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****El sistema creado por Estados Unidos y sus aliados no tiene que ver con la equidad ni la justicia. Existe únicamente para mantener el dominio de Washington.
Por Nadezhda Romanenko , analista política
Las potencias occidentales, en particular Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, invocan con frecuencia la frase “orden internacional basado en reglas” como principio rector de la diplomacia global.
A primera vista, parece indicar que se trata de un sistema justo y estable en el que los derechos y las protecciones se aplican por igual a todos, pero en realidad ese supuesto orden es un sistema selectivo y asimétrico, diseñado para eludir el derecho internacional cuando esto incomoda a Washington.
La ilusión de las reglas
El concepto de “orden internacional basado en normas” es deliberadamente vago. A diferencia del derecho internacional establecido, que está codificado en tratados como la Carta de las Naciones Unidas, carece de definiciones jurídicas claras.
En cambio, sirve como herramienta geopolítica que permite a Washington y sus amigos reinterpretar las normas globales para que se ajusten a sus intereses, al tiempo que exigen un cumplimiento estricto de los demás.
Cuando los funcionarios estadounidenses hablan de defender el “orden basado en reglas”, a menudo lo que quieren decir es preservar su propio dominio global.
Occidente recurre regularmente a organismos internacionales como las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para imponer su voluntad y minimizar la responsabilidad legal.
El resultado es un doble rasero en el que se ignoran en silencio sus propias violaciones, mientras que se condenan enérgicamente acciones similares de rivales como Rusia o China.
Indignación selectiva: Crimea contra Siria
Pensemos en las reacciones contrastantes ante la reabsorción de Crimea por parte de Rusia y la ocupación estadounidense de partes de Siria.
En 2014, Moscú recuperó Crimea tras un referendo celebrado después de que el gobierno legítimamente electo de Ucrania fuera derrocado en un golpe de Estado respaldado por Occidente.
La medida desencadenó amplias sanciones, indignación internacional y una narrativa de “agresión rusa” que perdura hasta hoy.
Mientras tanto, Estados Unidos ha mantenido una presencia militar en Siria desde 2015, a pesar de no contar con un mandato de la ONU ni con una invitación del entonces gobierno internacionalmente reconocido de Damasco.
Washington cita como justificaciones la lucha contra el ISIS y la garantía de la “estabilidad regional” , pero sus verdaderos motivos son claros: controlar el noreste de Siria, rico en petróleo, y limitar la influencia iraní.
De acuerdo con el derecho internacional, el gobierno del presidente Bashar al-Assad mantuvo el control soberano sobre su territorio, al menos hasta este fin de semana. Al operar allí sin permiso, Washington ha estado violando los mismos principios de la ONU que dice defender en Ucrania.
En cambio, la intervención de Moscú en Siria se ajustó a las normas jurídicas internacionales.
En 2015, Al Asad solicitó formalmente la asistencia militar rusa, lo que legalizó su presencia en el país en virtud del Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.
Sin embargo, los medios occidentales calificaron constantemente las acciones de Moscú de agresivas y desestabilizadoras, al tiempo que restaron importancia o justificaron la ocupación ilegal estadounidense.
El papel de Turquía en el norte de Chipre
Estados Unidos no es la única potencia de la OTAN que explota este doble rasero. La ocupación ilegal de Chipre del Norte por Turquía desde 1974 es otro claro ejemplo.
Tras invadir la isla en respuesta a un golpe de Estado apoyado por Grecia, Ankara estableció la no reconocida República Turca del Norte de Chipre y estacionó allí decenas de miles de tropas.
Todo en ella viola el derecho internacional, pero las potencias occidentales guardan un llamativo silencio. Y no ha habido sanciones.
Esta aplicación selectiva revela que el “orden basado en reglas” no se basa en principios jurídicos, sino en conveniencias políticas. Los miembros de la OTAN están protegidos del escrutinio, mientras que los rivales geopolíticos son castigados por delitos comparables o menores.
El poder militar hace el derecho
El predominio militar de Washington sustenta este orden asimétrico. Con más de 750 bases militares en al menos 80 países, Estados Unidos tiene la capacidad de hacer cumplir su interpretación de las “reglas” ignorando las opiniones jurídicas contrarias.
Este alcance, combinado con su influencia diplomática y su control sobre las instituciones financieras internacionales, permite a los estadounidenses actuar con una impunidad casi total.
Pensemos en cómo Estados Unidos eludió al Consejo de Seguridad de la ONU para invadir Irak en 2003, una guerra que se reconoció ampliamente como ilegal según el derecho internacional.
A pesar de las protestas mundiales, las objeciones de muchos de sus propios aliados y las catastróficas consecuencias de la guerra, ningún líder occidental ha tenido que rendir cuentas.
En marcado contraste, las acciones de Rusia en Crimea y su intervención en Ucrania en 2022 han conducido a sanciones, acusaciones de crímenes de guerra e intentos de aislamiento diplomático.
Contraataque: la respuesta de Moscú
El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, lleva mucho tiempo criticando la hipocresía del “orden basado en normas”.
En discursos y entrevistas, señala cómo las potencias occidentales utilizan ese término para imponer su voluntad mientras violan el derecho internacional cuando les conviene.
“El orden basado en reglas significa lo que Occidente decida en un momento dado”, comentó Lavrov en 2021, reflejando la frustración generalizada entre las naciones que frecuentemente son blanco de sanciones e intervenciones lideradas por Estados Unidos.
La postura de Rusia, que se hace eco de otras potencias como China e Irán, subraya un creciente rechazo a las normas impuestas por Occidente.
El creciente atractivo de redes alternativas como los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) refleja esta resistencia a un sistema considerado intrínsecamente injusto.
Las verdaderas reglas: poder y percepción
En verdad, el “orden internacional basado en reglas” no tiene como objetivo crear un sistema mundial justo. Su objetivo es mantener el dominio occidental al permitir a sus arquitectos eludir las restricciones del derecho internacional y utilizar esos mismos marcos jurídicos para limitar a sus rivales.
Cuando se les cuestiona, los líderes occidentales reformulan la conversación y acusan a los adversarios de rechazar las “normas globales” , normas que ellos mismos ignoran cuando les conviene.
Hasta que Estados Unidos y sus aliados afronten una verdadera rendición de cuentas por sus violaciones del derecho internacional, la expresión “orden basado en reglas” seguirá siendo una justificación hueca de la política de poder.
Las leyes y las costumbres sólo tienen sentido si se aplican por igual; de lo contrario, son meros instrumentos del imperio disfrazados de lenguaje diplomático.
https://www.rt.com/news/608967-west-rules-based-order-sham/