El pasado día 6 se celebraron los premios Grammy en Los Ángeles. Los premios, considerados como los Oscars del mundo de la música, crearon una nueva categoría este año a la mejor canción para el cambio social.
Para dar este premio subió al escenario del Crypto.com Arena la primera dama de los Estados Unidos, Jill Biden. El premio fue para la canción Baraye, considerada como "el himno de las recientes protestas en Irán".
La imagen de la actual primera dama estadounidense encima del escenario es similar a la escena vivida en 2013, cuando Michelle Obama entregó el Óscar a la mejor película a Argo.
Las diferencias entre ambos productos culturales es evidente. Argo es una película que representa a los iraníes como una masa de fanáticos religiosos y al mismo tiempo muestra al protagonista como un héroe abnegado, miembro de la CIA, que consigue salvar no solo a los diplomáticos estadounidenses sino el orgullo de todo un país.
La película está atravesada por una visión monolítica del Islam, en donde los iraníes, qua musulmanes, son representados a la manera orientalista clásica: bárbaros, arcaicos e ignorantes.
Argo presenta a los iraníes, en su totalidad, desde la óptica de lo que se conoce como visión securitaria, una visión que en los últimos tiempos se está asentando como la forma normativa en la que Occidente ve al Islam y a los musulmanes. La visión securitaria es la responsable de que sea el languaje del terrorismo y del extremismo el que sea utilizado de manera hegemónica para acercarse a fenómenos políticos tales como el Islam y sus distintas articulaciones políticas.
Desde el punto de vista narrativo podemos decir que en Argo la voluntad política de los iraníes, así como las causas del movimiento revolucionario iraní, está despolitizada. En ningún momento se pone de relieve el uso por parte del régimen Pahlavi de la tortura, de la detención y encarcelamiento masivo de opositores. En la película parece como si los iraníes se hubiesen revelado contra el Shah no por su régimen tiránico, sino por el puro fanatismo anti-modernista de los mismos.
Baraye, por otro lado, está lejos del llamado paradigma securitario. Es una canción que intenta ser emocional, que habla de lo cotidiano y de solidaridad. Parece, por tanto, difícil que la comparación de los dos momentos, el vivido en los Grammy y el vivido en los Oscars de 2013, tenga algún sentido, más allá del ya mencionado de dos primeras damas estadounidenses entregando premios a dos productos que tienen a Irán como centro discursivo.
Esta dificultad a la hora de conectar ambos productos culturales se soluciona al considerar que tanto el paradigma securitario anteriormente citado, como la canción Baraye no tienen en cuenta la dimensión política a la hora de representar a la República Islámica.
Ambos productos borran lo político de la ecuación al representar, bien un Irán visto como Otro por excelencia de los Estados Unidos, una articulación realizada desde el lenguaje del terrorismo, o bien recurriendo a la emoción que a su vez cierra el espacio de lo político al intentar construir una visión liberal en la cual toda la sociedad comparte unos mismos valores. Unos valores que hay solo tienen sentido si son expresados en la lengua vernacular de Occidente, el Westernesse.
La canción no solamente pretende cantar a lo cotidiano, sino que pretende que el marco epistémico desde el cual se cante sea el liberal-Occidental. Cualquier otra forma de cotidianidad, cualquier otra manera de relacionarse que no pase por ese marco hegemónico es una respuesta propia de bárbaros, arcaicos e ignorantes.
Pero hay que recordar que ni el amor, ni el resto de relaciones interpersonales son universales. Y si han llegado a ser universalizables ha sido por la violencia epistémica, y física, desatada contra aquellas personas que no siguen los marcos hegemónicos.
Baraye presenta una visión occidentalizada de las relaciones envueltas en un lenguaje no-político de cordialidad , pero que en realidad debido esa misma intención no-política no deja de formar parte del discurso liberal del que forma parte también Argo.
Es este marco liberal el que mediante el cierre de lo político criminaliza y persigue todo intento por abrir el espacio político a formas distintas de estar en el mundo. La llamada "War on Terror", por ejemplo, no es mas que el resultado final de este cierre político instaurado por el liberalismo.
Siguiendo con este análisis de la ausencia de lo político en ambos productos culturales, es interesante fijarse en que en la canción Bayare el horizonte aspiracional es claramente un horizonte liberal.
La idea de fondo es que el amor y la libertad solo son alcanzables desde una identidad que acepta la gramática occidental como la única posible.
Ese horizonte liberal, como se ha intentando explicar, no es ni estable ni final. Es un momento contingente cuyo máximo valor ha sido el de expulsar y exterminar a las voces discordantes. La expulsión de las voces discordantes es fundamental para entender como funciona el cierre de lo político.
Lo que se pretende es asumir el mito de que una vez expulsadas esas voces que ponen en duda el propio proyecto hegemónico liberal este podrá continuar su camino hacia la universalización. Pero esto no es así. Estamos delante de un mito.
Un mito apolítico. Si este mito fuese verdad la Revolución Islámica no hubiese podido suceder. El momento de la Revolución islámica fue precisamente la irrupción de lo político y por tanto un momento de apertura. El mito del liberalismo como gramática total lleva desde 1979 siendo no sólo un mito, sino un zombi político. Una idea muerta sin ningún futuro político.
Los intentos por volver a re-articular, intentos imposibles pero no carentes de violencia, el liberalismo como lenguaje universal no han parado desde 1979.
En concreto estamos hablando de los intentos por que la República Islámica abandone su elemento confrontacional político y vuelva al redil de la normalidad liberal. Tanto Argo como Baraye podemos decir que buscan que la República Islámica se convierta en Irán, es decir sin nada que lo articule a un horizonte islámico.
La comparación entre los dos productos culturales, la canción y la película, va más allá, por tanto, de la escenografía de las dos primeras damas de los Estados Unidos en dos entregas de premios.
Hemos visto que la comparación se hace evidente si observamos las líneas ideológicas alrededor de las cuales esos dos productos culturales se articulan. Una articulación que nos recuerda que el liberalismo, como punto nodal de ambos momentos, puede ser considerado como aquello que ocupa el espacio político de una manera tan asfixiante que lo cierra por completo, lo inmoviliza y lo hace insufrible e inhabitable. Este cierre no solo es inhabitable por la llamada "War on Terror".
En el caso concreto de la República Islámica esta lleva siendo asfixiada por este cierre de lo político desde la propia instauración de la misma en 1979.
Entre los últimos ejemplos de esta asfixia podemos citar, como hace el profesor Joseph Massad, la relación entre Arabia Saudí y la Entidad Sionista. Massad entiende que esta relación, relación que mantiene a la República Islámica como enemigo, es una relación marcada por el liberalismo.
La República Islámica es el enemigo porque se niega a aceptar ese cierre político liberal.
Siguiendo con Massad, podemos estar de acuerdo en su diagnóstico de la actual situación en "Muslimistán": "La fuerza política más destructiva y más peligrosa en la región han sido los liberales. Esta fuerza política ha apoyado y justificado todos los ataques que se han producido en la región.”
A modo de conclusión, hay que decir que el Islam, entendido como identidad política y no como "religión", es impermeable al liberalismo. Siendo esto así, lo cierto es que el Islam puede ser "oscurecido" por el liberalismo -veáse el Corán 2:42 , por ejemplo-. De ahí la necesidad de un movimiento que podemos calificar como de "de-oscurecimiento" constante para evitar ese horizonte de cierre de lo político.
Xavier Villar
https://www.hispantv.com/noticias/opinion/560804/protestas-premio-grammy-shervin