
La verdad detrás de los líderes que lo levantaron
Pero… ¿quiénes fueron realmente los fundadores del Estado israelí moderno? ¿Eran descendientes de los antiguos hebreos que vivían en Palestina? ¿O llegaron desde otro lado?

La mayoría de los que lideraron la creación del Estado de Israel a partir de 1948 eran judíos ashkenazíes, es decir, judíos europeos del este o del centro, no descendientes directos de los judíos que vivían en Palestina en la época otomana.
Estos son solo algunos ejemplos claros:




Aunque algunos de los líderes fundadores del Estado de Israel se identificaban como descendientes del antiguo pueblo israelita, su conexión era principalmente religiosa y cultural, no territorial ni genealógica directa con los judíos que habían vivido durante siglos en Palestina.
La mayoría provenía de Europa del Este y Central, y llevaban generaciones fuera de la región.
No eran parte de las comunidades judías locales que sí existían en Palestina antes del sionismo.
Eran colonos ideológicos, impulsados por un proyecto moderno: crear un Estado judío en una tierra donde ya vivía otro pueblo, los palestinos.

Tras siglos de antisemitismo en Europa, muchos países simplemente no querían acoger a los refugiados judíos tras la Segunda Guerra Mundial. Incluso EE. UU. y Reino Unido limitaron la inmigración judía.
La solución para los sionistas fue “crear un hogar en Palestina”, como habían planeado desde finales del siglo XIX. Lo dijeron abiertamente: no era volver a un hogar, sino fundarlo por la fuerza si hacía falta.

El apoyo clave vino de las potencias coloniales:


Curiosamente, la URSS también apoyó al inicio, esperando que Israel fuera un estado socialista y aliado. El apoyo no duró mucho.

Tras el Holocausto, decenas de miles de judíos quedaron desplazados, sin hogar, sin familia, sin país.
Parecía lógico que Europa, tras ser escenario de una masacre tan brutal, ofreciera refugio. Pero no fue así.
Gran Bretaña, Francia, Polonia, Hungría, Rumanía, incluso Estados Unidos, impusieron límites estrictos a la inmigración judía. Los campos de desplazados seguían llenos años después del fin de la guerra.
Muchos intentaron volver a sus hogares, pero fueron recibidos con violencia, saqueos o rechazo.
En Polonia hubo pogromos incluso después del 45.
La “solución” que se promovió desde las élites occidentales fue Palestina. No porque fuera justo o histórico, sino porque permitía resolver un problema europeo en tierras ajenas, a costa de otro pueblo.
Los refugiados judíos fueron empujados hacia Palestina porque Europa no los quería.

Claro que había comunidades judías en Palestina antes de 1948. Pero eran minoritarias, muchas de ellas árabe-parlantes, y no todas apoyaban el sionismo.
Los sionistas venían con otra visión: colonizar, construir, y muchas veces, expulsar. Y eso fue lo que pasó en 1948 durante la Nakba (la “catástrofe”): más de 700.000 palestinos fueron expulsados.
En fin…
No se trata de negar el sufrimiento del pueblo judío. Pero sí de decir la verdad:
Israel fue fundado por inmigrantes europeos, muchos de ellos sin ninguna conexión real con la tierra. Y su proyecto, desde el principio, implicó desplazar a otra población que ya vivía ahí.
Reconocer esta realidad no es antisemitismo, es simplemente historia.
Y sin verdad, no hay justicia. Y sin justicia, nunca habrá paz.
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