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Nicaragua: Filemón Rivera Quintero


Nace en Estelí el 10 de abril de 1942.

Cae en combate el 13 de septiembre de 1975 en el cerro grande de Kuskawás, Matagalpa, Nicaragua.

Filemón se dedicó a:

- Organización de sindicatos en Estelí, comarca de Nacascolo, León, Jinotega,
- En 1964 fundó Juventud socialista del norte
- Formación de células campesinas y luego urbanas, en Estelí y su periferia
- 1965 a 1967 participa en los movimientos armados de Pancasán liderados por Carlos Fonseca
- 1968 recibe honor al mérito primer comandante del FSLN junto con José Benito Escobar

Su padre, conocido como “El Chele” Marcos. … fue carpintero, labrador, carretero, peón de carpintería y antisomocista como sus hijos.

Padre: Marcos Rivera
Madre: Virginia Quintero. Administradora del hogar.
Doña Fidelina Pérez de Rivera, 89 años de edad, falleció el domingo 17 de agosto 2014, en Estelí, su vela se realizó en su casa de habitación que cita del monumento Filemón Rivera una cuadra al oeste. 

Madre de crianza del comandante Francisco Rivera y Filemón, Rosario, María Félix; madre biológica de Onelia, Olga, Isabel, Alicia Rivera.

1975: Se da la emboscada en Kuskawás el 09 de septiembre de 1975: Edgar Munguía Álvarez, dirige la acción Participan Víctor Tirado López, Filemón Rivera Quintero, Jacinto Hernández, Pedro Torres (hermano de mi doña Adelita Torres), Leónidas Gonzales, Serafín García, Víctor Urbina, Marlon Urbina, el Indio Emilio, Francisco Ramírez, ( chico Garand ) entre otros compañeros de luchas, en esa emboscada caen en combate 12 guardias Nacionales llevando otros guardias heridos a casa de Francisco Cruz, padre de Adela, y Pedro Torrez Cruz.

Filemón cae el 13 de septiembre 1975, cinco días después de la emboscada, ya en retirada salieron en dos direcciones al punto de reunión, Filemón se aguanta un rato para descansar ya que iba con los pies lastimados antes de llegar al punto de reunión acordado.

Se quita las botas de hule, se recuesta en una troja y manda al compañero Leónidas Gonzáles donde una compañera colaboradora a traerle una jarra de pinol o pozol y café.

Llegando Leónidas donde la compa colaboradora y al entrar a su casita se encuentra con la novedad de que a su pequeña tierna, de meses de nacida, la tenía muerta, tendida en una mesa y le manda a decir a Filemón que le consiga unos cincuenta córdobas para enterrarla, le da los cincuenta córdobas que eran los únicos que tenía, entonces ella le dice que en unos minutos le va a llevar el café calientito ella misma, a pesar de su luto y acto de militancia revolucionaria.

De regreso el compa Leónidas se encuentra con la patrulla de la guardia muy cerca de donde estaba Filemón, disparando con una Brownin tres veces, matando al guardia que iba adelante, este se corre cerro arriba, y el grueso de la patrulla se queda disparando sobre Filemón quien no le dio tiempo ni de ponerse las botas y la compañera quien estaba con el jarro de pozol en mano pasándoselo a Filemón, murió junto a él en ese instante, dice el compañero Leónidas, que la GN disparó como si fueran un montón de guerrilleros, eran más de cien guardias , los cerros retumbaban de los disparos oyéndose a varios kilómetros a la redonda.

La niña muerta quedó en el ranchito y la guardia llego sin ningún remordimiento; le prendió fuego a la casita con el cadáver dentro.

Venancio Alonso. Estelí. 15 marzo 2017

El Comandante Francisco Rivera Quintero, “El Zorro”, describe a su hermano, Filemón Rivera

“Mi hermano Filemón Rivera fue un hombre singular (…) Era un muchacho serio, callado y reservado en su conducta, dedicado con empeño a su trabajo. Muy parecido a mí en lo físico, sólo que más moreno, más bajo de estatura, más delgado, más con las facciones indígenas de mi mamá, aunque tenía los mismos ojos amarillos de gato, que los dos sacamos de mi padre (…)

Por su esfuerzo, por su sacrifico, mis hermanas y yo tuvimos la oportunidad de ir a la escuela, porque él era quien sufragaba los gastos, ayudándole siempre a mi mamá (…)

Aparte de las características que ya he mencionado, digo que mi hermano era muy humilde y servicial, muy cariñoso, y en esto también se parecía a mi mamá, amigo de todo el mundo, desprendido. 

