Hernán Cortés y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

Hernán Cortés y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

El Feisbuc como trinchera

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****Este escrito está dirigido a quienes consideren que las redes sociales son otro campo de batalla donde se dirime la lucha de ideas y la formación de opinión, y participen en ellas usándolas como trinchera de lucha revolucionaria; es decir, está dirigido a usuarios militantes. 

 Poco que ver con quienes buscan en ellas solaz, desahogo espiritual o sentimental, o para llevar bitácora de sus vidas; vayan mis respetos para ellos, si a sus objetivos particulares les agregan un cariz político revolucionario.

Además de la ubicación en el tiempo histórico, el uso político de las redes sociales obliga a un conocimiento exacto de sus características técnicas, posibilidades y riesgos, porque no hay que olvidar que su uso nos sumerge en un mundo privilegiado por los laboratorios de desinformación y contrarrevolución, y por desquiciados de todo tipo y ralea.

Lo que sigue no pretende ser un código de comportamiento revolucionario en la red, que es necesario pero cuya construcción debe ser tarea de todos, sino una lista de conductas recomendables, que permitirán más eficacia a la militancia virtual. 

 No obstante, este puede ser un punto de partida, para lo cual invito a proponer, reestructurar, quitar, agregar… en fin, a iniciar una discusión sobre el tema.

1 Qué hay que evitar

1.1 Aceptar y mantener como “amigos” a disociados e infiltrados.

 Los primeros son de fácil reconocimiento, los segundos no; a estos hay que aprender a detectarlos atendiendo a sus contradicciones y la filtración sibilina de opiniones contrarrevolucionarias.

 Es una incomodidad para todos la presencia de críticos absurdos, propinadores de insultos e infamias, que reflejan un estado mental alienado o que están utilizando conscientemente las redes como arma contrarrevolucionaria.

1.2 Reproducir información “vencida”. 

 En oportunidades damos por recién acontecidas informaciones que tienen mucho tiempo rodando en la red, lo que crea confusión y puede desorientar. 

 Con hacerlo estamos denotando falta de información o de seguimiento sistemático del acontecer político, debilidades que es mejor no poner en evidencia, además de estar contribuyendo a diluir o tergiversar el efecto de información reciente que se refiera a igual o parecida naturaleza.

1.3 Reproducir rumores o noticias falsas. 

 Por lo mismo que estamos sumergidos en el mundo preferido por los laboratorios de desinformación, debemos constatar la veracidad de las noticias que reproducimos. 

 Caer en la ligereza de reproducir rumores o falsedades, puede convertirnos en cómplices de quienes los colocan en la red, con la intención de confundir o desinformar; pero es más, la mayoría de las veces contribuimos a dañar reputaciones de instituciones o camaradas, o a relativizar acciones de gobierno.

1.4 Descalificaciones que pongan en entredicho el humanismo que nos guía. 

 Desde luego que existen diferentes estilos y propósitos de contundencia, pero el límite debe estar establecido en lo que comienza a ser propio del estado mental y cultural del enemigo, que no tiene fronteras políticas ni morales.

 Caer en el mismo charco es confundirnos con quienes son definitivamente detestables.

1.5 Errores ortográficos y gramaticales, y contenidos de baja calidad gráfica. 

 No se trata de una exquisitez intelectual, sino de respeto por quienes deben leer los mensajes, que serán mejor acogidos mientras más correctamente expresados estén; esta corrección también crea diferencias con los del lado contrario. 

Dejo a salvo el uso arbitrario del lenguaje como expresa intención de rebeldía contra normas establecidas, discusión que sale de los objetivos de este escrito.

1.6 Dispersión con multitud de intereses colaterales. 

 Es mejor tener dos o más cuentas, que un cajón de sastre, donde reine la disparidad y el desorden, y es porque la seriedad de nuestras cuentas se evalúa en conjunto, y no sólo por los mensajes políticos que contenga.

1.7 Programar nuestros portales para limitar funciones recomendables. 

Nuestras cuentas deben estar lo más abiertas posible, de manera que no se conviertan en tubo para bajar opinión, sino en espacio de intercambio y complementación.

2. Qué hay que proponerse


2.1 Crear, más que reproducir.

 La creatividad y el aporte es lo que debe guiar nuestra participación en las redes sociales; seremos más eficaces en la medida en que agreguemos más opinión a las discusiones virtuales.

