuatro primeros congresos

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la Segunda Internacional traicionó los intereses del proletariado al apoyar a sus respectivas burguesías nacionales en la matanza imperialista. Sólo un reducido grupo de revolucionarios encabezados por Lenin y los bolcheviques, Trotsky, Rosa Luxemburgo, K. Liebknecht, y unos pocos más fueron los defensores del genuino internacionalismo proletario. Romper definitivamente con el socialchovinisno era crucial para reorganizar las fuerzas del proletariado. En las conferencias internacionales de los opositores a la guerra imperialista realizadas en Zimmerwald (1915) y en Keinthal (1916) los partidarios de romper con la vieja internacional y empezar a reorganizar al proletariado en una nueva quedaron en minoría. Sólo después del triunfo de la Revolución Rusa, uno de cuyos requisitos fue la ruptura definitiva de los bolcheviques con los socialchovinistas en la propia Rusia, se pudo alzar la bandera de la Internacional Comunista con la fuerza necesaria.

La creación de la nueva Internacional llevó rápidamente a la creación de partidos comunistas adheridos a ella en los países más importantes del mundo.

Desde 1919 a 1923, la IC libró una batalla a vida o muerte por forjarse como la dirección firme que el proletariado necesitaba dadas las circunstancias. La intervención directa en el movimiento revolucionario de los distintos países a través de los jóvenes partidos comunistas fue un proceso de aproximaciones, de aciertos y de errores, de polémicas y de debates internos para encontrar el camino de los revolucionarios hacia las masas y de éstas a la victoria, a la toma del poder. Los documentos programáticos y organizativos de los cuatro primeros congresos de la Internacional, celebrados en esta etapa, son una clara muestra de ello. Abordan la lucha tenaz contra el oportunismo y los elementos centristas y ambiguos, y también contra el virus del ultraizquierdismo, el sectarismo y el aventurerismo político del que pecaban muchas de las secciones de la Internacional.

El giro de 1923 y el ascenso de la burocracia

En 1923 la economía alemana colapsó. La burguesía una vez más quiso cobrar la factura de la crisis a la clase trabajadora. Las masas alemanas giraron hacia el comunismo y se desató una nueva crisis revolucionaria. El Partido Comunista Aleman (KPD) tuvo la posibilidad de tomar el poder. Pero la combinación de la inexperiencia de la dirección del joven KPD con las vacilaciones provenientes de la dirección de la IC, representadas en ese momento por Zinoviev, Stalin y Radek, que en el momento crucial aconsejó que se evitase emprender cualquier acción, llevaron al fracaso a la revolución alemana de 1923. El resultado fue una terrible derrota del proletariado, no sólo alemán, sino europeo, dándole al capitalismo la posibilidad de volverse a estabilizar.

Entre tanto, debido a la lentitud de la llegada de la revolución mundial, la clase obrera soviética empezaba a dar síntomas de agotamiento después de los tremendos esfuerzos realizados durante la revolución y la posterior Guerra Civil para defender sus conquistas. Esto, unido al desarrollo de una nueva capa de campesinos ricos y de especuladores urbanos fruto directo de la Nueva Política Económica (NEP), dieron como resultado la creación de una base social conservadora que tuvo su reflejo en el afianzamiento de una burocracia en el aparato del Estado e incluso en el partido, que iba haciéndose consciente de sus intereses. Ésta actuaba cada vez más como una fuerza social independiente y como árbitro entre las clases. Comenzó una lucha entre los defensores del genuino bolchevismo, del internacionalismo y la democracia obrera frente al conservadurismo paralizante y reaccionario de esta miope burocracia en el seno del partido. Éste es el contenido real de la lucha de Stalin contra Trotsky que comienza en 1923, y que cristaliza en el lanzamiento, un año después, de la reaccionaria teoría por parte de Stalin del "socialismo en un solo país".

La derrota en Alemania acrecentó el aislamiento de la Revolución Rusa y fortaleció el proceso de burocratización a un nivel muy superior. Fue un punto de inflexión.

La Tercera Internacional bajo Stalin

El rumbo de la Internacional Comunista estaba estrechamente vinculado a la política desarrollada por la cada vez más fortalecida burocracia de la URSS. En los siguientes años, esta política se caracterizó por dar bandazos en direcciones totalmente opuestas, según se iban desarrollando los acontecimientos. La burocracia, en su lucha por consolidarse pasó de apoyarse en el campesinado rico al que favoreció en un primer momento, para después aplastarlo de una forma violenta al percibir que éste se había convertido en un peligro para su dominio. Pasó del "socialismo a paso de tortuga" en el que el desarrollo de la industria en la URSS quedaba relegado a un futuro lejano, a la industrialización apresurada y la colectivización forzosa del campo.

En el plano político, la burocracia sólo podía consolidarse aplastando a la vanguardia del proletariado dentro del partido, ahogando la democracia obrera para sustituirla por su dominio.