Ocurría que si algún domingo salía con una buena mudad, unos zapatos nuevos, y se encontraba en el parque, o en la calle a alguien al que veía facha miserable, sin que le pidieran nada, se quitaba la camisa, los zapatos, se los daba al otro, e él se ponía lo que fuera. Volvía a la casa, y mi mamá, extrañada, le preguntaba: – Bueno, ¿y tu camisa, y los zapatos bonitos? – Se los regalé a un compañero – contestaba, sin querer hablar más del asunto (…)

Un líder natural de los trabajadores desde chavalo, desde el tiempo que fajinaba en los plantíos de tabaco, su primer oficio. Los campesinos y los obreros agrícolas lo buscaban para que fuera a resolverles conflictos; y si algún patrón no quería pagar lo justo, cancelar una semana de salario, reconocer las prestaciones, allá iba Filemón Rivera. Se presentaba al juzgado, en el Palacio Departamental, y se metía a discutir con el juez, a reclamar. Y aunque la mayor parte de las veces salía corrido, y amenazado, junto al trabajador, en otras ocasiones el juez no tenía más remedio que citar al patrón. Aquello, era un triunfo (…)

A mi hermano empezó a culparlo la guardia de todos los conflictos que ocurrían en Estelí, y los patronos lo acusaban constantemente de comunista y de agitador, siendo apresado varias veces por causa de estos señalamientos. Pero lo que no sabían, ni yo tampoco, es que desde 1961 ya se había integrado a las filas del Frente Sandinista, para los primeros tiempos de la organización (…)

Entonces, Filemón y otros militantes de esa época en que el Frente Sandinista no era casi nada, apenas unos cuantos testarudos decididos a todo, hacían el papel de predicadores (…) 

Empezaban por hablar de cualquier carambada, del cielo, de la lluvia, de la luna llena y del sol, ganándose primero cariño y confianza, con el tiento de no menospreciar, de no faltar el respeto, de no lastimar. Y nunca se cansaban de responder a las preguntas y así irles explicando poco a poco a quienes las oían, lo que eran y por qué estaban jodidos, y después, con la revolución, iban a ser.

Y desaparición por fin Filemón para pasar a la clandestinidad, en el año de 1965, y fue asumiendo responsabilidades cada vez más importantes hasta alcanzar la posición de miembro suplente de la Dirección nacional. Subía la montaña, bajaba a la ciudad, aparecía en Estelí, salía al extranjero, volvía a entrar al país por veredas. 

Tres veces se presentó a Matagalpa. A la casa de mi tía, para visitar a mi mamá enferma. Después cayó preso en 1969 y al quedar libre, fue trasladado a la zona rural norte de León, y estuvo también en El Viejo, en el departamento de Chinandega (…)

En el año 1967, Filemón estaba ya en el frente guerrillero de Pancasán, junto con Fausto Heriberto García y Froylán Cruz, dos de sus inseparables. Ese mismo año fue que Fausto Heriberto cayó combatiendo con la guardia allí en Pancasán, y Froylán, afectado por problemas de salud, tuvo que ser abajado de la montaña, muriendo posteriormente en Estelí. 

El núcleo guerrillero de Pancasán tampoco llegó a prosperar en términos militares, pero representó un gran avance para el Frente Sandinista, porque ayudó a definir el camino de la lucha armada como el único posible para la liberación de Nicaragua, en contra de las ambiciones electoreras de los oligarcas conservadores, representados en es entonces por Fernando Agüero.

Filemón actuó en Pancasán como instructor militar, enseñando a los combatientes el arme y desarme del fusil Garand y otros equipos de guerra. Polo Rivas me decía que todo lo básico que él aprendió sobre arma, se lo enseñó Filemón.

