No han pasado unos días apenas de la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños –en el que la unidad de la región fue estandarte predominante–, y del anuncio de Brasil y Argentina de impulsar el comercio bilateral con sus monedas respectivas –camino hacia una moneda común–, cuando Estados Unidos anuncia oficialmente que impulsará una Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica.
Con el tufo precedente de la sepultada Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) de Bush, o la nunca implementada Alianza Igualitaria de Obama, la Administración Biden-Harris, con el apoyo de Canadá, proclama ahora este nuevo intento de asociación con los países latinoamericanos y caribeños, esbozado en la pasada Cumbre de las Américas en Los Ángeles, marcada por las exclusiones y los desencuentros.
Esta «nueva iniciativa de importancia histórica para impulsar el crecimiento económico del hemisferio, abordar las principales cuestiones que serán definitorias en las próximas décadas y consolidar una mayor cooperación económica en nuestro hemisferio», fue anunciada en un comunicado de la Casa Blanca el pasado viernes 27 de enero.
En él informan que el secretario de Estado, Anthony Blinken, y la representante de Comercio de Estados Unidos, Katherine Tai, están dando pasos para coordinar esta iniciativa, y destacan que un grupo de 11 países de la región se han sumado de inicio: Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, México, Panamá, Perú y Uruguay. Con nueve de ellos, Estados Unidos ya tiene acuerdos de libre comercio.
Notoria es la ausencia en este grupo inicial de Brasil y Argentina, dos de las más fuertes economías latinoamericanas. Según un funcionario del Gobierno, EE.UU. se ha centrado en aquellos países con los que ya tiene un marco de acuerdo comercial. La no presencia de Venezuela, Bolivia y Nicaragua era de esperar.
Para la Administración Biden, esta Asociación de las Américas «es un marco flexible y abierto a todos los países que comparten nuestros valores y nuestra visión de un hemisferio próspero» y «fortalecerá y ampliará nuestros esfuerzos para propiciar el crecimiento económico regional centrándose en los factores que fomentan el crecimiento económico impulsando en forma ascendente y del centro hacia afuera, los puestos de trabajo de calidad y nuestra competitividad».
Mirando tales propósitos, no se diferencia mucho de aquellos enunciados en las Conferencias Monetarias de Washington entre 1889 y 1891. Tal parece recordar aquel brindis de Blaine tras la cena con los delegados asistentes a la cita hemisférica en 1889: «A la amistad perpetua y a la prosperidad de todos los Estados americanos”
De tal convite entonces prevenía Martí en sus artículos sobre La Conferencia de Washington. Desde sus primeras cartas sobre dicho congreso a La Nación de Buenos Aires, Martí puso en alerta a los países del sur sobre los riesgos que encerraba dicho cónclave panamericano convocado por EE.UU.: «Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo.
De la tiranía de España supo salvarse la América española, y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia».
En su memorable artículo «La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América», del 14 de noviembre de 1889, el Héroe Nacional cubano señaló :“A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente.
En la política, lo real es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos”.
Mientras, en mayo de 1891, al reportar la Conferencia Monetaria Internacional, sentenciaría: “Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. (…) Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él.
Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos (…) La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra».
La nueva oferta para la prosperidad de Biden retoma también la retórica de la Alianza para el Progreso lanzada al vuelo por Kennedy en los sesenta ante el temor del ejemplo de la Revolución cubana. Villas y castillas, miles de millones de dólares fueron prometidos, para quedar en la nada y llevar después al oscuro periodo de las dictaduras militares en Latinoamérica, respaldadas por Washington.
«¿Qué ‘beneficios’ o ‘alianzas’ podrá ofrecerles el imperialismo, que no sean los que redunden en su total provecho?», se preguntaba Fidel en 1962
Hay apuro en Washington. La nota de la Casa Blanca enfatiza que «tras este anuncio, proseguiremos sin demora a la implementación de la Asociación de las Américas, empezando por los preparativos para las negociaciones futuras sobre compromisos y otras áreas de cooperación».
El correcorre no es porque la Celac pronostica que América Latina y el Caribe apenas crecerá un 1.3% en 2023 frente al 6.7% de 2021 y el 3.7% con que calcula cerró el 2022.
De lo que se trata es de que Estados Unidos está sumamente preocupado con su pérdida de influencia global, la caída de sus exportaciones hacia la región y el crecimiento de la presencia china en Latinoamérica.
Ya en junio de 2022, en ocasión de la Cumbre de las Américas, un funcionario de la Administración Biden había señalado a Reuters que un objetivo claro de la futura Asociación es contrarrestar la creciente influencia china en la región.
Los datos comerciales de la ONU de 2015 a 2021 muestran que, fuera de México (el principal socio comercial latinoamericano de Estados Unidos), China superó a Estados Unidos en América Latina y amplió la brecha el año pasado.
Excluyendo a México, los flujos comerciales totales –importaciones y exportaciones– entre América Latina y China alcanzaron casi 247 000 millones de dólares en el 2021, según datos disponibles, muy por encima de los 174 000 millones con Estados Unidos.
Si alguien tuviera duda de que «lo real es lo que no se ve» detrás de la nueva invitación de Washington, basta recordar lo que hace unos días declaró la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, en conversación con el think tank Atlantic Council sobre por qué a Washington realmente le importa Latinoamérica.
«Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras», «el 60% del litio del mundo·, «las reservas de petróleo más grandes», «el 31% del agua dulce del mundo»… Son las claras razones del interés de Estados Unidos en nuestra región.
América Latina no puede para nada desdeñar su relación económica y política con Estados Unidos, le es imprescindible. Pero tal necesidad no exime de sopesar peligros, apetencias, historia, ni olvidar la filosofía dominante del «divide y vencerás» de los imperios.
En esta hora de reacomodos geoestratégicos globales, conviene recordar que hace 200 años Washington proclamó la doctrina Monroe de «América para los (norte) americanos». Poco ha cambiado en la visión imperial hacia nuestra región en estos dos siglos, aunque ahora se encubra con nuevos ropajes y cándidos rostros.
La salvación de Nuestra América sigue estando en crear unida, con ideas y fuerzas propias y con el respeto del mundo. «(…) el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños», afirmó hace más de un siglo José Martí.
En video, la presentación virtual de la nueva iniciativa de Washington:
Unos días después de la Cumbre de la Celac, Estados Unidos reafirmó su visión panamericanista de siempre. Una información del diario argentino La Nación señalaba: Luego de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Buenos Aires, Estados Unidos dijo que la Organización de Estados Americanos (OEA) es “indispensable” y volvió a advertir sobre la erosión de la democracia y los derechos humanos en América Latina .
“La OEA es una organización multilateral indispensable”, dijo el flamante representante permanente de Washington ante ese foro, el embajador Francisco Mora. “Es la única organización donde los países democráticamente elegidos tienen representantes y donde todos están comprometidos en defender la democracia y los derechos humanos”, diferenció.
Por: Randy Alonso Falcón