2.2 Valorar y compartir el esfuerzo creativo de los demás.

 La mejor expresión de esto es el uso racional de “me gusta”, “comentar” y “compartir”, que depende generalmente de criterios individuales, pero se debe tener en cuenta opiniones que necesariamente deben ser “compartidas”, por la importancia o pertinencia de su aporte.

2.3 Usar el medio sistemáticamente.

 Espaciar exageradamente las visitas puede conducir a caer en lo que hay que evitar; de suceder, antes de reanudar nuestra participación debemos ponernos al día, quizá acudiendo a actualizarnos en una de las cuentas de referencia.

2.4 Cuidar redacción, la ortografía y en general la calidad de los escritos y gráficas, expuesto en 1.5.

2.5 Atender a la información coyuntural y participar activamente en las campañas.

 Hay momentos cuando todos los esfuerzos deben aunarse en función de una coyuntura política; en este caso, debemos participar activamente en mantenerla y reforzarla.

2.6 Atacar las matrices de opinión enemigas. 

 Como lo planteado en el apartado anterior, debemos atacar sin piedad las matrices de opinión contrarias, así como arremeter contra rumores y desinformación. Imponerse en estas campañas es lo que determina las tendencias de las redes sociales y el impacto en la opinión general.

2.7 No compartir mensajes contrarios. 

 Aún cuando sea con el propósito de rebatirlos, es inconveniente publicar los mensajes del enemigo, pues le estamos haciendo un favor; repetirlo es extender su efecto entre quienes apenas ven sin mirar, o siempre leen entre líneas. Hay maneras de criticar y desarmar sus opiniones, sin reproducir donde las enuncian.

2.8 Propagar los acontecimientos de nuestro entorno. 

 Convertir en información lo que acontece en nuestro entorno es uno de los usos más gratificantes de la red; es la realización como comunicadores, lo que en última instancia justifica la militancia en la red. 

 Entre los acontecimientos debemos privilegiar las denuncias de irregularidades de todo tipo, y los errores y deficiencias de dirigentes e instituciones opositoras.

2.9 Crear páginas para sistematizar la participación en la red. 

 Toda cuenta de Feisbuc debe estar acompañada de una página en el mismo entorno, donde se recopile cada una de nuestras publicaciones, de manera que nos sirva de referencia rápida, para buscar o exponer.

2.10 Enlazar la cuenta en Feisbuc, con la de Tuiter. 

 Esta es una forma de potenciar los mensajes, al multiplicarlos; igualmente, estas redes sociales deben servirnos para promover blogs o páginas web que administremos.

2.11 Participar en los grupos que consideremos más cercanos a nuestros objetivos.

 Es una manera de reforzar la acción de nuestra participación, y para esto debemos compartir nuestras publicaciones en los grupos en que seamos miembros.

2.12 Informar por vía privada a los amigos de cualquier desliz o error que haya cometido, advertir sobre indeseables en su cuenta y comunicar cualquier cosa que consideremos importante (campañas en curso, alertar sobre disociados e infiltrados…)

Sería una omisión importante no plantear aquí los vicios del uso de las redes sociales por parte de dirigentes, funcionarios e instituciones.

Salvo casos comprensibles, de personajes e instituciones cuyas cuentas en las redes rebosan de seguidores, el común –en Mérida casi la totalidad– de los dirigentes, funcionarios e instituciones adoptan la actitud absurda de convertir sus cuentas en un desagüe de sus grandes ideas hacia el populacho que se digne pararles.

 Generalmente no atienden personalmente las cuentas, sino que tienen encargados para administrarlas, quienes no se distinguen exactamente por hacerlo bien: comparten noticias erradas, tienen una jerarquización sui generis de los acontecimientos, desatienden áreas claves y, sobre todo, jamás trasmiten a sus jefes los reclamos, informaciones, solicitudes… del pueblo de a pie. 

 Pero, es más, llegan a programar las cuentas de manera de impedir cualquier participación ajena, a no ser seguirles cual borregos o compartir su sabiduría.

Además de prepotencia inaudita y flaqueza del espíritu revolucionario –por decir algo del significado de esta actuación– desperdician las ventajas reales de la participación en las redes sociales, casi siempre por temor –terrorpánico– a la crítica, y ni por demagogia se dignan convertir a sus cuentas en ambiente de intercambio y discusión. 

 ¿Qué es una pinta más pa´un tigre? Sigan así, que, desgraciadamente, nos veremos en la bajadita… o en el fondo del barranco.

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