EEUU: La Doctrina Trump y el Nuevo Imperialismo MAGA

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El declinacionismo estadounidense y la paradoja de «The one big beautiful bill»

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***La aprobación de «The One Big Beautiful Bill» por parte del Congreso estadounidense en julio de 2025 revela una paradoja fundamental: Estados Unidos responde a su declinación no con reformas estructurales, sino con una militarización sin precedentes y políticas domésticas que profundizan sus contradicciones internas.

La situación actual evidencia fracturas múltiples que van más allá de la tradicional polarización partidista, manifestándose en conflictos abiertos entre el poder ejecutivo federal y los estados, tensiones con el establishment financiero y un clima de protesta social que el propio Trump ha calificado como «rebelión». 

Estas dinámicas exponen un sistema político en crisis orgánica profunda, donde los mecanismos tradicionales de consenso y legitimidad han colapsado.

La respuesta militarista ante la declinación se manifiesta de manera particularmente evidente en la actualidad.

La asignación de 1.01 billones de dólares al Pentágono representa un incremento del 13% respecto al ejercicio anterior, estableciendo un récord histórico en gasto militar. Esta cifra astronómica debe analizarse no como símbolo de fortaleza, sino como manifestación de debilidad estratégica, especialmente cuando se contextualiza con las tensiones domésticas actuales.

El despliegue de 2,000 soldados de la Guardia Nacional en Los Ángeles para reprimir protestas pro-migrantes ilustra cómo la militarización se ha volcado hacia el interior. 

Trump declaró que los intentos de obstruir a los agentes de inmigración constituían «una forma de rebelión contra la autoridad del gobierno de Estados Unidos», justificando así la federalización de tropas estatales contra la voluntad del gobernador Newsom. 

Esta decisión marca un precedente peligroso: por primera vez en décadas, el ejército estadounidense se utiliza directamente contra manifestaciones civiles domésticas.

El gobernador Newsom interpuso una demanda contra Trump y el Departamento de Defensa por «toma ilegal» de la unidad de la Guardia Nacional de California, argumentando que los disturbios en Los Ángeles «no se acercan al nivel de una ‘rebelión’ más allá de la capacidad de las autoridades locales y estatales para controlar». 

Esta confrontación jurídica representa una crisis del pacto confederal sin precedentes sobre las potestades del poder federal.

Las tensiones con los gobernadores demócratas se han intensificado exponencialmente. 

Los fiscales generales de Oregon y Washington demandaron al gobierno federal por compartir registros de Medicaid (asistencia médica) de residentes con funcionarios de inmigración, mientras que un juez federal rechazó la solicitud de la administración Trump de terminar las protecciones temporales contra la deportación y los permisos de trabajo para aproximadamente 521,000 inmigrantes haitianos. 

Estas batallas legales revelan la fragmentación del sistema federal y la resistencia institucional a las políticas trumpistas.

Paralelamente, las tensiones con el «estado profundo» han alcanzado niveles críticos. El ejemplo más emblemático es la escalada del conflicto con el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. 

Trump exigió recientemente la renuncia inmediata de Powell, declarando en Truth Social que «el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Powell debe renunciar inmediatamente». 

Esta confrontación trasciende las diferencias de política monetaria, que las hay y profundas, para convertirse en un choque directo con la independencia institucional del sistema financiero estadounidense.

El conflicto con Powell ilustra la paradoja fundamental de la crisis trumpista: mientras «The One Big Beautiful Bill» requiere masivo endeudamiento y relajación monetaria para financiar sus programas, Trump ataca simultáneamente a la institución encargada de gestionar esa política.

 La amenaza de nombrar un «presidente en la sombra» de la Fed representa un ataque directo a la arquitectura institucional que ha sustentado la hegemonía financiera estadounidense durante décadas.

Powell, con respaldo de sectores del estado profundo y suficiente fortuna independiente para financiar sus propios desafíos legales, ha declarado que no tiene planes de abandonar el cargo antes de que termine su mandato en mayo del próximo año. Esta resistencia del establishment financiero evidencia que las fracturas van más allá de la polarización política tradicional, alcanzando el núcleo mismo del sistema de poder económico.

La «Cúpula Dorada», el nuevo escudo antimisiles que recibe 25,000 millones de dólares iniciales (con un costo proyectado de 175,000 millones), simboliza la mentalidad defensiva de una potencia que ya no puede garantizar su seguridad únicamente a través de la proyección de poder ofensivo. Este sistema representa un reconocimiento tácito de vulnerabilidad ante potencias rivales.

El flotador financiero del declinacionismo

El aumento del límite de endeudamiento externo en 5 billones de dólares (llevándolo por encima de los 40 billones de dólares) constituye quizás el elemento más revelador del declive hegemónico estadounidense. Esta medida, que eleva la deuda nacional a niveles estratosféricamente insostenibles, demuestra que Estados Unidos está financiando su sostenimiento como hegemón global mediante el endeudamiento masivo.

