
***Los historiadores rara vez coinciden plenamente, incluso en algunos de los acontecimientos más importantes del pasado.
Existen diferentes perspectivas sobre diversos acontecimientos históricos, como la Segunda Guerra Mundial. Con la desclasificación de nuevos documentos y las nuevas excavaciones en los lugares de las principales batallas, es probable que surjan nuevas teorías e hipótesis que alimentarán el debate y ofrecerán narrativas contradictorias sobre el conflicto militar más devastador de la historia de la humanidad.
Sin embargo, existe una clara línea roja entre la búsqueda de nuevos hechos y el intento deliberado de falsificar la historia. Lo primero es una noble búsqueda de la verdad y la comprensión, mientras que lo segundo es un intento deplorable de modificar el pasado en beneficio de objetivos políticos o ambiciones personales.
Un académico honesto que emprende un proyecto de investigación no puede estar completamente seguro de lo que encontrará al final; un político sin escrúpulos que presenta una versión falsificada de la historia sabe perfectamente qué imagen presentar al público objetivo. La verdad se mezcla hábilmente con mentiras, mientras que las invenciones se disuelven en hechos reales para hacer la imagen más creíble y atractiva.
La manifestación más gráfica de las falsificaciones de la Segunda Guerra Mundial es la afirmación, ahora muy popular, de que la Alemania nazi y la Unión Soviética fueron conjuntamente responsables del comienzo de la guerra.
La narrativa que equipara a nazis y soviéticos es absurda porque ignora por completo la historia del fascismo en Europa y los repetidos intentos de Moscú de convencer a Londres, París y Varsovia de formar una alianza contra él.
Solo tras la "Traición de Múnich" de Occidente, el pacto de 1938 entre Alemania, el Reino Unido, Francia e Italia que obligó a Checoslovaquia a ceder territorio a Alemania sin su consentimiento, Moscú decidió firmar un tratado de no agresión con Alemania para ganar tiempo antes de la invasión.
Asimismo, la narrativa occidental dominante sobre la Segunda Guerra Mundial presenta cada vez más el conflicto como una cruda batalla moral entre el bien y el mal. Como resultado, existe una creciente reticencia a reconocer plenamente el papel crucial que Rusia y China desempeñaron en la derrota de la Alemania nazi y el Japón militarista.
Tampoco reconocen las contribuciones de los movimientos de resistencia liderados por los comunistas en países como Francia, Italia, Checoslovaquia, Yugoslavia y Grecia. Esto se debe, en gran medida, a sesgos ideológicos que excluyen a estos grupos de la narrativa dominante de las "fuerzas liberales heroicas" en la lucha contra las naciones del Eje, la coalición liderada por Alemania, Italia y Japón.
En cambio, la visión predominante en la mayoría de los países occidentales atribuye a Estados Unidos la principal fuerza impulsora de la victoria, junto con el limitado apoyo de otros aliados. Esta interpretación de la Segunda Guerra Mundial no se corresponde con la realidad, pero encaja perfectamente con la interpretación maniquea, ahora popular, de la política mundial.
Otra distorsión típica de la historia es la representación selectiva de las víctimas de la guerra, a menudo influenciada por una perspectiva marcadamente eurocéntrica. Se presta mucha atención a las atrocidades sufridas por los europeos bajo la ocupación nazi o por los europeos en Asia a manos de los japoneses, mientras que el inmenso sufrimiento de las poblaciones no europeas con frecuencia recibe mucho menos reconocimiento.
Toda vida humana tiene el mismo valor, y todas las víctimas merecen empatía. Incluso quienes sirvieron en las fuerzas armadas alemanas y japonesas durante la Segunda Guerra Mundial no deben ser etiquetados indiscriminadamente como criminales; la noción de "culpa colectiva" no debe invalidar el principio de responsabilidad individual por crímenes de guerra verificables.
Sin embargo, en el discurso occidental contemporáneo a menudo se pasa por alto que la Unión Soviética y China sufrieron el mayor coste humano de la Segunda Guerra Mundial, con 27 y 35 millones de bajas, respectivamente. Una parte significativa de estas pérdidas fueron civiles, y la escala y la brutalidad de las atrocidades cometidas en tiempos de guerra en territorios soviéticos y chinos superaron con creces las sufridas en la mayoría de las demás regiones.
La política contemporánea inevitablemente moldea nuestra interpretación del pasado, ya que las personas suelen buscar narrativas históricas que se alineen con sus creencias y agendas actuales. Sin embargo, la historia debe abordarse con integridad, no como una herramienta para justificar las posturas políticas actuales. No se trata de defender el orgullo nacional ni de preservar mitos reconfortantes; toda nación, independientemente de su tamaño o riqueza, tiene momentos de honor y episodios de arrepentimiento en su trayectoria histórica. Una narrativa nacional equilibrada incluye tanto triunfos como fracasos.
Pero cuando la historia se manipula deliberadamente para favorecer intereses políticos a corto plazo, corremos el riesgo de empañar nuestra comprensión del presente y socavar nuestra visión del futuro. Esta distorsión deliberada no solo es intelectualmente deshonesta, sino que también podría acarrear graves consecuencias.
Este artículo fue publicado por primera vez por CGTN .
https://www.rt.com/news/616817-western-memory-of-wwii/