La sorpresiva detención de Ovidio Guzmán López, heredero de Joaquín 'el Chapo' Guzmán al frente del Cártel de Sinaloa, desató una oleada de conjeturas sobre los motivos que tuvo el Gobierno para concretar la captura y la manera en que se reacomodarán las organizaciones criminales en México.
El impacto del arresto de uno de los criminales más buscados fue inmediato porque se produjo en vísperas de dos eventos cruciales para la política mexicana y la relación bilateral con EE.UU., su principal socio comercial y con el que mantiene una añeja tensión.
Uno de esos acontecimientos es el inicio, el próximo lunes, del juicio contra el exsecretario de Seguridad de México, Genaro García Luna, que se llevará a cabo en tribunales estadounidenses y en el que se prevé habrá revelaciones sobre los nexos de funcionarios de los pasados gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto con el crimen organizado.
Otro es la X Cumbre de Líderes de América del Norte que realizarán el próximo martes en la capital mexicana los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador; EE.UU., Joe Biden; y Canadá, Justin Trudeau.
En cuanto se confirmó la detención de Guzmán López, políticos y periodistas opositores aseguraron que se trataba de una especia de "ofrenda" o "regalo" para Biden, cuya visita genera una fuerte expectativa.
La versión de que el Gobierno mexicano quería "quedar bien" con Biden previo a su llegada se debe a que EE.UU. ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares por la detención del hijo del 'Chapo', a quien, al igual que a su padre, espera llevarse extraditado para juzgarlo y condenarlo.
Revancha
Con respecto a la política interna, las versiones apuntan a que López Obrador no podía terminar su sexenio (que concluye en 2024) sin darle la vuelta a la crisis que representó la primera captura fallida de Guzmán López.
El 17 de octubre de 2019, en una violenta jornada similar a la que se vivió la víspera, el hijo del 'Chapo' fue detenido en Sinaloa. López Obrador, que estaba por cumplir apenas un año como presidente, ordenó liberarlo. Dijo que era para evitar una masacre.
La decisión desató uno de los escándalos más graves que ha enfrentado su Gobierno.
Desde entonces, a López Obrador lo persiguió la acusación de que estaba aliado con el Cártel de Sinaloa, denuncia que se acentuó en marzo de 2020, cuando viajó a ese estado y saludó a Consuelo Loera, madre del 'Chapo' y abuela de Ovidio.
Pero ahora, con Guzmán López detenido, se desvanecen los señalamientos de los opositores que aseguraban que López Obrador "protegía" al Cártel de Sinaloa.
Incluso, más que críticas, lo que generó la captura fueron halagos. En el Congreso hubo aplausos para el presidente. La influyente Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) también reconoció al Gobierno. Hasta el expresidente Felipe Calderón, ultraopositor de López Obrador y responsable de la 'guerra narco' iniciada en 2006, felicitó a las secretarías de la Defensa y de la Marina.
Por lo pronto, el hijo del 'Chapo' ya está en El Altiplano, un penal de supuesta alta seguridad ubicado en el estado de México y del que su padre se fugó en 2015.
Con él fuera de juego, resta ver cómo se reorganizarán el Cártel de Sinaloa y el resto de los grupos criminales que operan en México.
Panorama
A sus 32 años, Guzmán López lideraba junto con sus hermanos Joaquín, Jesús e Iván Archivaldo una de las fracciones del Cártel de Sinaloa (también conocido como el Cártel del Pacífico) que, pese a la detención, extradición, juicio y condena a cadena perpetua del 'Chapo' en tribunales estadounidenses, sigue siendo una organización central en el mapa del narcotráfico mexicano.
Los sucesores del 'Chapo', conocidos como 'los Chapitos' o 'los menores', disputan actualmente territorio y negocios con organizaciones externas como el Cártel Jalisco Nueva Generación y el mermado Cártel de Juárez.
Pero también mantienen peleas al interior del Cártel de Sinaloa con Ismael 'el Mayo' Zambada y Aurelio Guzmán Loera, el hermano del 'Chapo' enemistado con sus sobrinos; y con un grupo afín a Rafael Caro Quintero, el legendario narco fundador del Cártel de Guadalajara que fue recapturado en julio del año pasado.
Diversos informes coinciden en minimizar la importancia de Guzmán López en las operaciones del Cártel de Sinaloa, por lo que anticipan que su detención es más simbólica que práctica. Es decir, que el multimillonario negocio por el tráfico ilegal de marihuana, cocaína, metanfetamina y, en los últimos años, fentanilo, de México a EE. UU. podría no verse afectado.
De esta forma, el Cártel seguirá operando en una veintena de los 32 estados de México, lo que lo ha convertido en una de las organizaciones criminales con mayor influencia y territorios, en competencia con el Cártel Jalisco Nueva Generación, ya que los cárteles del Golfo, de los Beltrán Leyva, del Noreste, de Juárez, de los Arellano Félix, los Zetas, los Caballeros Templarios, Los Viagras, La Familia Michoacana y Los Rojos controlan territorios más acotados.
Más allá de los cambios que pueda haber en el mapa del narco mexicano, lo que sí volvió a demostrar la detención de Guzmán López fue el poderío para generar violencia.
Incertidumbre
El jueves, Culiacán fue una ciudad sitiada.
Se cancelaron los servicios públicos, la atención de salud, las escuelas, los aeropuertos, el transporte. La gente no salió de sus casas. Los negocios no abrieron. Hubo robos, incendios, secuestros, ataques armados en bases militares. Los accesos fueron bloqueados por sicarios. Se suspendieron los partidos de futbol. Se cancelaron cientos de vuelos. Los narcos intentaron tomar un penal.
Las balaceras se replicaron en otras ciudades como Los Mochis y Mazatlán.
Los reporteros apenas pudieron trabajar. Salir podía costarles la vida. A varios les quitaron cámaras, teléfonos, todo tipo de equipos. A otros, hasta sus autos. O los amenazaron. Algunos, por seguridad, decidieron publicar sus crónicas de manera anónima. Ya es parte de su cotidianidad en el país más peligroso para ejercer el periodismo.
Este viernes, la ciudad amaneció en un clima de miedo, de tensión. El Gobierno estatal anunció la reanudación de actividades, pero nadie puede descatar que, en cualquier momento, vuelva la violencia.
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