Desde su victoria definitiva sobre Viktor Yanukovich, y por extensión sobre todo lo que representaba el Partido de las Regiones como una opción ni nacionalista ni antirrusa de entender Ucrania, Maidan se ha convertido en un concepto con múltiples significados.
Como victoria política, Maidan simboliza el final del equilibrio entre el oeste nacionalista y un centro y este del país que no lo era y que había conservado una forma diferente de comprender el pasado reciente del país sin rechazar, por ejemplo, el legado de la República Socialista Soviética de Ucrania.
En términos geopolíticos, Maidan significó el inicio de lo que las nuevas autoridades de Kiev presentaron como el camino euroatlántico, pese a que en aquel momento existía una fuerte división en el país sobre la adhesión a la Unión Europea y especialmente a la OTAN, contra la que existía aún un fuerte rechazo.
Las revelaciones sobre el importante grado de colaboración entre la CIA, el SBU y el GUR para reorganizar el sector de la inteligencia es solo una muestra de la presencia occidental para reformar el Estado desde dentro y convertirlo en una herramienta útil para sus propios intereses políticos, en este caso vinculados a la rivalidad con Rusia.
La comentada imagen de Victoria Nuland, subsecretaria de Estado, repartiendo galletas a los manifestantes acompañada del embajador estadounidense no es más que la representación pública de una injerencia externa que no se limitaba solo a Estados Unidos y que siempre fue evidente.
Países como Estados Unidos, Alemania o Polonia se aprovecharon del evidente clima de malestar existente en el país para acrecentar las divisiones a base de apoyar política, diplomática y económicamente a una serie de grupos y a unos determinados candidatos para acabar, por la vía revolucionaria, con el gobierno de Viktor Yanukovich, el hombre de Rusia, elegido en las urnas. Para ello, cada país apostó por su hombre.
Es muy recordada la llamada telefónica interceptada en la que Victoria Nuland organizaba el futuro Gobierno y dejaba claro quién debía quedar fuera. En ella, la diplomática estadounidense se refería a Arseniy Yatseniuk como “nuestro chico”. Es menos recordado que, en aquel momento, Vitaly Klitschko no era solo conocido por su papel en las protestas o su pasado deportivo sino por el ser hombre de Alemania, en nómina del poder blando de Berlín.
El flagrantemente irregular cambio de gobierno de febrero de 2014 supuso un punto de inflexión en la forma del Estado de Ucrania y en los equilibrios internos que habían mantenido relativamente estable un país con una importante fractura territorial, política y lingüística. Los hechos fueron vistos por parte de la ciudadanía y amplios sectores de las élites como la revolución de la dignidad, la ocasión de acabar con la infiltración rusa -que siempre incluyó la prorrusa, término que engloba también a quienes defendían una visión diferente y no necesariamente antirrusa de lo que debía ser el Estado y la identidad ucraniana- y la posibilidad incluso de lustrar públicamente a los oponentes.
Por el contrario, quienes vieron en lo ocurrido en Kiev un golpe de estado se movilizaron, en la medida de sus posibilidades, en lo que con el tiempo desembocó en el referéndum de Crimea y adhesión a Rusia; las protestas en ciudades como Járkov u Odessa, reprimidas por las autoridades de la mano de la extrema derecha, que actuó de brazo ejecutor y el amplio movimiento de Donbass contra Kiev que dio lugar a lo que Ucrania calificó de operación antiterrorista.
Pero Maidan fue más que la consecuencia de un movimiento de protesta o un punto de inflexión que iba a marcar el desarrollo económico, político, geopolítico e incluso militar de Ucrania durante, al menos, la siguiente década. La victoria de Maidan ha sido el mito fundacional de la Ucrania nacida en 2014 y que está aún en construcción, aprovechándose de la actual guerra, de la misma forma que lo hiciera de la de Donbass, para transformar la visión del país y reescribir su historia modificando su presente y futuro.
Una parte importante de ese mito se debe a la centuria celestial, ese centenar de personas asesinadas por francotiradores en los días más sangrientos de la fase álgida de las protestas callejeras. Aunque ya entonces era conocido que una parte de la protesta estaba compuesta por grupos de extrema derecha fuertemente armados, el discurso oficial de Ucrania, aceptado como hecho por toda la prensa occidental, siempre ha alegado el asesinato deliberado de manifestantes por parte del Gobierno a punto de ser derrocado.
Desde 2014, el profesor Ivan Katchanovski de la Universidad de Ottawa, un canadiense de origen ucraniano que ha actuado, no desde posiciones prorrusas sino en busca de la verdad, ha defendido siempre que una parte de los disparos procedían de posiciones controladas por los manifestantes. Pese a tratarse del estudio más riguroso y minucioso sobre las direcciones de los disparos y las posiciones de cada una de las partes, Katchanovski ha sufrido el intento de descrédito por parte de la academia e incluso represalias del Gobierno ucraniano, que se incautó de su vivienda y cuentas en Ucrania. Su credibilidad ha aumentado en los últimos meses a raíz del escándalo de la invitación al veterano de las SS Yaroslav Hunka al Parlamento de Canadá. Fue Katchanovski quien rápidamente dio con los textos escritos por Hunka, que dejaban clara su ideología y su actuación durante la guerra.