La Oficina de Presupuesto del Congreso estima que la deuda podría alcanzar los 3.9 billones adicionales, mientras que Elon Musk proyecta 5 billones. Estas cifras no representan inversión productiva, sino el costo de mantener una estructura imperial que ya no genera los excedentes económicos suficientes para autofinanciarse.

La caracterización de «abominación repugnante» por parte de Elon Musk que produjo su divorcio con Trump, no representa una ruptura total con la tecno-oligarquía, sino una fractura selectiva dentro de ella. Esta distinción es crucial para entender la complejidad del bloque de poder tecnológico actual.

JD Vance, el vicepresidente, permanece como el principal enlace con Silicon Valley.

Vance, quien se ha convertido en un favorito de la élite de Silicon Valley, ha afirmado que «el vicepresidente (él mismo) está garantizando apoyo a la industria tecnológica y diciendo que esta administración está alineada con sus intereses». Su conexión con la red de Peter Thiel, que incluye tanto a Vance como a Musk, sugiere que la ruptura con Musk no implica una ruptura sistémica.

La relación con Sam Altman de OpenAI ilustra esta selectividad. 

Altman, quien anteriormente fue un crítico furibundo de Trump, ahora participa en la iniciativa de IA ‘Stargate’ del presidente Trump y mantiene conversaciones telefónicas directas con Trump sobre infraestructura de IA. 

Esta alianza es particularmente significativa porque Altman está en medio de una batalla legal acalorada con el CEO de Tesla, Elon Musk, quien incluso hizo una oferta no solicitada para comprar la empresa matriz de ChatGPT, OpenAI, por 97.4 mil millones de dólares.

El caso de Altman revela las fracturas intra-oligárquicas. Mientras Musk se opone a «The One Big Beautiful Bill» por consideraciones fiscales que lo afectan directamente por la quita de subsidios para la compra de sus automóviles eléctricos, Altman colabora activamente con Trump en proyectos de IA que benefician directamente a OpenAI. 

En su reciente viaje a Arabia Saudí, Trump llevó consigo a emprendedores de IA Sam Altman de OpenAI, Jensen Huang de Nvidia, Ruth Porat de Alphabet y Andy Jassy de Amazon, evidenciando que las tensiones no impiden la cooperación en proyectos específicos.

La ruptura con Musk refleja más bien una contradicción entre diferentes modelos de acumulación tecnológica. Tesla, como empresa manufacturera de vehículos eléctricos, se ve directamente afectada por la eliminación de los créditos fiscales verdes.

 En contraste, las empresas de IA como OpenAI, Nvidia y las plataformas como Meta se benefician de las políticas de desregulación y los masivos contratos gubernamentales incluidos en el proyecto de ley.

Durante los debates sobre «The One Big Beautiful Bill», se extendían grietas entre los republicanos sobre una disposición en el proyecto de ley para bloquear que los estados regulen la inteligencia artificial. Empresas como Meta Platforms, Andruil y Andreessen Horowitz presionaron a favor, mostrando que sectores significativos de la tecno-oligarquía apoyan activamente la legislación que Musk critica.

Esta fragmentación revela que la tecno-oligarquía no constituye un bloque monolítico, sino un conjunto de fracciones con intereses divergentes. 

La ruptura Trump-Musk expresa tensiones entre el capital tecnológico-manufacturero (Tesla, SpaceX) y el capital tecnológico-financiero (IA, plataformas, semiconductores), mientras que el mantenimiento de Vance como vicepresidente asegura que la fracción dominante de Silicon Valley conserve su influencia política directa.

La paradoja del industrialismo trumpista aliado del capital financiero

Esta situación genera una paradoja teórica y política fascinante: Trump, quien construyó su narrativa política sobre la crítica al globalismo financiero y la defensa de la producción industrial estadounidense, termina aliándose con las fracciones más financiarizadas del capital tecnológico mientras se distancia de los sectores efectivamente productivos.

La contradicción es evidente: Musk representa el capital tecnológico-productivo real (manufactura de vehículos eléctricos, cohetes espaciales, infraestructura de telecomunicaciones), mientras que Altman, los gigantes de la IA y las plataformas digitales representan formas de acumulación fundamentalmente especulativas y financiarizadas. 

El valor de OpenAI, por ejemplo, no se basa en producción material tangible sino en expectativas especulativas sobre futuros desarrollos de IA.

Esta paradoja se profundiza cuando consideramos que «The One Big Beautiful Bill» favorece directamente a las fracciones financiarizadas del capital tecnológico mediante desregulación de la IA y contratos gubernamentales masivos, mientras penaliza al sector manufacturero verde eliminando los créditos fiscales para vehículos eléctricos. Trump, el supuesto defensor del «America First» productivo, termina subsidiando la especulación tecnológica mientras desincentiva la producción industrial avanzada.

La explicación de esto radica en la lógica del declinacionismo hegemónico: ante la incapacidad de competir productivamente con China en sectores manufactureros avanzados, el capital estadounidense se refugia en la especulación financiera y la renta tecnológica.

 Las empresas de IA y plataformas digitales generan márgenes especulativos enormes sin requerir la inversión en capital fijo y capacidades productivas que demanda la competencia industrial real.