En 1969 cayó preso (…)

Año y medio pasó preso en Managua y mi papá iba a verlo religiosamente a la cárcel cada vez que tocaba visita (…)

En marzo hubo un movimiento huelguístico por los presos políticos, y entonces lo sacaron, y sacaron también a Germán Pomares (El Danto), y a Doris Tijerino, que había sido capturada en Managua, en la casa donde cayó Julio Buitrago. Mi papá lo fue a traer, y volvió con él a Estelí (…)

Cerca de dos meses estuvo en Estelí, dedicando a incorporar nueva gente, a visitar a viejos colaboradores (…)

En una de esas muchas pláticas que tuvimos, me advirtió que pronto se iría de nuevo, porque mientras sus compañeros estaban sufriendo toda clase de penurias en la clandestinidad y en la montaña, él no podía quedarse tranquilo en Estelí. 

Su deber de militante era regresar a la lucha. Yo estaba claro que en cualquier momento se iba, pero cuando desapareció de la casa, no me avisó, y yo todavía tenía algo muy importante que decirle. Por eso fue que dediqué a buscarlo desesperadamente, antes de que saliera de Estelí (…) y al fin lo encontré. 

Y entonces le dije que tenía que decirle, que yo también quería irme clandestino.

No jodás – me respondió; ¿Y vos creés que éste es asunto de chigüines? Estas son cosas de hombres hechos y derechos.

Yo no había cumplido todavía los diecisiete años. Pero como le seguí insistiendo, al fin reflexionó, viendo ya que yo no iba a ceder en mi idea.

¿Ya lo pensaste bien? – me preguntó.

Tengo años de estarlo pensando – le dije – yo necesito irme.

Está bien – aceptó al fin – Yo lo voy a plantear. No van a estar de acuerdo, pero lo voy a plantear.

Nos despedimos, era el mes de mayo. Y así, débil de los pulmones y medio ciego, desapareció otra vez. 

Estuvo en León, donde le dieron atención médica, y luego fue que se quedó en la zona rural de occidente, principalmente El Viejo. 

Yo me pasé varios meses aguardando sus noticias. Y en abril de 1972, y llegó al fin el aviso. Que me fuera. Que me esperaban.

Me dice René Núñez que en noviembre de ese mismos año regresó a Estelí, pero yo no lo ví más. Fue hasta el mes de junio de 1973 que volvimos a encontrarnos en La Tronca, cerca de La Dalia, en la zona rural norte de Matagalpa.

Yo acababa de volver de Cuba, después de cumplir mi entrenamiento guerrillero, y fui enviado en mi primera misión a la montaña, a dejar e a Henry Ruiz (Modesto), una correspondencia de los compañeros de la Dirección Nacional, que estaba reunidos para esos días en Nandaime. 

Junto con la correspondencia, le llevaba a Modesto un billete de quinientos córdobas, metidos en una bolsa de azúcar de cinco libras. Y allí, en el campamento, hallé a Filemón.

Después, cada uno dedicado a su trabajo guerrillero, nos encontramos una tres veces más, cuando habían reuniones en las que debíamos participar los dos.

Modesto había subido a Iyas, en calidad de jefe de la Brigada Pablo Úbeda, y él se quedó con la escuadra de Víctor Tirado López en Matagalpa. Entre Pancasán y Kuskawás. Filemón y Jacinto Hernández, eran los lugartenientes de El Viejo Tirado López, uña y carne los tres.

Hasta que un 13 de septiembre de 1975, cayó en combate en Cerro Grande de Kuskawás. Defendiendo la retirada de los demás compañeros con una carabina San Cristóbal, de fabricación dominicana. 

Los guardias le prendieron fuego a su cadáver, en una sola pira junto con otros dos cadáveres, el de una señora a la que sacaron de un rancho para asesinarla y el de una muchachita campesina, a la que habían violado antes de matarla.

Ese fue mi hermano, Filemón Rivera” (*)

(*) Extractos del libro La marca del Zorro.

Los extractos publicados pertenecen al segundo capítulo, Un hombre singular, pp. 33-46.

Fuente consultada para la reseña biográfica:

Biografías de Héroes y Mártires 1982. Recopilación de: Bayardo Gámez Montenegro. Archivo: Casa de Cultura Leonel Rugama Comisión del Sandinismo Histórico FSLN Estelí, Nicaragua, Julio 2013

http://barricada.com.ni/filemon-rivera-muchacho/?fbclid=IwAR2uFvuIPJlqTChz6rxGl_OocdXuusyka4ZbLbjBv_e4yT8HLpRsmSJ_Luo

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