La IC vivió los zig-zags de la burocracia soviética aplicando los giros bruscos a cada uno de los partidos comunistas. Así, en la época en la que la burocracia estaba en el apogeo de su giro a la derecha y su luna de miel con el kulak (campesino rico) y el nepman (especulador urbano) en la URSS, la Internacional desarrolló una desastrosa política oportunista de alianzas, cuyo caso más sangrante y trágico fue la subyugación del Partido Comunista Chino (PCCh) al partido de la burguesía nacionalista, el Kuomintang, en la revolución que estalló entre 1925 y 1927. La derrota de la revolución y el aplastamiento del PCCh fueron las consecuencias de esta política.

Aterrorizados por el poder e influencia que adquirían el kulag y el nepman, la burocracia se vio obligada a adoptar una caricatura del programa de la Oposición de Izquierdas (OPI), encabezada por Trotsky, y por el cual había sido expulsada del partido. Pusieron en práctica la industrialización y se inició la colectivización del campo, no de una forma armónica como había propuesto la OPI, sino de una forma forzosa y atropellada. Este nuevo giro se plasmó en un viraje de la Internacional hacia el ultraizquierdismo más atroz. La llamada política del "tercer periodo", según la cual la socialdemocracia era igual que el fascismo y, por lo tanto, era el principal enemigo. Esta política sectaria aisló a los partidos comunistas y dividió de una forma criminal al movimiento obrero internacional.

Ascenso de Hitler al poder y bancarrota de la Internacional Comunista

Fruto directo de la política del tercer periodo, el Partido Comunista Alemán, que contaba con seis millones de seguidores en los primeros años treinta, ató de pies y manos a la vanguardia del proletariado, dividiendo el cuerpo vivo del movimiento obrero y desarmándolo ante el ascenso del fascismo. Lucharon insistentemente contra la socialdemocracia del SPD, a la que consideraban "el principal enemigo" de la clase obrera, mientras planteaban que no había ninguna diferencia entre democracia y fascismo. El KPD quedó así totalmente aislado de los trabajadores socialdemócratas, más de ocho millones. De esta manera, se obstruyó la tarea fundamental de los comunistas de meter una cuña entre la política reformista nefasta de la dirección del SPD y su base, a la que había que ganar para la causa de la revolución, condición imprescindible para su triunfo. A pesar de sumar entre los obreros socialistas y comunistas una fuerza mayoritaria y colosal, la política sectaria y criminal del KPD condujo a una derrota terrible del proletariado alemán, sin ningún tipo de resistencia, que permitió el ascenso pacífico de Hitler al poder por la vía electoral.

Lejos de analizar la derrota, la IC ratificó solemnemente la política del KPD. Ante estos acontecimientos quedó claro que la Tercera Internacional, como fuerza de combate por el socialismo mundial, estaba muerta. Es en este momento cuando Trotsky, a la cabeza de la Oposición de Izquierdas Internacional abandonó la posición de tratar de reformar la IC y planteó la tarea de construir una nueva Internacional.

A partir de aquí, el papel de la Internacional Comunista se reduce única y exclusivamente al de guardafronteras de la URSS.

El VII Congreso de la Internacional, celebrado en 1935, significó un nuevo giro y rompió con los últimos restos de las tradiciones en las que se había formado la Internacional. La burocracia estalinista giró hacia las burguesías de Gran Bretaña y Francia en busca de aliados para protegerse de la posible invasión militar de Hitler. La Internacional desarrolló la política de "Frente Popular", en la que se sacrificaba la política de independencia de clase a un compromiso con una burguesía supuestamente progresista y democrática, con el objetivo de luchar contra el fascismo. Al postergar de un modo indefinido la lucha por el poder en aras de la democracia burguesa, esta política significó en la práctica desarmar al movimiento obrero frente al ascenso del fascismo. Así, la IC jugó el papel de vanguardia combatiente de la contrarrevolución.

En Francia y en España, el papel de la IC estalinizada fue decisivo para la derrota de la revolución. Por primera vez, de forma  plenamente consciente la burocracia estalinista descarrila un proceso revolucionario por el temor a que un triunfo de la clase obrera revitalizara el movimiento obrero en la propia URSS y cuestionase el papel parásito y usurpador de la burocracia.

Cuando en 1943 la burocracia estalinista disuelve la Internacional Comunista para satisfacer a sus aliados imperialistas, simplemente ratifica lo que ya es una evidencia. Quedaba así enterrado el cadáver putrefacto de una organización que hacía mucho tiempo había dejado de jugar ningún papel progresista.

La tragedia de este capítulo del movimiento obrero mundial no ensombrece la férrea voluntad y el heroísmo de los millones de trabajadores comunistas y socialistas que lucharon y dieron su vida en las filas de los partidos obreros y fueron traicionados por su dirección. Una y otra vez, la clase obrera ha demostrado a lo largo de la historia que la revolución no sólo es posible, si no que es inevitable.

En la lucha por forjar una dirección a la altura de las circunstancias, está la llave para que la humanidad pueda seguir progresando y existiendo.

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