De igual manera, el cambio de rumbo de Trump se puede entender como el resultado de la derrota en su intención de recuperar el poderío del aparato productivo industrial estadounidense, con el bajo impacto final que ocasionó su política arancelaria en el flujo del comercio global, y un refugio en los sectores más especulativos y financiarizados del poder económico.

En este contexto, la ruptura con Musk no representa una traición a los principios productivistas, sino su abandono estructural. 

Trump abraza el capital financiero-tecnológico porque es la única fracción del capital estadounidense que puede generar los recursos necesarios para financiar el mantenimiento imperial sin enfrentar la competencia directa con las capacidades productivas chinas.

La victoria del globalismo financiero: la paradoja hegemónica

La aprobación de «The One Big Beautiful Bill» puede interpretarse como la victoria del sector globalista financiero, paradójicamente encarnada por su supuesto antagonista histórico: el industrialismo continentalista trumpista. Esta aparente contradicción revela una transformación fundamental en la naturaleza del bloque de poder estadounidense.

Gramsci nos permite entender este fenómeno: cuando un proyecto político asume el poder en condiciones de crisis hegemónica, se ve obligado a adaptarse a las estructuras materiales existentes más que a transformarlas.

Trump, llegado al poder como expresión del productivismo anti-globalista, se encuentra atrapado en una formación social donde la acumulación financiarizada es dominante y asumir una estrategia diferente pondría en crisis a la oligarquía financiera imperial global que se presentaba como la única viable, pero ya no capaz para mantener la hegemonía imperial.

La ley aprobada revela cómo el globalismo financiero ha logrado una victoria estructural tan completa que incluso sus oponentes ideológicos terminan implementando su agenda. 

Los 91,500 millones para militarización fronteriza, los 1.01 billones para el Pentágono, y la desregulación tecnológica masiva no representan políticas productivistas, sino la profundización de la lógica especulativa-rentista que Trump supuestamente combatía.

Esto se manifiesta particularmente, como hemos dicho, en el tratamiento diferencial del capital tecnológico: mientras las plataformas digitales y las empresas de IA (sectores fundamentalmente especulativos y globalizados) reciben desregulación y contratos masivos, la manufactura verde estadounidense (Tesla y el sector de vehículos eléctricos) pierde subsidios. El «America First» se convierte en «America First Financial-Speculative».

La interpretación más profunda es que el globalismo financiero ha logrado una hegemonía tan completa que ya no necesita representantes políticos explícitos. 

Puede utilizar incluso a sus oponentes ideológicos como vehículos para profundizar su dominio. Trump se convierte, involuntariamente, en el ejecutor de la agenda financiera global bajo la retórica del nacionalismo productivo.

Este fenómeno debemos identificarlo como «trasformismo»: la capacidad del bloque dominante para absorber y neutralizar a sus oponentes integrándolos en su proyecto hegemónico. 

El productivismo trumpista se convierte en la máscara ideológica de la financiarización avanzada, completando así la victoria estructural del globalismo financiero mediante su propio supuesto antagonista.

El impacto en la vida cotidiana: precarización y polarización

La asignación de 91,500 millones de dólares para infraestructura fronteriza, incluyendo la ampliación del muro con México y centros de detención con 100,000 camas, revela la incapacidad del Estado estadounidense para abordar las causas estructurales de la migración. La contratación de 10,000 nuevos agentes de ICE y el endurecimiento de las multas representan una respuesta punitiva que refleja la descomposición de la cohesión social interna.

Esta militarización fronteriza consume recursos que podrían destinarse a inversión productiva, educación o infraestructura civil, perpetuando el ciclo de declinación económica.

Las proyecciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso indican que para 2034 más de 10 millones de personas adicionales podrían quedar sin seguro médico. Esta cifra representa no solo una crisis humanitaria, sino la erosión sistemática del contrato social que sustentó la legitimidad del sistema político estadounidense durante décadas.

La eliminación del crédito fiscal de 7,500 dólares para vehículos eléctricos a partir de septiembre de 2025 impacta directamente en la transición energética y el poder adquisitivo de las clases medias. 

Paradójicamente, mientras China avanza aceleradamente en tecnologías verdes, Estados Unidos desfinancia su propio desarrollo tecnológico.

Las «Cuentas Trump» de 1,000 dólares para recién nacidos, si bien populistas en apariencia, representan una cantidad irrisoria comparada con el masivo gasto militar, evidenciando las prioridades distorsionadas del Estado en declinación.

El impacto en la vida cotidiana de los estadounidenses será devastador: mayor precarización, deterioro de servicios públicos y polarización social. Estos efectos, a su vez, socavarán la legitimidad interna del sistema, completando el ciclo de declinación hegemónica que «The One Big Beautiful Bill» pretendía contrarrestar.

Fuente: Fernando Esteche

https://hueleaazufre.com/wordpress_a/index.php/2025/07/07/declinacionismo-estadounidense-y-la-paradoja-de-the-one-big-beautiful-bill/

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