Curiosamente, menos relevancia mediática ha tenido en las últimas semanas que la sentencia de un tribunal ucraniano haya validado la teoría de Katchanovski sobre lo ocurrido en el momento más decisivo de Maidan. Como ha defendido el académico durante más de nueve años, los disparos de francotiradores provenían del Hotel Ukraina y otras posiciones bajo control de los manifestantes y de las autodefensas de Maidan. Esos grupos armados estaban dirigidos por el socialnacionalista Andriy Parubiy, que meses después sería el presidente del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa cuando Ucrania creó la ficción de la operación antiterrorista para justificar el uso de las fuerzas armadas en territorio nacional.
En la práctica, la sentencia confirma lo que era obvio para quienes observaron de cerca las protestas: al menos una parte de los fallecidos fueron asesinados por los grupos radicales al servicio del cambio de Gobierno.
La cuestión no ha adquirido relevancia mediática por varios motivos, entre los que se encuentra el tiempo transcurrido. Entre la leyenda y los hechos, es ya muy sencillo elegir perpetuar la memoria de la leyenda a pesar de sus falsedades. Maidan es el mito del que ha nacido la nueva Ucrania que ahora dice luchar por su libertad en un contexto de prohibición de partidos y disputas internas que, a lo largo de los años, han llevado a que prácticamente cada representante mínimamente relevante haya sido acusado de actuar en nombre de Rusia.
Pocos días después de la publicación de la sentencia, que será ocultada hasta que una instancia superior la matice o anule, la idea de Maidan ha vuelto a la actualidad política. No se trata de recuperar la memoria o matizar los hechos, sino de utilizarlos en beneficio propio y contra posibles oponentes. La idea de un “nuevo Maidan” ha sido recurrente a lo largo de los últimos nueve años, generalmente como amenaza vacía de grupos de extrema derecha o como deseo por parte de Rusia de que las tropas dieran la vuelta a sus tanques en Donbass y recriminaran a su Gobierno el uso que estaba haciendo de la guerra.
En ningún caso ha habido ninguna posibilidad de reeditar la protesta, tampoco cuando fue el movimiento Azov con sus movilizaciones contra la capitulación, última ocasión en la que se planteó la amenaza.
Aunque las fuerzas externas no crearon las condiciones ni organizaron la protesta, sí fueron necesarias para mantenerla durante meses y darles, por medio de la propaganda mediática internacional, una legitimidad sin la que su éxito habría sido imposible.
Las amenazas de nuevo Maidan de grupos aislados siempre fueron un discurso vacío. Lo es también la última advertencia de la preparación de un tercer Maidan, en esta ocasión denunciado por Volodymyr Zelensky. Según el presidente ucraniano, Rusia prepara una “operación de desinformación” calificada de Maidan 3 para crear divisiones internas en Ucrania y provocar un golpe de estado.
La acusación -vacía, ya que Rusia difícilmente está en posición de causar un golpe de estado que le pudiera ser favorable- parte de una serie de deepfakes, vídeos manipulados en los que un falso Valery Zaluzhny califica de traidor a Volodymyr Zelensky. La publicación de esas imágenes en canales de Telegram se produce en un momento en el que no hace falta ninguna intervención rusa para mostrar que existen divisiones internas y diputas entre una parte de las autoridades políticas y las militares.
Las diferencias de opinión y contradicciones internas se han mostrado en artículos de los grandes medios proucranianos occidentales y los desmentidos de la Oficina del Presidente no sirven más que de confirmación de la negación de la realidad. No hace falta una intervención rusa para observar la contradicción entre las versiones de las autoridades políticas y militares, por ejemplo, en la valoración de la actual situación en el frente.
Al margen de quién realizó el vídeo del falso Zaluzhny, autoría difícil de determinar y que resulta irrelevante teniendo en cuenta la facilidad con la que ese discurso se ha entendido como un montaje, es curioso que el entorno de Zelensky y sus medios afines apunten a la oposición. Poco antes de la publicación del primero de los deepfakes, un diputado de Solidaridad Europea, el partido de Poroshenko y Parubiy, publicó en las redes sociales que el actual ministro de Defensa, Rustem Umerov, había exigido a Zelensky cesar al general Zaluzhny.
Antes, el entorno de Poroshenko había acusado a Zelensky de asesinar a un militar cercano a Zaluzhny.
Parece obvio que las acusaciones de desinformación para provocar un golpe de estado o divisiones internas no se dirigen a Rusia, sino al único partido que podría hacer sombra a Zelensky en futuros comicios.
Este tercer Maidan no es sino una batalla más en el enfrentamiento entre Zelensky y Poroshenko, que en el pasado se han acusado mutuamente de ser agentes rusos.
Como el primero y el segundo, también este tercer Maidan rebosa de desinformación, manipulación y uso político en beneficio propio.
https://slavyangrad.es/2023/11/20/el-persistente-mito-de-maidan/