Se cumplen 22 años del asesinato de Carlo Giuliani, un crimen que cambió la faz de Italia. Reconstruimos los hechos y las versiones que se dieron a conocer después de ese asesinato policial.
No importa cuándo leas esto.
Piazza Alimonda, Génova, 20 de julio de 2001. Tras un intento fracasado de carga lateral contra una manifestación organizada por los y las tute bianche, alrededor de 70 carabineros empiezan a escapar de forma desordenada.
Durante la desbandada, un Land Rover Defender, con tres carabineros a bordo, queda atrás y se detiene ante un contenedor situado en medio de una estrecha calle.
Posteriormente se sabrá que tras el contenedor se habían parapetado varios carabineros, motivo por el que presumiblemente el conductor decidió no empujarlo para escapar.
El todoterreno queda así parado durante unos segundos y, no recibiendo apoyo del grupo principal —que se encuentra a pocas decenas de metros—, es alcanzado por los manifestantes.
El carabinero sentado en la parte de atrás saca su pistola por una ventanilla lateral. Carlo Giuliani (con camiseta interior y pasamontañas), parece estar mirando hacia el suelo, quizás hacia el famoso extintor, por lo que probablemente no ve la amenaza.
Otro de los manifestantes (con vaqueros claros y sudadera azul) sí parece ver la pistola, y escapa a toda prisa. Mientras tanto, Carlo recoge el extintor del suelo.
Carlo levanta la cabeza con el extintor entre las manos y ve la pistola, que le apunta a tres o cuatro metros de distancia.
Son las 17:27. El carabinero dispara su pistola dos veces. Uno de los tiros alcanza el rostro de Carlo Giuliani, de 23 años, que morirá minutos después.
Antes de que tenga fin su agonía, sufrirá otros dos eventos traumáticos: el todoterreno militar le pasará dos veces por encima antes de huir y, posteriormente, un objeto afilado le provocará una profunda herida en la frente.
Las crudas imágenes están ahí, pero consideramos que no aportan nada en nuestro intento de hacer entender los hechos que ocurrieron.
Los primeros peritos de la policía científica que llegarán al lugar hablarán de una muerte inmediata tras el disparo, pero serán desmentidos por la posterior autopsia, que revelará cómo «las lesiones craneoencefálicas [provocaron] la muerte del sujeto en un lapso de tiempo de varios minutos».
Esta será solo una de las tantas mentiras que durante años circularán en torno al asesinato de Carlo, y que en gran parte han quedado tristemente integradas en el imaginario colectivo dominante del país transalpino.
Como indicaba en 2012 el colectivo Wu Ming en un ya famoso post, la intoxicación mediática ha provocado que muchas conversaciones en torno a la muerte de Carlo se llenen de comentarios del tipo:
—Sí, es triste que haya muerto un chaval, pero qué quieres, estaba a punto de lanzar un extintor…
—Entiendo que el padre y la madre la monten, es natural, pero su hijito no era un santo: era un vándalo con pasamontañas.
—Qué coñazo lo de Giuliani, ¿por qué nadie piensa en el pobre carabinero que tuvo que defenderse?
El “carabinero que tuvo que defenderse” era Marco Placanica.
Tenía 21 años cuando disparó aquel arma contra Carlo. Años después sería investigado por homicidio y finalmente absuelto por considerarse que había actuado en legítima defensa.
En 2002, Vittorio Feltri, director del periódico Libero —de corte derechista-sensacionalista—, entregó a Placanica 400.000 euros “para ayudar con los gastos legales y médicos al joven militar implicado, muy a su pesar, en los graves incidentes de Génova”.
En 2006, se presenta a las elecciones municipales de Catanzaro por Alianza Nacional, partido heredero del neofascista Movimiento Social Italiano y embrión del actual Hermanos de Italia. Se pueden decir muchas cosas sobre Placanica, pero no que “nadie haya pensado en el pobre carabinero”.
Volvamos a Piazza Alimonda. Un minuto después de que Carlo reciba el disparo y sea atropellado, la policía reconquista la plaza, que hasta ese momento había estado bajo control de los manifestantes. Paoni, un fotógrafo, consigue tomar algunas instantáneas de la escena del crimen, pero es inmediatamente apalizado por la policía, junto a su Leica, que queda hecha pedazos.
Segundos después —son aproximadamente las 17.40— algunas imágenes grabadas desde los balcones de la plaza muestran una escena que quedará para la posteridad. El vicecuestor Lauro, con equipación antidisturbios, persigue a un manifestante al grito de: «¡Cabrón, tú lo has asesinado, has sido tú, cabrón! ¡Has sido tú con una piedra, hijo de puta ¡Lo has matado con la piedra! ¡Cogedlo!».
Siguiendo la timeline de diversos vídeos, se observa como, en un cierto momento, una piedra aparece efectivamente a pocos centímetros de la cabeza de Carlo. No obstante, en secuencias inmediatamente anteriores se puede ver esa misma piedra —de morfología inconfundible— a varios metros de distancia del cuerpo.
Además, en ese breve pero veloz viaje, la piedra pasará de estar limpia a quedar impregnada de la sangre de Carlo. Una dinámica espaciotemporal que contradice la acusación del vicequestor Lauro contra el anónimo manifestante, acusación que, no obstante, repetiría años después, ante un tribunal, intentando justificar su famoso «¡Has sido tú con una piedra!».
Después de que el manifestante falsamente acusado consiguiera escapar, la trágica escena se cierra con la llegada de un grupo de voluntarios sanitarios del Foro Social, seguidos por la policía científica y la ambulancia que sacará de la plaza el cadáver de Carlo más de una hora después.
Cuando los primeros sanitarios le quitan el pasamontañas, descubren la profunda herida en su frente que, siguiendo la sucesión de eventos que hemos contado, ha tenido que producirse necesariamente mientras la plaza estaba bajo control de la policía.
La justicia italiana terminaría por archivar el caso del asesinato de Carlo Giuliani con la absolución de Placanica, a pesar de la enérgica oposición encabezada por la familia.
En 2007, el Tribunal de Estrasburgo confirmó que Placanica había actuado «en legítima defensa», aunque condenó al Estado italiano a pagar 40.000 euros a la familia Giuliani por «no haber llevado a cabo una investigación adecuada sobre las circunstancias de la muerte del joven manifestante» y por «las posibles fallas en la planificación y gestión de las operaciones de orden público».
El 24 de marzo, el mismo Tribunal emitirá una nueva sentencia, en este caso definitiva, en la que absolverá completamente al Estado italiano, «por no haber violado la Convención Europea de Derechos Humanos».